TEATRO
La lucha y la muerte antes del 15M
Oriol Pla protagoniza ‘Ragazzo’, una obra basada en los últimos días del joven activista Carlo Giuliani, asesinado durante una cumbre del G8
Francisco Pastor 25/10/2016
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Es la primera vez que al actor Oriol Pla (Barcelona, 1993) le toca interpretar la muerte. Pero en Ragazzo, una de las ficciones representadas este otoño en el madrileño teatro del Barrio, esta era ineludible. Porque la historia que cuenta la obra, y que reposa de principio a fin sobre el intérprete, solo en el escenario, es real: el asesinato de Carlo Giuliani, ocurrido en 2001 en la ciudad italiana de Génova, durante las manifestaciones que protestaban contra una cumbre del G8. Como Pla, el activista contaba 23 años. El carabinero que reconoció haberle disparado durante los juicios apenas cumplía 21.
El actor avisa, en cualquier caso, que la pieza no pretende contar la verdad del personaje, sino su historia: “Es un homenaje a Giuliani, pero no pretendo ser él. Sobre todo, por una cuestión de respeto”. Su título alude a la inscripción que viste la estatua dedicada al joven en Génova: muchacho, en castellano. Es un trabajo que llega a Madrid, donde estará hasta el domingo 30 de octubre, tras llenar el barcelonés teatro Eòlia, de Barcelona, y que se estrena tres lustros después de los acontecimientos que retrata; en una España en la que entre el Gobierno y los manifestantes media la conocida como ley mordaza. Alrededor de 30 sanciones se imponen cada día a cuenta de esta norma: la mayoría, por faltas de respeto a la autoridad.
La oleada de protestas que trajeron las acampadas de 2011 conceden a la pieza una renovada actualidad; aunque la obra tiene lugar una década antes de que estas ocurren. Y entonces ya estaban ahí los movimientos contra la globalización y las multitudinarias manifestaciones contra la guerra de Iraq. “Este trabajo es un brindis a la generación de Lali [Álvarez, autora del texto y directora de la obra, nacida en 1980]”.
A lo largo de un soliloquio de más de 70 minutos, Pla interpreta a un joven que fuma marihuana, se alimenta de fruta y verdura y para quien la reivindicación y la vida son una misma cosa. De ahí que, cuando intuye que la manifestación a la que acude se acabará tornando violenta, su personaje elija salir de casa con un pasamontañas en el bolsillo.
“Cuando finalmente me tapo la cara, no pienso. La policía está atacando y reacciono: no quiero que me identifiquen”, cuenta Pla. La conversación, en las dependencias del mismo teatro que lleva alojando su trabajo durante semanas, ocurre solo un día después de que un sinfín de estudiantes, algunos de ellos encapuchados o cubiertos con máscaras, alejaran a Felipe González de la conferencia que pretendía dar en la Universidad Autónoma de Madrid: “En los 70, estas cosas no dejaban de ocurrir. Pero se les ha juzgado muy rápidamente. Si señalamos a alguien con el índice, hay otros tres dedos que nos miran a nosotros”.
En la pieza no hay giros en la trama: solo la progresión dramática de quien empieza vivo y acaba muerto. “Lo más difícil es afinar en cada momento. Contar con la mesura para no precipitar el espectáculo. Respirar y aguantar. Al principio, no llegaba”. Mientras el público entra en la sala, Pla aguarda tendido en la cama, así como arranca compartiendo un desayuno con los espectadores. El escenario no tardará en convertirse en una batalla campal imaginaria en la que la policía tomará Génova. Un somier acabará haciendo las veces de contenedor, o la mesa de la cocina devendrá una barricada.
“Empatizo con la juventud, con las ganas y la rabia, y estuve en el 15M. Pero reconozco que entonces [a los 18 años] me interesaban otras cosas. Sí recuerdo la plaza de Cataluña, en Barcelona, llena de gente durmiendo. Y los mossos, dando palos. Me he traído esa impresión a la obra”, anota Pla.
Comedia y tragedia
Durante cuatro noches en el teatro del Barrio, el actor encarnará a Giuliani por la tarde y realizará un cabaré mudo, Be god is, por la noche. “Un desgaste serio”, comenta el intérprete, orgulloso de haberse curtido actuando en la calle. Y desde niño. “Aquello me despertó muchas cosas: estar allí, sentirme expuesto. Muchísimo trabajo físico. Actuaba mientras recogía las respuestas de la gente. Y se pasaba mal. Me dejaba la voz”, recuerda el hijo de Quimet Pla, fundador de Els Comediants. En Ragazzo, le ha llegado a dar un vaso de agua a algún espectador que estuviera tosiendo. Cuando suena algún móvil en la platea, el actor reacciona según el punto del texto en el que se encuentre: si toca tratar la violencia y la muerte, el sarcasmo queda fuera de lugar.
Han pasado diez meses desde que la revista cultural Babelia advirtiera de que el actor se encontraba en su gran momento. “Me lo dicen y no lo sé. Estoy a gusto. Un proyecto allí, otro allá, y tengo sueños y trabajo”. Truman (2015), en la que actúa frente a Ricardo Darín y Javier Cámara, y a las órdenes de Cesc Gay, obtuvo el Goya a mejor película el pasado febrero. Ragazzo emprenderá una gira por teatros españoles, visitará Italia y, quién sabe: quizá acabe girando por Europa o Latinoamérica. “Dicen que una obra dura, al menos, cinco años”, sentencia Pla.
El actor admira a Chaplin, Jack Lemmon y Billy Wilder. Poco que ver con el monólogo que interpreta en el teatro del Barrio, el cual visita por primera vez: “Nada en Barcelona me recuerda a este lugar, aunque quizá esto se vea tan bonito por ser el campanario del pueblo de al lado”.
¿Cómo nos va a enseñar alguien a trabajar en aquello en lo que él no está trabajando?
Para pasar la obra del catalán al castellano hubo que darle, de nuevo, una vuelta a un texto de 19 folios. “Perseverancia, paciencia y fe”, receta Pla, también visible en series como Merlí o El cor de la ciutat, y feliz de carecer de formación reglada en interpretación. “¿Cómo nos va a enseñar alguien a trabajar en aquello en lo que él no está trabajando? En las escuelasse aprende a interpretar, pero no a crear: se confía en que llegarán las llamadas cuando los estudiantes salgan al mundo. Yo creo y aprendo desde el trabajo”. Según el último estudio de la sociedad de actores AISGE, presentado el pasado septiembre, ni siquiera uno de cada diez actores logra vivir de su oficio.
El actor y protagonista absoluto estuvo a punto de compartir la obra con otro intérprete: el que diera vida a Mario Placanica, supuesto autor del disparo que acabó con la vida de Giuliani. Pero una conversación con Haidi Gaggio, la madre del joven asesinado, les persuadió de que no lo hicieran. Como anota Álvarez, esta les preguntó qué historia pretendían contar; si querían, de verdad, igualar a la víctima y al victimario.
Los padres de Pla llegan al teatro del Barrio, como llevan haciendo durante semanas, para ayudarle a montar la escena. Más tarde, durante el desarrollo de la pieza, ella hará las luces y él ayudará en la dirección. Álvarez repartirá sus muebles por el escenario, así como las frutas que el protagonista cocinará frente al público. Algo más de una hora y media antes de encarnar al joven, al actor le esperan ejercicios de relajación, algo de música y algún baile a solas: medio desnudo, recuerda, como lo estará al arrancar la ficción.
Una vez sentado el público, la ley mordaza, la infancia a pie de calle y el advenimiento de un gobierno de derechas se quedan a las puertas de la sala. “Si quiero actuar bien, no pienso en nada”, reitera el intérprete. Las fotografías y recortes que recuerdan la historia real de Giuliani aguardan en el vestíbulo.
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Francisco Pastor
Publiqué un libro muy, muy aburrido. En la ficción escribí para el 'Crónica' y soñé con Mulholland Drive.
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