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A los lectores más viejos y defensores de la revista del saludo –entre los que me encuentro-- les sonará este lugar común: la verdadera ¡Hola! es la de las portadas de la familia de Mónaco, la del glamour de Hollywood y la de las familias sentadas al calor de la chimenea mientras en la cocina el servicio prepara la cena para los invitados. No esa fama procedente de Ubrique, Cantora y Mediaset en la que los personajes B hacen caja con cualquier cosa.

Pues bien, ahora trasladen este paralelismo al periodismo supuestamente serio porque así estamos: dándole un espacio enorme a youtubers sin riego en el cerebro que hacen bromas con cámara oculta (un formato posmoderno e inédito, sin duda), presidentes de asociaciones de comerciantes que luego resulta que ni son presidentes, ni son comerciantes, ni viven en Madrid, a machistas de medio pelo buscando desesperadamente el clic y a columnistas provocadores que aún creen que por incluir un par de palabras soeces venderán más libros o les incluirán en la próxima tertulia que algún directivo maligno de televisión esté perpetrando (venga, que hay pocas).

Para aquellos que lleven tiempo siguiendo las andanzas de esta humilde vedette, sabrán que soy poco partidaria de la defensa sin ambages del oficio porque para ponerse camisetas de la dignidad y un pasado y presente impecable, poquitos o ninguno. También sabrán que he escrito cosas que serían la vergüenza de mis hijos si las leyeran y que he aguantado carros y carretas con tal de tener la nómina calentita en la cuenta. También en CTXT, a pesar de ser pequeños aunque no tan nuevos en esta plaza, hemos metido la pata (y lo que te rondaré morena). Hemos medido mal las pasiones en Twitter, hemos escrito cosas que no han estado a la altura y probablemente lo sigamos haciendo.

Por eso aprovecho la ocasión que me brindan para hablar del caso Nadia. Caso Nadia o el Gowex del periodismo amarillo, del que saco una lección clara: que lo malo de esta sucesión de errores no es el corporativismo (quién no ha defendido cosas indefendibles alguna vez en su vida), sino las lecciones y las nulas responsabilidades. Cuando un político estafa (no digamos un empresario), desde los mismos medios que ahora hacen de Fuenteovejuna al mínimo rasguño, se llenan los editoriales y los titulares de denuncia. Di que sí, que para eso somos el cuarto.

Que dimita el rector de la Universidad Rey Juan Carlos por plagio, y Soraya Sáenz de Santamaría por aparcar en carril bus, los Pujol por el 3% y todo el ERE de Andalucía en pleno. Habrase visto. Pero ay cuando metemos la patita nosotros, entonces somos avestruces. Esa cabeza que se vea poco, a ver si entrevistamos al próximo patán que diga una gansada y así se nos olvida el rastro hediondo que hemos dejado y las consecuencias.

Por cierto, que ¡Hola!, Lecturas y Diez Minutos están entre las revistas que ganan lectores. Sí, han leído bien: ganar lectores. Debe ser por eso de la deriva del periodismo serio. Somos la leche.