Elvio Gandonfo, en una foto tomada en Montevideo en 2006.
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Un libro planeado pero nunca escrito y un documental de la BBC sobre el salto de las mantarrayas son los disparadores de un hallazgo para el narrador de Mi mundo privado, la nueva novela de Elvio E. Gandolfo (Tusquets). Un relato que es a la vez memoria y risa, ensayo y ficción, y que mientras avanza se transforma en lección de escritura.
El descubrimiento −"la verdad" como la llama él− consiste en caer en la cuenta de que todo, absolutamente todo, real o fantaseado, está en su cabeza. "Los enamoramientos, los renuncios, las cobardías, las audacias, los perros, los gatos, los delfines, el mar, los desiertos, la punta trunca del Monumento a la Bandera...", enumera el autor y va sacando de la galera, como un mago, paisajes y sentidos, que se desdoblan y multiplican como el eco o la lluvia. Cada capítulo retoma alguna idea o episodio saliente de su vida −de los amores y la familia al trabajo, pasando por viajes y lecturas−, que dialoga con ese descubrimiento, mientras lo desarrolla.
Cada capítulo retoma alguna idea o episodio saliente de su vida −de los amores y la familia al trabajo, pasando por viajes y lecturas−, que dialoga con ese descubrimiento, mientras lo desarrolla
Clasificar el tenor de la experiencia no es sencillo, como prueban las conversaciones que el narrador refiere haber sostenido con amigos que fallan al querer desentrañar el calibre de la revelación que comparte con ellos (ese ida y vuelta entre el afuera y el adentro de la ficción será permanente). Pero la ambigüedad del encuadre es suma y no menoscabo en lo que se intenta transmitir.
"Autoficción real y autobiografía inventada", definió con agudeza y consciente de la hibridez del texto la escritora Mariana Enríquez durante la presentación del libro en el bar Los Galgos, un clásico de Buenos Aires, recientemente recuperado, que ha vuelto a atraer a escritores e intelectuales (el mismísimo y esquivo César Aira pasó esa noche a saludar), en tertulias que aprovechan el salón del primer piso, mientras se brinda y cena en la planta baja.
Escritor y maestro de periodistas culturales de ambas orillas del Río de La Plata, Gandolfo, que vive entre Buenos Aires y Montevideo, nació en 1947 y creció en Rosario. En 2014 ganó el Premio de la Crítica por los relatos de Cada vez más cerca (Caballo negro). Ese reconocimiento puso en valor una vida dedicada a la literatura, que registra como hito, entre otros, su trabajo en el mítico Centro Editor de América Latina.
Durante la presentación, reeditó anécdotas, despuntó su magnífico sentido del humor y se detuvo en preferencias y obsesiones que el libro refleja: su amor por el policial, la imaginación como vía de escape y el regreso al cómic, una vieja fascinación, a partir de compartir esa devoción con su nieto. Para ambos, en el panteón de los superhéroes, Superman ocupa un lugar especial: "Tiene algo de Zeus", sintetiza el autor. Potente, poderoso, puede volar −¡incluso al revés!− "y hacer que retroceda el tiempo y, sin embargo, no interviene demasiado". Esa displicencia lo encumbra entre las criaturas de Marvel.
En Mi mundo privado (nombre con el que se conoció en español una película de Gus van Sant y broma del autor que usa para un cosmos propio un título ajeno), Gandolfo emplea para darle densidad al universo que propone retazos reconocibles de su historia: sus dos ciudades de residencia y los efectos cotidianos de esa existencia en movimiento, por ejemplo. Pero como buen prestidigitador, a lo largo de 20 capítulos breves hace pie en meditaciones, hechos y obsesiones personales (rutinas que comparte con su mujer, anécdotas sobre cómo se salvó del servicio militar obligatorio, su afición por los aviones o su tendencia a postergar indefinidamente el inicio de un proyecto...), para conducir a los lectores más dócilmente hacia la ficción.
La transgresión consiste en que muestra los hilvanes allí mismo, en la novela, transparentando el detrás de escena. Confiesa al cabo de algunas páginas, sin que nadie se lo pida y sólo para probar la precisión quirúrgica del samurái, que inventó tal o cual pasaje: "... la larga conversación durante un viaje a Jujuy con un desconocido..." o "la mujer llamada Sonia", con la que presuntamente el narrador tuvo una relación sentimental. Podría haber sido, parece decir, o mejor aún: fueron, pero en la literatura.
La transgresión consiste en que muestra los hilvanes allí mismo, en la novela, transparentando el detrás de escena
El atractivo central de este libro, querible y profundo en el más valioso y humano de los modos, son esos desvíos. Los merodeos de un narrador que muestran cuál es la alquimia que lo lleva a imaginar y qué de lo imaginado elige escribir y por qué (o por qué no). Deriva creativa de altísimo nivel.
El juego llega al paroxismo en el capítulo 17 −"Habría pasado"− que retoma El día, aquella novela nunca escrita de la primera página (una historia sobre la existencia de un hombre que pasa 24 horas en una cotidianidad absolutamente armónica y estática y, tras analizarlo, se da cuenta de que ha muerto), para desarrollar cómo habría actuado el narrador de haber sido el protagonista.
"Si yo hubiese sido ese protagonista, me habría puesto en movimiento", afirma. "Me habría apartado de la silla con rueditas y habría abierto la puerta del cuarto donde estaba y salido al pasillo (...) No me habría detenido allí, ni habría ido a fijarme si mi hija y mi mujer estaban en sus cuartos. Me habría dicho: 'A ver si pensaron en esto' y habría salido al palier y habría llamado al ascensor...". Así escribe en potencial y en borrador la historia que se negó a materializar a su tiempo.
Ese vitalismo insobornable (que distingue a Gandolfo del Mario Levrero de La novela luminosa, por ejemplo; ambos escritores fueron grandes amigos, por cierto) es una clave de acceso al territorio que propone. "El mundo real es un sitio perezoso, realista, un poco bobo, enamorado de la frase 'es lo que hay'", define. El mundo privado, en cambio, "siempre quiere más".
Es el sitio de la aventura, de lo gozoso, de la fuga hacia lo mejor de nosotros y requiere, recomienda Gandolfo, dejar que entre aire en él, como entre las pilas desordenadas de papeles que queremos emparejar: "...soltarlo, para que pueda irse, y volver cuando se le dé la gana."
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Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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