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1. Enrique Esteban Agustí

   Hace décadas que me sorprende (y me cabrea) el fenómeno descrito en este artículo de Andy Robinson para CTXT. Hace mucho -no sólo en esta era Trump- que existen fans de Springsteen con una sensibilidad política y social muy alejada de su obra. No quiero decir que para ser seguidor de un músico haya que tener sus mismas ideas o comulgar con todas las que se exponen en cada una de sus canciones, en absoluto. Pero no deja de resultar chocante que gente con un posicionamiento político tal que pueda llegar a plantearse votar a alguien como Donald Trump (que podríamos describir, resumiendo mucho, como un ultraliberal, populista de derecha, clasista y racista), pueda a la vez entusiasmarse, corear y vibrar con la obra de Springsteen. Y no es que las letras o el posicionamiento político en público del Boss sean de una radicalidad comparable a, por ejemplo, Rage Against The Machine (con cuyo comprometido y peleón guitarrista, Tom Morello, mantiene Springsteen una profunda y rica relación artística), que hicieron de la denuncia política su seña de identidad. Pero no hace falta rebuscar mucho en el catálogo de Springsteen para encontrar canciones que no dejan lugar a dudas sobre su ideario, en todas sus épocas y más aún en las últimas dos décadas. Mención especial merece “The ghost of Tom Joad” (1995), un disco de una sensibilidad social apabullante y profundísima, cuya canción homónima se inspiró en el personaje principal de la película “Las uvas de la ira” de John Ford, basada a su vez en la impresionante novela de John Steinbeck. Aquel que note algo escuchando esa canción / viendo esa película / leyendo ese libro, y después vaya y vote a Trump es que no ha entendido ni una palabra sobre Tom Joad, sobre Donald Trump o sobre ninguno de los dos. ¿Quién puede sentir algo escuchando “Across the border”, o “The line”, o “Sinaloa cowboys” y estar de acuerdo con construir un muro en la frontera con Mexico? ¿Quién puede estremecerse con “American skin (41 shots)” y estar de acuerdo con las consignas racistas de Trump o con la filosofía de los lobbys a favor de la venta de armas? ¿Cómo te pueden gustar “Death to my hometown” o “Jack of all trades” y estar de acuerdo con el discurso -y la trayectoria- ultraliberal del candidato republicano? ¿Quién puede entender la intrahistoria de “Factory” y empatizar con un multimillonario descarado y bravucón? Podría pasar días nombrando otras canciones. Y no olviden el álbum entero dedicado a versiones de Pete Seeger o las frecuentes interpretaciones de temas del maestro de maestros, Woody Guthrie: ¿alguien duda de cuál era la ideología política de aquellos venerables cantautores? Pero es que, al fin y al cabo, ¿quién puede poner un mínimo de atención a la letra de “Born in the U.S.A.” y pensar que se trata de un himno patriotero? Sólo hay dos formas: no escucharla o directamente no oírla. Y mira que es difícil: suena por todas partes. El caso es que quizá en esa canción y ese álbum, “Born in the U.S.A.” (1984), está el origen del asunto. No en vano fue a partir de entonces cuando Springsteen se convirtió realmente en un músico de masas, con conciertos multitudinarios en grandes estadios, pleno acceso al mainstream musical, etc. A veces pienso que si esa canción se hubiese llamado de otra manera (“A dog that's been beat too much”, o “Ten years burning down the road”, por ejemplo, por escoger algún verso del propio tema) y si el álbum no hubiera llevado la bandera norteamericana en la portada, la historia hubiera sido bien distinta. Pero el hecho es que de pronto nos encontramos con que el nefasto Ronald Reagan, que encarnaba mucho de lo que esa canción trata de denunciar, citaba a Springsteen como gran ejemplo de patriota norteamericano durante la campaña electoral del Partido Republicano en New Jersey. Tiene que joder mucho escribir una canción protesta tan precisa y tan clara, y que llegue precisamente la peña a quien tratas de denunciar con tu obra y se la apropien como himno electoral. ¿Cómo te quedas? Pero, ojo: ¿tiene Springsteen algo de culpa?; ¿podría haber sido aún más explícito en sus declaraciones públicas y en su posicionamiento político? Probablemente sí, aunque no lo ha sido poco y, no en vano, se ha metido en unos cuantos charcos con cierto nivel de coherencia: vean las hemerotecas, vean sus amistades, vean sus colaboraciones. Hace unos diez años tuve la fortuna de residir, aunque muy brevemente, en Estados Unidos. Y allí asistí a uno de los conciertos de presentación del álbum homónimo de Pearl Jam (2006), sin duda uno de los trabajos más comprometidos políticamente de una banda ya de por sí muy coherente política, social y culturalmente. Me llamó poderosamente la atención la casi nula reacción del público ante las letras y las presentaciones de algunas de las canciones con mayor contenido de denuncia. Cuando le pregunté a mi acompañante -estadounidense- por esa situación se encogió de hombros y dijo: “no le prestan atención a las letras”. Éramos más de veinte mil personas. No puedo entenderlo. Aunque más aún me sorprende la reacción del público en otro concierto en Denver en 2003 cuando los de Eddie Vedder interpretaron su sátira a George W. Bush llamada “Bu$hleaguer”: una sonora pitada y violento abucheo por buena parte de los asistentes que duró toda la canción, para luego seguir como si no hubiera pasado nada coreando los demás temas. Desde luego, que el rock festivo de Springsteen pueda atraer a mucha gente que ni se fije en sus canciones más comprometidas puede tener una explicación, pero que, entendiendo el idioma, eso mismo ocurra con Pearl Jam está más allá de lo que puedo comprender. Sin duda estamos hablando de un fenómeno sociológico de mucha complejidad y sospecho que para comprenderlo del todo habría que profundizar en muchos y muy diversos asuntos como los riesgos de los estribillos pegadizos del pop de masas; el fenómeno “fan” y la proyección psicológica que hay detrás; la idea real de lo que es democracia y del valor del voto; la relación entre los gustos artísticos y la coherencia política y personal; la superficialidad en la capacidad de informarse y la manipulación informativa misma; la influencia del estrato socioeconómico en los gustos artísticos y un millón más sobre los que no estoy preparado para opinar. Pero me cuesta mucho entender que ante una obra escrita con tanta precisión y con tan poca ambigüedad como la de Springsteen, una parte de su público pueda olvidar negligentemente el contenido y, a la mañana siguiente de un concierto de la E Street Band, metan en una urna la papeleta de Donald Trump. Aunque puestos a hacer esfuerzos estériles de comprensión, será mejor que los dedique a los millones de votos que el Partido Popular sigue cosechando en España.

   Hace 8 años 2 meses

2. Jesús Díaz Formoso

   https://www.youtube.com/watch?v=RXp7AAirwqo

   Hace 8 años 2 meses