Rajoy y Rivera.
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Una tarde de agosto en Sevilla sólo te la salva una olimpiada o una glaciación. La glaciación nunca llega y en la tele los americanos llegaban segundos en la semifinal de relevos 4x200 frente a los nadadores del Reino Unido, que entraban a la final por la puerta grande. El británico Duncan inauguraba la tarde de baño haciendo su tramo como si al otro lado de la piscina le esperase un ministerio o un título de Sir con acceso gratuito a restaurantes del centro de Londres. Acabado el turno de Duncan, Robert saltaba al agua para apuntalar el trabajo hecho por su compañero. Terminada la parte del trato de Robert, el turno de mojarse el culo era para Daniel, que debía conservar la ventaja lograda por sus dos compañeros de equipo o incluso ampliarla para que así Stephen, último relevista de la tanda británica, tocase la marca pintada en la pared y detuviera el crono antes que su primo yanqui que le perseguía de cerca. Todo salió según lo soñado en el vestuario.
Mientras los chicos británicos celebraban la buena coordinación de braceo y relevos, la alarma de las noticias del móvil avisaba en plena hora de la siesta de que Albert Rivera se había tirado en traje de si te he vetado no me acuerdo a la piscina del Congreso sin avisar. “Rivera viene con propuestas, Rivera viene con propuestas”, chillaba una y otra vez escandaloso el timbre informativo del smartphone replicando la misma última hora de cada uno de los grandes medios.
El líder de Ciudadanos ordenó colocar tras el atril donde comparecería las banderas de España y la de Europa dándole una solemnidad al acto que sólo la hubiera superado con la presencia junto a él del presidente del COI haciéndole entrega de la medalla de oro al cambio de opinión estilo mariposa. Al contrario que pasara con los relevistas británicos, de los que el espectador no sabía en qué turno saltaría cada uno hasta que veía al chaval ya dando brazadas, el impecable lanzamiento de cabeza de Albert Rivera a la piscina no sorprendió a nadie. Estaba marcado que, antes o después, su turno fuera el de segundo relevista. Días antes Rajoy inauguraba la tanda ofreciéndole a quien no quería sillones y había decidido votar NO y luego abstención, entrar al Gobierno por todo lo alto, un caramelo demasiado dulce para quien ha hecho de la promesa volátil una disciplina olímpica.
Seis condiciones, enumeraba el líder de Ciudadanos para convertir el no tajante en un sí con opción a sillón. De las seis condiciones la mitad se puede resumir sin miedo a caer en exageraciones en “disimulad un poco, por dios” y las otras tres no dependen exclusivamente del PP, ya que necesitarían también de la participación del PSOE para cambiar la Constitución.
A los populares esta petición de decoro, disimulo e hipotéticas reformas de futuro le parecen un paso positivo. Esa misma sensación de optimismo hecha pública por el PP es la que ha llevado a los terceros relevistas, Felipe González y Juan Luis Cebrián, unidos por una cuerda y ya mojados de brazadas anteriores, a tirarse de nuevo a la piscina y bracear con fuerza en la dirección de un Gobierno encabezado por el PP.
La carrera está saliendo según lo soñado en los pasillos, pero en los relevos no puede fallar ninguna de las cuatro partes para que caiga la medalla. Ahora todo depende de si un agobiado Pedro Sánchez siendo observado en bañador al borde de la piscina, salta, es empujado o se sienta en el poyete a esperar que dejen de salpicarle agua.
Una tarde de agosto en Sevilla sólo te la salva una olimpiada o una glaciación. La glaciación nunca llega y en la tele los americanos llegaban segundos en la semifinal de relevos 4x200 frente a los nadadores del Reino Unido, que entraban a la final por la puerta grande. El británico Duncan inauguraba...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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