Taiwán sale del armario
El Gobierno quiere legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, un hito en el continente. Este fin de semana celebra el orgullo gay más popular de Asia
Barbara Celis Taipei , 28/10/2016
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“Nadie te dirá no quiero ser tu amigo y tampoco te darán una paliza si te ven de la mano de un hombre pero todavía se necesita mucho coraje para ‘salir del armario’ en Taiwán. Antes de llegar a casa tendré que quitarme esta camiseta, si no mi padre me mata”. Estampados sobre el pecho de Clement Chang hay un marinero besando a otro en una reinterpretación libre de la famosa imagen V/J Day in Times Square con la que se inmortalizó el final de la Segunda Guerra Mundial en Nueva York. Es el dibujo que promociona la tercera edición del Festival Internacional de Cine Queer de Taiwán (TIQFF), donde Chang, un estudiante de 21 años, trabaja esta semana como becario.
Clement no definiría su vida como una guerra pero sin duda aún está en plena batalla, igual que este festival que se esconde en el tercer piso de un anodino centro comercial de Taipei a donde aún no ha llegado el glamour de otros festivales. pero donde sobra avidez cinéfila por “historias de amor gay”, imposibles de ver en muchos otros países del continente. En la cartelera la noche de nuestra conversación, Nunca vas a estar solo, la película del chileno Alex Anwandter, sobre la víctima de un crimen homófobo que sacudió Chile y el conflicto irresuelto con su padre.
Por suerte, esa trama de ficción no se corresponde con el mundo real taiwanés, donde la comunidad LGBT puede vivir su sexualidad con mucha más libertad que en cualquier otro país del este y sudeste asiáticos, pero donde aún hacen estragos la incomprensión de familias fuertemente tradicionales, el peso del qué dirán en una sociedad con un fuerte sentimiento de comunidad y últimamente, el dinero de los crecientes grupos cristianos que hacen lobby contra los derechos del colectivo LGBT. Pese a ello, este sábado se espera que al menos 80.000 personas acudan a la celebración del Taiwan Pride, la celebración LGBT más multitudinaria del continente, que ha crecido de forma exponencial desde su primera edición en 2003, que reunió sólo a 1.000 personas. Y, aunque muchos esconderán el rostro por miedo a ser reconocidos, tendrán motivos para celebrar: el Partido Progresista Democrático (PPD) de la presidenta Tsai Ing-Wen, elegida hace menos de un año, anunció este lunes 24 de octubre su intención de legislar a favor del matrimonio gay. Es más, en un giro inédito, incluso los dos partidos de la oposición, KMT y NPP, han presentado sus propias propuestas.
Este sábado se espera que al menos 80.000 personas acudan a la celebración del Taiwan Pride, la celebración LGBT más multitudinaria del continente
El crédito hay que dárselo a la congresista del PPD Yu Mei Nu, impulsora de una ley que busca cambiar el código civil para que los matrimonios no sean definidos como la unión entre un hombre y una mujer, sino entre dos personas, garantizando el derecho de paternidad, adopción y beneficios matrimoniales. Si el Parlamento lo aprueba, sería una conquista legal pionera en Asia, y muy simbólica puesto que la mayoría de países de la zona criminaliza la homosexualidad. En Brunei y Burma el gobierno la castiga con la pena de muerte por lapidación y en Malasia, Indonesia y Singapur con la cárcel. En países cercanos como Laos o Tailandia no se les considera criminales, pero no se reconocen sus derechos y hay violencia contra el colectivo LGBT. “En Taiwán el principal problema es la falta de derechos y el desamparo legal de los niños de estas familias, pero esta vez soy optimista, creo que la sociedad está preparada” explica Yu Mei Nu en un encuentro con CTXT. “Sabemos que los jóvenes están mayoritariamente a favor (80%). El problema son los mayores de 50 años, que son los que además donan dinero a los congresistas (sólo un 30% a favor). Por eso algunos políticos siguen ‘en el armario’”, bromea. “Me han dicho en privado que apoyarían la ley, pero en público no se pronuncian por miedo a perder donantes. Tenemos ocho meses para conseguir que se apruebe, si no entraremos otra vez en periodo electoral y perderemos otra oportunidad”.
Yu Mei Nu sabe de lo que habla. Hace tres años presentó la misma propuesta en el Yuan, el parlamento taiwanés. Pero en la última votación antes del cierre de la anterior legislatura, y tras dos años de debates, la oposición no se presentó a votar y la ley quedó en el limbo. “Fue duro, pero creo que ahora hay más aceptación que en 2014. Las ideas viajan más deprisa. Aquella vez recibía docenas de llamadas al día en contra y esta vez, muy pocas y alguna incluso a favor”, explica. Además, su partido ahora tiene la mayoría en el Yuan y cuenta con un arma que no tuvo antes: el fuerte impacto que ha tenido sobre la opinión pública la trágica historia de Jacques Picoux, un popular profesor de francés conocido como “profesor Bi” que se ha suicidado tras la muerte de su pareja, Zeng Jinchao, con quien compartió vida durante 35 años en Taipei. Cuando Jinchao se puso enfermo en 2014 su familia le negó a Picoux cualquier decisión sobre el tratamiento médico y no le permitió heredar tras su muerte el apartamento que compartieron durante décadas. Picoux cayó en una depresión que recientemente le llevó al suicidio. Si hubiera existido reconocimiento legal de su relación, las cosas habrían sido distintas. La tragedia ha sensibilizado a los taiwaneses y, por eso, incluso los dos partidos de la oposición, KMT y NPP, se han apuntado al carro de legalizar el matrimonio gay, un derecho reconocido sólo en veinte países del mundo.
Hace tres años la mayoría de las protestas en contra las organizaron grupos cristianos, una religión que profesa menos del 5% de la población, pero que sabe hacer ruido (el 70% de taiwaneses son budistas o taoístas y no se pronuncian en cuestiones políticas). Esta semana, la historia se repite: en cuanto Yu Mei Nu anunció la ley, la Anti-LGBT Alliance of Religious Groups for the Love of Families se colocó con sus pancartas frente al Yuan. “Lo que los activistas gays quieren es que la sociedad acepte su forma de vida, pero ¿por qué necesitamos cambiar una institución tradicional y milenaria como el matrimonio?”, se quejó en el diario Taipei Times la secretaria general de esa organización, Chang Shou-yi. Los prejuicios y la ignorancia hacia el mundo gay quedan cincelados en uno de los temores expresados por la activista: la legalización invitará a los jóvenes a experimentar con la homosexualidad y abrirá la puerta a la poligamia.
“La aprobación del matrimonio gay en Taiwán sería una grandísima noticia, pero eso no basta. Puedes legislar a favor de la igualdad, pero, cuando la discriminación es parte de la cultura, lo que hay que hacer es trabajo de fondo. Hay que ir a las escuelas y hablar a los adolescentes, hay que romper con prejuicios milenarios, hay que conseguir que los derechos del colectivo LGBT sean un tema de discusión mainstream, no algo de lo que hablamos sólo entre nosotros. Y hay que atreverse a decir ‘soy gay’. Sólo así conseguiremos realmente ser aceptados”. Son palabras de Jay Lin, director del TIQFF, un taiwanés crecido en California que lleva varios años trabajando a favor de la causa LGBT. Su festival crece poco a poco y cuenta con una excelente programación internacional. “Algo muy importante, sobre todo en cuanto a cine asiático. En Taiwán estamos acostumbrados a identificar el mundo gay con algo occidental, pero cuando la gente ve películas sobre los problemas de este colectivo en países cercanos se sienten menos solos y se quitan de encima miedos y culpas. A veces parece que ser gay es algo que sólo ocurre al otro lado del mundo y obviamente no es así”, explica a CTXT por teléfono.
Además Jay Lin ha creado los premios Queermosa (juego de palabras entre queer y Formosa, el nombre que los portugueses le dieron a esta excolonia), unos galardones pioneros que promueven la representación positiva del mundo LGBT en los medios de comunicación y con los que Lin busca, sobre todo, visibilidad para su colectivo. “En otros países ha funcionado, así que sólo trato de utilizar la experiencia: cuando las celebridades hablan, la gente les escucha. Eso contribuye a que la realidad LGBT entre en las conversaciones diarias y deje de ser tratado como algo ‘raro’”.
En Taiwán las muestras de afecto públicas no son habituales, “nadie se besa en la calle”, me cuenta Clement Chang, pero es común ver a amigas cogidas de la mano. “Por eso ser lesbiana es más fácil que ser gay. Ellas no llaman la atención y no las miran, a nosotros sí. Además si eres afeminado te hacen bullying porque no hay nada peor que ser hombre y no responder al prototipo clásico de masculinidad”, cuenta en un relato que seguro han leído antes firmado desde otros países. Aun así, en Taipei existe un barrio gay que, lejos de estar estigmatizado, es popular también entre heterosexuales. Está en Ximen, detrás de la Red House, un antiguo mercado donde hay una plaza con bares al aire libre similar a cualquier barrio gay del mundo, aunque pequeñito. “Aquí el problema es la familia. Lo que más aprecia una familia taiwanesa es que le des un nieto. Ser gay significa para ellos acabar con la descendencia, les resulta intolerable”, cuenta Justin Kan, casado con un estadounidense y quien afirma sentirse tan libre caminando con su pareja por Taipei como por Washington DC, donde vive.
El anuncio de la legalización, sobre el que se espera que la presidenta Tsai Ing-Wen se pronuncie tímidamente antes de la manifestación del sábado, indica claramente que hay una voluntad de cambio en Taiwán. Y hay otras señales: desde hace un mes una mujer transgénero ocupa un ministerio. Audrey Tang, una superdotada con un IQ de 180, es desde octubre ministra digital e incluso antes de asumir el cargo ya había impulsado el debate ciudadano a través de una plataforma gubernamental online con la que se busca educar a la población para acabar con los prejuicios. “Los grupos anti LGBT propagan mucha información falsa online. Por eso, el gobierno ha decidido utilizar la web para informar con datos reales y facilitar el debate” subraya Yu Mei Nu. En esa web puede verse un cortometraje de ficción titulado Love is all you need en el que en un país imaginario, donde todas las parejas son gays, una niña se siente atraída por el sexo contrario y sufre acoso y discriminación por ser ‘diferente’. El mundo visto desde el otro lado. Sin duda, revelador.
Como bien saben los admiradores del oscarizado Ang Lee, el cine también puede servir para impulsar el cambio. El director americano-taiwanés introdujo, por primera vez, con su película El banquete de bodas, en la filmografía local el retrato positivo de personajes gays y el conflicto que viven con sus familias. Han pasado 23 años desde entonces y ahora Taiwán hasta tiene su festival de cine queer. En la puerta del TIQFF una pareja de adolescentes se hacen carantoñas. “Muchos de mis amigos piensan que la homosexualidad es mala. Nosotras no, pero es difícil cambiar la mentalidad de la gente”. Parecen una pareja feliz, pero preguntadas directamente niegan con énfasis ser lesbianas. “Estamos aquí para apoyar la causa, pero nada más” dice una de ellas mientras se abraza a la otra. Si es cierto, verlas allí es un signo positivo. Si es mentira, quizás algún día cercano se atrevan a expresar su sexualidad sin miedo. Mientras llega ese momento, el arco iris LGBT brillará con orgullo este sábado en Taiwán.
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Barbara Celis
Vive en Roma, donde trabaja como consultora en comunicación. Ha sido corresponsal freelance en Nueva York, Londres y Taipei para Ctxt, El Pais, El Confidencial y otros. Es directora del documental Surviving Amina. Ha recibido cuatro premios de periodismo.Su pasión es la cultura, su nueva batalla el cambio climático..
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