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Doc: Pues dime, 'chico del futuro', ¿quién es el presidente en 1985?
Marty: Ronald Reagan.
Doc: ¿Ronald Reagan? ¿El actor? ¡JA! ¿Y quién es el vicepresidente? ¿Jerry Lewis? Supongo que Jane Wyman es la primera dama, y John Wayne es el secretario de Defensa... Ya he soportado bastantes bromas pesadas, buenas noches 'chico del futuro'.
¿Qué diría Doc si le reveláramos que Donald Trump ha llegado a ser el actual presidente de los EEUU? Lo ignoramos. Lo que sí sabemos es lo que opinaba de sí mismo el citado Trump en 1985, cuando ya era un empresario polémico y aficionado a la droga dura de los tabloides.
“Wallace le preguntó al Sr. Trump acerca de sus planes para el futuro”. "Tienes más de 30 años. Tienes 40 años para vivir, mínimo. ¿Qué vas a hacer?" "Hay muchas cosas que hacer", respondió el Sr. Trump. Cuando Wallace preguntó si esas cosas incluían política, contestó: "No, no la política, no la política". "Hay muy pocas personas capaces, realmente capaces alrededor, y esas personas tienen que ir a la política", dijo Trump. “Alguien tiene que dirigir el barco.” (Primera entrevista de Trump a nivel nacional, CBS, 60 minutos,1985)
La verdad es que de lo incierto del futuro albergábamos algunas sospechas, gracias al poder adivinatorio de la literatura y el cine: la ciencia ficción llevaba tiempo dando pistas de que el futuro podría no ser tan prometedor como nos decían. Distopías. Pero la generación educada sentimentalmente en los 80 creímos durante casi treinta años en el paraíso prometido de libertad y prosperidad. ¿Cómo no hacerlo?
Del año 1983 a mediados de 1985 algunos adolescentes solíamos pegarnos a la tele pública para ver, boquiabiertos, La edad de oro, mientras los Kaka de Luxe, no mucho mayores que nosotros, cantaban cosas como estas:
No lo pude resistir/me venció la tentación/el demonio me invadió
y pequé, sí, acepté. / Todo en cuero negro/un látigo sacó/entonces me dijo/que me iba a dar mi merecido/que todo esto me pasaba/ por ser una puta, guarra! (La tentación, 1983)
De la noche a la mañana, España se había convertido en un país de ciencia ficción donde todo parecía posible. El mito del eterno progreso se encarnaría para siempre en la beata cantada por Parálisis Permanente y la bruja Avería (“Viva el mal, viva el capital”), un chaval descarado envuelto en celofán de glam, pop, rock con el mejor de los futuros por delante. En la pantalla aparecían ejemplares exquisitos y libertarios de una España reducida a un par de calles que pocos alcanzaron a pisar y, sin embargo, en su breve y elitista paso por la tierra, ¡cuánto educaron! A su pesar, sin querer, o todo lo contrario. Un milagro de la tele.
La verdadera paradoja de nuestro viaje en el tiempo estribaría en la inexistencia del pasado o del futuro
La trilogía de Regreso al futuro (Back to the future. Zemeckis, 1985/89/90) aparece justo cuando acaba la Edad de Oro en España; la era Reagan. El Delorean tuneado por Doc lleva a Marty McFly hasta 1955, más tarde de nuevo desde 1985 a 2015 y finalmente, con un salto mayor, hasta el Salvaje Oeste de 1895. Todo un ejercicio sintético de explicación histórica de los Estados Unidos y su razón de ser, consciente e inconsciente. En las tres películas aparece el malvado Biff Tannen, aunque es en la segunda entrega cuando se adueña de la peripecia. El futurista 2015 de Zemeckis ya se ha convertido en pasado: hemos comprobado que los coches no vuelan ni las zapatillas se anudan solas. Sin embargo, ese 1985 retratado en la segunda entrega se parece extraordinariamente a nuestro 2017. En la ficción, Biff se ha convertido –por culpa de un descuido de Marty-- en un millonario hortera, xenófobo, machista, tiránico y el hombre más poderoso de Norteamérica. Su frase favorita es “Dios bendiga a los Estados Unidos”. El resultado de su (des)gobierno es un país de caos, pobreza y delincuencia; no existe ni tan siquiera el juzgado, convertido en un lujoso casino-hotel propiedad de, claro, Biff. ¿Es una metáfora? ¿Una profecía? Nunca confíen en el guionista: suele tener mala intención.
Lo hemos visto cientos de veces en el cómic, el cine, la novela y los Simpson: si se cambia el pasado, este cambio se replica en el futuro amplificado a través del tiempo con consecuencias imprevisibles y, casi siempre, perversas. Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si en realidad ningún cambio fuera posible en el universo? Podríamos estar atrapados en un bucle temporal del cual no hay Delorean ni TARDIS que nos saque.
La verdadera paradoja de nuestro viaje en el tiempo estribaría en la inexistencia del pasado o del futuro. La falsa sensación de movimiento vertiginoso estaría provocada por la distorsión de una realidad aparecida ante nosotros como la mancha borrosa que vemos desde un tiovivo.
“En Arkansas los violadores podrán denunciar a sus víctimas si abortan”
“Tal y como recoge el diario The Independent, en caso de violación el hombre no podrá reclamar indemnización a su víctima, pero sí podrá paralizar el aborto. También podrán decidir el futuro del feto los padres de las mujeres o sus tutores legales si son menores de edad. Esta polémica propuesta de ley se ha aprobado gracias a la mayoría republicana en las dos cámaras legislativas estatales.” (La Vanguardia, 5-2-2017)
“El paro aumenta en enero en 57.257 personas y deja 3.760.231 desempleados” (SER, 2-2-2017)
“El paro registrado a finales de 1985 alcanzó a 2.731.505 personas” (El País, 18-1-1986)
¿Es el futuro tan distinto del pasado? La lógica de bucle temporal (perdón, Nòvikov) queda más patente, si cabe, en las declaraciones de los responsables del ministerio de nombres cambiantes y bienintencionados, con 30 años de diferencia: “En España, los datos reflejan que el paro ha crecido en 158.800 personas durante el último trimestre de 1984, lo que lo convierte en el peor año para el empleo desde 1981. El aumento del paro en diciembre de 1985 fue según Trabajo, muy inferior al experimentado en el mismo mes del año anterior.” (El País, 18-1-1986)
¿Estamos atrapados en un bucle? ¿O viajamos hacia atrás en el tiempo sin saberlo?
“El secretario de Estado de Empleo, Juan Pablo Riesgo, ha destacado en rueda de prensa que la subida del paro en enero fue el segundo menor repunte desde 2004 --el mayor fue el año pasado, cuando el desempleo cayó en 57.247 personas” (Web RTVE, 2-2-2017)
¿Estamos atrapados en un bucle? ¿O viajamos hacia atrás en el tiempo sin saberlo? En 1985 las calles estaban llenas de tablas de skate igual que ahora, la ciudadanía de bien se horrorizaba de la misma manera por los desastres humanos, como la hambruna en Etiopía (“We are the world, we are the children”) y quizá estemos tan amenazados por el terrorismo como entonces: los libios –malos oficiales de los 80-- que perseguían a Doc y a McFly son ahora los “bad guys” de Trump. Libia es uno de los países con veto de entrada a los EEUU (con Sudán, Somalia, Siria, Irak, Yemen e Irán) en fecha reciente suspendido por un juez. En Oriente Medio la situación tampoco parecía más tranquilizadora: guerra Irak-Irán, Hezbolá y Jihad Islámica. En el atentado de El Descanso hace su aparición en España (18 muertos y 82 heridos) el terrorismo islámico.
Pero no, no exageremos las paradojas ni las sincronicidades: algunos hechos obstinados nos recuerdan que el tiempo pasa y no vuelve. El mismo año, en Bonn, el G-8 se comprometía a “seguir trabajando por la paz, la libertad, la democracia, la justicia social y la prosperidad”. Palabras quizá vacías, pero que se decían en alto. Ya no. O lo que es peor: en boca de algunas instituciones, significan todo lo contrario.
Seguramente, nada de esto hubiera sorprendido al inspirador de todas las historias de viajes temporales: el izquierdista, feminista, anticapitalista y pacifista H.G Wells (1866-1946). Su primera y más famosa novela, La máquina del tiempo, cuenta la historia de un científico que busca desesperadamente salir del bucle de destrucción del ser humano viajando al futuro. Cuando por fin cree haber encontrado una época en el que mundo es bueno y pacífico (tiene que llegar hasta el año 802.701) se encuentra con los aterradores y caníbales Morlocks. Finalmente, llegado al futuro del futuro, el viajero descubre un planeta en el que la humanidad ya no existe y donde no hay más que cangrejos, mariposas gigantes y una criatura marina con aspecto de piedra que le provoca terror. Tanto, que decide volver a finales del siglo XIX, la del propio Wells.
Tras cada historia se esconde la distopía, el bucle temporal, la paradoja letal de encontrarnos con nosotros mismos que puede provocar la destrucción de todo el universo.
Todas las historias de viajes en el tiempo esconden el mismo miedo y el mismo aviso: la muerte del progreso. El grito punk del No future resuena entre sus líneas, aunque fueran escritas por gente vestida con levita. Tras cada una de ellas se esconde la distopía, el bucle temporal, la paradoja letal de encontrarnos con nosotros mismos que puede provocar la destrucción de todo el universo. O aun peor: destinándonos a acabar en la cueva de los Morlocks.
Regreso al futuro II fue estrenada en 1989 (entonces había que esperar años para ver las secuelas, otra pequeña diferencia con la actualidad: el tiovivo iba más lento). 28 años después, el guionista de la película, Bob Gale, ha revelado que el personaje del millonario psicópata Biff está basado en Donald Trump.
“Así lo ha revelado el guionista de la cinta Bob Gale en The Daily Beast. “¡Pensamos en él cuando hacíamos la película! ¿Me estás tomando el pelo?”, pregunta. “Si ves la segunda parte de nuevo, hay una escena en la que Marty se enfrenta a Biff en su oficina y hay un gran retrato de Biff en la pared detrás de él; hay un momento en que pone la misma pose que en el retrato. ¡Sí!” (Sensacine, 22.10-2015)
Lo dicho: cuidado con el guionista. A veces, acierta.
A Paloma Chamorro, in memoriam.
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Autor > Pilar RuizPeriodista a veces y guionista el resto del tiempo. En una ocasión dirigió una película (Los nombres de Alicia, 2005) y cada tanto publica novelas. Su último libro es "La Virgen sin Cabeza" (Roca, 2003). Suscríbete a CTXT
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