Un visitante excepcional
Un hombre posa frente al cementerio. “Espero tardar muchos años en regresar a un sitio como este”. La exposición ‘Welcome Mr. Hitchcock’ cuenta la visita del cineasta a San Sebastián en 1958
Asier Mensuro 21/09/2016
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La fecha es el 23 de julio de 1958, el lugar la ciudad de San Sebastián y más exactamente Polloe, el cementerio de la capital guipuzcoana. Un hombre de unos sesenta años posa junto al letrero del camposanto. En un inglés perfecto con acento británico exclama: “tras la visita de hoy, espero tardar muchos años en regresar definitivamente a un sitio como este”. Sus dos acompañantes ríen con la ocurrencia. Uno de ellos anota en una libreta el chiste y el otro dispara su cámara fotográfica.
El peculiar grupo se introduce en el cementerio, recorre sus múltiples avenidas flanqueadas por tumbas y mausoleos a ambos lados y se detiene en diversos puntos del camino para tomar más fotografías.
Es temprano y los visitantes son escasos, pero los pocos con los que se cruzan parecen reconocer a la figura central de este singular trío, a juzgar por el asombro que se dibuja en sus rostros.
El personaje viste un traje oscuro que a duras penas consigue disimular su figura rechoncha. Camina de forma parsimoniosa con las manos en la espalda a lo Napoleón Bonaparte y posee un rostro sagaz e inquisitivo, con una mirada atenta que parece absorber todo lo que le rodea.
Aunque el rictus de su boca se mantiene serio, hay algo expresivo en su mirada que deja entrever un profundo sentido del humor. Cuando habla, lo hace con una cadencia lenta, como si revisase una y mil veces cada una de sus palabras para asegurarse de que es la adecuada antes de dejarla salir. No podías ser de otra manera, al fin y al cabo, este hombre es el gran Alfred Hitchcock.
—Ha sido una magnífica idea venir aquí de buena mañana Mr. Herreros. Buenas vistas de la ciudad, aire puro. Me parece el lugar idóneo para tomar las fotos que ilustren su artículo —argumenta el cineasta.
—Mi compañero Vicente Ibáñez es uno de los grandes fotógrafos españoles —afirma con orgullo Enrique Herreros—. Estoy seguro que el esfuerzo de venir hasta aquí merecerá la pena. Las imágenes serán impactantes y divertidas a la vez; y creo que el título que he pensado también será de su agrado: “el rey del suspense sorprendido en los lugares de su inspiración”.
—Sin duda, un titular acertado —añade el realizador británico permitiéndose una pequeña sonrisa de aprobación.
Alfred Hitchcock, el genial director de cine, “Hitch” como cariñosamente le apodaban los habitantes de Los Ángeles desde que se había trasladado a vivir a Hollywood, se encuentra en la capital guipuzcoana con motivo del lanzamiento en Europa de su última película hasta la fecha, la hoy mítica Vértigo, de entre los muertos.
El preestreno de este esperado título se incluye en la programación a concurso del festival de cine donostiarra; y los ejecutivos de la Paramount han planificado el evento a conciencia, y han creado una auténtica operación de marketing en la que no se dejaba nada al azar.
Se pacta la publicación de un reportaje de la estancia del cineasta con la revista española La Gaceta Ilustrada. Su autor, Enrique Herreros, conocido periodista y publicista, es el responsable de muchas y magníficas campañas dentro del mundo del cine. Para este reportaje había elegido la más singular de las localizaciones posibles, lo que convertía al artículo en algo único, muy alejado del standard de reportajes de la época.
Hitchcock, inquieto por primera vez desde que aterriza, apenas bebe ni come nada
En este viaje promocional, el propio Hitchcock asume el papel de estrella y emulando los cameos que protagoniza dentro de sus películas, se dedica a posar y actuar en diversos rincones de la ciudad ante fotógrafos como Paco Mari y Vicente Ibáñez; mientras realiza ingeniosas declaraciones ante el nutrido grupo de periodistas que cubren el festival de cine.
Tras su paseo por la necrópolis regresa al hotel María Cristina, donde da una rueda de prensa para hablar de su próxima película, Con la muerte en los talones, cuyo rodaje ha pospuesto una semana para poder acudir a la cita donostiarra.
Los asistentes se sorprenden ante la definición que ofrece del cine de suspense: “se trata de un refinamiento de las antiguas películas de monstruos. Mis películas han demostrado que no había necesidad de recurrir a lo terrorífico ni a lo truculento para mantener latente el interés del público, logrando que el espectador esté pendiente de lo que sucede ante sus ojos, pero sin necesidad de gritos ni excesos. Es una conquista de la que estoy satisfecho de verdad”- afirma ante los periodistas.
El ágape que acompaña a la presentación resulta ser frugal y el cineasta británico, aconsejado sabiamente por Herreros, abandona la reunión cinéfila para trasladarse al puerto de pescadores donostiarra, donde degusta una docena de sardinas a la brasa.
Consumado gourmet, el director británico dedica gran parte de su estancia a conocer la gastronomía local. Dos días antes había acudido a una comida de bienvenida en la sociedad gastronómica Gaztelubide y había cenado en el mítico restaurante Casa Nicolasa, donde descubre los chipirones en su tinta.
Este plato parece que fue de su gusto y un año más tarde, cuando la actriz Eva Marie Saint acuda a San Sebastián a presentar en el certamen cinematográfico Con la muerte en los talones, Hitchcock no dudará en recomendarle este guiso.
El martes 22 había comido en uno de los restaurantes más antiguos de la zona, la célebre Casa Cámara, de los pasajes de San Juan. Todo indica que se quedó con hambre, a juzgar por las divertidas instantáneas que toma el fotógrafo Paco Marí en Bayona, donde vemos al mago del suspense consultando con interés los menús de los restaurantes La Rascasse y Les Arceaux, a pesar de que apenas han transcurrido un par de horas desde que se sentó a la mesa.
Estas comidas, a las que le acompaña su esposa la guionista Alma Reville, muestran una estampa familiar y poco conocida del cineasta que encanta a los periodistas locales, complacidos con el aprecio que la pareja muestra por la cocina de la zona.
—Parece que disfrutan con la gastronomía vasca —pregunta un periodista local.
—Una vez desaparecido el primer impulso sexual propio del inicio de cualquier relación de pareja, comer juntos se convierte en una alternativa más que aceptable a hacer el amor —responde con ironía Hitchcock.
Otra de las actividades que ocupa su tiempo está íntimamente ligada con el fervor religioso. Hitchcock, igual que Buñuel, es educado por los jesuitas. Pero mientras el aragonés se convierte en un ateo convencido, el inglés es un católico devoto. Quizá por ello visita las iglesias de Santa Teresa, San Vicente y la basílica de Santa María en San Sebastián, así como la de Santa María en Bayona.
El fotógrafo Paco Mari, consciente de la plasticidad de estas imágenes, retrata al cineasta sentado en los bancos de madera y en lo alto del púlpito de la catedral francesa. Además, la estancia del director coincide con el centenario de las apariciones de Lourdes a la niña Bernadette Soubirous, por lo que el cineasta se desplaza hasta el santuario para sumarse a la celebración. Hitchcock se inca de rodillas ante la imagen de la virgen francesa y pronuncia una oración rodeado de enfermos, incienso y velas.
Pero volvamos al miércoles 23, día más importante de su visita y fecha elegida para la presentación a concurso de Vértigo, de entre los muertos.
A pesar de su apretada agenda, Hitchcock encuentra tiempo para dedicárselo a otra de sus aficiones favoritas, el coleccionismo de antigüedades. Acompañado por Herreros e Ibáñez visita diversas tiendas de Donostia. En una de ellas posa en el escaparate inmóvil como una estatua de cera del museo de Londres. Los chiquillos pegan su nariz al cristal del establecimiento, impresionados por la veracidad y parecido de la supuesta estatua con el conocido director. Hitchcock se mueve poniendo en evidencia el engaño y ante el júbilo de los muchachos, regresa a la calle para firmarles un autógrafo.
Cae la noche y el cineasta acude a la proyección de su película en el teatro Victoria Eugenia con puntualidad británica. El edificio estrena este año un nuevo alumbrado eléctrico, por lo que tiene un aspecto imponente pero el verdadero espectáculo espera en su interior. La platea y los palcos están a rebosar. Nadie ha querido perderse este acontecimiento cinematográfico en el que San Sebastián se codea con lo más granado del cine de Hollywood.
Ana Mariscal aparece en el escenario y, tras unas breves palabras de presentación, invita a subir al escenario al maestro del suspense que es aplaudido a rabiar por un auditorio rendido a sus pies.
—Disculpen que sea breve, pero es que estoy impaciente por ver la película. ¡Me han dicho que tiene un suspense! —pronuncia jocoso, arrancando una sonora carcajada entre el público asistente.
Las luces de la sala se apagan. Se hace el silencio. Detalles de un rostro femenino en la pantalla, el último de ellos un primer plano de uno de sus ojos, y de la negrura de la pupila dilatada surge una espiral que deja al público hipnotizado y pegado a sus asientos.
Los títulos de crédito de Saúl Bass con los que arranca Vértigo, de entre los muertos impresionan a todos los asistentes. Uno de ellos es apenas un quinceañero, un jovencísimo Iván Zulueta que queda profundamente impactado por el trabajo del diseñador norteamericano y por la propia película de Hitchcock.
Contra todo pronóstico, la acogida de la película en San Sebastián es más bien fría y el público tarda en aplaudir. Los ejecutivos de la Paramount lo achacan al duro final de la cinta y arrancan al director la promesa de suavizarlo antes de su lanzamiento comercial.
La proyección da paso a la fiesta. Hitchcock está ajeno a todo lo que sucede a su alrededor. Inquieto por primera vez desde que aterriza en tierras vascas, apenas bebe ni come nada en toda la noche.
58 años más tarde, San Sebastián es elegida Capital Europea de la Cultura y recupera la estancia del cineasta
El festival llega a su fin y con él, el momento más esperado cada año, la lectura del palmarés. La hoy mítica Vértigo, de entre los muertos no consigue alzarse con la Concha de Oro, máximo galardón del festival que recae en la película polaca Eva quiere dormir, de Tadeusz Chmielewski. El filme de Hitchcock tiene que conformarse con una Concha de Plata compartida con la película de Mario Monicelli Rufufú. 58 años más tarde, San Sebastián es elegida Capital Europea de la Cultura y recupera la estancia del cineasta británico.
Pedro Usabiaga, comisario de la exposición, saca a la luz más de un centenar de fotografías, muchas de ellas inéditas, y consigue recrear con acierto un viaje mítico que, a pesar del tiempo transcurrido, sigue muy presente en el imaginario de todos los donostiarras. Con gran sencillez, la exposición consigue que el visitante sea un testigo de excepción del periplo del cineasta, o más concretamente, de su peculiar mirada sobre un territorio que desde entonces, ha quedado impregnado de la magia de este genio del séptimo arte.
La exposición Welcome Mr. Hitchcock que puede visitarse en el Espacio 2016 de San Sebastián hasta el próximo 14 de octubre, es un caso singular y un ejemplo perfecto del camino a seguir por parte de las instituciones respecto a las posibilidades que ofrece el cine. Desde San Sebastián, el mago de la intriga parece querer decirnos: “¿Se dan cuenta de cómo se hace? ¿Entienden lo que hay que cambiar? Por favor, tomen buena nota”.
La fecha es el 23 de julio de 1958, el lugar la ciudad de San Sebastián y más exactamente Polloe, el cementerio de la capital guipuzcoana. Un hombre de unos sesenta años posa junto al letrero del camposanto. En un inglés perfecto con acento británico exclama: “tras la visita de hoy, espero tardar muchos...
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Asier Mensuro
Especialista en arte contemporáneo. Apasionado de la cultura popular, ha sido comisario de exposiciones de cine y de cómics. Es coautor de La pintura en el cómic, escrito junto a Luis Gasca, libro que obtiene el galardón mejor labor en pro de la historieta, en los XXXVIII Premios de cómic del diario Avisos 2014.
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