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En pleno verano en un país en funciones ha nacido un bebé en funciones. Una cría de humano llamada Lobo. El niño ya era Lobo desde antes de nacer y lo seguirá siendo siempre, diga lo que diga la funcionaria y diga lo que diga el juez, desafían los progenitores declarados en rebeldía onomástica frente a las estructuras del Estado. Este madrileño, a sus veintipocos días de vida ya conoce en carne propia el lado más jodido de la existencia, que es chocar de frente contra una ventanilla. Cuando María e Ignacio, padres de la criatura, acudieron al Registro Civil de Fuenlabrada para darle oficialidad al nombre de su hijo Lobo la funcionaria les recomendó que fueran pensando en alternativas.
Si por alguna cosa no son ustedes de clásicos como José, Juan, Manuel, Antonio o Carlos, vayan buscando terceras vías, estamos en un país libre, ahí están los Jonathan, los Bryan e incluso los Dylan –enseñó la servidora pública desde el interior de la ventanilla el catálogo especial de nombres de la tercera vía, guardado antes en un cajón para cuando llegaran situaciones especiales, hoy, ubicado su sitio sobre el escritorio. Todos esos nombres que ven ahí, a mí me valen, pero no Lobo, lo siento, podría ser ofensivo y barra o negativo para su hijo –dijo “y barra o”, y/o, resultado de unas oposiciones aprobadas merecidamente en el pasado gracias a una sesuda preparación del temario estudiado al dedillo.
– El lobo es un animal precioso –recurrió la madre–. Y noble –sumó fuerzas el padre.
– A mí no me lo parece. Un lobo es un perro abandonado en mitad del campo. Y en las películas se comen a las ovejas. Pobres ovejas –meneaba la cabeza la servidora pública- Y además son seres solitarios. ¿Quieren que su hijo sea un loco solitario? Por no hablar de Caperucita Roja. ¿Cómo piensan contársela al crío cuando aprenda a escuchar cuentos?
– Haremos una versión adaptada en la que el lobo la ayuda a llegar a donde su abuela, luego cada uno a su casa y dios en la de todos. El cuento transcurrirá sin incidentes –tuvo una rápida salida la madre de Lobo.
– Así su hijo nunca aprenderá que no hay que ir solo por el bosque –tenía muchos tiros pegados esta funcionaria, además de servidora del Estado madre de tres hijos ya criados, como para ser tumbada por versiones adaptadas de una madre primeriza.
– Verá, señora, no pensamos dejarlo solo en ningún bosque. Vivimos en Fuenlabrada, no en el puto pirineo aragonés –protestó airado el padre, señalando la cristalera de entrada al registro civil tras la que podía verse la calle. Lo más salvaje que se podía apreciar era el tráfico típico de una ciudad en verano y a nivel fauna, un perro salchicha que levantaba la pata en la misma puerta del registro mientras, asfixiado por el calor, aprovechaba su estructura alargada para meter la cabeza en el edificio público y aspirar un poco de aire acondicionado antes de seguir con el paseo.
– El que dice solo por el bosque dice línea de cercanías, que no me están ustedes entendiendo entre líneas.
– Lobo no irá solo ni por el bosque, ni por la calle, ni en el cercanías, por lo menos, hasta los 16, se lo prometo –juró solemne la madre mientras hacía un gesto levantando al niño Lobo, dormido en sus brazos, un gesto dirigido a la funcionaria, que de haber podido ser transcrito a palabras, diría algo así como “te lo sabré cuidar bien”.
– No, no y no –sentenció la señora sentada en el trono de poder del Registro Civil de Fuenlabrada.
– No seas apretado, Ignacio, hijo –irrumpió desde la línea de espere su turno el abuelo, presente desde el primer momento desde la lejanía, por no querer meterse donde no le llaman, que un padre es un padre y un abuelo un abuelo -si aquí la señora que es la que sabe de nombres no lo ve conveniente, podemos llamarlo Leocadio, como su abuelo.
– No, no y no, papá, iremos hasta el final con esto –juró el padre de Lobo.
Hace unos días los padres decidieron pedir por Internet apoyo social para este caso de intervencionismo del Estado ante la iniciativa privada, creando una petición en la plataforma Change a la que ya se han unido varios miles de personas que, como los padres, ven en Lobo Javierre Hernández una opción vital tan válida como otra cualquiera.
De la funcionaria, el balón pasó al tejado de un juez especializado en registro mercantil, que ha dado unos días de margen a los padres de Lobo para que busquen otra alternativa o pasado un plazo sin respuesta, impondrá él mismo, con criterios judiciales, obviamente y comerciales, por supuesto, un nombre que no sea ofensivo y/o negativo al tiempo que resulte óptimo a nivel publicitario. Los tertulianos especializados en onomástica, terremotos, y formaciones de gobierno señalan que no será fácil anticipar cuál será el nombre elegido por el magistrado del registro mercantil para Lobo, ya que no está adscrito al ala progresista ni conservadora de la judicatura, pero si descartan los especialistas que su señoría opte por la decisión salomónica de recurrir a una combinación cristiano-silvestre de nombre compuesto.
“Si decide eso no hubieran hecho falta tantas alforjas para este viaje”, señalaba un refinado tertuliano la pasada tarde, tras la entrevista en directo a un niño de 13 años llamado Juan Lobo, que explicaba que “su vida estaba transcurriendo con absoluta normalidad”. “Con normalidad porque en este caso es un nombre compuesto, si hubiera sido Lobo a secas podríamos estar hablando de otra cosa”, señalaba una participante de la mesa de debate.
Las miles de personas que firmaron la petición en Change o siguieron el asunto por televisión, han soportado con el corazón en un puño la resolución del caso de este niño de veintipocos días en deriva administrativa, que finalmente parece tendrá final feliz. Cuando nadie lo esperaba ya, un héroe, el director general de los Registros y del Notariado de España, ha señalado a la Agencia EFE que a pesar del buen hacer y el celo demostrado en la defensa del orden onomástico por su subordinada, la funcionaria del registro de Fuenlabrada, a él Lobo le parece un nombre para el que España ya está suficientemente preparada.
En pleno verano en un país en funciones ha nacido un bebé en funciones. Una cría de humano llamada Lobo. El niño ya era Lobo desde antes de nacer y lo seguirá siendo siempre, diga lo que diga la funcionaria y diga lo que diga el juez, desafían los progenitores declarados en rebeldía onomástica frente a las...
Autor >
Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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