España, país viejuno sin remisión
La brecha generacional se hace cada vez mayor con una natalidad en negativo, mientras que el Estado de Bienestar se resiente
Javier Martín Núñez 3/08/2016
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El pasado mes de junio, la población mayor de 50 años decidió la salida de Reino Unido de la Unión Europea, apoyando mayoritariamente el Brexit. En las mismas fechas, el Partido Popular volvió a ganar las elecciones en España con una horquilla de voto que se dispara en edades situadas por encima de los 55 años. La diferencia generacional de voto en ambos procesos fue evidente, pero la balanza se decantó del lado de los colectivos más numerosos en ambas sociedades.
Independientemente del signo del voto, la sobrerrepresentación de ciertos grupos de edad en los dos casos pone de manifiesto una tendencia –histórica y con varias décadas de recorrido– en el continente: la población es cada vez mayor, y no nacen niños suficientes para dar el relevo generacional y equilibrar la balanza social. En el caso de España, los índices demográficos y las distintas tasas de natalidad y reposición en España señalan un nuevo punto de inflexión en esta tendencia: en 2015, el número de nacimientos se vio superado por el de defunciones en el país. Con una brecha generacional cada vez más evidente, esta situación de baja natalidad –agravada por la crisis– también presenta retos para el futuro del país. La sostenibilidad del estado de bienestar depende de las nuevas generaciones, cada vez más escasas.
Los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística señalan que en 2015 en España hubo 2.753 muertes más que alumbramientos. Y lo que es peor, el Centro de Estudios Demográficos señala que dicha tendencia se prolongará en España durante las próximas décadas. Las proyecciones indican que en 2028, el saldo vegetativo será de -112.000 personas, y en 2063 de -330.000.
Desde 2008, año de comienzo de la crisis, los nacimientos en España han caído un 19,4%. Mientras, el nivel actual de crecimiento vegetativo (diferencia entre el número de nacimientos y el de defunciones en un período concreto) es negativo por primera vez desde 1941. Sirva como ejemplo una comparativa histórica para contextualizar los datos: España ha llegado a un nivel de recesión poblacional similar al de los años de la Guerra Civil y los primeros años de la posguerra. En este caso fue un agente externo, la guerra, el que provocó el decrecimiento.
En la pirámide poblacional de 2013 que dibujaba el INE, y con proyecciones a 10 años, se observa que, mientras que en ese mismo año el grupo predominante de población estaba entre los 35 y 40 años, en 2023 se estima que la franja de edad con mayor número de habitantes sea la de 45 a 50 años. Esto demuestra no sólo el envejecimiento de la población, sino un retroceso respecto al crecimiento demográfico: el descenso de la natalidad –cerca de 1,3 hijos por mujer en la actualidad– lleva a que las generaciones anteriores sean cada vez más representativas en la pirámide de población. De esta forma, y conforme avancen los años, la pirámide será muy gruesa en la parte superior, en las franjas de edades a partir de los 60 años.
Esta sobrerrepresentación de los mayores frente a los jóvenes –pirámide poblacional invertida– plantea retos sociales, económicos y políticos para el país. Desde el punto de vista gubernamental, la sostenibilidad de las pensiones, el sistema de salud o la educación –algunos de los pilares del estado de bienestar– quedan en entredicho. Otras cuestiones como la brecha generacional –tanto social como demográfica–, o una juventud cada vez más escasa y excluida, son relevantes para entender una situación que, según las proyecciones, afectará al país en los próximos años.
En lo relativo a la sostenibilidad del Estado de Bienestar, el estudio Juventud Necesaria del Consejo de Juventud de España (2015) augura, basándose en datos de Eurostat, una fuerte desaceleración y los consecuentes problemas de viabilidad del Estado de bienestar en España. Con uno de los menores gastos en protección social de Europa dentro de los 15 países más importantes de la UE (25,4%), habría que sumar, además, el estar a la cola también en gasto de prestaciones familiares, vivienda, y exclusión social. De mantenerse las tasas de natalidad –muy afectadas por los factores anteriores–, así como los índices de paro y la situación económica de los jóvenes, la proyección del ratio de pensiones en 2050 según la Agencia Estatal de Administración Tributaria será de un 72%, respecto al 36% actual.
A pesar de que las proyecciones marcan un futuro incierto para el sistema de bienestar, en el corto plazo ya hay indicios más que preocupantes sobre la cuestión. El estado del Fondo de Reserva de la Seguridad Social (poco más de 25.000 millones, respecto a los casi 69.000 millones que había en 2012) es uno de los ejemplos más llamativos.
La natalidad es un punto fundamental para la sostenibilidad futura de cara a la conservación del estado de bienestar. La tasa de reposición para países desarrollados–indicador generalmente aceptado y referido al número de hijos por mujer necesario para mantener la población estable– es de 2,1 hijos por mujer. Cifra a la que España no consigue acercarse desde hace tiempo, quedándose únicamente en 2015 en 1,33 y con un descenso significativo durante la crisis. Una de las causas de esta situación es la precarización de la juventud. Con una tasa de desempleo del 46.5% en los menores de 25 años, según la EPA del primer trimestre de 2016 y un riesgo de pobreza del 28.6%, se pueden esperar para la juventud numerosos problemas a la hora de emanciparse, cotizar, lograr una estabilidad económica y con ello tener en mente un futuro familiar en el corto plazo.
Mejorar la situación de la juventud y fomentar la natalidad entre la población mediante políticas activas son cuestiones fundamentales para afrontar el reto demográfico que se presenta tanto en España (con una esperanza de vida de 82.8 años según la Organización Mundial de la Salud en 2015) como en la Unión Europea (80.1 años según el CIA World Factbook en 2015). Otras vías, como la cuestión migratoria, también han sido presentadas desde distintos ámbitos, y cuenta con la experiencia de los flujos migratorios de América Latina a España durante la década pasada. Recientemente, Peter Sutherland, representante de Naciones Unidas para migración, se ha posicionado a favor de la apertura de las fronteras europeas a los migrantes económicos, señalando el potencial económico y social de los mismos y su capacidad para solucionar los índices de natalidad continente.
En lo relativo la brecha generacional, la cada vez más escasa población joven enfrenta retos no solo económicos, sino también sociales y políticos. Debido a ello se han abierto debates dentro de la sociedad sobre la cuestión. Por ejemplo, el relativo al voto desde los 16 años, que Bonifacio de la Cuadra explicaba recientemente en CTXT y en varios artículos en El País en los 90’ y principios de los 2000’. Se trata de una medida que ya se está llevando a cabo en lugares como Chipre y Austria, para equiparar y reducir los efectos producidos por la brecha generacional, y con ello, lograr una mayor representatividad de los jóvenes en la vida política.
El pasado mes de junio, la población mayor de 50 años decidió la salida de Reino Unido de la Unión Europea, apoyando mayoritariamente el Brexit. En las mismas fechas, el Partido Popular volvió a ganar las elecciones en España con una horquilla de voto que se dispara en edades situadas por...
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