Tribuna
Pérez-Tapias contra el cinismo
El nuevo libro del autor es la crónica de una sucesión de derrotas y claudicaciones de la democracia cuyo hilo narrativo es la historia de la socialdemocracia desde mitad del siglo XX hasta la abstención del PSOE en la investidura de Rajoy
Miguel Pasquau Liaño 22/02/2017
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¿Se imaginan a Max Weber en la tribuna de invitados del Congreso, tomando notas en la sesión de investidura de Mariano Rajoy? ¿No les gustaría presenciar una tertulia entre Habermas, Carl Smith, Ulrick Beck, Karl Marx, Stiglitz, Gramsci, Zizek y Bauman sobre la evolución del proyecto europeo, o sobre las amenazas de la democracia en el siglo XXI? ¿Tienen curiosidad por saber de qué discutirían Batman, Gramsci y Laclau al leer las ideas de Errejón sobre la hegemonía?
Podemos abrir el nuevo libro de José Antonio Tapias, La insoportable contradicción de una democracia cínica, (Editorial Universidad de Granada) por cualquier página y encontraremos muy probablemente en un mismo párrafo a Tsipras y a Jacques Roncière, a Kant y a Susana Díaz, a Maquiavelo y a Felipe González, a Huntington y a Trump, a Gramsci y a un Comité Federal del Partido Socialista, a Butler y a Podemos. Monumentos clásicos situados en las avenidas de la actualidad. José Antonio Tapias escribe en caliente, al hilo de algo que le importa de lo que está sucediendo, pero es un intelectual y no tiene más remedio que tirar de su fondo de armario (es decir, de sus lecturas) para intentar entender la realidad y convertir la sucesión de puntos en una línea inteligible. No es en absoluto un manual de filosofía política, porque el libro no trata sobre autores y conceptos: lo que ocurre es que ellos, los grandes pensadores, acuden puntuales cuando Pérez Tapias abre los ojos y se encuentra con el referéndum griego, con las negociaciones del TTIP, con un episodio de la crisis de los refugiados, con un atentado terrorista, con los papeles de Panamá, con la victoria de J. Corbyn, con un debate electoral, con los pactos de investidura, con algún editorial de El País, con unas declaraciones de Felipe González, con varios comités federales del PSOE, con la abstención, y con el dinosaurio (Rajoy), que todavía está ahí ("Ojalá ya no esté el dinosaurio", p. 306).
Es un libro duro, lo advierto. No llega a la amargura, pero sí roza en ocasiones la indignación, y se mueve entre cierta desesperanza y mucha preocupación. No es un sermón encendido para consumo de feligreses ni un conjunto de eslóganes fáciles de retener y de enarbolar, sino la crónica de una sucesión de derrotas y claudicaciones de la democracia frente al cinismo. Pero tampoco es una simple rabieta, porque está anclado en una tradición de pensamiento que le sirve para mirar a largo plazo.
El hilo
Hay un hilo (tenso y rojo) en la narrativa de este libro, que es el de la socialdemocracia, desde sus fundamentos hasta su derrota. Ese hilo comienza en mitad del siglo XX y concluye con la abstención del PSOE a la investidura de Mariano Rajoy. El arranque es poderoso, empujado por la conmoción moral de las grandes guerras de la que brota un lúcido compromiso de dignidad humana, y por la fuerza del movimiento obrero todavía curtido en la lucha de clases. Hubo un tiempo en que el capitalismo y la democracia pugnaron virtuosamente, generando unos estados sociales relativamente equilibrados en los que todos parecían ganar algo. Pero la socialdemocracia comenzó a enfermar por culpa de su éxito: en los años 70 y 80, el capital, incomodado por tanta democracia social, empieza a organizar su victoria sin necesidad de golpes de Estado: seguiría habiendo elecciones, constitución y derechos, pero en paralelo se iría creando un tablero de juego libre de esos costes y esos límites. La globalización sólo económica permitió al capital escapar de los Estados, la tecnocracia consiguió sustraer ámbitos de decisión a la democracia, y la crisis fiscal de los Estados fue preparando una suerte de “creditocracia”: primero te presto, y luego, cuando no puedas pagarme, harás lo que yo te diga. La socialdemocracia, todavía con los restos de las vacas gordas, jugó a la tercera vía. Claudicó. Siguió ganando batallas pequeñitas, alguna incluso electoral, pero perdió en los dos frentes importantes: la igualdad (ricos y pobres) y la dignidad humana (crisis migratorias). No harían falta grandes esfuerzos de legitimación ideológica: bastaría con el cinismo. “No hay más remedio”. Dejó de hablarse de justicia (“¡qué más quisiera yo que poder ser justo!”, dice el cínico), porque ya sólo puede hablarse de costes y competitividad, de deuda y de disciplina. Es lo que hay.
Que la socialdemocracia no supo, no quiso o no pudo seguir cuidando el pacto social es una evidencia que ya nadie discute (Una socialdemocracia rendida, p. 210). Es verdad que nadie rescindió ese pacto: fue quedándose vacío de contenido, aligerado, recortado. Nadie protestó eficazmente a tiempo. Los tópicos socialdemócratas fueron quedando ridículos, progres, sin resistencia alguna frente a la urgencia de la deuda y a los buques repletos de productos made in China, es decir, libres de derechos de los trabajadores. Luego llegarían las lamentaciones y el voluntarismo electoral. Subiré un poquito el salario mínimo, no bajaré demasiado la indemnización por despido, quizás algún día habría que crear un impuesto sobre la riqueza… Casi mejor el cinismo, se dijo la gente: al menos, juega en el tablero real.
¿A quién va dirigido este libro?
¿Con quién dialoga Pérez-Tapias? ¿A quién quiere decirle lo que piensa?
No dialoga con Rajoy, ni con el Partido Popular. A ellos los sitúa en el campo del cinismo conservador y allí los deja. No cree que vayan a dejarse interpelar por sus reflexiones. Les reprocha la corrupción, pero no para que se regeneren, porque los da por perdidos. Están donde siempre estuvieron: al otro lado. Le gustaría simplemente combatirlos, no comprenderlos ni salvarlos de sí mismos. Quizás es que ese combate lo pospone, hasta arreglar la propia casa.
¿Con Podemos, entonces? Tampoco. Podemos es la continuación del PSOE por otros métodos y a través de otras edades, algo con lo que tarde o temprano hay que entenderse si se quiere aspirar a remover el estanque. No hay demasiadas referencias críticas a Podemos. Dejando al margen sus formas y estrategias, comparte casi todo lo que Podemos defiende, salvo un aspecto sustancial: cree que su concepto de hegemonía está anticuado y no es útil en una sociedad como la nuestra, y contrapone otro modelo de acción: la izquierda plural, curtida en conflictos y consensos (Urgencia de una política poshegemónica, p. 199). No se trata de construir un pueblo, sino de movilizar a la parte de la ciudadanía que necesita la política para alcanzar sus intereses.
El libro va dirigido al PSOE, y quizás a la socialdemocracia europea. Dialoga con los suyos. Se centra en lo que más le duele. Trata de un partido que tiene un pasado apreciable, un presente desazonador y un futuro francamente incierto. Hablando del PSOE y con el PSOE, Pérez-Tapias afila el discurso, lo llena de matices y de complejidad. Y lo hace desde dentro, sin abandonar la mesa de negociaciones. No se trata de las memorias de un jubilado, porque él sigue ahí, aferrado a su hilo de esperanza, un hilo cada vez más fino después de tantas batallas libradas y perdidas.
Pérez-Tapias nos describe un partido secuestrado (él dice “presionado”) por dos condicionamientos en los que parece empecinado:
a) Por un lado, por la “ética de la responsabilidad”, que quiere hacer de él un baluarte del sistema, un apoyo de la estabilidad a toda costa y que le impide atreverse a la heterodoxia. Un partido que se ha negado a sí mismo el derecho a hablar de Estado plurinacional en serio (Desacralización de la nación y desmitificación de la soberanía, p. 36), de república, de socialismo, y que en sus alianzas busca más el comodín de Ciudadanos que el riesgo de Podemos (Cuando el pacto deviene blindaje, p. 264). Lo único que le quedaba era el “no es no”, y también eso lo perdió, a cambio de ser perdonado. Cínicamente perdonado (Una abstención que abrasa, p. 389).
b) Por otro lado, por la mezquindad electoralista a corto plazo, es decir, por el miedo y el vértigo a perder los restos de poder que le quedan (“La izquierda frente al miedo”, p. 254). Son presupuestos, son puestos de trabajo, es una estructura orgánica que necesita la gasolina del poder. Puede permitirse poner énfasis en algunos pellizcos, en matices pequeñitos presentados enfáticamente como falsa alternativa, cuando más bien su función actual parece ser la de hacer de tapón de una auténtica alternativa difícil, a largo plazo, algo más ambiciosa. “El ideal cínico es engullir toda alternativa” (p. 348).
Pérez-Tapias se indigna sobre todo con los suyos. Con unas declaraciones de Felipe González (“González y las comparaciones abusivas”, p. 225), con el discurso de Hernández en la investida del “no es abstención” (“Oración cínica en el altar del sistema”, p. 397), con las maniobras de los “jefezuelos territoriales celosos de sus parcelas de poder” (p. 367), que es como llama a los barones, sobre todo a los del sur, o con las servidumbres de unas líneas rojas con las que --dice-- condenaron a Pedro Sánchez al suicidio como último servicio al partido.
¿Cuántas oportunidades seguirá dando Pérez-Tapias al PSOE? Es una pregunta incómoda para él, que no le gusta que le hagan. Él sigue sosteniendo su delgado hilo de esperanza (“Los frentes de la batalla anticínica”, p. 412). Para él, la esperanza del PSOE es la militancia, igual que la esperanza de la democracia es una ciudadanía dispuesta a cuidar sus derechos, que no ceda, comprometida con una democracia “moralmente orientada”, sabiendo que la moral de la democracia no es otra que la dignidad radical de cada ser humano y la justicia, es decir, el pacto social, y que el cinismo consiste justamente en dejar eso de la justicia y los derechos humanos para los trabajos de colegiales en el día de la paz: “No hay más remedio”. Y todo eso en una Europa de la que, dice, sólo nos va a quedar el euro, “testigo monetario de una letal impotencia política” (“De nuevo, Europa después de Europa”, p. 352), y con un PSOE del que, si no se tuercen los vaticinios, sólo quedará el retrato de un grupo con señora, a menos que la militancia se atreva a decir qué quiere, y no qué más quisiera.
¿Por qué hay que leer este libro?
La insoportable contradicción de una democracia cínica es un libro duro, a veces desazonador. Quizás por eso mismo hay que leerlo, porque la primera urgencia es encender todas las alarmas. Pero además, en él hay una lúcida rebeldía frente al pensamiento único, que hoy rima con cínico. Pérez-Tapias eleva el nivel de la discusión, propone argumentos de largo recorrido, con buenos fundamentos y objetivos no sé si alcanzables, pero sí al menos irrenunciables. No hay nada de esa cháchara que hace del debate político un entretenimiento más (“Cinismo político en la democracia del espectáculo”, p. 405). Sus reflexiones nos ayudan a entender lo que está pasando, a recordar lo que fuimos (o lo que quisimos ser). Vuelve a tensar el hilo. Es el libro de un resistente que ayuda a resistir, por eso hay que leer este libro.
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Miguel Pasquau Liaño
(Úbeda, 1959) Es magistrado, profesor de Derecho y novelista. Jurista de oficio y escritor por afición, ha firmado más de un centenar de artículos de prensa y es autor del blog 'Es peligroso asomarse'. http://www.migueldeesponera.blogspot.com/
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