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Pasó el Barça y cayó el Atlético, todo dignidad. Y que nadie se confunda: ningún atlético está feliz con la eliminación, porque no hay nada romántico en caer, porque con el Cholo como comandante en jefe, la pamema de la estética del perdedor ha quedado desterrada. El Atlético no tuvo premio porque los goles no se merecen, se marcan. Y sin embargo, más allá de esa realidad, más allá del imperio de los resultados, que son los que definen los pequeños detalles, el Atlético consiguió cerrar muchas bocas. En primer lugar, porque volvió a quedar demostrado que, cuanto más feroz es la crítica contra este equipo y más grandes son las dudas que planean sobre él, más furiosa y determinada es su reacción. A Simeone, el tipo que consideró un fracaso perder una final de Champions contra un equipo que tiene más Copas de Europa que Ligas el Atlético, le revienta perder. Con él, ni pupas, ni costras, ni lloros, ni lamentos. Qué decir de sus jugadores que, con más o menos acierto, a pesar de sus errores o malos momentos, siempre están programados para cualquier guerra, reto y desafío. Sean del tamaño que sean.
El Atlético no pasó a la final de Copa, es cierto, pero logró el respeto reverencial del fútbol, que redescubrió, una vez más, de qué material está hecho este equipo
Antes de la eliminatoria con el Barça de Messi, los agoreros habían pronosticado un fin de ciclo exprés, un hundimiento progresivo y poco menos que un descalabro sin paliativos, porque Simeone era un desastre, eso decían, y los jugadores, un empastre. Eso decían. El fútbol del Atlético, sublime – si, han oído bien, su fútbol--, redujo a la mínima expresión al mejor equipo del mundo, que sobrevivió aferrado a Messi, el mejor de todos los tiempos. Arrebató el balón al equipo que siempre lo tiene, le presionó hasta estrangularle en su propio estadio, le superó en todas las líneas, le ganó todos los duelos y le condenó a vivir angustiado hasta que consiguió que el magnífico equipo de Luis Enrique acabase pidiendo la hora en su propio feudo. El Atlético no pasó a la final de Copa, es cierto, pero logró el respeto reverencial del fútbol, que redescubrió, una vez más, de qué material está hecho este equipo: de una pasta diferente, la de los campeones. Suficiente para conseguir que todos los que siempre han creído se fueran a casa dolidos, pero orgullosos. Suficiente para lograr que todos esos que presumían de creer y habían dejado de ser creyentes después de Milán volvieran a sacar pecho con su equipo. No es poca cosa.
El Atlético fue más Atlético que nunca. Fiel a sí mismo: en la adversidad, coraje; en la dificultad máxima, valentía; y a cada golpe recibido, una respuesta más que digna, con una tremenda rebeldía, obligándose a levantarse. En la ida, ante un Messi desatado, parecía muerto, pero resucitó de la nada en el entretiempo y se levantó. Cuando supo que tenía que remontar en el peor escenario posible, lejos de caer, se levantó. Después de ser mucho mejor y encajar un gol cruel, lejos de resignarse y caer, se levantó. Cuando estaba en superioridad numérica y Carrasco cometió una torpeza, lejos de caer, se levantó. Cuando el cuerpo de Godín dijo basta, el Atlético, lejos de caer, se levantó. Cuando el colegiado le anuló un gol legal, en vez de caer fulminado a plomo, se levantó. Cuando falló un penalti trascendental para la eliminatoria, en vez de caer, creyó, insistió y se levantó. Y cuando el árbitro pitó el final de un partido épico que debió haber ganado, aun con el enfado de no haber logrado el premio, el Atlético encajó el golpe y se volvió a levantar. Así es ese vestuario. Así es Simeone: un poderoso retrato de la ambición, un manual de supervivencia, un tipo empeñado en superarse a sí mismo, en hacer posible lo que el resto del mundo le dice que es imposible. Y si un día ese barco del Cholo, lejos de zarpar, se hunde, a quien esto escribe le parecerá una auténtica maravilla poder hundirse con el mejor capitán que haya existido jamás.
Más allá de ganar o perder, la esencia del Atlético es combatir, luchar siempre. No hay ni un solo atlético que no deseara haber jugado la final de Copa, pero tampoco uno sólo que no sienta un orgullo tremendo por el tipo que viste de negro y unos futbolistas dispuestos a matar o morir por él. Seguiremos escuchando toda suerte de memeces sobre este equipo: que juega feo, que no juega a nada, que es violento, que sólo sabe hacer goles de córner y que si la abuela fuma. Y si los resultados vuelven a ser malos, volverán a enseñar la patita, volverán a enarbolar la bandera de la duda, sembrar la sospecha y arremeter contra Simeone, su enemigo público número uno. Reaparecerán los que tienen el cuajo de llamar jubilado a Torres, los que quieren echar a Juanfran, los que llaman paquete a Gameiro y, por supuesto, los que se permiten el lujo de dudar de la estatura futbolística de Gabi. Eso pasará. Y habrá quien, aun diciendo que no consume, consumirá. Es igual. Siguen sin entender nada y jamás podrán comprenderlo. Ellos se lo pierden.
Combatir, caer y levantarse. Así es la vida. Así es Simeone. Así es el Atleti
Este Atlético de Simeone es mucho más que un equipo de fútbol. Es un grupo de gente que entrega todo lo que tiene siempre, una familia unida que exige y merece respeto. Este grupo es una misión, un modo de vida. Es un ciclo vital: combatir, caer y levantarse. Así es la vida. Así es Simeone. Así es el Atleti. Esto acaba en mayo y queda un mundo. Restan cien batallas por librar y habrá tiempo para ganar y también para perder, pero, ocurra lo que ocurra, conviene recordar que, más allá del resultado, resulta imposible derrotar a quien nunca se rinde. Y mientras Simeone siga ahí, el Atlético, como los antiguos tercios españoles en Flandes, no se rinde. Esa rebeldía es el núcleo de un vínculo afectivo indestructible: la comunión entre un profeta, el Cholo, y sus creyentes, los aficionados del Atleti. Él no se va a rendir jamás y la gente que cree en él, tampoco. Y no importa lo que pase, no les separarán.
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Autor > Rubén UríaPeriodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores. Suscríbete a CTXT
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