Tribuna
La CUP y Junts pel Sí: ¿alianza o lucha de clases?
La estrategia de mutación caótica del sujeto constituyente es la única manera de afrontar, hoy, la lucha de clases en Catalunya
Albert Noguera 30/11/2016
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La negociación de los presupuestos en Catalunya ha abierto un nuevo frente de discusión entre Junts pel Sí y la CUP. Independientemente de cuál sea el resultado, las críticas sobre la CUP caerán, ya sea por parte de unos, acusándole de aliarse con la burguesía, o por parte de otros, de poner continuos palos en las ruedas a la unidad independentista y hacer el juego al Estado. Ambas acusaciones proceden de análisis reduccionistas.
Para los que formulan el primer tipo de crítica, la relación entre los ejes social (izquierda-derecha) y territorial (independencia-federalismo) no ha sido nunca entendida, en Catalunya, como una relación cruzada de la que surgen una pluralidad compleja de posiciones ideológicas, sino que sería una relación de superposición, donde el derechismo ideológico de uno sería directamente proporcional al grado de independentismo del mismo.
Respecto a la segunda crítica, ha sido común escuchar, desde el inicio del proceso, a determinados sectores del soberanismo afirmar que primero es necesaria la unidad entre independentistas y que una vez lograda la independencia ya se discutiría si la Constitución debe ser de derechas o de izquierdas.
Ha sido común afirmar que primero es necesaria la unidad entre independentistas y que ya se discutiría si la Constitución debe ser de derechas o de izquierdas
Este último no es un planteamiento nuevo en la historia de los procesos constituyentes. Durante la primera mitad del s. XX, se hicieron famosas las periodizaciones que historiadores norteamericanos como George S. Pettee o Crane Brinton realizaron de los procesos constituyentes clásicos (norteamericano, francés, ruso, etc.). De acuerdo con éstos, tales procesos se han caracterizado por seguir una secuencia temporal ordenada y cronológica en dos momentos temporales distintos, separados por el acontecimiento de ruptura, en cada uno de los cuales operan formas de sujeto político colectivo opuestas.
El primer momento se caracterizaría por la alianza de clases contra la autoridad opresora hasta la caída de la misma. En este primer momento la lógica de articulación política y la forma del sujeto político es la de pueblo-masa. Esta es una forma organicista, agregadora, unitaria y transversal de sujeto político, donde ciudadanos de muy distinta ideología, o incluso sin ideología clara, se unen, articulan y movilizan para la defensa de lo que consideran elementos igualdad-identidad que perciben como propios, transversales y definitorios del colectivo al que pertenecen y que ven atacados por el Poder (su lengua, su identidad nacional, la idea de democracia, sus derechos, etc.). La alianza de clases es aquí lo que hace avanzar el proceso.
El esquema de mutación cronológica es el que defienden los que abogan por la idea de “primero la independencia y luego lo social”
Superado este momento, derribada la autoridad y en una situación de ausencia de poder, plasmada en un gobierno provisional y la convocatoria de una Asamblea Constituyente, se da una mutación del sujeto político e inicia una lucha competitiva entre clases o grupos sociales por la hegemonía y el control del poder. La forma del sujeto político no es ahora cohesionada y unitarista sino pluralista, la del faccionalismo o corporativismo de clase o grupo en lucha entre ellos para lograr imponer, de acuerdo a sus intereses, la línea ideológica de la nueva realidad constitucional. La lucha de clases es, en este momento, lo que hace avanzar el proceso.
Este esquema de mutación cronológica y ordenada del sujeto político soberanista es el que defienden los que abogan por la idea de “primero la independencia y luego lo social”.
Ambas posiciones de crítica con la CUP analizan el conflicto catalán en términos de dialéctica binaria, cuando éste sólo puede analizarse en forma de dialéctica triádica, con tres agentes autónomos (régimen del 78, burguesía catalana y clases populares) en interacción entre sí.
Además, la segunda crítica no entiende tampoco que la propia naturaleza unilateral del proceso catalán en la que el Estado español no va a negociar ningún referéndum ni reconocer ninguna declaración unilateralmente de ruptura no provocará el derrocamiento de la vieja autoridad estatal y la apertura de una nueva institucionalidad constituyente en un contexto de superación del viejo conflicto nacional y apertura de un nuevo conflicto social. Sino que lo que hace es abrir un contexto de coexistencia o de dualidad de poderes, instituciones y legalidades enfrentadas (la constituida española y la constituyente catalana) con nichos de legitimidad o deslegitimidad parcial cada una de ellas, donde no se resuelve la presencia ni el conflicto con la vieja autoridad estatal, que continúa reproduciéndose después de la ruptura.
En consecuencia, el momento político de ruptura con el Estado (el conflicto nacional) y el momento jurídico de institucionalización de la nueva realidad constitucional (el conflicto social o de clase) no se dan como momentos separados cronológicamente ordenados en el tiempo, donde el segundo momento supera y sucede al primero. Los dos momentos se solapan y operan en paralelo, de forma que las dos formas de sujeto constituyente, la de pueblo-masa (más adecuada para hacer frente al Estado) y la de corporativismo social (la propia del conflicto de clase interno) también pasan a tener que operar en paralelo.
La única posibilidad que la izquierda tiene para garantizar que el proceso triunfe, es adoptar una estrategia de mutación caótica de la forma del sujeto constituyente
Esto provoca que la estrategia de mutación cronológica de la forma del sujeto constituyente (primero lo nacional o pueblo-masa y luego lo social o conflicto de clases) no tenga ningún sentido. La única posibilidad que la izquierda tiene para poder hacer frente al Estado y garantizar que el proceso triunfe, a la vez que conseguir anclar hacia la izquierda el contenido de la constitución, es adoptar una estrategia de mutación caótica de la forma del sujeto constituyente ¿Qué quiere decir esto?
Pues que si partimos: 1. De que la forma pueblo-masa, de naturaleza transversal, se constituye en la forma de movilización y sujeto constituyente más eficaz para afrontar los ataques por parte del Estado y defender la legitimidad las instituciones constituyentes, y la forma del conflicto de clase es la forma más eficaz para conseguir anclar la nueva realidad constitucional hacia la izquierda; y, 2. De que el conflicto con el Estado y con la burguesía catalana para definir los nuevos contenidos constitucionales se darán de manera solapada y entrecruzada. La estrategia de la izquierda independentista sólo puede ser la de ir mutando permanentemente de manera caótica de una forma a otra de sujeto constituyente, intentando que esto le genere el mínimo de contradicciones posibles.
Para entendernos: el uso de recursos-acciones de movilización social para intentar conseguir la nacionalización del sector energético que pueda acabar con una actuación represiva de los mossos d’esquadra no condenada por el Partido Demócrata Europeo Catalán, no tiene que impedir que al cabo de dos días estos mismos movimientos impulsen y participen de convocatorias conjuntas de alcance transversal en defensa de la institucionalidad constituyente atacada por el Estado. Ni esto último debe impedir tampoco que tres días más tarde se continúe con formas de conflicto social para reivindicar la reversión de las concesiones de gestión privada en la sanidad catalana.
La estrategia de la CUP no es la alianza de clases sino la doble lucha de clases: contra el régimen del 78 y contra la burguesía catalana, agentes autónomos y enfrentados entre ellos. El carácter triádico del conflicto obliga a la izquierda independentista a adoptar una estrategia de mutación caótica del sujeto constituyente. Esta es actualmente, en Catalunya, la única manera de afrontar la lucha de clases.
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Albert Noguera Fernández. Profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de València.
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