David Cay Johnston / Autor de ‘The Making of Donald Trump’
“Trump se guía por la sed de venganza y exige lealtad: es el código moral de la mafia”
Álvaro Guzmán Bastida Nueva York , 12/10/2016
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Cuando David Cay Johnston (San Francisco, 1948) llegó a Atlantic City, la ciudad del juego retratada en la serie Boardwalk Empire, a finales de los 80, no tardó en toparse con Donald Trump. Johnston, periodista de investigación, estaba en la ciudad de la costa de Nueva Jersey para cubrir la industria de los casinos, y Trump era uno de los principales actores en el sector. Pero a Johnston le sorprendió lo poco que Trump sabía sobre el negocio. Ni siquiera parecía conocer las reglas de los juegos. Intrigado, Johnston empezó a investigar la vida de Trump dentro y fuera de los negocios.
Cuando Trump anunció su candidatura a la presidencia, Johnston había acumulado cientos de carpetas llenas de información sobre el empresario. “Tengo la colección de documentos sobre Trump más grande del mundo”, bromea este premio Pulitzer y experto en ley mercantil, sobre la que da clase en Syracuse University. El resultado de la investigación es The Making of Donald Trump, un repaso a los extraordinarios periplos de Trump por el negocio inmobiliario, los juzgados y el showbusiness de los Estados Unidos. Johnston recibe a CTXT para hablar de su libro, que se lee como un estudio de la distancia entre el mito que Trump ha construido sobre sí mismo y la realidad de un hombre con enorme ambición y escasos escrúpulos.
Conoció a Donald Trump en Atlantic City a finales de los ochenta, y ha investigado su vida y sus negocios desde entonces. Para aquellos que no supieran mucho sobre él antes de esta campaña electoral, ¿quién es Donald Trump?
Donald Trump es un gran timador. Se ha pasado la vida haciendo negocios con mafiosos, estafadores y un conocido traficante de cocaína para el que pidió clemencia. Le han llevado a juicio más de cuatro mil veces trabajadores a los que se negó a pagar, empleados despedidos sin motivo, ciudadanos negros, asiáticos, puertorriqueños y mujeres a las que discriminó en sus negocios, pequeñas empresas proveedoras a las que arruinó por negarse a pagarles lo que debía, socios o inversores en sus proyectos a los que estafó. En todos estos casos, Donald cobró por adelantado. Es lo primero que hay que saber de Trump. En sus propias palabras: “Uso OPT [Other People’s Money. El dinero de otra gente]”.
Se ha pasado la vida haciendo negocios con mafiosos, estafadores y un conocido traficante de cocaína para el que pidió clemencia
En Atlantic City, por ejemplo, nunca puso un dólar de su bolsillo. Obtuvo el dinero para su primer negocio por adelantado. Para el segundo, lo pidió todo prestado, y sacó una comisión antes de vender. En su tercer negocio hizo lo mismo: pidió todo prestado, sacó un pellizco, y en cuanto el negocio comenzó a tener problemas, lo declaró en bancarrota y no pagó a los proveedores; aun así, siguió cobrando del negocio hasta el final, y pidiendo préstamos para cubrir sus gastos personales. El Trump que la gente ve es una fachada que él, como buen timador, les vende.
¿Le sorprendió que anunciase su candidatura a la presidencia?
En absoluto. Donald lleva hablando de presentarse a presidente desde 1985, y no es su primer intento. Esta vez, sabía que iba en serio porque estaba en riesgo que su programa de telerrealidad, Celebrity Apprentice, se cancelase por sus malos datos de audiencia, y eso habría significado que los tabloides de Nueva York, que lee religiosamente, saliesen con la portada: “NBC a Trump: Estás despedido”.
Que era el lema de Trump en el programa…
Exacto. No me imagino nada, salvo la muerte, que le aterrorizase más que ese titular.
Cuenta que, cuando conoció a Trump en Atlantic City, le resultó evidente que no sabía casi nada de su propio negocio, el de los casinos, incluidas las reglas del juego. ¿Cómo es posible que le fuera tan bien?
¿Qué te hace pensar que le ha ido tan bien?
Él mismo no para de decirlo. ¿No cree que...?
No me cabe duda de que Donald Trump es rico, pero nada indica que su fortuna supere los mil millones. Su estilo de vida le cuesta unos 25 millones al año. Teniendo en cuenta que no creo que pague nada en impuestos por la renta, necesita unos ingresos de un par de millones al mes. Eso no es tanto dinero, comparado con la imagen que él proyecta. En EE.UU., hay gente que gana mil millones al año. Solo necesita montar negocios nuevos constantemente, en los que consiga el dinero por adelantado. Un millón por aquí, otros dos por allá, un poco de tierra en propiedad por aquí, y obtiene unos buenos dividendos.
Tiene la inteligencia emocional de un chico de secundaria. Es un chaval de 12 o 13 años, que es la edad a la que su padre lo mandó a una escuela militar porque era un desastre
Si realmente tuviera miles de millones de dólares, contando sus deudas, ¿por qué se pasaría el día mercadeando con corbatas fabricadas en China y muebles hechos en Turquía y recordándole a todo el mundo que se pase por sus campos de golf? En sus negocios, en lugar de reinvertir en la empresa y construir el negocio a largo plazo, de manera sostenible, les saca los ingresos y todo lo que pueda convertir en dinero en efectivo, hasta que se desmoronan. Es un parásito. Se engancha a una presa, le chupa la sangre y se va. Ha creado el mito de que es un Midas, del mismo modo que creó el mito de que es el gran amante de nuestra era, un Don Juan del siglo XXI. Luego descubrimos que la mayoría de las mujeres que ha declarado que han sido sus amantes, la mayoría ni siquiera le recuerdan. La principal, Carla Bruni, dice que es un lunático. Habló con él un par de veces; eso es todo.
En el libro profundiza bastante sobre su relación con los medios. ¿Cómo logra manipular las noticias que le rodean?
Los periodistas son capaces de citar lo que alguien les ha dicho con precisión, porque si no se quedarían sin trabajo. Pero la inmensa mayoría no tiene ningún conocimiento profundo sobre los temas que trata. Trump se aprovecha de eso. ¿Qué hace? Va a un tabloide como el New York Post, y una vez que consigue que el Post publique algo, eso sale en televisión o en las revistas del corazón. Luego algún otro medio lo publica, y otros lo repiten. Y ya es noticia.
Volviendo a sus negocios: Trump ha declarado la bancarrota, ¿cuántas? ¿Seis veces?
Él no; sus empresas. Seis veces, y volverán a hacerlo, porque están tratando de eliminar pasivos de sus balances. Además, en 1990, negoció en privado con la Comisión de Control de los Casinos del Estado de Nueva Jersey para no tener que declararse en quiebra. Estaba arruinado, pero el Estado tomó partido por él en lugar de sus acreedores.
Usted ha investigado también el pasado de la familia de Trump. Descubrió conexiones con el Ku Klux Klan y la Mafia. Pero Trump las niega…
En primer lugar, no hay duda de que su abuelo, Frederick, se labró una fortuna regentando prostíbulos en el Estado de Washington y el territorio de Yukón, en Canadá. Su padre, Fred Trump, tenía un socio comercial llamado Willie Tomasello, que, según su ficha policial, era miembro de las familias mafiosas Gambino y Genovese. Fred fue arrestado en 1927 en una manifestación del Ku Klux Klan. Donald dice: “Mi padre nunca vivió en esa dirección”. Eso es falso. Los datos del registro público lo demuestran. Entonces Trump añade: “Bueno, pero nunca se le acusó de ningún delito”. ¿Y eso qué tiene que ver? Todos los días se arresta a gente a la que no se persigue penalmente. Forma parte de la manera de operar de Donald. Crea su propia realidad. Si dice algo, es indiscutible, aunque se compruebe que es mentira. Donald tiene la inteligencia emocional de un chico de secundaria. Es un chaval de 12 o 13 años, que es la edad a la que su padre lo mandó a una escuela militar porque era un desastre. Si lo piensas, no para de presumir de que mujeres que ni conoce hacían fila a la puerta de su dormitorio. Seguro que en el colegio tenías un compañero que decía: “¿A que no sabes qué me ha hecho María en la última fila del cine?” Ese es Donald Trump. No ha crecido. Emocionalmente, sigue siendo un niño.
Escribe que Trump fue rico desde que estaba en pañales. ¿A qué se refiere?
Tenía un fondo fiduciario que le ingresaba en su cuenta, desde finales de los cuarenta, 12.000 dólares al año, unas cinco veces más que el salario medio de una familia con dos hijos en la época. Donald va por ahí diciendo: “Mi padre solo me dio un millón de dólares”, como si un millón de hace cuarenta años no fuera mucho dinero, pero además su padre tenía contactos políticos que le valieron 400 millones de ayudas públicas para el Grand Hyatt Hotel, que costó 100 millones construir. También consiguió permisos municipales y préstamos bancarios, por los contactos y el dinero de su padre. Y, con todas esas ayudas, desperdició oportunidades de negocio extraordinarias. Controlaba el solar de las West Side Yards, en Manhattan. Es una promoción que debería haber generado beneficios de miles de millones de dólares, pero Donald lo desaprovechó por mala gestión, como perdió el negocio de los casinos en Atlantic City, o el de la aerolínea Trump Shuttle Airline, quebrada antes de que volase un solo avión. No tiene ni idea de cómo llevar una empresa.
Ha mencionado antes el incidente de Nueva Jersey, en el que las autoridades se pusieron de su parte. ¿Ha habido más casos en los que se haya librado de investigaciones gracias al favor de funcionarios públicos?
Trump se ha beneficiado de favores del sector público toda la vida. No fue procesado por el ‘escándalo de las cajas de joyas vacías’, en 1986, por el que el alcalde Ed Koch dijo que tendría que haber ido a la cárcel 15 años por evasión fiscal. Entonces Trump empezó a atacar públicamente a Koch. Es una constante. Cuando se siente amenazado, ataca.
Si realmente tuviera miles de millones de dólares, ¿por qué se pasaría el día mercadeando con corbatas fabricadas en China y muebles hechos en Turquía?
Lo hizo con el juez Curiel, que investiga las denuncias contra la Trump University. ¿Cuándo empezó a vilipendiar al juez, diciendo, este hombre me odia, porque es “mexicano”? El mismo día en que el juez hizo públicas las transcripciones de su declaración. Donald sabía que aún podía hacer públicos los vídeos de la declaración, y eso podría resultar devastador para su campaña. Por eso pasó al ataque. Así funciona Trump: se busca el favor de las instituciones, donando a campañas políticas o ‘colocando’ a funcionarios en sus empresas, pero si esa estrategia falla, ataca a esa misma gente por motivos que aparentemente no tienen nada que ver con su caso.
Trump declaró en el año 2000 que podría ser la primera persona que ganase dinero con una campaña presidencial. ¿Cree que se está enriqueciendo con esta campaña?
No creo que ese sea el motivo. Cree que tiene que ser presidente, y que es genéticamente superior a ti y a mí. Pero lo cierto es que tenemos leyes anticorrupción que, por ejemplo, estipulan que es ilegal que un multimillonario preste su avión privado a un candidato por un dólar a cambio de que luego este, cuando llegue a la Casa Blanca, le devuelva el favor. Hay que pagar los costes establecidos, que tienen incluido un beneficio. Trump fleta su propio avión y su helicóptero a cargo de la campaña, paga noches en sus propios hoteles y reuniones en sus campos de golf, y tiene alquilado espacio para oficinas en la Trump Tower. Además, prestó 47 millones de dólares a su propia campaña. Dijo públicamente que los convertiría en un donativo y no lo devolvería, pero no lo ha hecho hasta la fecha. Si no lo hace, y recauda suficiente dinero para cubrir el préstamo, habrá ganado dinero con su candidatura. Y te aseguro que en unos años lo tendremos diciendo por ahí: “Bueno, perdí contra Hillary, pero gané una fortuna”. Donald nunca desaparece. Hay un refrán en EEUU que dice: “No hay segundas partes en la vida americana”. Trump debe ir ya por la undécima parte.
El libro expone lo que en muchos casos parecen actos criminales por parte de Trump. Pero, usted mismo señala, Trump nunca ha sido imputado. ¿Cómo se ha salido con la suya tantas veces?
A la mayoría de los criminales no los arrestan nunca. Si roban con un bolígrafo en vez de una pistola, mucho menos. Lo que importa en el caso de Trump son su historial y sus vínculos. ¿Queremos a alguien en la Casa Blanca que mantuvo como gerente de los helicópteros en sus casinos a un malversador mafioso convicto, que además traficaba con grandes cantidades de coca?
¿Joe Weichselbaum?
Donald Trump escribe una carta a los fiscales pidiendo clemencia para Weichselbaum, el de los helicópteros, y su juicio por tráfico de cocaína termina milagrosamente asignado a la hermana de Trump, que es jueza, aunque esta se termina recusando. Al traficante le condenan a una pena irrisoria, y al salir de prisión le dice a su agente de la condicional que ya tiene trabajo, con Trump, se muda a Trump Tower. Donald le mandó una señal a Weichselbaum con la carta a la fiscalía. Le dijo: “No soy tu enemigo. No te preocupes por mí. Soy tan amigo tuyo que arriesgo mi licencia para operar casinos por ti”. No sabemos por qué lo hizo. Solo podemos especular: ¿Quizá estaba invirtiendo en el tráfico de coca?
Trump ha centrado su campaña en apelaciones a la clase trabajadora blanca, prometiendo devolver empleos a los estadounidenses. ¿Cuál es su historial con los trabajadores, nacionales o extranjeros?
Le gustan los sindicatos controlados por la mafia, porque así puede hacer tratos con los mafiosos y conseguir lo que quiere de los trabajadores. No le gustan los sindicatos honestos, la inmensa mayoría. Por eso construyó Trump Tower con cemento en lugar de acero. La Brigada Polaca es un ejemplo perfecto. En lugar de contratar a una empresa experta en demoliciones, de las decenas que hay en Nueva York, Trump contrató a Kaszycki & Sons, una empresa polaca de limpieza de cristales en Syracuse, a trescientos kilómetros de Manhattan. De modo que contrata a unos 200 inmigrantes indocumentados polacos. Vienen sin nada. Duermen en la obra, en pleno invierno, con temperaturas bajo cero. Les pagaba 4 dólares la hora. No tenían cascos de protección duros, ni máscaras, ni gafas protectoras. Lo hacían todo a mano, con mazos. Y se negó a pagarles.
Le gustan los sindicatos controlados por la mafia, porque así puede hacer tratos con los mafiosos y conseguir lo que quiere de los trabajadores
El asunto terminó en juicio, y Trump llegó a un acuerdo extrajudicial después de litigar durante dieciocho años. ¿Cuánta gente litigaría dieciocho años por cuatro dólares la hora? La mayoría se daría por vencida. Pero Trump es diferente. Además, logró que la obra avanzara porque que entre los trabajadores polacos trabajaban 15 obreros sindicados. En cualquier otra obra estadounidense, si se mezclan trabajadores no sindicados con otros miembros de un sindicato, la obra se para. Pero estos trabajadores siguieron trabajando. ¿Por qué? Porque la mafia controlaba al sindicato.
Hablando de la mafia: usted relata la relación de Trump con el ilustre abogado Roy Cohn, conocido por sus relaciones con el senador McCarthy y el crimen organizado italiano. Trump le contrató por primera vez para lidiar con un juicio por discriminación en sus edificios de apartamentos. ¿Cuál es su historial en lo relativo a la discriminación racial en sus negocios?
En 1973, cuando Trump contrató a Cohn, el gobierno le investigaba por no alquilar a minorías raciales. Muchos propietarios lo hacían, pero cuando se les investigaba, cambiaban de política por miedo a la mala prensa. Cohn le aconsejó a Trump que pelease hasta el final. Para Donald, que es sin duda un racista, aceptar o no a un inquilino negro no tiene nada que ver con cuestiones económicas, sino con su raza. Un abogado novato les estaba sacando los colores en el juicio, así que llegaron a un acuerdo extrajudicial. Trump, como de costumbre, salió a celebrar en la prensa su derrota como una victoria: “No admitimos ninguna irregularidad”, dijo. Durante los dos años de la investigación cumplieron con las leyes antidiscriminación. En cuanto terminó el juicio, el gobierno volvió a mandar agentes encubiertos. Trump estaba discriminando de nuevo. Se han presentado numerosas quejas por discriminación contra los negros, los asiáticos y las mujeres en sus casinos de Atlantic City. Jack O’Donnell, que era gerente de uno de sus casinos, cuenta que Trump le dijo sobre un contable de raza negra: “No quiero que haya negros cerca de mi dinero”.
Trump ha dado muchas charlas de motivación, y usted las analiza, además de sus libros. Dice que de sus consejos se desprenden dos principios básicos: la sed de venganza y la exigencia de lealtad.
Exactamente: venganza y lealtad, ese el código moral de la mafia. Y no es un desliz. Lo ha expuesto en numerosas ocasiones, con gran detalle y en diversos foros y formatos. Cuando Trump anunció su candidatura en el centro de Manhattan, que no es un lugar precisamente xenófobo, diciendo todas esas barbaridades sobre los mexicanos, me sorprendió la oleada de aplausos con las que los ‘espontáneos’ acompañaban su discurso. Resulta que eran actores, que cobraron 50 dólares cada uno. Eso habla del enorme fraude que es Trump.
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CTXT ha acreditado a cuatro periodistas --Raquel Agüeros, Esteban Ordóñez, Willy Veleta y Rubén Juste-- en los juicios Gürtel y Black. ¿Nos ayudas...
Autor >
Álvaro Guzmán Bastida
Nacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.
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