Tribuna
Intelectuales y activistas al poder
El mestizaje de las ciudades es el germen de lo que haya de ser la política del futuro (quizá ya del presente): participativa, cercana e incluso basada en la "codecisión" con la ciudadanía
José María Rueda Gómez 4/01/2017
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Releyendo estos meses a varios clásicos de la sociología política urbana, básicamente los escritos sobre Ciudad y Ciudadanía, de Jordi Borja y Manuel Castells, me han venido a la cabeza algunas reflexiones que considero perfectamente aplicables a nuestra realidad política y social, y que empezaron a madurar en los análisis y estudios de los citados autores allá por la década de los 80 del pasado siglo. Análisis y estudios surgidos de la constatación empírica de la realidad de la ciudad, de su entorno, de sus habitantes y de sus necesidades. Y también de la consideración de la ciudad como algo más que una suma de personas, de relaciones y de transacciones, sino más bien como un concepto político y estratégico, llamado a desempeñar un papel fundamental en la era de la globalización en la que ya por aquellos años, y sin que se tuviera conciencia general de ello, vivíamos.
Los años 80 alumbraron en España un nuevo poder, el de las regiones o comunidades autónomas, que se fraguaron al hilo del consenso constitucional del 78
La primera reflexión alude al propio papel de la ciudad como instancia administrativa básica del entramado institucional del país, es decir, el nivel local, el más cercano a la ciudadanía. Los años 80 alumbraron en España un nuevo poder, el de las regiones o comunidades autónomas, que se fraguaron al hilo del consenso constitucional del 78, y cuya configuración política y competencial se hizo, admitámoslo, a costa del nivel local. Unas veces de manera pacífica, incluso consensuada; otras veces, por la vía de los hechos, básicamente, los "hechos financieros" y su evidente trasfondo político. Qué lejos queda el ideal del 50-25-25 como paradigma del reparto del gasto público entre las 3 instancias de poder, estatal, autonómico y local.
Ello no impidió que surgiera o se consolidara un movimiento, a caballo entre lo reivindicativo y lo identitario, que reclamó, y en muchos casos consiguió, un gran protagonismo del municipalismo, no tanto en lo relativo a dotaciones competenciales o financieras, sino en cuanto a papel político y presencia de la ciudad en las grandes decisiones estratégicas que se adoptaban desde el resto de niveles administrativos. Baste recordar los nombres de varios alcaldes de diferentes ciudades españolas de aquella década (Tierno, Maragall, Sáinz de Baranda, Aparicio, Jara, Anguita, etc..), todavía referentes por la proyección que lograron para sus ciudades, a las que convirtieron en auténticos espacios públicos de debate, de creación, de desarrollo y de convivencia.
Y justamente en la consecución de ese estatus de "espacio público" y espacio político desarrollaré la siguiente reflexión, en la línea de abordar la necesaria implicación ciudadana que, entonces como ahora, se antoja fundamental para dotar de legitimidad el proyecto urbano, considerado globalmente. Tanto Borja como Castells abordan en sus trabajos el papel de la intelectualidad y el activismo ciudadano en la política de la ciudad. El intelectual, como en el caso del primero, que, tras desarrollar un trabajo teórico de diseño de políticas públicas urbanas, da el salto a la primera fila del gobierno municipal para aplicar en la práctica todo lo teorizado, y permanece en él prácticamente una década, para retornar a la primera tarea. O el estudioso del activismo social, como el segundo, que analiza las consecuencias, no siempre positivas, que conlleva el paso de muchos de estos activistas de su papel reivindicativo en la sociedad al desempeño de labores de gobierno, con la consiguiente disminución de la tensión dialéctica que produce en el tejido social.
Para Castells, que no niega la conveniencia de que activistas sociales se incorporen a tareas de gobierno municipal, este tránsito acarrea una cierta "domesticación" del movimiento ciudadano, pues sus mejores cuadros se "institucionalizan" y desde el gobierno se impulsan actuaciones que procuran esa domesticación, como la política de ayudas y subvenciones a las asociaciones o los mecanismos de canalización de las demandas ciudadanas que inevitablemente les hacen perder fuerza, al insertarse en un proceso general de toda la ciudad y todo su diseño. Al principio, fueron dirigentes vecinales quienes se hicieron cargo de algunas concejalías, con resultados dispares. Esta reflexión la traslada a la actual situación originada por la aparición de nuevas fuerzas políticas, ya con representación municipal, incluso ostentando el gobierno de algunas ciudades importantes. Será interesante observar, con cierta perspectiva, si el acceso al gobierno o simplemente a la institución municipal de bastantes de estos activistas urbanos acarrea esas consecuencias o no.
Será interesante observar si el acceso al gobierno o simplemente a la institución municipal de bastantes de estos activistas urbanos acarrea esas consecuencias o no
En cualquier caso, y esto es opinión propia, la "multiexperiencia" que les va a suponer haber sido demandante y ahora responsable de cumplir la demanda sin duda que redundará en una mejor comprensión de la compleja realidad en la que se desenvuelve la vida política en general, y la local en particular.
Borja siempre se ha mostrado más partidario, quizá por su experiencia personal, de poder compatibilizar, alternativamente, la experiencia del diseño teórico de las políticas públicas con la de aplicar y ejecutar las mismas, siempre en contextos diferentes, pues la primera no parece tener más límite que la imaginación y el sentido común, mientras que la segunda ha de insertarse en los límites del proceso de consecución de consensos o, al menos, mayorías políticas, y por supuesto de las prescripciones presupuestarias. En cualquier caso, también aquí aplico mi opinión de que la doble experiencia producirá una mejor comprensión de la realidad de la ciudad.
Debates los planteados que perviven en la actual coyuntura política y social, y sobre los que desarrollaré algunos escritos en esta publicación que, amablemente, me abre sus puertas, al igual que perviven las siempre complejas, pero enriquecedoras, relaciones entre el gobierno local y la intelectualidad y el activismo social que desarrollan su acción en la ciudad y que son inherentes a la realidad urbana. Soy de los que comparte la idea de que en el mestizaje de las ciudades está el germen de lo que haya de ser la política del futuro (quizá ya del presente), política participativa, política cercana, incluso política basada en la "codecisión" con la ciudadanía. Fue en las ciudades donde se empezó a organizar la práctica política de la vida en común, de los derechos y libertades para con el conjunto de sus habitantes. Sigue siendo así y quizá estemos asistiendo a una redimensión del hecho político. Habrá que reflexionar sobre ello, pues, en muchos aspectos, así está ocurriendo ya.
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José María Rueda Gómez. Secretario general del PSOE de Granada.
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