El día que murió Mohssine Fikri, el Rif se levantó
Dos meses después de la muerte de un vendedor ambulante, aplastado dentro de un camión de basura al intentar salvar el pescado requisado por la policía, los habitantes de la región reclaman más autonomía y más justicia
Youssef Ouled Alhucemas , 4/01/2017
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Miles de personas se manifiestan a finales de octubre, tras la muerte de Mohssine Fikri, en Alhucemas.
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Es noche cerrada, la plaza de los Mártires en Alhucemas se encuentra casi vacía. Un hombre sale de una cafetería cercana, seguido por dos personas, se dirige a un lado de la plaza y comienza a dar un discurso: “Este es un movimiento de hombres y mujeres porque juntos hemos salido a las calles para reivindicar y hacer una misma lucha”, exclama. Se empiezan a ver los destellos de los flashes de algunas cámaras que le graban en vídeo. Más tarde su prédica será subida a las redes sociales. “Debemos mantenernos unidos, el Majzén [la élite cercana al Palacio Real] aprovechará cualquier división para disolvernos”, continúa. A su alrededor comienza a agruparse una veintena de personas que le escuchan en silencio, la mayoría, jóvenes. El que habla es Nasser Zafzafi, cabeza visible del Movimiento Popular del Rif, surgido a raíz de la muerte de Mohssine Fikri.
Mohssine Fikri tenía 31 años, era natural de la cercana localidad de Imzouren, y vendía pescado en un puesto ambulante. El 28 de octubre se metió en el interior de un camión de la basura. Intentaba salvar la mercancía que la policía le había requisado por venta ilegal. Murió aplastado, en el acto, por la compactadora de desechos. Los gritos y las imágenes del joven mientras estaba siendo triturado fueron difundidas en las redes sociales y reproducidas miles de veces en Marruecos, y en el Rif, y entre los miembros de la extensa diáspora marroquí, y rifeña, en Europa.
La Plaza de los Mártires “antes se llamaba de Mohammed VI, pero le hemos cambiado el nombre”, explica uno de los jóvenes en un acto cargado de resistencia. “Mohssine es un símbolo, el referente contra la represión, la hogra [ humillación, opresión y desprecio por parte de las autoridades] y la falta de oportunidades”, continúa este joven estudiante. “El día que murió Fikri Alhucemas lloró. Fue la gota que colmó el vaso, el último abuso del régimen”.
Uno de los problemas más sentidos por la población marroquí es precisamente la corrupción en el sector público. Marruecos ocupa la posición número 88, de 168 países, en el índice de percepción de la corrupción de 2015 de Transparencia Internacional. Además, según una encuesta publicada por esta organización en 2016, el 26% de la población marroquí cree que esta lacra institucional ha aumentado en el último año. En las vecinas Argelia y Túnez, los porcentajes se disparan hasta el 51% y el 64%. Datos que contrastan, sin embargo, con la incidencia de los sobornos para poder acceder a servicios públicos. El 48% de los usuarios en Marruecos han tenido que pagar para poder disfrutar de alguno de estos frente al 14% en Argelia o el 9% en Túnez. Este tipo de prácticas afecta además en mayor medida a los pobres que a los ricos: el 66% de los más desfavorecidos frente al 31% de los acomodados se ha visto obligados a desembolsar alguna cantidad para ser hospitalizados, obtener una beca, lograr una licencia de venta, etc.
El día de la muerte Fikri, Zafzafi llegó delante de la sede del tribunal de Alhucemas, el lugar en el que murió el joven vendedor, y comenzó a preguntar qué había sucedido. Uno vez que lo supo, decidió organizar a los que allí estaban: Fikri era una víctima del sistema.
Miles de rifeños acompañaron el cuerpo de Mohssine desde Alhucemas hasta Imzouren, donde fue enterrado dos días después de su muerte
“Se convirtió en el altavoz de una población azotada por el éxodo, la inmigración, la falta de industrias, de oportunidades. Cuando Nasser comenzó a exponer sus denuncias, los demás estuvieron de acuerdo, porque también eran las suyas”, recuerda Driss Chtioui, el periodista que retransmitió los acontecimientos en directo a través del canal de Facebook Mlih (Bueno en rifeño).
Zafzafi, de 37 años, es un hombre que “sufrió y sigue sufriendo la humillación como todos sus hermanos y hermanas rifeñas”, explican algunos de sus compañeros, mientras éste pronuncia su arenga en la Plaza de los Mártires. Hace unos años tuvo una tienda electrónica, pero tuvo que cerrarla por falta de ingresos.
Miles de rifeños -- unos 100.000, según los participantes-- acompañaron el cuerpo de Mohssine desde Alhucemas hasta Imzouren, donde fue enterrado dos días después de su muerte. Recorrieron a pie los casi 20 kilómetros que separan ambas localidades. Esa mañana la capital de la provincia había amanecido con todos sus establecimientos cerrados.
“Había gente que vino andando desde Benni Ammart, a unos 32 kilómetros. Los taxis traían gente gratuitamente, en Alhucemas hubo una huelga general, todo estaba cerrado. Había unas cien mil personas en las calles”, recuerda Chtioui.
Desde entonces cada viernes se han repetido las manifestaciones, aunque estas se han ido apagando poco a poco. A pesar de ello, las protestas continúan. El pasado 10 de diciembre se produjo una concentración y una manifestación, a la que acudieron cerca de cien mil personas. Era el Día Internacional de los Derechos Humanos y se cumplían los cuarenta días de duelo, que marca la tradición, tras el entierro.
Lo que sucedió la noche del 28 de octubre y los días posteriores se conoce gracias a algunos pequeños periódicos electrónicos que utilizaron las redes sociales para dar la mayor difusión posible. “No estudié periodismo, pero cuando sucedió lo de Mohssine decidí retransmitirlo”, explica un miembro de Rifision, la “primera televisión digital para el Rif y en rifeño”, que prefiere guardar el anonimato. “Lo que queremos es que lo que ocurre en Marruecos llegue al mundo entero tal y como sucede”, señala este joven de 30 años, licenciado en Derecho, pero sin recursos para ejercer como abogado.
“En nuestro portal de información teníamos una audiencia reducida, pero, cuando sucedió lo de Mohssine, me encontré retransmitiendo para miles de personas”, recuerda Chtioui, quien explica que además de como periodista, contar lo que sucede, apoya al movimiento. “No queremos que nos pongan un par de bombillas, queremos puestos de trabajo, que se respeten nuestras libertades, nuestros derechos”, reclama este joven de 25 años.
Cuando murió Fikri, el rey de Marruecos, Mohammed VI, se encontraba de gira por el continente africano. Aun así reaccionó rápido: envió al ministro del Interior, Mohamed Hassad, a visitar a la familia del fallecido para hacerles llegar sus condolencias.
Además, las autoridades detuvieron a 11 personas acusadas de falsificación de documentos públicos y homicidio involuntario, entre ellas tres agentes del gobierno, el jefe de departamento de la delegación de la Pesca Marítima, el médico jefe del Departamento de Medicina Veterinaria y el Delegado de Pesca Marítima. Poco después, el número de arrestados aumentó a 20. La investigación sigue abierta a la espera de juicio.
Nasser Zafzafi se dirige a un grupo de jóvenes en la plaza de los Martires en Alhucemas el pasado 17 de diciembre. / Youssef Ouled
Para Alaaedin Chams, primo Mohssine Fikri, la respuesta del Estado solo es un cortafuegos que desaparecerá pronto. “Se esperarán a que se calmen las protestas y guardarán el caso en un cajón oscuro. Igual que sucedió con los residuos contaminantes que se descubrió hace unos meses que Marruecos importaba desde Italia o el caso de los jóvenes que murieron en el accidente de autobús en Tan-Tan [en 2015]”, se lamenta este joven analista de mercados financieros.
Así sucedió también con otra tragedia ocurrida en Alhucemas en 2011, la muerte de cinco jóvenes calcinados en una sucursal bancaria el 20 de febrero, el día en que miles de ciudadanos salieron a las calles de las principales ciudades marroquíes para reclamar justicia, pan y dignidad, siguiendo el ejemplo de las revueltas tunecinas y egipcias.
Las autoridades detuvieron a 11 personas acusadas de falsificación de documentos públicos y homicidio involuntario, entre ellas tres agentes del gobierno
Chams, nieto del que fuera ministro de Justicia de Abdelkrim Mohamed Chams en la República del Rif --el territorio liberado por el el líder independista rifeño de las manos de España, una de las potencias coloniales que junto con Francia ocupaba la zona, entre 1921 y 1926--, lleva desde 2011 denunciando en conferencias y charlas por todo Marruecos las lagunas que todavía hoy no se han aclarado sobre estas muertes. En su momento las autoridades también anunciaron una investigación para esclarecer el suceso.
La República de Abdelkrim, aplastada bajo los bombardeos, inclusive con armas químicas, del Ejército español, no ha sido el único levantamiento en la región. Tras la independencia marroquí de Francia y España, el Rif volvió a rebelarse. Esta vez contra la administración de las nuevas autoridades de Rabat y contra la dinastía alauí. Además de mediante una brutal represión, que provocó miles de muertos, Hassan II, entronizado en 1961, dos años después de las revueltas, decidió condenar a la zona al olvido durante los 40 años que duró su reinado.
El primer viaje que hizo su sucesor, Mohamed VI, siendo ya rey, fue al Rif. Un gesto de buena voluntad que vino acompañado de promesas. Diecisiete años más tarde, pese a las mejoras, aún queda mucho por hacer. Según la última estadística disponible,la encuesta sobre el nivel de vida de los hogares de 2006-2007, el porcentaje de pobreza en la región alcanzaba el 7,3% y el de vulnerabilidad el 22,7%. En 1984 se situaban en el 19,5 y el 23,7% respectivamente.
“Yo no quiero que mis hijos emigren, quiero que crezcan y construyan un futuro aquí. Toda esa juventud que da su dinero para morir en el agua”, crítica Hourria, que ha decidido esconder su identidad bajo el nombre árabe de Libertad. “Pedimos que escuchen nuestra tierra, que miren al Rif”, reclama esta cocinera de 37 años, para quien las mujeres sufren aún más la hogra. Para ella, las mujeres no deberían de sentir vergüenza a la hora de salir a las calles y exponer sus demandas, “pero venimos de una educación basada en el miedo, nos tratan como niñas, nos infantilizan y nos enseñan a vivir relegadas a un segundo plano, en un sistema tan patriarcal como este. Si lo hombres no tienen libertad, qué te voy a decir de las mujeres”.
En 2009, la primera encuesta realizada en el país sobre violencia contra las mujeres arrojaba un dato escalofriante: un 62,8% de las mujeres señalaba haber sufrido algún tipo de violencia psicológica, física, sexual o económica a lo largo del año anterior a la investigación.
La idea de la ‘Yemauría’ (República) sobrevuela las asambleas, aunque la mayoría de los participantes en ellas prefiere hablar de una mayor autonomía
“Como mujeres tenemos que quitarnos los estigmas impuestos y dar un paso adelante, pero estamos en ello, hemos hecho algo que no se había hecho antes, salir a las calles, exigir todas juntas. Vamos paso a paso”, reclama Hassnae A., quien como su compañera ha vencido el miedo a exponer sus ideas y demandas. “Quiero mis derechos, mis libertades, todo lo que hacemos es para eso. No podemos defender un sistema que nos aparta, nos humilla. Estamos en un país que funciona bajo el amparo de la corrupción”, exclama esta estudiante de cocina de 20 años.
Hourria y Hasnae participan en una de las asambleas abiertas que se han ido convocando tras las movilizaciones por la muerte de Fikri. Empezaron a celebrarse hace ya casi dos meses y aún continúan. En sus inicios se retransmitían en directo, las seguían miles de personas, ya no.
“Tahia Nidalia” (saludo a la militancia) son las palabras iniciales que repiten aquellos que van tomando la palabra en la amplia terraza de una cafetería céntrica desde donde se visualiza la playa de Alhucemas. Hay unas cincuenta personas. Cuando un orador habla, todos los demás callan. Quien quiere participar, pide turno y espera. Cada decisión se consensúa, se establece un orden del día y se procede a dar respuesta a las denuncias, opiniones y acciones.
La idea de la Yemauría (República) sobrevuela las asambleas, aunque la mayoría de los participantes en ellas prefiere hablar de una mayor autonomía. Una mayor libertad que les permita tomar decisiones sobre los aspectos importantes de sus vidas, porque no se identifican “con las decisiones políticas basadas en el centralismo que se toman en Rabat y nos condenan a la precariedad”, expone uno de los jóvenes presente. Cuando termina su exposición, recibe los aplausos de los demás.
“Hay que sacar las asambleas a las plazas, salir de las terrazas”, defiende uno de los ponentes. La idea que baraja el movimiento es realizar movilizaciones en las zonas rurales, donde la información apenas llega, con la intención de hablar con los habitantes más remotos y escuchar sus reivindicaciones.
Uno de los riesgos que corre este movimiento es el de su disolución, como le ocurrió al 20F, desaparecido de las calles sin conseguir sus objetivos. Para Chams, la diferencia entre las actuales movilizaciones y las del 20F es que las de 2011 nacieron de unas exigencias políticas y sociales originadas en Rabat y que se extendieron por todo el Estado. “Hoy la iniciativa de tomar las calles nace aquí en Alhucemas, por eso es más fuerte”.
El nombre de Mohssine está omnipresente en todas las reuniones. “Él nos ha abierto una puerta para decidir cómo buscar nuestro propio futuro”, justifica uno de los activistas. Para Chams, su primo marcó un camino. “Luchaba a diario por salir adelante, la gente sabía eso. Cada habitante de esta ciudad se veía reflejado en Fikri, por eso el día en el que le vieron muerto sintieron que también morían todos ellos”.
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Youssef Ouled
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