ESPECIAL ‘OMEGA’
1. Poema para los muertos
José Manuel Gamboa 12/10/2016
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Jamás olvidaré aquel impacto emocional que, al borde del escenario del Palacio de los Deportes de Granada, compartimos Juan Luis Cano, Pedro Calvo y un servidor, mientras aguantábamos a un indocumentado que pasaba por allí sin parar de preguntarnos si lo que sucedía molaba.
Aquella noche, el 3 de febrero de 1996, escuchábamos absortos la actuación de Enrique Morente. Acompañado por la guitarra de Tomatito, ponía tremendo, insuperable colofón al magno doble homenaje que se le tributaba al querido maestro Juan Habichuela. Cuando ya parecía imposible superar la intensidad del referido ejercicio de jondura tradicional, sucedió la apoteosis. Sin anuncio previo se destapó el conjunto y empezó a acoplarse la maquinaria sonora thrash metal de Lagartija Nick, que le ofreció a Morente el colchón adecuado para cubrir la garra seguiriyera anterior con un pertinente metálico guante de mercurio.
“Como la noche es interminable”, fragmento del poema Cuna y panorama de los insectos. Así iniciaba Morente el subidón de doble intensidad, flamenca fetén y rock extremo, que nos trasladaría desde nuestros alfas hasta el omega. En pleno aparato de sentidos erizados recibimos de nuevo al preguntón de turno, y ya, sin poder aguantarse, alguno le despachó: “Tío, ¿te quieres callar? ¡Esto es la hostia!”
Tras su vuelta al Albaicín y el encuentro con los pimpollos rockeros del lugar, tal vez en esta vertiente musical el más avanzado de Andalucía, Enrike Potente había redondeado su más extremo propósito artístico: meter en jonduras telúricas al surrealista Poeta en Nueva York, de Federico García Lorca. Todo empezó en Madrid con una entrevista entre Morente y Leonard Cohen, a quien primero quiso el cantaor dedicar íntegramente el álbum por llegar. De hecho, en el prehistórico momento Enrique, con quien ya habíamos trabajado en la Misa flamenca, nos ofreció la producción artística del álbum.
Estamos ante una suite jonda para voces flamencas, sonanta y grupo eléctrico rockero
Dada la imposibilidad técnica de la época para conseguir en España un sonido semejante al que se escuchaba en el superlativo álbum del canadiense, I’m your man, con esa voz en primerísimo plano y a la par rebosante de reverb, procuramos buscarle a Morente el contacto con los responsables de dicha creación. Una vez más, como siempre sucedió con el genial Morente I el Imprevisible, lo anunciado nada tuvo que ver con el producto final.
Cohen le dio la pista musical, le hizo intuir la coherencia poético-musical, la posibilidad de una adaptación afortunada del Federico en Manhattan desde su sentir y expresar flamencos, que en la Granada joven cuajaría, tras un fallido intento en un estudio/cueva madrileño con el amigo Raúl Alcover al frente, si mal no recuerdo. Los mimbres los trenzó Enrique con su cante jondo sobre un tipo de estructura armónica modal que ya había probado en la seguiriya Mírame a los ojos (CBS, 1977), junto a un grupo de violines, o con el canto gregoriano y el ayeo en la Misa flamenca (Ariola, 1991), al que ahora sumaba el refuerzo rockero de los Lagartija. El resto, para nuestro adorado y pletórico Ronco del Albaicín, fue echarle valor y tirarse al ruedo enchufado a partirse el alma y el cuerpo hasta desgañitarse, por seguiriyas, en la cresta de las más altas tesituras, para con él elevarnos y subir el listón una vez más ¡Ahí queda eso!
Así se abre, de largo, el álbum Omega, con la obra que nos prendió en directo, Omega (Poema para los muertos), unidos Morente, Lagartija, la guitarra de Miguel Ángel Cortés y los coros y palmas de Antonio Carbonell y El Negri. Llegó a las tiendas, para quedarse —a pesar de las trampas discográfico/empresariales—, con la campaña navideña de 1996. Resuenan al comienzo, superpuestos, morentianos quejíos seguiriyeros con evocaciones al Kyrie de la casa, convertidos en monocorde polifonía engarzada a la distorsión de las guitarras eléctricas, disponiendo la armonía precisa para decir el verso a lo jondo.
Bulerías con marcajes de mil matices para mil y un colores de la plástica del quejío
Con aire saetero este se inicia, y avanza a lomos de bulerías-jaleos, guiños de caña, parándose sobre la batería a reposar fatigas por seguiriyas de Antonio Chacón y Silverio, cantes decimonónicos para el bilenio, sobre los que reaparece la monocorde polifonía de ayeos, que dará paso a un colage, por lo bajini, de la quintaesencia interracial del quejío seguiriyero gramofónico, las voces de Chacón, Manuel Torre, Niña de los Peines, Caracol y Vallejo; seguidas vienen protagonistas bulerías del mañana que se alternan con seguiriyas ancestrales, y más bulerías; bulerías con marcajes de mil matices para mil y un colores de la plástica del quejío.
Estamos ante una suite jonda para voces flamencas, sonanta y grupo eléctrico rockero. Casi once minutos pa volverse loco de salud mental ¡Qué les voy a contar yo, que el mundo inteligente no sepa ya!
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José Manuel Gamboa
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