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Imaginemos a Borges sentado en la mesa de una milonga de la calle Canning, antes de la guerra de las Malvinas. Imaginemos que en su mesa lo acompañan Edgardo Cozarinsky y Ricardo Piglia. Imaginemos lo que hablan: comentan pormenores de las conferencias que Borges ha dictado sobre tango esos días. Mientras, la música suena, el tango suena y las parejas se entreveran en la pista sin pasos audaces, cumpliendo las normas del baile clásico, familiar, argentino.
Imaginemos que de pronto aparece en escena María Kodama, se acerca a Borges, le dice algo en voz baja y Borges se pone de pie. Los dos comienzan a acercarse lentamente a la pista. Es entonces cuando la música cambia y se oyen sonar los acordes de Por una cabeza.
Borges ciego, emulando a Al Pacino en Perfume de mujer, se entrega con apasionada seguridad a la danza y María lo sigue, fiel y sonriente.
Y aquí, la escena de referencia en YouTube, y el poder erótico del encuentro de la ceguera y la belleza. Y el tango. Los más avisados se habrán dado cuenta de que lo que hay hasta el enlace es, rectorialmente hablando, un plagio. Es el principio de un relato de no diré quién, porque entonces sería pura intertextualidad, tan de moda, y a mí, lo de plagiar, me hace como ilusión. (Tengo la ventaja de que vamos a gananciales, pero no se lo digan a nadie). Plagio, el único delito que sólo se perdona si va seguido del asesinato de la obra anterior. Y a veces, y hay casos sangrantes en la historia de la literatura española, ese asesinato se propicia por la fama, el prestigio, la pereza del plagiador. Y entonces no. Entonces hay alevosía, mucha alevosía. El escritor poderoso que roba al principiante, cuya obra ha llegado a sus manos por vías casi oficiales. Alevosía y abuso de poder y de confianza.
El rector no creo que “asesine” a los investigadores genuinos, y esta servidora no va a matar al autor de ese cuento. Así que zapatera a mis zapatos, a lo que iba: la edición por Lumen de unas conferencias, hasta hace bien poco inéditas, de Borges. Precisamente sobre el tango y su mundo. Deliciosas. Porque Borges desgrana en ellas toda su sentimentalidad, o, al menos, ese mundo sentimental del que arrancan buena parte de sus cuentos. Ese mundo antiépico, pero, en cambio, tan épico, de los arrabales, los orilleros, las casas malas, los hombres de cuchillo rápido y honor hipersensible, en fin. Ese mundo de Hombre de la esquina rosada.
Borges, que nunca falló a la República Española, guardaba en su retranca de humor tantas veces ácido
Cuenta Borges la historia del tango, con una devoción escondida. De sus orígenes humildes y de un mundo que afirma haber conocido, el de los cuchilleros, en ese su primer Buenos Aires, Sur y Palermo, el mundo de Fervor de Buenos Aires. El de Luna de enfrente. De su viaje del ambiente de compadritos y tangueras al de los señoritos bien, calaveras ellos. De su consagración en París, y de su paso por el cine. Y, podríamos añadir, de su excomunión por parte del Pastor Angelicus, Pío XII. Que es un bailar sensual, sexual.
Y un poco machista, con tanta testosterona, tanto deseo, tanto drama. Pero esto no lo dice Borges en El Tango. Cuatro conferencias. Como no puede contar la historia del propio libro, rocambolesca y casual, casi como otro tango, que les resumo. Las conferencias las dicta Borges en 1965, y las grabó un gallego (no sé si literalmente, o simplemente español), Manuel Román Rivas. Este le dio las cintas a José Manuel Goikoetxea, quien, a su vez, se las pasó a Bernardo Atxaga, que las escuchó fascinado, las digitalizó, investigó su veracidad –y eso que la voz de Borges es casi inimitable-- y, una vez ajustados los derechos etcétera, nos las ha regalado., vía Lumen.
Y aquí están. Una mancha más a ese tigre contradictorio que es Borges, ese caballero que nunca falló a la República Española, que guardaba en su retranca de humor tantas veces ácido, ese fondo profundo de un pensamiento paradojal, mortal, y una ternura sutil y casi vergonzante. Y que, como cuenta en este libro, estuvo en los palacios, pero también en las cabañas.
A mí me da mucho respeto escribir de Borges, que es una literatura, ya lo sabemos. Pero este libro inédito hasta ahora no se podía quedar sin saludar.
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Rosa Pereda
Es escritora, feminista y roja. Ha desempeñado muchos oficios, siempre con la cultura, y ha publicado una novela y un manojo de libros más. Pero lo que se siente de verdad es periodista.
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