Novela por entregas
García contra la España zombi (V)
En el que sabemos que Albert Rivera, al menos en lo que a zombis se refiere, es el huevo de la serpiente
Guillem Martínez 5/08/2016
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Resumen de lo publicado: A García le dan las vísperas sicilianas. Mientras, el Capitán Estadella, cotejando la agenda de Pedro Sánchez, consigue averiguar quién le pudo haber dado el muerdo. Se trata de Rivera, Albert, el hombre que amaba a España tanto como odiaba a los sillones.
Pagué los chorrocientos spritzs y me fui también del restaurant, esquivando al propietario, que quería contratarnos a Quimetta y a mí para que hiciéramos ese número cada noche. Me hubiera ido a un hotelazo, pero volvía a no tener un euro. Mientras Quimetta me montaba el número en el restaurant, le metí el grueso del dinero en el bolso. Con ella se fue, en fin, la última ocasión en la que el PSOE repartió riqueza, después de que cogieran el IRPF y no lo reconociera ni la madre que lo parió, por utilizar una frase histórica de un intelectual del partido.
Sin lugar de pernocta, decidí ir a un refugio del YMCA. No pegué ojo. Mis compañeros de habitación eran, mayoritariamente, post-docs del CSIC, y hablaban acaloradamente de la teoría de cuerdas como si no hubiera un mañana. Al rato salí pitando y decidido a dormir con los yonkis que dormitan entre Gran Vía y Tribunales. Gran error.
Habían sido substituidos en sus funciones por post-docs de Filosofía y Letras, que estaban dale que te pego con Bauman. Finalmente dormí en un banco de Alcalá, cerca de la sede de Ciudadanos, con otro pobre de solemnidad, que no me dijo ni pío en lo que quedaba de noche. La pobreza solemne es una pobreza que ha roto amarras, solemnemente, con el pasado. Es autosuficiente, de manera que no necesita hablar de un pasado que no volverá, de Bauman o de la teoría de cuerdas. Ni tan siquiera necesita hablar de la pobreza. Antes de dormir como un angelito, tuve la precaución de disponer a mi vera un cartel de cartón, con el texto: "Necesito 20 euros para un taxi".
Funcionó. A primera hora ya tenía la capacidad de invertir en dos marlboros y desayunar en el bar, cercano al local de Ciudadanos, en el que había quedado con Estadella. Cuando entré, dos horas antes de nuestra cita, Estadella ya estaba ahí. Ese tío no dormía. El primer intercambio de palabras con él me confirmó esa suposición.
--Joven. Malas noticias. No le he hecho el artículo clamando ayuda a la ciencia española para que le salven la vida. Me puse a hacerlo, sí, pero cuando me di cuenta, estaba escribiendo el articulazo para el premio Miliki Ruano. La carne es débil, lo siento.
Ni me molesté en decirle que la ciencia española ésa, o estaba muerta o tenía la picha hecha un lío con la teoría de cuerdas.
--Pero vayamos a lo nuestro. Mire --Estadella abrió la agenda de Pedro Sánchez--, Sánchez no se ha reunido con nadie desde el 26J.
--De hecho, no ha hecho ninguna declaración desde entonces.
--¿Cómo quiere que hubiera hecho alguna, si para entonces ya hablaba con una alpargata en la boca? Era un zombi desde unas semanas antes, exactamente desde...
Estadella retrocedió las páginas de la agenda de Sánchez hasta llegar a una en concreto, Cuando llegó a ella, dijo tachán.
--¡Tachán! Su última cita oficial y agendada. Ésta, con Albert Rivera. Albert Rivera es el bicho. Fue él quién le pegó el muerdo. O, lo que es lo mismo, la epidemia zombi, si podemos llamarla así, empezó con Rivera.
--Entonces, ¿qué hacemos?
--Encomendarnos a Dios. Como sabrá, la semana pasada se casó la Arrimadas, en Jerez, con un convergente. Lo que significa que Rivera se habrá puesto las botas, y que a estas horas el virus zombi, o lo que sea, se habrá extendido a la minoría catalana. Y me temo lo peor. Imagínese que media docena de inoculados asisten a la mani del 11 de septiembre. En un plis-plas, tenemos dos millones de zombis separatistas, y la posibilidad de un nuevo Estado Zombi en Europa, como había predicho en mi libro recopilatorio sobre la amenaza catalana, Mi lucha. Mañana mismo llamo a la editorial para que se lo envíen.
--No me cuadra, Estadella.
--¿Qué es lo que no le cuadra, joven?
--Rivera. A diferencia de Sánchez, no ha parado de reunirse y de hacer apariciones públicas. Si es un zombi, está muy vivo.
--Pues yo lo veo prístino. El centro-derecha español es de un espíritu más fuerte y menos extranjerizante que nuestro centro-izquierda. Y ya lo dijo Ortega, a los españoles nos ha salvado esas gotas de sangre germánica y goda. Rivera, y su resistencia a la zombidad, es la prueba. Pero su resistencia y saber estar no nos deben llevar a engaño. Es más, creo que nuestra aventura en el PSOE será una historia de niños comparado con lo que viviremos en el local de Ciudadanos. No quiero desalentarle, pero creo fehacientemente que en Ciudadanos ya es un zombi hasta el gato. Espero que haya traído su hacha.
Rayos. No la había traído. La olvidé en el restaurant en el que quedé con Quimetta. La última vez que la vi, estaba rezumante de sangre seca, y apoyada en el respaldo de la silla. Creo que por eso, un maître tembloroso me cobró los splitz a precio de saldo. Mi ausencia de un arma eficaz no desanimó a Estadella, que decidió que entraría a Ciudadanos pegado a su espalda, hasta acceder a otro set de incendios.
Y eso es lo que hicimos. Entrar en la sede de Ciudadanos. Nos llegamos hasta recepción. Examinamos el entorno. Parecía normal. Todo muy limpio y muy bonito, decorado con motivos centristas. Banderas españolas centristas, un águila imperial centrista, una esvástica centrista. Pero, era constatable, no había ningún zombi en CIudadanos, por lo demás, una sede central muy poblada para ser agosto. Una secre nos atendió.
--Queremos ver a Rivera -dijo Estadella.
--Uy, lo veo difícil sin cita previa.
Por toda respuesta, Estadella sacó el hacha de su americana y la dispuso sobre el mostrador. La secre, sin cambiar de expresión, cogió el teléfono:
--Albert, han vuelto otros del IBEX, que quieren verte. Ajá. Ajá. Ajá --colgó el teléfono--. Pueden subir. Cuarta planta. Les espera.
Cogimos el ascensor. Repleto. Ni un zombi. Llegamos hasta la planta noble. Hasta los topes. Pero sin zombis. Llegamos hasta el despacho de Rivera. Dimos unos golpecitos en la puerta. Una voz afable nos autorizó el paso. Frente a nosotros estaba, en una mesa de nogal, Rivera. Más fresco que una lechuga. No, esto no cuadraba.
--¿En qué puedo ayudarles?
Fui yo quien rompió el silencio.
--Verá, tenemos serias sospechas de que su partido está repleto de zombies.
--Somos un partido joven y en proyección. Hemos crecido por encima de toda previsión, por lo que sí, es posible que se haya colado algún zombi indeseable, a pesar de nuestros esfuerzos. Pero les puedo asegurar que, si eso es así, esos seres despreciables serán identificados y expulsados.
Contemplé a Rivera. Su rostro suave e imberbe era el suyo, su mímica y gestualidad, la suya característica. Aún así, había algo que no cuadraba. Me lancé sobre él y le estiré del pelo. Era una peluca. Al quitarla, le cayó por la espalda una melena racial. Era Arrimadas, la persona con menos barba en Ciudadanos después de Rivera, que le estaba suplantando.
Arrimadas se vino abajo, empezó a llorar.
--Un zombi. Albert es un zombi. Llevo dos meses substituyéndole. Hasta en mi boda, en la que hice de Albert y de novia y luego me fui pitando a cerrar el pacto con el PP. Tengo a mi marido en la suite nupcial del Hotel Los Pijos con Caracolillos, de Jerez, desde ese día. Estará que se sube por las paredes. Será imposible entrar allí sin chutarle un dardo narcotizante.
Estadella se acercó hasta ella, la abrazó y consoló. Cuando estuvo más tranquila, le hizo la pregunta del millón:
--¿Dónde esta Rivera, guapa?
--Lo tenemos en el sitio más seguro del local, junto a nuestra contabilidad.
Continuará...
Resumen de lo publicado: A García le dan las vísperas sicilianas. Mientras, el Capitán Estadella, cotejando la agenda de Pedro Sánchez, consigue averiguar quién le pudo haber dado el muerdo. Se trata de Rivera, Albert, el hombre que amaba a España tanto como odiaba a...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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