“Estoy embarcado en una guerra con los medios. Están entre los seres humanos más deshonestos de la tierra". Trump en la sede la CIA, al día siguiente de ser investido como presidente. 

"Tú dices que son falsedades, y ellos --Sean Spicer, secretario de Prensa-- da hechos alternativos". Kellyanne Conway, exjefa de campaña y actual consejera de Donald Trump, al periodista Chuck Todd sobre lo que el portavoz de la Casa Blanca, Sean Spicer, había dicho en su primera comparecencia oficial ante los medios de comunicación. (El Mundo, 22-1-2017)

“Mi deseo es volver a hacer héroes de los periodistas” (Aaron Sorkin en la presentación de su serie de TV The Newsroom, 2012) 

La posverdad ha muerto, viva el “hecho alternativo”. En España, salvo algunos comentaristas ultracentristas que lo han saludado con vítores, la mayoría de medios muestran a las claras el rechazo que genera el 45º presidente de los Estados Unidos. Discrepan, eso sí, en la forma en que analizan e incluso predicen la política que llevará a cabo. Los más optimistas –suelen ser conservadores-- insisten en que los diversos mecanismos de la vieja democracia y el espíritu de los Padres Fundadores contendrán las muestras de “rebeldía” y “excentricidad” del magnate elevado a hombre más poderoso de la Tierra. Los más autocríticos afean la conducta de los medios de comunicación acusándoles de culpables del ascenso de Trump.

“Y nos debería obligar a un ejercicio de autocrítica y de responsabilidad. ¿Hubiera sido Trump presidente sin el antagonismo de los medios? ¿Cuántas horas de televisión gratuita se le concedieron al candidato republicano frivolizando con sus opciones, recreándonos con su pintoresquismo, subestimando el hastío de los votantes y la correspondiente adhesión a un fenómeno antipolítico que apela al miedo y al instinto?”. (Rubén Amón, El País, 23-1-2016)

Sin golpes de pecho: puede que la prensa sea la culpable de haber alimentado al monstruo, sí, pero ¿qué prensa?

En junio de 2012, el canal de cable HBO estrena la serie The Newsroom (La sala de redacción), con el gancho de Aaron Sorkin como creador. Tras triunfar en el teatro, el cine y la tele (The West Wing: El ala oeste de la Casa Blanca), el guionista promete reinventar el ya clásico tópico televisivo sobre el periodismo y sus dilemas. En la serie de Sorkin, una estrella de los informativos televisivos acompañado por un equipo de jovenzuelos idealistas se enfrenta a todo tipo de conflictos profesionales, armado con la verborrea irónica y el walk and talk  marca de la casa. El telediario presentado por Will McAvoy (Jeff Daniels) dará cuenta de Fukushima, las primaveras árabes, Wikileaks, la muerte de Bin Laden, el ascenso del Tea Party o la presidencia de Obama: pura actualidad del momento contada desde el más independiente y riguroso tratamiento informativo, pero también desde la pasión por el servicio público como un acto de responsabilidad social.

Toda la serie respira el mayor respeto y amor --desatado a veces-- por la profesión periodística, una verdadera loa a la Primera Enmienda (sección de la Constitución que defiende la libertad de expresión y la religiosa). Pero además, en manos de Sorkin, el personaje del periodista McAvoy se convierte en instrumento para abofetear con él a sus mayores enemigos: la ultraderecha norteamericana y el capitalismo asalvajado que atenaza también los medios de comunicación y cuyo vértice en la pirámide --insospechado hace apenas 4 años-- sería el mismísimo Trump. Para Sorkin luchar contra estos espantajos es una cuestión de patriotismo, que a su entender consiste en defender la democracia americana, sus valores de libertad y tolerancia, como el mayor logro político de todos los tiempos. En fin, pura ficción.

“Lo importante para una democracia son unos electores bien informados. Pondremos la información en un contexto más amplio. Las noticias solo son útiles en el contexto de la humanidad”. (Will McAvoy en The Newsroom). 

Pero estamos en 2014 y no en los tiempos del presidente Bartlett: The Newsroom fracasa de forma estrepitosa. Quizá porque ya nadie cree que la llamada “prensa independiente” pueda ser protagonista de nada o quizá porque una visión del periodismo tan estilizada resulta irreconocible: la serie de Sorkin, comparada con la ficción que triunfa durante la Administración Obama, parece un musical de la Metro. El archifamoso “toque Sorkin” es acusado de falta de realismo, demagogia y de escorarse a la izquierda hasta hundir el barco. ¿Posible caso de deshonestidad creativa? 

Más allá de subtramas infladas o mayor o menor acierto –con polémica sobre el tratamiento de las violaciones por medio--, la crítica –es decir; la prensa-- y las redes sociales se cebaron con ella. Tras una campaña de acoso –Sorkin tuvo que pedir perdón públicamente-- HBO decidió cancelarla en 2013. The Newsroom “muere” en una tercera temporada con solo seis capítulos.

Sin lugar a dudas, la serie y su creador concitaban la antipatía popular (¿populista?) de una audiencia que ya le tenía ojeriza al establishment que más ha movilizado el voto pro-Trump: Hollywood y su sucursal televisiva plagadas de ricos mimados, judíos pijos y liberales, además de bocazas que sueltan titulares en un sistema que no solo lo consiente, sino que les paga con cifras de tres ceros. (Y que produce una enorme envidia transoceánica: véase al respecto nuestra ley mordaza y sus consecuencias en nuestro reluciente Estado de Derecho español.)

“Es un cerdo completamente incompetente con ideas peligrosas, un serio desorden psiquiátrico, sin conocimiento del mundo y sin curiosidad”. (Carta de Sorkin a su hija pidiéndole perdón por no haber podido “protegerla” del triunfo de Trump, depositario de estas lindezas,  9-11-2016) 

Aaron Sorkin encaja en la caricatura del liberal en el sentido anglosajón del término --no en el sentido acuñado por los neoconservadores españoles--, un sabelotodo judío trasunto de su personaje Josh Lyman --el ayudante del presidente en El ala oeste…--, arrogante, polémico e incapaz de jugar en equipo. Una bicha roja para repartirse el odio del conservadurismo a partes iguales con Michael Moore --su reverso tosco-- y que desde su atalaya de éxito se permite dar lecciones sobre democracia, justicia, igualitarismo, dignidad, rigor y honestidad. No es extraño que sus personajes sean casi siempre héroes míticos, semidioses destinados al Olimpo. Pero el neoyorquino es demasiado brillante para caer en el cliché y sus héroes lo son aún más cuando fracasan. Eso sí que va contra la línea de flotación del sueño americano y le acerca, insospechadamente, al héroe trágico español. 

Puede que la clave esté en su pasión por el Quijote, figura que cita una y otra vez en su obra. En plena promoción de The Newsroom, declaró así su amor por la obra de  Cervantes:

“Es el libro que ha tenido más impacto en mi vida. (...) La figura del Quijote siempre me recuerda a mi padre, que tiene 90 años. Siempre le he visto a un paso de arremeter contra los molinos. A su modo, siempre defendió las leyes de caballería. Cuando lo descubrí, no sabía que se trataba de un libro tan famoso y me dieron sudores al ver su grosor. Finalmente me lo leí a los 14, y a estas alturas me lo sé tan bien como otros se saben la Biblia. Lo puedo leer de atrás adelante, aunque nunca lo he leído en español. Pero tengo un molino de viento en la mesa de mi despacho”. (El País, 9-9-2012).

¿Periodistas como héroes? Quizá Sorkin, envanecido, no midió el tamaño de su quijotesco empeño y mandó a su criatura a luchar contra molinos de viento. Y el viento, también en Europa, sopla a favor de los magos malignos que tanto incordiaban al caballero de la Triste Figura:

“Cumbre de la extrema derecha europea: Le Pen dice que 2017 será el "despertar de los pueblos" (20 minutos, 20-1-2017)   

A pesar de los pésimos augurios no olvidemos que, como norteamericano y a diferencia de los cínicos europeos, el escritor es un optimista eterno heredero de la tradición de los narradores de su país, que tienen una regla no escrita: “Si puedes, dales a esos pobres diablos del público algo a lo que agarrarse, algo para que puedan seguir adelante y soporten las penas y sinsabores hasta que lleguen tiempos mejores. Recuerda: se merecen un poco de esperanza.”

Puede que haya que esperar un poco, pero seguro que Sorkin sigue escribiendo. Siempre habrá héroes, incluso en el periodismo.