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¿Conciencia? Si uno la oye se vuelve loco.
Terry Malloy (Marlon Brando)
“Estibador: la ley del silencio llega a los puertos”
“Las empresas no quieren hacer declaraciones públicas: ‘Si hablas te queman el puerto’. Ellos se defienden: ‘Somos una familia, no un cártel".
“Si quieren, paran los puertos y no podemos hacer nada para evitarlo", se quejan los empresarios, atemorizados por el poder "negociador" de la estiba. "El otro día tuvieron parado un barco toda la noche en un puerto porque decidieron no cargar tres de los 7.000 contenedores que llevaba, haciendo perder a la naviera 120.000 dólares". En Barcelona, otros 100 coches sufrieron daños (lunas rotas, pintadas, daños en carrocería) por culpa de actos de sabotaje que los empresarios temen que vayan a peor si finalmente se va a la huelga. Rodeados durante años de cierta fama de privilegiados por sus altos sueldos y la sensación de ser una profesión en la que sólo se podía entrar por "enchufismo", sobre todo siendo familiar de estibador, tratan ahora de desmarcarse de esta visión y se quejan de que se intente cambiar unas condiciones salariales de las que la Unión Europea "no se ha quejado". Además, reniegan de la imagen de "mafia familiar"
(La Razón, 19-2-2017)
Estibadores, mafia, silencio u omertá a la siciliana. No es casual que la información sobre el conflicto de la estiba en La Razón haga referencia en su titular a la “ley del silencio”: la imagen de un estibador –sobre todo para quienes no nacieron o vivieron nunca en un puerto de mar-- remite de inmediato a un icono: Marlon Brando en La ley del silencio (On the waterfront). El largometraje de 1952 de Elia Kazan (1909-2003), considerado hoy un clásico de la historia del cine, arrasó en los Oscar de ese año; premiados fueron Kazan, Brando --apuntalando su mito--, Eva Marie Saint, el guionista Budd Schulberg, la fotografía de Kaufman, el montaje y la dirección artística.
En el mundo del cine siempre se ha considerado La ley del silencio como una metáfora de la apología de la delación y a Kazan como un infame colaborador de la caza de brujas
Dos años antes del estreno, Kazan había declarado en el Comité de Actividades Antiamericanas. Allí delató como comunistas a Lillian Hellman, Dashiell Hammett y Clifford Odets junto a cinco actores y actrices que pasaron a engrosar las listas negras con Bertolt Brecht, Edward Dmytryk, John Garfield, Joseph Losey, Burgess Meredith, Zero Mostel, Martin Ritt, Anne Revere o Dalton Trumbo, entre muchos otros*. Kazan nunca se arrepintió. Ni siquiera durante la concesión de un Oscar honorífico en 1999. El sindicato de guionistas de Hollywood –otro “peligroso” sindicato-- declaró públicamente su desaprobación “ante el acto inconsciente e insensible de la Academia", y pidió a los asistentes a la gala: "No se pongan de pie para aplaudir a Kazan. Que todo el mundo sepa que hay gente en Hollywood que no apoya las listas negras y que no respalda a los informantes”.
La historia es bien conocida: en el mundo del cine siempre se ha considerado La ley del silencio como una metáfora de la apología de la delación --con los trabajadores del puerto identificados con los norteamericanos atemorizados por la amenaza comunista, finalmente redimidos por un exboxeador sonado-- y a Kazan como un infame colaborador de la caza de brujas, sin menoscabo de su apabullante talento como director de cine y teatro.
En el asunto de los estibadores, la relación entre huelga, mafia, sindicatos y sabotajes parece clara para un buen número de medios de comunicación, con los “operadores” de los puertos (desaparecidos en la resaca neolingüística los empresarios y patronos) víctimas durante años de una ley del silencio rota ahora por una normativa europea que pretende “liberalizar” el sector. Al parecer, la mafia sindical de unos currelas montaraces pretende extorsionar a los sufridos españoles y habrá molestias, desabastecimiento y pérdidas milmillonarias si los huelguistas continúan enfrentados a la legalidad venida de Bruselas.
La prensa se alza contra estos malvados proletarios como un Brando justiciero y valiente: su modelo es la ficción del cine norteamericano. Habría que explicar, entonces, que la historia de los sindicatos europeos, vinculados y dependientes de partidos de la izquierda, poco tiene que ver con la de los sindicatos “independientes” de los EEUU, asociaciones que, como bien contaba Kazan, terminaron de manera generalizada en manos de la mafia: en el país de la libérrima competencia solo podía ganar el más fuerte. (Para ilustrar la historia del sindicalismo americano, quizá les resulte interesante ver también la excelente Hoffa (1992), con Nicholson en el papel del sindicalista asesinado Jimmy Hoffa, guión de David Mamet y Danny de Vito como director).
“Los estibadores contra todos”
“La Coordinadora Estatal de Trabajadores del Mar está dispuesta a llegar hasta el final con su huelga. A bloquear los puertos que pagan con sus impuestos las mismas empresas y ciudadanos que financian sus sueldos y necesitan de esas infraestructuras para su actividad comercial. Los estibadores lo pretenden hacer de la mano de UGT, CIG y CGT. Y la razón es simple: no están dispuestos a perder sus privilegios, aunque sean los demás quienes los paguen. No aceptan la liberalización exigida no sólo por el Gobierno y el sentido común, sino por el Tribunal Europeo de Luxemburgo. Y su fuerza no es otra que la de saberse con la posibilidad de secuestrar el paso por los puertos, una salida al comercio que nunca debió quedar bajo su control. (…) ¿Quién paga en última instancia estos sobrecostes? Todos. Porque las exportadoras encarecen la mercancía dificultando su competitividad. Y las importadoras hacen lo propio aumentando el precio de los productos. Y todo bajo el único argumento del poder de la estiba de paralizar los puertos. Pero no lo duden: durante su huelga les oirán hablar de solidaridad”.
(Carlos Cuesta, El Mundo, 10-2-2017)
“Rigideces del sistema laboral”, “conflictividad”, “condiciones de competitividad”, “reforma”… Ya hemos aprendido muchas expresiones con forma de bomba de racimo, el lenguaje nunca es inocente. Ahora, olvidados los eufemismos, el léxico se endurece y ya no necesita entrecomillado: huelga encubierta, saboteadores, conjura, secuestro, control, monopolio, corporativismo, insolidaridad, abuso de posición dominante… Y una palabra clave que se repite una y otra vez: privilegio.
“Los estibadores o la economía del privilegio”
“…una organización asamblearia y anarquizante nominada Coordinadora de Trabajadores del Mar. A través de un inédito sistema de asignación, ésta determina quién trabaja en la estiba, cómo se realizan los turnos laborales que han de ser fijos e indivisibles, el equipo que los empleados han de utilizar... Es decir, arrebata a las compañías la gestión de sus recursos humanos, su capacidad de adaptarse a las necesidades derivadas de su actividad y a las exigencias del mercado. Este modelo es el típico del viejo gremialismo medieval, adobado con los aromas del más rancio corporativismo nacional-sindicalista. Se trata de un mercado monopolístico privatizado de manera forzosa en favor de los sindicatos y de su clientela”.
(Lorenzo de Quirós, El Mundo, 19-2-2017)
La opinión generalizada y publicada es que estos sujetos privilegiados albergan propósitos delictivos y sus métodos son los de los facinerosos: con ellos llegó el miedo, la amenaza y la violencia. Hay que defender el sistema laboral vigente, que es débil y se encuentra acosado: muestra la cara partida del bello, bellísimo Brando.
“Pero, ¿cómo han logrado los estibadores alcanzar unas condiciones tan por encima de la media laboral en España? "Parando los puertos toda la vida", aseguran fuentes empresariales”.
(La Razón, 17-2-2017)
Los sediciosos también hacen declaraciones, aunque estas resulten más difíciles de encontrar en la marea viva del pensamiento único:
“Lucha en los muelles de carga”
“En el puerto de Algeciras, el de mayor tráfico del país, 1.800 de los 6.000 estibadores que hay en España se conjuran para rechazar la reforma del sector”. “Miguel Ángel Mejías, de 40 años, lleva 20 como estibador y ahora trabaja como controlador de mercancías. (...) "Esto era un trabajo que antes nadie quería, pero ha ido mejorando y empezamos a especializarnos. Trabajamos con maquinaria pesada y peligrosa, eso condiciona nuestro salario. Es importante tener en cuenta que lo que se nos paga está bajo convenio, pactado con la empresa. Nosotros no le hemos puesto una pistola en la cabeza a la patronal para tener estos sueldos. Lo que hemos ido ganando no nos lo pueden quitar de golpe. Me siento bien pagado si miro a la gente de la calle, pero si busco un equilibrio entre el salario y la calidad de vida te diría que no. Nos critican porque nos compramos un buen coche, pero, si yo tengo este trabajo tan duro y gano mi dinero dignamente, ¿por qué me tengo que esconder? (…) Durante 2016, en España murieron cuatro estibadores mientras trabajaban y de los 1.800 estibadores de Algeciras, 489 (un 27% del total) sufrieron accidentes que provocaron 11.100 jornadas de trabajo perdidas. Los peor parados fueron los encargados de fijar la carga en los buques. Sufrieron 197 accidentes”.
(El País, 19-2-2017)
La plusvalía se ha vuelto intocable y el currante solo puede alcanzarla mediante la extorsión y el chantaje
Esos privilegios quizá sean ciertos: el resultado de la exitosa reforma laboral emprendida por sucesivos gobiernos y alentada desde las instituciones europeas, desde lugares casi desconocidos y no elegidos, ha logrado convertir a los que antes eran asalariados justamente remunerados en privilegiados, puesto que ya muy pocos trabajadores pueden presumir de condiciones o convenios laborales dignos. Los estibadores, con sus reclamaciones, uso del derecho de huelga y unidad sindical, se han convertido en un incómodo recuerdo del pasado, un pésimo ejemplo, una mala influencia. La plusvalía se ha vuelto intocable y el currante solo puede alcanzarla (asoman las viejas barbazas de los pandilleros Marx y Engels) mediante la extorsión y el chantaje, como señala la mayoría de opinadores. Otras voces, menos numerosas, avisan de que estaríamos ante los estertores del último bastión de una guerra que es de todos, no solo de unos miles de trabajadores, un asedio numantino antes del triunfo total, absoluto, de las políticas neomanchesterianas implantadas desde que comenzó la crisis. La secuencia es conocida: primero llegó el recorte de derechos laborales fruto de décadas de lucha, luego desapareció el concepto de salario justo junto con el propio desprestigio de los sindicatos –volados desde dentro-- y una campaña feroz para criminalizar el derecho de huelga y de manifestación, ley Mordaza mediante. Junto a todo ello, la defección de los partidos de la izquierda tradicional, quizá desde entonces barcos al pairo o a punto de naufragar. En el último eslabón de esta tormenta perfecta, están los periódicos, televisiones, radios e incluso las redes sociales azuzando la animadversión de los otros trabajadores, los que ya están sometidos, convencidos de que quien lucha por sus derechos es su peor enemigo.
Título I. De los derechos y deberes fundamentales. Capítulo segundo. Derechos y libertades. Sección 1.ª De los derechos fundamentales y de las libertades públicas:
(Artículo 28)
1- Todos tienen derecho a sindicarse libremente. La ley podrá limitar o exceptuar el ejercicio de este derecho a las Fuerzas o Institutos armados o a los demás Cuerpos sometidos a disciplina militar y regulará las peculiaridades de su ejercicio para los funcionarios públicos. La libertad sindical comprende el derecho a fundar sindicatos y a afiliarse al de su elección, así como el derecho de los sindicatos a formar confederaciones y a formar organizaciones sindicales internacionales o a afiliarse a las mismas. Nadie podrá ser obligado a afiliarse a un sindicato.
2- Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses. La ley que regule el ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad.
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* En una versión anterior aparecía en este listado el nombre de la escritora, filósofa y guionista estadounidense de origen ruso Ayn Rand. La autora de El manantial y La rebelión de Atlas no solo no fue perseguida, sino que fue convocada como testigo de la acusación en el Comité de Actividades Antiamericanas.
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Autor >
Pilar Ruiz
Periodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003).
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