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Parece un cuadro de Hopper, pero no lo es. Es un reencuentro. En el momento en el que tomé la foto, un bonito día, fuera del encuadre de la cámara, un cartel del aeropuerto de Sevilla decía ‘Llegadas’. En otro lugar del aeropuerto, que conozco bien y me gusta menos, el cartel siempre dice ‘Salidas’ y también allí se han vivido escenas como la de esta foto-Hopper.

En los carteles de ‘Llegadas’ y ‘Salidas’ recibo y despido en fechas como la Navidad a mis hermanas. Son pequeñas, pero se hicieron grandes y se fueron del país hace unos años. Arquitecta y biotecnóloga en la España del derrumbe de la burbuja del ladrillo y la no-inversión en investigación. Pleno al quince familiar. Volviendo a la foto, en realidad, un experto en pintura me habría tumbado la comparación con Hopper desde la primera línea. No por la estética, que la tiene, sino porque en las obras del norteamericano las figuras no muestran cariño afectivo y en la foto hay mucho. Los de la escena tenían muchas ganas de abrazarse fuera del Skype. Hopper es, en realidad, ausencia. Un cuadro de Hopper sería el logo de Skype. Un cuadro, no sé si de Hopper o de quién, son también mis padres, o lo soy yo, cuando vemos que alguna de ellas se gira y mueve la mano despidiéndose mientras recorre el zigzag de la zona de embarque para volver al país en el que viven. Desaparecen bajo un cartel y, como por arte de magia, aparecen meses más tarde, bajo el otro. Si fuese un perro me quedaría sentado bajo el ‘Llegadas’, esperando. Pero no lo soy y sé que durante esos meses tienen una vida fuera de ese aeropuerto, así que cuando las pierdo de vista yo también me voy a hacer vida fuera de aquel recinto. Hoy es uno de esos días de zigzag de embarque y mano diciendo hasta pronto. Han pasado años de llegadas y salidas, pero nuestro cuadro familiar de desazón no pierde intensidad. Es la cosa andaluza, me decía hace poco una amiga. Décadas emigrando y no nos acostumbramos. Mi amiga, mitad andaluza mitad catalana, intentaba sin mucho éxito que la parte catalana se impusiese, o el gasto en pañuelos de papel iba a arruinarla. Nos va el drama.

Cada uno tiene el suyo, pero ellas bajo el cartel de salidas son mi estandarte en la batalla. En el fondo, todo lo que escribo tiene que ver con que quiero que vuelvan para quedarse. Ellas y muchas que, como ellas, se fueron. Y muchas de ellas que no han podido irse y se han tenido que quedar sin estar como deberían. La batalla es muy complicada. Cada vez que envío un texto acabado pienso ‘con este artículo tampoco arreglo el país’. Aun así, lo envío. Había alguien, no sé quién, pero pesimista como yo, que decía que la guerra está perdida, pero que aún podemos decidir cómo perderla. Si fuese futbolista de primera y por tanto me obligasen por contrato a llevar los brazos tatuados, creo que me escribiría esa frase. Aunque a ver qué equipo te ficha con ese espíritu. Venga, chicos, vamos a salir ahí a perder, pero dándolo todo, diría yo en el túnel de vestuario. Mi forma de perder la batalla de la forma que yo quiero es escribiendo en medios como éste. No hay muchos que, como CTXT, estén dispuestos a perder la batalla a su forma. Y esos pocos existen gracias a gente como tú, que recibes esta carta porque alguna vez te quedaste frío como una figura de Hopper al leer la prensa de toda la vida y decidiste que tocaba pelear. Esta es mi primera carta y la utilizo para contarte la historia de por qué escribo y para darte las gracias por ser guardián de medios que puedan hacer periodismo para contar historias de manera libre y para intentar que las cosas mejoren para la mayoría.

Gracias. Y para cualquier cosa, aquí estamos: tece@ctxt.es