PERSONAJES
Magda Donato, la eterna desconocida
Nacida en Madrid en 1898, fue una de las representantes del incipiente movimiento feminista en España durante la década de 1920
Guillermina Torresi 8/02/2017
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Descubrir a Magda Donato es chocar de pleno con la verdad. Es sentir el latigazo de una realidad fresca, una realidad ardiendo, recién salida del horno. Los que no hayan atravesado esa jungla libre de enredos deben leerla. Bajo ese nombre elegante se esconde el verdadero: Magda Donato es Carmen Eva Nelken, la hermana menor de Margarita Nelken –una de las primeras diputadas en España--. Donato eligió cambiar su nombre para distanciarse de la relación directa con su hermana (admirada desde siempre por su madre) que causó una distintiva y continua sombra sobre ella.
Donato nació en Madrid en el año 1898 y murió escapando de la Guerra Civil española en México en 1966. Con una educación cosmopolita que recibe, en parte, viajando por toda Europa, Magda Donato fue una de las representantes del incipiente movimiento feminista en España durante la década de 1920.
No hay feminismo sin crítica transgresora
Descubre desde muy joven que su arma de combate es la palabra y ahí erige una garra imparable con la que buscará que la mujer abandone su contemplación y pase directamente a intervenir en la realidad. Así, con tan solo 19 años comienza escribir en el periódico El Imparcial. Su columna –titulada Femeninas-- hablaba, al principio, sobre moda pero poco a poco fue evolucionando a un compromiso feminista rotundo que abarcará la emancipación, el sufragio, el trabajo y la independencia.
Con una línea caracterizada por la hostilidad y vacía de resignación, critica de lleno la mal acostumbrada ignorancia de los hombres que no quieren ver que las prioridades están cambiando.
Magda Donato comenzó una lucha que, por desgracia, continúa en la actualidad. Y sus batallas no solo cuestionaban a los conservadores, atrapaban también a los progresistas y a las propias mujeres que defendían un feminismo silencioso y moderado: “Se convirtió en una ferviente defensora de la educación de las mujeres, convencida de que esta competencia conllevaba una importante dosis de autonomía, independencia material y libertad, elementos clave para el triunfo del feminismo político” (Impulsando la historia desde la historia de las mujeres. VV.AA. Universidad de Huelva).
Su trabajo fue creando raíces: se convirtió en militante de la Unión de Mujeres Españolas (UME) que luchaba por el sufragio con tendencia izquierdista y cercana al PSOE. Se comprometió de lleno con las obreras del ámbito doméstico –las criadas--, despreciando el denominador, destripando la idea de mujer esclava que las abandonaba en un vacío legal ignorado, de siempre, por los rasgos que fundaban -–fundan-- el patriarcado.
Sus artículos, también en las páginas de La Tribuna, estaban escritos con una gracia sutil e inteligente que dejaba postrados en la incertidumbre a los más redomados intelectuales que proclamaban la defensa de un feminismo sin conocer, con claridad, qué valores llevaban a cabo las verdaderas paladines del término. Quizás en su práctica, Magda Donato se reía inocentemente, pues no buscaba la ridiculez ajena, su objetivo era renovar el pensamiento a través de la reflexión y abandonar los malentendidos que generaba –y aún genera-- este movimiento.
En su artículo ‘Aclaraciones’, Magda Donato describe: “Cuando las mujeres quieren participar de los asuntos del Estado, su feminismo es político. Cuando quieren conseguir la igualdad con los hombres ante la ley, su feminismo es liberador; es altruista cuando se esfuerzan en conquistar influencia para extender su radio de acción benéfica y humanitaria, y es económico cuando lucha por dignificar su vida y conquistar su independencia por medio del trabajo”.
Los cimientos del sistema patriarcal estremecieron con sus palabras pero un temblor no fue suficiente para que el compromiso por la emancipación de la mujer que Magda Donato defendía tan fervientemente –aquí reflejado con suaves pinceladas-- la convirtiera en una figura de referencia. Su nombre aún pasa desapercibido.
Periodismo y literatura superan sus fronteras
En esta línea entiendo como imprescindible sincerarme: descubrí a Magda Donato cuando terminé de estudiar Arte Dramático. Se convirtió en mi referente cuando observé que era posible fusionar la vocación de escribir actualidad con la interpretación: la ficción –la máscara-- como medio de entrar en la realidad y dar con el único objetivo que ambas disciplinas comparten: la verdad.
Así, con extrema modestia, me sentí identificada: dos pasiones guiaban la vida de Magda Donato: el periodismo y el teatro. Ella consiguió hacer reportajes profundamente detallados gracias a la interpretación. Y no, esta forma de hacer crónicas de investigación encubierta no la inventó Wallraff, antes había estado Magda Donato y, con anterioridad, Nellie Bly.
La periodista se transforma, crea un personaje –una identidad ficticia-- y se adentra a vivir en carne propia lo que quiere conocer y con posterioridad contarle al mundo. Donato los llamó reportajes vividos y puntualizó: “Solo las mujeres tienen bastante corazón para poner en el periodismo la dosis de humanitarismo desinteresado, del cual es susceptible; solo ellas tienen bastante constancia o testarudez para llevar su tarea a cabo, a través de todas las dificultades y de todas las amarguras”.
Se adentró, así, en comedores sociales, en la cárcel de mujeres; pasó hambre, frío, aprendió a convivir, a escuchar y atrapó todos los detalles que no podría haber averiguado a través de una entrevista.
Sus artículos se transformaron en piezas únicas, los recursos literarios que debía utilizar para darle la veracidad y la chispa que requerían esos relatos los convirtió en historias mágicas, en cuentos. Siempre con contundencia pero amenos. Repletos de ironía y de una sencillez atemporal: podrían haber sido escritos hoy, aquí, en este instante preciso.
Los personajes que creaba eran la nave idónea para viajar por las historias que no tenían otra verdad que la intrínseca, vivida desde dentro sobre todos los escenarios que estuvieran disponibles en su entorno. Conseguía descifrar la narración que no salía públicamente a la luz, esa que uno siempre se guarda, el secreto bajo llave. Magda Donato hablaba de colores, de olores, de texturas, sus diálogos eran tan cercanos, tan hogareños que eclipsaban la ficción, admitiendo que algo tan sumamente detallado solo podía ser producto de una realidad directa. De este modo, la belleza es doble porque lo que cuenta conlleva verdad.
La objetividad periodística se modifica, se amolda a un entorno nuevo y beneficioso. La autora consigue despegarse de su parte de reportera utilizando recursos lingüísticos clásicos de la ficción; periodismo y literatura superan sus fronteras, se fusionan, se intercambian. En definitiva, se dan el lujo de servirse mutuamente: “Magda Donato renueva las características de este género, llegando a crear una fórmula personal de gran éxito y de notable repercusión. Para escribirlos, vivía de incógnito en un determinado ambiente por algún tiempo y luego relataba sus experiencias e impresiones” (Escritoras españolas en los medios de prensa VV.AA. Universidad de Valladolid).
Su exilio, primero en la capital francesa, la llevó hasta México. Este país fue el contexto necesario para que Magda Donato alcanzara un enorme éxito como actriz de series y teatro. Terminó centrándose en este último, puliendo su faceta como dramaturga y después de ganar el premio a mejor actriz de la Agrupación de Críticos de Teatro por su interpretación de ‘la vieja’ en la obra Las sillas de Eugène Ionesco.
No podremos saber con certeza (o sí) por qué una mujer como ella –artífice del feminismo a principios del siglo XX, luchadora, inteligente, con voz y voto-- sigue siendo una figura tan dispersa en la historia.
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Autor > Guillermina Torresi
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