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La Vuelta a España 2016 anda coja de uno de los pilares más importantes del ciclismo. Los velocistas. Los grandes corredores del pelotón diestros en esta disciplina han desaparecido completamente de la ronda española. Hay que remontarse hasta la edición de 2011 para encontrar una representación consistente capaz de hacer de las volatas su estilo de vida. Hombres como Peter Sagan, Mark Cavendish o Marcel Kittel, junto con los ya longevos clásicos como Freire, Boonen, y Petacchi, se acreditaron en la salida de la Vuelta, de la que resultó ganador Juanjo Cobo por delante de la dupla británica Froome – Wiggins. Cinco años han pasado ya de esa edición, y el ambiente desangelado de las llegadas españolas se ha consumado definitivamente este año. No sería de recibo tampoco minusvalorar nombres como Degenkolb --10 etapas entre 2012 y 2015--, Matthews --3 etapas entre 2013 y 2014-- y Bouhanni --2 etapas en 2014--. Pero, a tenor de los resultados en los sprints en el último lustro, estos nombres no han pertenecido a la élite de la velocidad mundial, tal y como lo han hecho hombres como Cavendish, Kittel o Greipel, claros dominadores de las etapas llanas del calendario ciclista.
El sentimiento de rechazo de los velocistas con la Vuelta a España es recíproco con los organizadores de la misma. Cuestionarse qué fue antes, si el huevo o la gallina, ya es tarde, puesto que la carrera durante estas últimas ediciones ha tomado una senda poco convincente para los grandes llegadores. La apuesta por una ronda en la que la montaña ha tomado una importancia radical, además de las emboscadas finales que se han ido llevando a cabo durante estos cinco últimos años, han hecho que los hombres rápidos del pelotón no incorporen la Vuelta dentro de su calendario. Poca recompensa ven en una carrera en la que en la primera semana ya comienza la cuesta arriba, y en la que aguantar los 21 días sabe a poco para buscar la victoria en Madrid, muy lejos del prestigio que otorga ganar en los Campos Elíseos.
El sentimiento de rechazo de los velocistas con la Vuelta a España es recíproco con los organizadores de la misma.
Pese a todo, uno de los motivos principales de dichos recorridos es el perfil del ciclista español. Los organizadores de la Vuelta han tenido muy en cuenta las características de los grandes nombres del ciclismo español de los últimos años, para así crear etapas explosivas y con grandes puertos de montaña, con el fin de dar rienda suelta al espectáculo y, con ello, favorecer indirectamente a los Valverde, Contador, Purito y cía. No deja de ser curioso, aunque únicamente sea un apunte de carácter anecdótico, que dichos recorridos hayan proliferado después de la retirada de Óscar Freire, el último velocista español de renombre de las últimas dos décadas. El testigo de los llegadores españoles parece que no ha sido recogido aún, y no por falta de posibles nombres. Corredores como José Joaquín Rojas o Juanjo Lobato han intentado revertir la situación de la velocidad española con más pena que gloria, lo que ha supuesto una desaparición completa de españoles en las llegadas masivas de la temporada.
Una vez colocados los cimientos sobre las llegadas llanas en la Vuelta en los últimos años, toca adentrarse en el esperpento que hemos vivido durante la primera mitad de la carrera. Los sprints acontecidos en la primera semana han sido verdaderamente lastimeros para la imagen de una de las tres grandes vueltas y la imagen dada al mundo ciclista y aficionado no ha sido la mejor. El desorden de los últimos kilómetros ha pasado factura en los pocos finales de etapa llanos habidos hasta ahora. Una dura pelea por ganar la posición que bebe de la falta de grandes velocistas y trenos de lanzadores, que ha culminado con dos victorias por parte del belga Gianni Meersman y una de su compatriota Jonas Van Genechten. Finales movidos y peligrosos en los que ha habido caídas importantes para el devenir de la carrera. Como la producida por un bolardo mal señalizado por negligencia de la organización en Lugo, que afectó a hombres como Steven Kruijswijk –que supuso su abandono inmediato con una clavícula fracturada-- o la que se pudo ver en Puebla de Sanabria, en la que la tensión de los metros finales conllevó la caída de Alberto Contador. Estas alocadas llegadas han permitido a los dos ciclistas belgas erigirse casi de manera inconsciente en los velocistas por decreto de la Vuelta a España. Y se han visto recompensados con victorias de prestigio dentro del calendario internacional. Puesto que, hasta la fecha, para ambos ciclistas dichas etapas han sido su mayor reconocimiento en su palmarés. Si bien es cierto que Meersman tenía victorias importantes como las conseguidas en París-Niza en 2012 o en la Volta a Cataluña y el Tour de Romandía en 2013, la consecución de una etapa en una de las tres grandes eleva su palmarés a la zona noble del circuito ciclista.
Una dura pelea por ganar la posición que bebe de la falta de grandes velocistas y trenos de lanzadores.
La poca sintonía de la Vuelta a España con este tipo de etapas contrasta precisamente con el reconocimiento que este año tendrá en el Mundial, que se celebrará en tierras cataríes. La UCI –máximo organismo ciclista-- ha concedido la prueba por países más importante del calendario internacional al país asiático, con la novedad de que se celebrará a mediados de octubre (y no en septiembre como de costumbre), o lo que es lo mismo, no veremos en el Giro de Lombardía el estreno arcoíris del nuevo campeón del mundo. Pese a que dicha situación no deja de ser anecdótica, la instauración del Mundial de 2016 tan alejado ha supuesto que aun siendo totalmente llano –con un sector de pavés incluido--, ningún velocista haya creído oportuno probar en la Vuelta como fogueo y entrenamiento. Un factor más a tener en cuenta en la falta de los hombres rápidos que en mes y medio se verán las caras en la lucha por el maillot arcoíris.
La Vuelta a España 2016 anda coja de uno de los pilares más importantes del ciclismo. Los velocistas. Los grandes corredores del pelotón diestros en esta disciplina han desaparecido completamente de la ronda española. Hay que remontarse hasta la edición de 2011 para encontrar una representación consistente capaz...
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