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ANÁLISIS

Reino de España: Duelos y quebrantos

Construir una alternativa de gobierno de izquierdas supone un esfuerzo consciente que pasa por el debate estratégico y el reforzamiento democrático organizativo

Antoni Domènech / G. Buster / Daniel Raventós (SINPERMISO) 9/11/2016

<p>Penitentes en la Basílica Inferior de Asís, por José Jiménez Aranda.</p>

Penitentes en la Basílica Inferior de Asís, por José Jiménez Aranda.

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La remodelación del Gobierno en funciones –no ha sido otra cosa— cierra el largo interregno de 319 días que ha tardado Rajoy en doblegar el cuestionamiento institucional de su candidatura. Tras dos elecciones generales (20 de diciembre y 26 de junio), dos sesiones de investidura (Pedro Sánchez y el propio Rajoy), un torpe golpe interno chusquero en el PSOE, la negociación de un brutal ajuste trienal con la UE y la entrada en vigor de la reforma de la ley del Tribunal Constitucional (LO 15/2015) que le permitirá reprimir legalmente la insumisión institucional catalana.

Rajoy ha resuelto en buena medida los problemas con sus mandantes, las élites rectoras españolas –sociales, económicas y mediáticas— que llegaron a ponerlo abiertamente en cuestión  como agente fiduciario de sus intereses y aspiraciones. Y hay que decir que, en la dura y tenaz batalla, ha ganado autonomía respecto de ellas. Para empezar, respecto del propio PP, ahora convertido en su mero instrumento. Ha conseguido, además, avasallar, es decir, convertir en meros vasallos a sus aliados de C’s. Y en poco menos que eso a los barones territoriales del PSOE que, a costa de hundir por mucho tiempo –acaso para siempre— los horizontes electorales generales de su propio partido,  terminaron facilitando el bochornoso espectáculo del abstencionazo. Rajoy ha ganado incluso autonomía respecto de su propio gobierno, que está ahora a lo que mande el antiguo registrador de la propiedad pontevedrés. La única instancia de que depende y a la que se debe es la Unión Europea.

 Rajoy ha ganado incluso autonomía respecto de su propio gobierno que está ahora a lo que mande el antiguo registrador de la propiedad pontevedrés

En la nueva legislatura, Rajoy solo tiene dos objetivos: aplicar el ajuste trienal negociado con la UE y mantener integérrimo el marco constitucional en Cataluña. Lo demás es “política”, y, como bien ha adelantado el nuevo portavoz Méndez de Vigo, “mucho diálogo, mucha negociación”… pero para nada.

Porque el nuevo Gobierno Rajoy no está para hacer política. Está para gobernar, verbo que ahora no significa otra cosa que la puesta por obra tecnocrática de los diferentes, y a veces encontrados, intereses de las clases dominantes, el arbitraje entre los cuales –y la representación de los mismos ante la UE— se reserva a través de los aparatos del Estado. Como él mismo ha dejado dicho, la política ni es “razonable, ni es conveniente”, por mucho que se levanten los estandartes del “regeneracionismo” contra la corrupción y de la “democracia representativa” para agitar contra una hipotética suma mayoritaria de minorías parlamentarias, o los espantapájaros del “independentismo” para chantajear en la negociación de la financiación autonómica y el “peligro populista”. 

Si no fuera por esta reconquistada autonomía –un cesarismo de andar por casa— de Rajoy, la gravedad de la derrota sufrida por las izquierdas sería inversamente proporcional a la levedad de su remodelado gobierno. Pero la derrota, consecuencia de la desmovilización social y electoral de la izquierda social antes de las segundas elecciones del 26 de junio, ha confirmado la falta de una alternativa política creíble sustanciable en la formación de una coalición de las izquierdas con un programa de gobierno serio a la altura de los graves desafíos del momento, y particularmente de los europeos.

La remodelación del Gobierno

Parece obligado decir algo de los designados por Rajoy para gestionar los ministerios. El núcleo duro sigue estando compuesto por los encargados de la gestión económica. De Guindos, el detonador y negociador del rescate bancario de 2012, negociador del ajuste trienal, quien al parecer repite esperando hueco abierto en el Consejo del Banco Central Europeo. Montoro, el Torquemada de la financiación autonómica y ejecutor del ajuste presupuestario, quien ha remodelado el viejo búnker de la Guerra Civil bajo el Ministerio de Hacienda, muy consciente, al parecer, de su popularidad. Y se ha liberado de otras tareas a Soraya Sáenz de Santamaría para que se vuelque, con el Aranzadi en una mano y el CNI en la otra, contra la insumisión catalana. Y de momento, ya se ha recrudecido la represión contra cargos públicos como, entre otros, la presidenta del Parlament de Cataluña, Carme Forcadell, y la alcaldesa del ayuntamiento de Berga, Montserrat Venturós. Es una declaración de intenciones.

Con semejante gobierno, ¿alguien duda de que Rajoy decidirá a su buen placer quién será su sucesor al término de su mandato?

El resto son apaños. Nadal tiene que gestionar la irritación de los “señores de las energías”, que muestran su creciente frustración –menguantes beneficios mediante— sentando en sus consejos de administración a ex altos cargos del PSOE. De la Serna tendrá que lidiar con los “señores del cemento” desde Fomento, el ministerio que más recortes ha sufrido en el gasto público. Tejerina en Agricultura y Dastis en Exteriores tienen que recuperar una gestión mínimamente eficaz de las ayudas comunitarias y de los Consejos europeos, tras los despropósitos de Miguel Arias Cañete e Isabel García, por una parte, y los frívolos desvaríos petulantes de Margallo, cuya talla internacional se deja medir perfectamente por la de su principal oponente, el ministro principal de Gibraltar, Picardo. Catalá continuará en Justicia buscando asegurar la eficaz instrumentalización de unos tribunales presupuestariamente asfixiados y ahogados en sus propios expedientes.

El resto es el grupo de los perdedores: los condenados a la “política” en el sentido marianista; los que habrán de servirle de parapeto contra las salpicaduras. Empezando por Cospedal, secretaria general del PP de la Gürtel y Bárcenas, perdedora de Castilla-La Mancha, y ahora castigada a gestionar la deuda armamentista de un ejército que ha dejado de ser operativo en términos OTAN. Siguiendo por Zoido en Interior, el inútil que ha sido incapaz de levantar una alternativa en Andalucía, ni con Ciudadanos, al PSOE en crisis de Susana Díaz. Luego están los ministros de las mareas: Fátima Báñez, responsable de la gestión del paro, de la precariedad laboral y de la caja de las pensiones, de la que solo ella puede dar cuentas; Méndez Vigo, encargado de una unánimemente vilipendiada reforma educativa que ni siquiera diseñó él, sino Wert (que está en París, tan ricamente de embajador en la OCDE). Mención aparte merece el misterio insondable del nombramiento de Dolors Montserrat en Sanidad, la única explicación del cual es que es parte de todas las cuotas posibles: catalana del PP que habla el castellano casi como una lengua extranjera, lo que tiene su retranca en una militante de este partido, mujer del PP y miembro de una familia del PP con empresa morosa con Hacienda. Dicen las crónicas periodísticas aficionadas a las human stories que Rajoy le comunicó la noticia en un funeral.

Con semejante gobierno, ¿alguien duda de que Rajoy decidirá a su buen placer quién será su sucesor al término de su mandato?

Los ritmos

Cumplido el expediente, ¿cómo serán los ritmos?

Rápidos. El ajuste trienal supone recortes de un 0,5% del PIB durante tres años. Ello exige realizarlos en el primer semestre, para poder hacer los ajustes con la evolución macroeconómica en el segundo semestre de cada año, junto con la negociación del siguiente presupuesto por un gobierno minoritario que, en el mejor de los casos, cuenta con seis votos menos de la mayoría necesaria.

¿Y las contrarreformas, en especial pensiones y laboral?

Aquí el margen es mayor, se extiende a la primera mitad de la legislatura. Entra en el terreno de la “política”, de ese “mucho diálogo y negociación” ordenado por Rajoy, cuyo objetivo principal es tener entretenidos a los interlocutores sociales y a la oposición hasta que acepten lo inevitable. Vaciada la caja de reserva de la Seguridad Social en un año, sin reforma fiscal, comenzará un endeudamiento en los mercados de bonos de la seguridad social para mantener las prestaciones a corto plazo. Y, dada la proporción entre empleos precarios y estables que se crean, lo que se espera es que el ámbito de la negociación colectiva se vaya reduciendo mientras sigue cayendo la proporción de las rentas del trabajo, los salarios, en el conjunto de la renta nacional.

¿Y las incógnitas?

Muchas. Porque todo este programa de gestión neoliberal de la precaria situación socioeconómica se sostiene sobre un castillo de naipes. A ella se ha referido De Guindos como “la gran vulnerabilidad”. En primer lugar, las tasas de crecimiento dos puntos por encima de la Eurozona, aunque empiezan a decaer, son el resultado directo de la moratoria electoral de más de un año del austeritario programa procíclico europeo de ajuste y consolidación fiscal. El recorte trienal del 0,5% del PIB, con la contracción del comercio internacional actual, supone adelantar una recesión que se está cocinando a nivel internacional.

Entra en el terreno de la “política”, de ese “mucho diálogo y negociación” ordenado por Rajoy, cuyo objetivo principal es tener entretenidos a los interlocutores sociales y a la oposición

En segundo lugar, las actuales cifras macroeconómicas dependen de factores exógenos coyunturales: el desplome de los precios de la energía, la repatriación de los últimos beneficios de América Latina o la política de “flexibilización cuantitativa” del BCE. Ocurre, en tercer lugar, que la tasa de beneficios –en pleno esfuerzo de desapalancamiento— del capitalismo de amiguetes políticamente promiscuos característico de la Segunda Restauración  borbónica sigue dependiendo en buena medida del gasto público, y a pesar de su recuperación parcial en 2014-15, sigue sin llegar a los niveles de 2010-11.

Es más, con semejante panorama, y dada la correlación entre caída de salarios y aumento de beneficios en la renta nacional, que casi es de suma-cero, lo que comienza a vislumbrarse como inevitable, aun con independencia de la voluntad de los distintos actores sociales y del propio gobierno, es una confrontación decisiva en el terreno social.

¿Crisis de la Segunda Restauración? ¿Qué crisis?

Pero la crisis estructural del régimen político nacido en 1978 va mucho más allá de la erosión de las bases económicas y los ritmos de crecimiento que permitieron durante 15 años, hasta el giro ultraneoliberal de Zapatero de mayo de 2010, el pacto social del “Estado del medioestar” (con un claro déficit en relación con la media de la Eurozona).

Como hemos repetido muchas veces en SinPermiso, esa crisis afecta a todas las instituciones y sectores de la Segunda Restauración. La rápida sucesión al frente de la Corona en 2014, para hacer frente a los desafueros de Juan Carlos I y al caso Urdangarin, ha conseguido como mucho frenar los ritmos de erosión de su legitimidad para acompasarlos a los del propio régimen que corona. Bien visible ha sido en las consultas preceptivas para la formación del gobierno en estos últimos meses. Y en el republicanismo y el independentismo, que crecen.

El Congreso de los Diputados puede servir para intentar negarle a Rajoy una mayoría que legitime sus políticas más descarnadamente antisociales y antidemocráticas

El Estado de las autonomías está desahuciado por sus propios inventores: el PP está en faena de plena recentralización judicial y fiscal; el PSOE aboga por un Estado federal inanemente utópico, por la obvia imposibilidad de proceder a una reforma constitucional controlada; el resto, simplemente, quiere otra cosa, sea la que sea. El turnismo bipartidista PP-PSOE, apoyado periódicamente por la extinta CiU y el incombustible PNV, ha pasado a mejor vida en este ciclo electoral y tras el abstencionazo de los barones territoriales del PSOE. Descanse en paz, enterrado por la “gestión técnica” de un Rajoy sostenido en el báculo de Ciudadanos y consentido por el 60% del Comité Federal del PSOE. Es evidente que no es esa la fórmula de la estabilidad política del Reino de España. Y para qué hablar de la contradicción constitucional per se entre la realidad plurinacional del Reino y su uniformización constitucional borbónica y franquista como “pueblo” que hace que una solución democrática, con urnas como en Escocia, sea simplemente imposible. Solo queda añadir la corrupción endémica…

Aunque se pretendan ignorar, las causas estructurales de la crisis de la Segunda Restauración siguen actuando. El mandato del remodelado Gobierno de Rajoy –mandato de la UE, porque más de 16 millones de votantes se expresaron contra los 7 que lo apoyaron en las pasadas elecciones— es hacer frente a dos crisis y solo a dos: ajuste fiscal trienal e insumisión institucional catalana. Dentro de tres años, todos calvos…

Una nueva fase y sus retos

Entramos, pues, en una nueva fase política y social de un largo ciclo. Las izquierdas han sufrido una dura derrota electoral que, quieras que no, ha abierto ya una nueva fase de reestructuración organizativa que pasará por tanto por Congreso extraordinario del PSOE como por el debate estratégico y organizativo de Unidos Podemos y sus confluencias. De la capacidad de resistencia social y sindical contra la nueva avalancha de recortes y contrarreformas que se avecinan y de los resultados de la reestructuración de las izquierdas en sus tres componentes –PSOE, Unidos Podemos más confluencias y las distintas izquierdas independentistas (ERC, CUP, Bildu, BNG)— dependerá en lo fundamental la duración de esta segunda legislatura.

Casi no ha empezado, cuando ya todos los partidos han comprendido el escaso espacio de oposición efectiva, para no hablar de control, que ofrece el Congreso de los Diputados. Uno de los argumentos de los participantes en el abstencionazo ha sido desmentido incluso antes de la constitución del remodelado Gobierno de Rajoy. El Congreso de los Diputados puede servir para intentar negarle a Rajoy una mayoría que legitime sus políticas más descarnadamente antisociales y antidemocráticas. Puede y debe servir de altavoz de las luchas de resistencia. Y debe ser una experiencia que permita formar a cuadros de las izquierdas. Pero el equilibrio de fuerzas se determinará en las confrontaciones en otras instituciones, como en los ayuntamientos del cambio, ante los tribunales y en las movilizaciones de resistencia.

Construir una alternativa de gobierno de izquierdas supone un esfuerzo consciente que pasa por el debate estratégico y el reforzamiento democrático organizativo. Pero tiene que articularse una mayoría social que dependerá de tres escenarios: la capacidad de resistir a las políticas del PP, la aparición de un polo de izquierdas en el Congreso extraordinario del PSOE y el reequilibrio estratégico de Unidos Podemos y las confluencias en la nueva fase abierta. Sin la articulación de estos tres escenarios, los ritmos y su duración los impondrá Rajoy.

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Este texto está publicado en SinPermiso.

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