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Primero dijeron que, aunque ganaba, el Atlético era un equipo defensivo que atentaba contra los principios del buen gusto. Acto seguido dijeron que, aunque ganaba, el Atlético apenas era una moda pasajera. Posteriormente, aunque ganaba, dijeron que el Atlético era el antifútbol. Más tarde dijeron que, aunque ganaba, el Atlético jugaba feo. Luego dijeron que, aunque ganaba, el Atlético era un equipo violento. No contentos con eso, aunque ganaba, dijeron que el Atlético no era intenso, sino el campeón del mundo del concurso de patadas. Después dijeron que, aunque ganaba, el Atlético era un equipo que sólo sabía hacer goles de córner. En el último mes, aunque gana, dicen que el Atlético es aburrido. Lo último no tiene desperdicio: ahora, aunque gana, dicen que el Atlético debe avergonzarse de ganar. Dicen que el Atlético no es esteta, que no practica un fútbol vistoso, que debería levantar al público de sus asientos imitando el juego de otros equipos y que, por lo visto, no tiene mérito cuando consigue ganar, porque, cuando lo hace del modo que lo hace, conviene obviar el resultado. Como suena.
No deja de tener su miga que los que llevan años deseando que el modelo del Atlético fracase sean los mismos que parecen preocupadísimos por el estilo de juego del equipo
Bien está que consideren el Atlético un equipo antisistema, incluso un rival molesto, un equipo áspero o hasta incluso un ente contracultural en el país del buen gusto futbolístico. Se acepta la moción. Lo que empieza a ser un insulto a la inteligencia de los atléticos es que, mientras que unos se arrogan el papel de defensores del buen fútbol, pretendan que otros pasen por ser terroristas del balón. No deja de tener su miga que los que llevan años deseando que el modelo del Atlético fracase sean los mismos que parecen preocupadísimos por el estilo de juego del equipo de Simeone. Llevan un lustro pronosticando la caída del Atlético, ese equipo al que un día visten de favorito, otro de desastre, al siguiente de violento, luego de aburrido y siempre de resultadista, pero, miren por dónde, hasta la fecha, el Atlético sigue ahí. De pie.
En mitad del debate sobre a qué debe jugar el Atlético, fomentado por los que no soportan que gane, juegue vistoso o práctico, se multiplican y acumulan reproches. El más reconocible, uno de cartón piedra: que el Atlético no juega bien. ¿Qué es jugar bien? Pues no está en los libros, ni en el reglamento, sino que obedece a un criterio subjetivo y debatible. A fútbol se puede jugar de muchos modos y estilos, todos legítimos y lícitos. Todos juegan como creen que deben hacerlo y todos merecen idéntico respeto cuando compiten a su manera. ¿Qué es jugar bien? A uno, como aficionado y periodista, le parece importante que nadie crea que es imposible ganar y gustar. Naturalmente que se puede. De hecho, no sólo importa ganar, sino que también importa gustar. Ahora bien, lo más importante de este juego es ganar. Jugar bien es ver a un equipo desarrollar el plan, la táctica y el sistema que su entrenador ha pergeñado. Que puede ser ofensivo, defensivo, con dos puntas, tres o ninguno. Eso es jugar bien. Defender una idea propia, hacerla valer en el campo y creer en ella hasta el final. A uno le encanta gustar y ganar. Sí, se puede. Y por supuesto, no cree en eso de que sólo se gana jugando mal, porque no es cierto. Lo que es indiscutible es que se puede jugar de muchas maneras y se puede buscar la victoria a través de muchos caminos, pero ganar es vital. Ya lo dijo Luis, que era el más sabio de todos los sabios: “El fútbol es ganar, ganar, ganar, ganar y volver a ganar”.
Quizá por eso, en los últimos tiempos, resulta desternillante observar cómo a cada victoria del Atlético le sucede un "pero" sistemático, una pega teledirigida, un reproche en forma de queja. Si no tiene la posesión pero gana, no sirve. Si tuvo la posesión pero pierde, tampoco. Hasta la fecha, uno había podido escuchar, en un sinfín de altavoces y opiniones, que el Atleti sólo sabía marcar de córner, que era un equipo violento, que jugaba feo y que era aburrido. Lo que aconteció después del partido ante el Betis fue más allá. Le reprocharon que ganase. Se dijo que lo importante no era haber ganado, sino haber jugado mal. Se comentó que había que dejar la victoria aparte porque el rival había sido mejor. Se dijo que el juego del Atlético sólo se justificaba atendiendo al resultado. Y en los círculos más sabios del periodismo deportivo español, uno llegó a escuchar que al Atlético sólo le había quedado el resultado. No es broma.
Habría sido maravilloso que los exégetas del juego hubieran defendido que el resultado era lo de menos cuando el Madrid levantó la Copa de Europa en Milán
Es decir, consideran el Atlético un equipo resultadista y argumentan, con puntería, que cuando a un resultadista le quitan los resultados, no le queda nada. Gran verdad. Habría sido maravilloso que los exégetas del juego hubieran defendido que el resultado era lo de menos cuando el Madrid levantó la Copa de Europa en Milán. Entonces, como por arte de magia, el resultado fue lo más importante. Nadie se acordó aquella noche de la fantástica Champions del Atlético. No tenían tiempo, porque estaban defendiendo, con una pasión inexplicable, el resultado del equipo que había ganado. Todos disfrutamos de las excelencias del fútbol del Barça de Guardiola, que en realidad siempre ha sido el de Messi, pero toda esa felicidad y esa admiración no habrían alcanzado su máxima expresión de no ser por algo muy sencillo: ganó. Hay que tener cuajo para tirarle a la cara a Simeone que lo que cuentan no son los resultados cuando precisamente, de no ser porque lo que cuenta es ganar, ahora mismo el Atlético sería el equipo número uno del mundo. Está bien defender el buen juego, pero no se puede defender eso y a la vez, en virtud de unos colores, el resultado. No conozco ningún equipo en toda la historia que jugando tan rematadamente mal como dicen sus críticos haya ganado tanto como el Atlético de Madrid en estos cinco años. Es metafísicamente imposible.
Nada más acabar el partido ante el Betis, una pregunta llamó la atención de Simeone: “¿Sólo importan los resultados?”. El Cholo asintió y respondió con crudeza: “¿Tienen alguna duda sobre eso? Miren quién ganó el Balón de Oro”. Más claro, agua. Para los estrechos de mente, aclaración: no criticaba a Cristiano Ronaldo, sino que denunciaba una evidencia palpable. En fútbol, los partidos, los méritos, los títulos y los premios se miden por los resultados. Y en estos últimos años, el Atlético sólo ha cometido un terrible crimen con Simeone: tener unos resultados magníficos. A ver si ahora resulta que el Atlético, juegue mejor o peor, más vistoso o más práctico, va a tener que pedir perdón y avergonzarse de ganar. Como esto siga así, cualquier día van a sorprendernos exigiendo que el Atlético desaparezca por ser diferente. Tal y como van las cosas, ese día no está muy lejano. Y entonces, recuerden algo sencillo: los que dicen que no son resultadistas, machacarán a Simeone si tiene malos resultados. Hasta entonces, consuman o no, procesen y asuman: ganar no es lo único, pero sí lo más importante.
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Autor >
Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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