TRIBUNA
Edificio España: nuevas políticas de izquierdas, viejos símbolos de derechas
Miguel Caballero 10/08/2016
Vista frontal, durante su construcción (hacia 1952-1953).
Juan Miguel Pando BarreroEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Durante la guerra civil, los comunistas al mando de Madrid afrontaron un dilema que resuena en la actualidad: ‘¿Debemos conservar o abandonar a su suerte los monumentos y demás símbolos de regímenes pasados que han explotado a la clase obrera?’ En aquel momento, los franquistas no escatimaron esfuerzos en promover tanto dentro como fuera de España la imagen de “los horribles cuadros de la debastación [sic] roja y de los crímenes cometidos en las personas, los monumentos o el tesoro de la nación por las hordas de Moscú”[1].
Pero lo cierto es que el PCE y, muy especialmente, distintas asociaciones filo-comunistas con un interés cultural, lideraron los principales proyectos de protección de los monumentos y el tesoro en el país, y lo hicieron mucho antes de que los franquistas crearan una mínima infraestructura de protección monumental. Así, se pudo ver a organismos republicanos protegiendo, por ejemplo, estatuas de reyes y palacios de la nobleza[2]. ¿Cómo han evolucionado esas posiciones proteccionistas del patrimonio hasta el presente? El caso particular que aquí nos ocupa es el del Edificio España, inaugurado a principios de los años 50, y que Ahora Madrid está tratando de preservar, frente al escaso respeto al patrimonio que, según ellos, han mostrado el anterior consistorio y la empresa Wanda. La pregunta clave aquí es: ¿qué lleva a un ‘ayuntamiento del cambio’, de la nueva izquierda, a poner tanto empeño en la protección de uno de los principales monumentos del triunfalismo, la paz franquista y el desarrollismo de la dictadura?[3]
Entiendo que un monumento representa un deseo que se tuvo en el pasado, que nos ha llegado materialmente hasta el presente y desde el presente tenemos que preguntarnos qué queda de ese deseo, cómo nos representa o nos ha dejado de representar, cómo ha evolucionado, cuál es la historia de ese deseo. Por ejemplo, la monumentalidad neoclásica del centro de Madrid, con sus dioses paganos (Cibeles, Apolo, Neptuno), nos habla del deseo de ser ilustrados del reinado de Carlos III, a finales del s. XVIII. Pero ese deseo original puede olvidarse o transformarse a través de la historia del monumento, en la que éste va adquiriendo nuevos significados. La misma Cibeles fue con el tiempo asumida como diosa popular, protagonista de zarzuelas, símbolo de la resistencia en la guerra, del exilio republicano en México, y escenario de las celebraciones del Real Madrid[4]. Para el caso del Edificio España, la decisión proteccionista de Ahora Madrid, muy centrada en la conservación específicamente de la fachada, en teoría debería haber estado precedida de un medirse con el monumento: desde el presente de 2016, sopesar qué significó ese edificio en el momento de su construcción (1948-1953), cuál es el deseo que lo originó, y qué historia comprime esa mole monumental.
Como en los sueños, y como en el trabajo de los historiadores, reconstruir el deseo original es imposible. Esa reconstrucción siempre va a estar mediada por el filtro del presente. Pero ese filtro es también significativo. Freud decía que la interpretación que el soñador da a sus propios sueños es siempre clave. Teniendo en cuenta ese filtro, y confesándome como soñador (no nací ni vivo en Madrid, pero Madrid es la ciudad en que me reconozco), voy a tratar de responder a la pregunta que estructura este artículo en varios pasos: primero, interpretando ese sueño original desde nuestro presente. Para ello, me valgo de una serie de fotografías de la construcción del rascacielos que he localizado en la Fototeca Nacional. Pertenecen al archivo del fotógrafo Juan Miguel Pando Barrero. Segundo, apuntando una de las lecturas que se hizo del Edificio España ya con cierta perspectiva histórica, desde la llamada Transición. Finalmente, aportando mis propias dudas sobre la intervención presente del edificio, y ofreciendo una alternativa.
* * * * * *
Andamios. El Edificio España fue un sueño de verticalidad, de ver la ciudad a vista de pájaro. No obstante, desde allí arriba se divisaba un Madrid que seguía padeciendo las terribles hambres de posguerra (estamos a finales de los 40, principios de los 50), un gobierno dictatorial que quería una capital moderna, pero que tenía muy pocos referentes claros de modernidad: fascismo y nazismo habían caído, la modernidad soviética representaba al enemigo declarado, y la estadounidense seguía dando la espalda a España: en 1948, cuando los hermanos Otamendi ganaron el concurso de adjudicación e iniciaron las obras del edificio, España había sido uno de los pocos países europeos excluidos del Plan Marshall.
No obstante, dentro de esta confusión, el Edificio España tenía un precedente claro, una torre gemela en la misma Gran Vía (llamada Avenida de José Antonio en ese momento): el Edificio de la Telefónica. Aunque el de la Telefónica es un proyecto de la dictadura de Primo de Rivera, en la guerra se convirtió en emblema del Madrid republicano que resiste, como muestra la propaganda de la época: su arquitectura de inspiración neoyorkina fue sede de la prensa extranjera y vigía del Madrid del ‘No pasarán’. Sin duda, una de las dianas más apuntadas por los obuses franquistas[5]. Años después, en la posguerra, el Edificio España se erigió como venganza y triunfo sobre el Edificio de la Telefónica. Se alza en la misma acera, unas manzanas más abajo, más alto (117 vs 88 metros, aunque la topografía beneficia al Telefónica), más grueso, con la espalda más moderna que la fachada, y detalles estilísticos en la estructura y el color de los ladrillos de la fachada que sugieren un arco del triunfo, justo apuntando al lugar por donde las tropas franquistas intentaron entrar en Madrid durante toda la guerra.
¿Qué pensaba el obrero que -quizás- mira a cámara desde esos andamios? ¿Qué pensaba Pando, el fotógrafo? Probablemente la segunda foto esté tomada desde la estructura que comunica ambas torres, y que puede verse también en la primera. Pando está fascinado; fotografía desde abajo como el que retrata las torres de una catedral. El obrero se encuentra entre dos tecnologías modernas, la cámara fotográfica y el rascacielos. Ojalá que significaran un nuevo Madrid, una nueva España, quizás sin hambre, quizás más abierta. Probablemente ésas serían las únicas oportunidades que el obrero tendría de subir al rascacielos, pues está construyendo para otros, señoritos y extranjeros. Pero aun así, ha de sentir cierto orgullo de participar en la construcción de un edificio emblemático[6].
Como la arquitectura nazarí de la Alhambra disimulaba con decoración abundante la pobreza de los materiales de construcción, el Edificio España lleva la marca de la autarquía[7] también en su estructura: al no contar con acero suficiente en el país, su esqueleto es de hormigón armado, un método prácticamente obsoleto para ese tipo de construcciones en aquel entonces. Se trata de un edificio-bisagra, construido en un sistema económico que se quiere dejar atrás, la autarquía, con perspectiva de otro sistema económico que aún no existe, el desarrollismo y la apertura hacia el mercado exterior. Los obreros observan desde el precipicio para ver si Madrid sigue ahí, o si el nuevo sistema ya ha llegado, si la magia del edificio monumental ha transformado por completo la ciudad.
Ayer que todo era destruible en nombre del progreso y hoy que todo es desechable en nombre de la continua renovación, los monumentos siguen estando protegidos y permanecen virtualmente inalterados[8]. Mientras la modernidad celebraba la destrucción (para construir el Edificio España hubo que demoler el Colegio del Sagrado Corazón) y en post-modernidad vivimos a golpe de obsolescencia programada, la naturaleza de los monumentos parece eludir esta tendencia, vivir en una temporalidad distinta. ¿En qué consiste la magia de los monumentos? En algunos casos, los monumentos funcionan como una suerte de talismán que debe transformar la sociedad: hay monumentos que no conmemoran hechos pasados o representan a comunidades, sino que las predicen[9]. El Edificio España era un edificio que predecía una comunidad que aún no existía, construído en autarquía para un país post-autárquico: una piscina de lujo para turistas y hombres de negocios en la cumbre de una ciudad todavía cerrada en sí misma y que aún pasaba hambre. Una amiga psicoanalista siempre pregunta si sabemos por qué nuestros padres eligieron los nombres que nos pusieron y no otros. No es porque el nombre determine quiénes somos, pero sí son un índice de lo que nuestros padres soñaron para nosotros. Al ponernos un nombre, nos imaginaron adultos y con una determinada vida. Este rascacielos franquista se llama “España” no porque representase a la España de ese momento, sino porque predecía la España que el franquismo soñaba construir. Era España la que en un futuro cercano debía parecerse al edificio.
Hotel, galería de arte, oficinas, aerolíneas, agencias de viaje, y tiendas con escaparates a la calle. La decoración neobarroca que corona la construcción alude al pasado imperial y está hecha de granito, la piedra preferida por los arquitectos del franquismo para construir la retórica grandilocuente e hispanista de la posguerra. Pongamos en una coctelera una catedral barroca, un banco art deco estadounidense, un ministerio del Moscú soviético[10] y la ambición imperial del fascismo que había perdido la guerra mundial[11]. El resultado es el Edificio España, una mole de piedra que mira simultáneamente hacia el pasado y hacia el futuro. Hacia el pasado en tanto arco triunfal, enfatizado por los distintos colores usados en los ladrillos de la fachada, y por su orientación hacia la montaña de Príncipe Pío y la Casa de Campo, por donde los franquistas intentaron entrar durante la guerra; y hacia el futuro, en tanto talismán del desarrollo, que con sus excelentes vistas, acabados en mármol y más de treinta ascensores debía atraer a turistas de todo el mundo, albergar conferencias y servir de marco para el cierre de negocios. Un Madrid que aún no existía, pero que el nuevo rascacielos debía invocar y producir. Un edificio que cambia un país, un país que debe parecerse a un edificio.
La magia funcionó, en cierta medida. El desarrollo franquista ocurrió, a su manera, y al Edificio España le siguieron más rascacielos. Pero su historia no había hecho más que empezar. A cada nueva generación le siguió una nueva lectura del mismo. En los 80, un reportaje publicado por Luna de Madrid, revista de la movida madrileña, llevaba a cabo todo un proceso de distanciamiento del deseo original que elevó el rascacielos[12]. Publicaron una maqueta recortable del Edificio España, junto con un texto donde calificaban al rascacielos de “menina desparramada”, “imagen asumida del paisaje urbano de la capital, que con el tiempo y la pátina, olvidado ya su origen monstruosamente especulativo, acabará por resultarnos incluso entrañable, y a este paso hasta tótem neo-post-moderno”[13]. El sueño original quedó detrás, y se olvidó, aunque creativamente. El rascacielos dejó de ser un monumento-talismán, como fue en los 50, o un símbolo del éxito desarrollista del franquismo, como en los 60. En los 80, esta mole franquista se veía como una infanta imperial que, cansada de aparentar, había dejado de posar y se había sentado en el suelo como había podido, zambullida en su faldón. El paisaje se había tragado al edificio, el rascacielos se había vuelto pintoresco, entrañable. Lo que ocurría dentro no importaba, era la forma exterior la que se tornaba familiar y querida.
* * * * * *
Treinta años después, Ahora Madrid se encuentra ante este laberinto de proteccionismo, neoliberalismo, historia y memoria. Dicen que proteger el rascacielos (franquista -este detalle nunca se menciona) es una forma de defender la ley y la política ciudadana por encima de la especulación urbanística, encarnada en este caso por la empresa Wanda, que ahora mismo se encuentra en conversaciones para vendérselo a la española Baraka. La agrupación municipal parece usar el proteccionismo de este símbolo franquista como resistencia contra los nuevos símbolos neoliberales de la derecha. Desde que se construyó el Edificio España, la derecha parece haber mutado: de un desarrollismo dirigido por el Estado a una neoliberalización conservadora con tufo racista. No obstante, en el texto de Luna de Madrid ya vimos que la mutación no es tanta como parece: el “origen monstruosamente especulativo” del Edificio España es similar al que hoy mueve su remodelación: más especulación. La izquierda se emplea a fondo para contrarrestar la neoliberalización, pero a menudo se ve perdida en laberintos como éste, cuando trata de conjugar sus medidas contra la neoliberalización con la memoria histórica. En este laberinto hay desmemoria, pero sin la creatividad que sí mostraba Luna de Madrid; hay un romanticismo un poco vano del paisaje y donde todo se reduce a la forma exterior, la fachada, que es lo único que les parece importante conservar, sin reflexionar sobre lo que esa fachada simboliza, defendiendo una postura más superficial que la cultura de desencanto ochentera que tantas críticas recibe hoy día.
Esto es aún más flagrante cuando se compara con las políticas de memoria histórica que el Ayuntamiento madrileño sí ha ejercido sobre otros elementos del espacio público, como el nombre de las calles o conjuntos escultóricos, que se han retirado. ¿Por qué la arquitectura es diferente al callejero urbano o la escultura, en cuestión de memoria? ¿Por qué un rascacielos con diseño de arco triunfal no se somete al mismo criterio que el nombre de una calle, más aún cuando ya no está habitado y lo van a demoler de todas formas?[14] La clave está aquí en saber asentar las medidas contra la especulación urbanística sobre una base clara, decidida y consistentemente estudiada de memoria histórica. Y digo consistentemente estudiada porque el Ayuntamiento no se ha caracterizado precisamente por basar sus políticas de memoria histórica en estudios lo suficientemente fundamentados, que requieren tiempo y recursos. El caso del Edificio España padece también este apresuramiento. Dadas las condiciones del edificio, hoy parece inevitable que Wanda, Baraka, u otra gran corporación asuma su rehabilitación. Si esto ha de ser así y la intervención es inminente, el gobierno municipal de Ahora Madrid debería estudiar más a fondo la historia del rascacielos y reevaluar su posición. Me gustaría sugerir un giro de 180 grados en la negociación que se ha llevado a cabo hasta el momento. En lugar de defender con tanto ahínco la preservación de la fachada, como hace ahora, debería proponer el derribo de la misma. La fachada es la pieza más simbólica, la que debe caer. Si Ahora Madrid está verdaderamente comprometido con la memoria histórica, debería regalarnos el espectáculo del despiece de esa fachada en forma de arco triunfal, que es una parte más del despiece de esa “España” que enuncia el nombre del rascacielos, la España franquista que padecimos durante décadas. La cuestión es cómo hacer ese despiece de forma creativa y constructiva.
REFERENCIAS
¿Qué es un monumento? Algunas obras que yo he usado como referencia para responder a esta pregunta son: Riegl, Alois. El culto moderno a los monumentos. Madrid: Visor, 1987 [1903]; el manifiesto Nueve puntos sobre monumentalidad (1943), de Sigfried Giedion, Fernand Léger y Josep Lluís Sert; Choay, Françoise. Alegoría del patrimonio. Barcelona: Gustavo GIli, 2007 [1992]. Se trata de tres clásicos de los estudios de arte, arquitectura y patrimonio.
La forma en que yo afronto la reflexión sobre los monumentos para este caso concreto está inspirada en el psicoanálisis. Concretamente en el psicoanálisis como teoría de la historia, siguiendo las sugerencias planteadas por Michael Roth en Psycho-Analysis as History. Negation and Freedom in Freud. Ithaca: Cornell University Press, 1987. Para Freud, las posibilidades del presente dependen de la forma en que hoy interpretamos acontecimientos cruciales de nuestro pasado. Para ello, debemos acceder al inconsciente, donde quedan, transformadas, las huellas de esos acontecimientos pasados que fueron cruciales. Los individuos acceden a su inconsciente (o a lo que éste deja ver) a través de los sueños. Por su parte, las comunidades de cualquier tipo (nacionales, raciales, sexuales) acceden a su inconsciente colectivo a través de los mitos, relatos que conservan la memoria de tiempos pasados al mismo tiempo que simbolizan una serie de valores y aspiraciones de la comunidad. Los monumentos pueden funcionar en buena medida como materialización de esos mitos.
Un excelente estudio sobre la retórica arquitectónica de la destrucción durante la guerra y la reconstrucción de posguerra es el de Olivia Muñoz Rojas. Ashes and Granite. Destruction and Reconstruction in the Spanish Civil War and its Aftermath. Eastbourne, Portland: Sussex Academy Press, 2011.
Me ha sido muy útil The Art-Architecture Complex (Londres; Nueva York: Verso, 2011), de Hal Foster, para pensar la monumentalidad de ciertos edificios, su naturaleza escultórica y su potencial identitario.
[1] Diario de avisos, 1/2/1937: 2.
[2] Por ejemplo, frente a las bombas de la aviación y los obuses, se construyeron estructuras protectoras para las estatuas de Felipe III en la Plaza Mayor y Felipe IV en la Plaza de Oriente, así como para palacios como el de Miraflores, en la Carrera de San Jerónimo. El organismo que organizó este proyecto de protección fue el Comité de Reforma, Reconstrucción y Saneamiento, cuyo máximo responsable era el socialista Juan Besteiro.
[3] Se podría pensar una historia del siglo XX y lo que llevamos del XXI en esa clave: ¿Son conservacionistas las fuerzas políticas conservadoras? ¿En qué consiste la iconoclasia de las fuerzas políticas que proponen algún tipo de ruptura, más o menos revolucionaria?
[4] Para un estudio historiográfico e iconográfico de la Cibeles madrileña, ver aquí.
[5] Aquí puede consultarse el rico archivo fotográfico de la Fundación Telefónica, con más de 12 mil fotografías, una gran parte de ellas dedicadas a retratar la construcción del edificio desde mediados de los años 20. Aquí la tesis doctoral de Francisco Javier García Algarra, sobre el patrimonio arquitectónico de la compañía Telefónica en España. Ver particularmente la página 390, que muestra el plano que el arquitecto del Edificio Telefónica, Ignacio de Cárdenas Pastor, usó durante la guerra para marcar todos los impactos de obuses que recibía su rascacielos.
[6] Siempre y cuando no se tratase de un prisionero de guerra, realizando trabajos forzados.
[7] La autarquía es el sistema económico de autosuficiencia que Franco impuso para la primera España de posguerra. Es un sistema económico nacionalista, donde el país produce todo lo que necesita, sin depender de importaciones.
[8] Más protegidos que nunca, aunque podemos discutir en otro artículo la dimensión destructiva de esa protección.
[9] Puede pensarse en este sentido la fiebre del edificio emblemático que cada ciudad quiso tener durante los años de la burbuja inmobiliaria desde finales de los 90, el llamado “efecto Guggenheim”.
[10] El Ministerio de Asunto Exteriores soviético se construyó durante los mismos años que el Edificio España, 1948-1953.
[11] Piénsese, por ejemplo, en el Palazzo della Civiltà Italiana, en Roma. El neobarroco es para el hispanismo franquista lo que el neoclasicismo moderno es para el fascismo italiano, un ensalzamiento de sus respectivas edades de oro imperiales.
[12] La Asociación Madrid - Ciudadanía y Patrimonio ha hecho un trabajo de archivo excelente, trazando la recepción del rascacielos en publicaciones nacionales e internacionales. Ahí encontré esta cita de Luna de Madrid.
[13] Números 12-14 (noviembre de 1984-enero de 1985). Citado por Madrid - Ciudadanía y Patrimonio: 38
[14] El Arco de la Victoria de la glorieta de Moncloa sí está en el punto de mira de Ahora Madrid.
Durante la guerra civil, los comunistas al mando de Madrid afrontaron un dilema que resuena en la actualidad: ‘¿Debemos conservar o abandonar a su suerte los monumentos y demás símbolos de regímenes pasados que han explotado a la clase obrera?’ En aquel momento, los franquistas no escatimaron...
Autor >
Miguel Caballero
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí