Análisis
Banco Santander: un semestre para olvidar
Los resultados presentados por la entidad --con España, Estados Unidos y Brasil como puntos negros--revelan que su modelo, como el de toda la banca europea, está caduco y necesita una remodelación completa
Javier Santacruz Cano 27/07/2016
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En estos días, los bancos españoles y europeos rinden cuentas ante sus accionistas e inversores, presentando los resultados obtenidos en el primer semestre del año. Es el caso del Banco de Santander, la entidad que junto a BBVA marca el compás al resto de las entidades para saber cómo está yendo el negocio y, sobre todo, qué hacer de cara al futuro.
Precisamente, la palabra “futuro” es la más temida por los banqueros actuales. Quién lo diría cuando precisamente el negocio de un banco (bajo un sistema de reserva fraccionaria y protegido por un Banco Central) es captar dinero a corto plazo y prestarlo a medio y largo plazo. Hasta hace unos años, era imposible encontrar un banquero que fuera “cortoplacista”, ya que por definición el negocio bancario o el de la gestión del riesgo de crédito no son tareas que se puedan circunscribir al ámbito de unos pocos meses o de un año natural.
Sin embargo, lo que antes era una excepción rarísima, ahora resulta ser la norma y muy especialmente en el banco presidido por Ana Patricia Botín. Santander siempre se ha caracterizado por ser una entidad agresiva y poco conservadora en la gestión del riesgo. Pero, como dice la sabiduría popular, sólo se acuerdan de Santa Bárbara cuando truena. Y ahora, está tronando de lo lindo.
En términos generales, las cuentas que ha presentado Santander en el mismo día que Bruselas ha decidido (por el momento, ya veremos dentro de unos meses) no multar a España por déficit excesivo, son peores que las que presentó en junio de 2015, tanto en márgenes como en fortaleza, solvencia y rentabilidad. A pesar de que se aplique el tan manido truco de “variaciones sin tipo de cambio” que usan los bancos para culpar al movimiento de las divisas de su estrechamiento de márgenes, el stock total de crédito de Santander sigue cayendo (un 2% interanual a un ritmo menor) al igual que lo hace el montante de depósitos de la clientela (-2,3% interanual).
En el aspecto del crédito, Santander sigue mostrando la misma conducta que en pasadas presentaciones de resultados en cuanto a la selección de deudores: mientras el crédito al sector privado cae un 3,2% en el interanual, el crédito a las Administraciones Públicas sube un 3,3% anual. Para los bancos, es más rentable y menos arriesgado prestar al Estado que hacerlo a un empresario o una familia. De igual forma, el banco sigue perdiendo depositantes (-2,3%) mientras que no es capaz de captar a todos estos depositantes en su totalidad a través de fondos de inversión (el patrimonio gestionado de los fondos de Santander apenas crece un 1,4%). Incluso, su filial de banca privada (la antigua Banif) pierde 1.602 millones en patrimonios administrados en un año y 524 millones en patrimonio gestionado en sus fondos de pensiones.
Solamente con estas cifras, sin entrar en cuestiones también mollares como son los márgenes, indican problemas en el modelo de negocio de Santander. Precisamente, en torno a los márgenes obtenidos, se repite un patrón claro de pérdida de terreno en el negocio bancario tradicional (margen de intereses + comisiones) mientras que se busca generar retorno por la parte baja de la cuenta de resultados a base de recortar costes y reducir provisiones. Pero a diferencia de otros bancos, Santander baja sus provisiones un 8% acorde con la bajada de los activos dudosos (-10,08% en el acumulado de junio de 2015 a junio de 2016), con un menor ritmo de recuperación de crédito calificado como impagado (-3,5% interanual) y más entradas netas en morosidad por el efecto del cambio de perímetro de consolidación (inclusión de las carteras del portugués Banif, no confundir con la antigua filial de banca privada de Santander).
Sin embargo, en el análisis de la cuenta de resultados, Santander introduce un epígrafe contable que enreda más que aclara el resultado final denominado “neto de plusvalías y saneamientos”. En vez de colocar cada partida en el sitio que le corresponde y de ahí escoger el método de consolidación de todas las unidades del banco (puesta en equivalencia o integración proporcional), Santander pone esta partida al final de la cuenta de resultados y la excluye en un cómputo aparte como si esto no fuera importante a la hora de evaluar su negocio en la primera mitad de 2016.
Entre otras cosas, dificulta ver cómo pinchan claramente dos unidades de negocio: España y Estados Unidos. La rigurosidad de las autoridades reguladoras americanas impide que Santander haga muchas de las cosas que sí hace y son permitidas por los reguladores europeos a la hora de presentar sus cuentas. Tanto es así que los toques de atención del regulador y el suspenso en los stress test pasados han provocado una reacción muy adversa de los inversores castigando al valor en Wall Street. El otro punto negro es Brasil, donde la tasa de morosidad ha subido 1 punto porcentual en sólo un año y la tasa de cobertura del crédito de dudoso cobro ha empeorado de golpe 10 puntos porcentuales hasta el 85,3%.
Dos aspectos más. En términos de rentabilidad, Santander sigue consiguiendo retornos sobre recursos propios (ROE) más altos en comparación a su tamaño y volumen de activos de riesgo, pero insuficientes para asegurar su negocio a medio y largo plazo. Santander está generando una rentabilidad sobre activos ponderados por riesgo (RoRWA) que apenas llega al 1,29% en junio pasado, un dato peor que el de hace un año y que apenas cubre el coste de capital de la entidad. Este es un punto clave para analizar la viabilidad del actual negocio bancario del Santander y la necesidad de cambiarlo de forma urgente.
Y, por último, en términos de capital, la bajada de la morosidad global no ha ayudado a subir el capital actual (CET1) que se encuentra por debajo del cierre de 2015 (12,32%), aunque sí se ha producido una tímida subida en el capital computando todas las exigencias regulatorias de Basilea III hasta 2019 (CET1 fully-loaded) que se sitúa en el 10,36% frente al 9,83% de junio de 2015. Esto le puede hacer salvar a Santander una match-ball porque de no haber sido así (una ratio de capital fully-loaded por debajo del 10%) el banco habría ido de cabeza a una nueva ampliación de capital.
En resumidas cuentas (y nunca mejor dicho), el Banco Santander no puede caer en la autocomplacencia de haber publicado unos resultados mejores de los previstos por el consenso de mercado (eso, sin tener en cuenta el “neto de plusvalías y saneamientos”) y culpar a los tipos de cambio y a los bajos intereses de estas cuentas. Los bancos trabajan con márgenes y lo que evidencia esta presentación es que el modelo de Santander (al igual que le ocurre a toda la banca europea) está caduco y necesita una remodelación por completo.
Los primeros pasos ya se han dado en términos de más eficiencia global (los gastos sobre ingresos en unidades más ineficientes como España están en el 52%) pero queda plantearse en serio qué modelo quiere la entidad para el futuro y si está dispuesto a estar siempre con el capital “al filo de la navaja”.
En estos días, los bancos españoles y europeos rinden cuentas ante sus accionistas e inversores, presentando los resultados obtenidos en el primer semestre del año. Es el caso del Banco de Santander, la entidad que junto a BBVA marca el compás al resto de las entidades para saber cómo está yendo el...
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Javier Santacruz Cano
Es economista y socio de China Capital.
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