OBITUARIO
Marc Sleen, el adiós del cómic presente
El autor sentó las bases de la historieta de humor y representó la situación política y social de su tiempo. Muere a los 93 años y deja un legado casi desconocido fuera de su Bélgica natal
Manuel Gare 9/11/2016
Ilustración de El coronel de hierro.
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Es tan habitual referirse a Hergé (Las aventuras de Tintín) como la gran figura del tebeo belga y de la historieta europea, como al amberino George Van Raemdonck como el verdadero precursor de dicha corriente artística. Quizá lo realmente interesante sea diferenciar las bases que sentaron ambos: mientras que la tira cómica que apareció a principios del siglo XX en la parte francófona belga tuvo un estilo claramente posicionado hacia lo gráfico, los autores flamencos, con Van Raemdonck al frente, se decantaron por lo narrativo.
Marc Sleen, historietista belga de raíces flamencas, fue uno de los primeros en representar ese segundo camino. Nos dejó el pasado domingo, a los 93 años, con más de 200 álbumes publicados entre los que destacan Las aventuras de Nero: recopilaciones de las tiras que publicó ininterrumpidamente entre 1947 y 1992, primero en el periódico De Nieuwe Gids, luego en Het Volk y más adelante en los diarios De Standaard y Het Nieuwsblad. Un virtuosismo poco habitual que le llevó a convertirse en uno de los grandes del tebeo europeo, a pesar de su desconocimiento por buena parte del público extranjero.
Pionero en la tira cómica flamenca, marcaría una línea fundamental en la historieta que conocemos hoy día. La caricaturización más allá de la representación gráfica, el uso de las palabras para conectar con el lector. Marc Sleen se sirvió de todo tipo de sucesos de su tiempo para plasmar la realidad a través del cómic, con especial hincapié en la escena política, tanto nacional —representando a primeros ministros belgas como Camille Huysmans o el defraudador Paul Vanden Boeynants— como internacional —Saddam Hussein, Fidel Castro o el ruso Boris Yeltsin—.
Su historia tampoco pasa desapercibida. Fue capturado durante la Segunda Guerra Mundial por los nazis y enviado a un campo de concentración. Sería poco después de escapar y salvar la vida cuando empezó su trabajo como viñetista en un mundo de muerte y desapego al que respondió con humor y constancia. Tal, que su trabajo en Nero le valió una cita en el Libro Guinness de los Récords como el autor de la tira cómica más longeva.
A sus personajes pueden encontrarlos, además de en sus tebeos, inmortalizados en las calles de Bruselas
Un buen ejemplo de la conexión de Sleen con el mundo que le rodeaba es el de El Coronel de Hierro (De Ijzeren Kolonel), un cómic enmarcado en la Guerra Fría publicado en 1956. Es el mismo año en el que tuvieron lugar los conflictos bélicos en los que se apoya la historia, la revolución húngara y la guerra del Sinaí: mientras Nero y el coronel de Hierro desembarcaban en la costa egipcia coincidiendo la crisis del canal de Suez, Sleen tenía a otros dos personajes cruzando la frontera de Hungría para enfrentarse a los tanques rusos.
Sleen abrió las puertas a la ironía, a la viñeta humorística más inteligente. Sus personajes, desde Nero al detective Van Zwam o a Doris Dobbel, rezumaban humanidad. Antihéroes populares a los que el cómic español empezaría a importar años más tarde, con su cotidianidad a rebosar de defecto, fácilmente reconocibles por el público general, que encontró en el autor belga una puerta de actualidad hacia un mundo polarizado y representativa de la vida flamenca de posguerra.
Sus tiras políticas más cercanas a la línea ideológica del De Nieuwe Gids se fueron disipando en un plano neutral que sirvió de encuentro tanto para niños como adultos, ya fuera por sus bondades en lo caricaturesco o por sus constantes referencias contemporáneas con las que contextualizó a sus historias y a los paradigmáticos personajes que fueron apareciendo en ellas. La actualidad no restó peso, en cualquier caso, a la aventura y lo exótico. Amante del continente africano y de sus safaris —que visitó en numerosas ocasiones—, plasmó su experiencia en álbumes como De Kille Man Djaro, donde dio buena cuenta su respeto por los animales y la naturaleza. Llegó, incluso, a rodar varios documentales para la televisión pública de la región flamenca de Bélgica.
Los dibujantes flamencos se decantaron por lo narrativo. Sleen fue uno de los pioneros en dar ese paso
Una trayectoria impecable que ha sido reconocida con un Premio Saint-Michel y su propia fundación, la cual cuenta con un museo dedicado al autor justo enfrente del Centro Belga del Cómic de Bruselas. A sus personajes, por su parte, pueden encontrarlos, además de en sus tebeos, inmortalizados en la ruta de murales dedicados al cómic de las calles de Bruselas, una ciudad utilizada como escenario decenas de veces por el artista.
Hablar hoy de Marc Sleen es hablar, por tanto, de uno de los padres de la viñeta europea —junto a otros representantes del cómic flamenco como Willy Vandersteen, Jef Nys o Bob de Moor— tal y como la conocemos hoy. Una vida dedicada a la historieta que nos deja con la esperanza de que otros puedan llegar, al menos, a alcanzar su relevancia.
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Autor >
Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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