No te pongas Dostoievski
¿Quién mató a Roland Barthes?, y otras preguntas culturalísimas
Rosa Pereda 26/10/2016
Roland Barthes en 1970.
FLICKREn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
En el fondo, la novela, las novelas tienen razón. En sus momentos truculentos o en los que son sencillamente ridículos, se parecen tanto a la vida. Hasta las que diríamos que no, que se mueven entre conspiraciones desesperadamente imaginarias o en mundos particularmente aparte, como las que me ocupan hoy, resulta que nos iluminan algunos mecanismos de lo que nos pasa. Y me estoy refiriendo, y no lo volveré a hacer, a este amargo momento político que no nos tocaba haber padecido, pero que aquí está. Y que pagaremos, como acabamos pagándolo todo.
Conste que las dos novelas, tan distintas entre ellas, me han producido un placer añadido al que no renuncio, que ya soy mayor: el de tener, si no todas las claves de referencia, por lo menos muchas. A estas alturas, ese capital un poco sectario del que hablaba Bourdieu, que viene dado por una serie de conocimientos específicos, y por ciertas claves lingüísticas, es de lo poco que me queda, y ya me gustaría cambiarlo por capital del otro, del de siempre. Aunque, seguramente sea eso lo que estoy haciendo ahora, en esta divagación que da un rodeo para llegar antes. Vísteme despacio, que no tengo tiempo.
La séptima función del lenguaje, de Laurent Binet, recién publicada por Seix Barral, cuenta una conspiración internacional que pone en relación el mundo de la política al más alto nivel, y el de la lingüística (y la filosofía, y la semiótica) en la Francia de 1980. La bomba explota a la muerte de Roland Barthes, para mí un maestro de la crítica cultural, que en la novela “parece un accidente” (Barthes murió atropellado en una calle de París) pero no lo es. Un supuesto manuscrito, según la fórmula de los objetos en clave que darán el Poder, el verdadero Poder, a quien lo posea y conozca, y que está presente en la estructura de las historias maravillosas, y que esta vez tiene que ver con el lenguaje y sus funciones (por otra parte, como todo), será el móvil de crimen y acción. Una investigación policial y semiótica, que en clave de parodia, con ese humor francés un poquito engolado y directo, pero siempre fino, va a constituir la trama de la encuesta. Y Foucault, Althusser, Julia Kristeva y Philippe Sollers, Lacan, la sombra de un Sartre defenestrado hace más de diez años pero revivido en sus últimos compromisos políticos y amorosos, y hasta Bernard-Henri Lévy (presentado como BHL), que entonces empezaba a despuntar con los nuevos filósofos. Y claro, Jakobson, cuyos niveles del lenguaje dan el fondo científico a la cosa, y Umberto Eco, y…. y sus mundos.
Y bueno, como no se la voy a contar, sí les diré que los personajes se van a mover en ambientes distintos, desde el Elíseo de Mitterrand, a las cabañas de cuartos oscuros y moritos jovencísimos, frecuentadas por un Foucault inteligentísimo e impertinentísimo, y algunos otros más (el propio Barthes), pasando por algún congreso en USA y muy diversos viajes por la trama internacional del secreto. Un policía y un joven semiólogo reclutado por él, para que le “traduzca” el lenguaje de estos “locos”, que al final yo creo que son absolutamente cuerdos. El repaso a las familias de la intelectualidad francesa y no sólo francesa es muy divertido, pero la novela, que es una novela, se refiere al momento en que todo empezó a cambiar. Sí: el día que Althusser estranguló a Hélène, su mujer, porque había perdido el dichoso papelito, él, que nos había enseñado que el tema está en las preguntas, y cómo para cambiar el mundo es exactamente lo que hay que hacer, cambiar las preguntas, pues eso. Ese día empezó la época que descarrila ahora. Y claro: las palabras, el poder del discurso, cambian las situaciones, y las personas: siempre lo han hecho. Tenga seis, siete o más funciones el lenguaje.
En Tabú (publicada por Salamandra) Ferdinand Von Schirach entra en el mundo del arte, más concretamente, de las videoinstalaciones, de las fotoinstalaciones, de la fotografía, es decir, de lo más moderno de lo moderno en el mundo del arte, que, como dijo Éluard, es otro, pero está en éste. Y nos cuenta la historia de un artista, de su vida, de sus metáforas, y su compromiso apasionante con la búsqueda de una verdad que es un proceso, que tiene raíces, y que le implica personal y arriesgadamente. Y no les digo más: sólo que en la novela, que tiene algunos curiosos momentos españoles, también se reconocerán algunos artistas, algunas sensibilidades, que puedo admitir que me resultaron bastante escalofriantes en su momento, como mi admirado Bill Viola rodando la muerte de su madre, o el polémico autor de aquella instalación que reclamaba a un importante museo el pago de unas papelinas para las mujeres-objeto-sujeto de su obra, como parte de los gastos de instalación.
Aquí, en Tabú, y seguramente en los ejemplos comparativos que doy, hay una dramática distancia entre el arte y la vida, dramática por la necesidad de fundir ambas, la creación y la existencia. Pero dramática también por esa crueldad soterrada, que permite pensar cualquier cosa….. En Tabú hay un artista, hay un abogado célebre, hay un juicio. Hay un desmonte de la justicia doblada por el arte. Y hay una reflexión sobre la infancia, sobre la rareza, sobre el peso y construcción del yo, sobre la fotografía. Y hasta sobre el mercado. Y es un formidable aparato para acercarnos un poco más –gracias a la diferencia-- a lo que viene a ser la…. la naturaleza humana. Por sofisticada que sea, porque es sofisticada.
¿Que qué tiene que ver esto con nuestra situación? Pues mucho. ¿No es fruto de palabras todo lo que nos está pasando? ¿De insistencia en palabras? ¿De selección de unas palabras dominantes –en todos los sentidos de la palabra dominante? ¿No nos ha cambiado el lenguaje en los últimos 300 días? ¿No se han salido con la suya? Y por otra parte: ¿No hay algo de representación, de farsa, en las páginas-imágenes-etcétera de los tribunales, justo en estos días? Nos han cambiado las preguntas, señor Althusser. En lugar de haberlas cambiado nosotros.
En el fondo, la novela, las novelas tienen razón. En sus momentos truculentos o en los que son sencillamente ridículos, se parecen tanto a la vida. Hasta las que diríamos que no, que se mueven entre conspiraciones desesperadamente imaginarias o en mundos particularmente aparte, como las que me ocupan hoy,...
Autor >
Rosa Pereda
Es escritora, feminista y roja. Ha desempeñado muchos oficios, siempre con la cultura, y ha publicado una novela y un manojo de libros más. Pero lo que se siente de verdad es periodista.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí