Yavuz Baydar /Periodista turco en el exilio
“Erdogan solo busca más poder para salvar su futuro político”
Amanda Andrades Madrid , 14/04/2017
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A los disidentes, cuando las cosas se ponen feas, muy feas, la vida no les ofrece muchas opciones, solo dos senderos: la cárcel-la muerte o el exilio, exterior o interior (el silencio). En esa encrucijada, Yavuz Baydar (Estambul, 1956) eligió el exilio. Dos veces. La primera, a mediados de los setenta, cuando era estudiante y “anarco liberal”. Sus pasos se encaminaron entonces hacia Suecia, donde vivió durante 16 años y estudió Periodismo. La segunda, tras la asonada fallida del pasado julio en Turquía. Su nuevo hogar se encuentra ahora en algún lugar de Europa. Su primer destierro actuó como resorte, como memoria /instinto del peligro, para tomar la decisión de marchar. “Mi intuición era muy fuerte, me gritaba. Pensé en qué ocurriría a la mañana siguiente si ganaban o no los golpistas, pasase lo que pasase iba a haber un ataque contra los periodistas”, rememora Baydar, que ha sido galardonado con el premio Especial de la Prensa Europea “a la excelencia periodística”, el Premio Umbria de Periodismo y el Premio Caravella / Mare Nostrum.
Invitado por la sección española de Reporteros sin Fronteras, Baydar vino a Madrid para hablar de cómo sus temores se vieron confirmados. Desde julio, según los datos recogidos en el informe anual de esta organización, el Estado turco ha cerrado y expropiado 102 medios de comunicación críticos con el gobierno y 29 editoriales, lo que ha provocado miles de despidos, ha cancelado más de 700 carnets de prensa y ha encarcelado a más de 100 periodistas, un dramático récord que ha convertido a Turquía en la mayor cárcel de periodistas del mundo, por delante de China, Siria, Egipto e Irán.
¿Incluso si ganase el voto del no, qué pasaría después? ¿Se continuaría usando el Estado de emergencia como herramienta para mantener el control?
En la conversación que mantuvo con CTXT durante su visita, no solo se hallaba muy presente el pasado reciente, el intento de golpe, también el futuro, el referéndum constitucional que se celebra este domingo 16 de abril, planteado por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, como el plebiscito en el que la voluntad popular legitime la concentración del poder. Una deriva autoritaria, un desmantelamiento del Estado de derecho, que, según Baydar, Erdogan necesita para evitar ser juzgado por los serios casos de corrupción que le implican a él y a su partido, el AKP.
¿Qué va a ocurrir en el referéndum constitucional?
Erdogan es un exitoso ingeniero social y político. Tiene una gran habilidad para ser uno de los más exitosos. Tiene muchas destrezas y mantiene el apoyo de ese 45% de la mayoría silenciosa, religiosa. Además, la oposición tiene razón al decir que bajo el Estado de emergencia el voto del No no tiene posibilidades. No hay oportunidades porque hay muchas restricciones. En tercer lugar, los medios de comunicación, en un 95%, están acabados o han pasado a contar la historia/la mentira del gobierno. Es toda una maquinaria de propaganda. Es un poco lo que hacía Goebbels con la propaganda nazi. Nos encontramos ante un enorme puente de mando que pertenece a Erdogan y que está funcionando. El voto del No puede ser una esperanza, pero no veo muchas opciones. Creo que ganará el voto a favor del sí. Hay otra pregunta: ¿incluso si ganase el voto del no, qué pasaría después? ¿Se continuaría usando el Estado de emergencia como herramienta para mantener el control? La situación seguirá siendo complicada y dramática en Turquía durante un tiempo.
Cuando Erdogan accedió al poder, su imagen en el exterior era muy positiva. La revista Times lo presentaba en 2004 como un constructor de puentes entre el islam y la democracia al estilo de los demócrata-cristianos. ¿Qué ha ocurrido en estos 13 años para llegar hasta esta deriva autoritaria?
Esta es la pregunta que todo el mundo se plantea hoy. Simple y llanamente, lo que ha ocurrido se llama corrupción. El poder corrompe; corrompió al partido. Ha sido demasiado tiempo. En sus inicios, durante sus cinco primeros años, el AKP era una formación moderna, con un liderazgo colectivo. Luego Erdogan comenzó a rodearse de sus sicofantes y la corrupción empezó a ser cada vez más profunda. Creo que es un acto de desesperación de Erdogan, tiene que ser más autoritario para poder salvar su futuro político, se está garantizado su supervivencia. Así de sencillo. Podría enfrentarse a cargos de corrupción muy serios que tienen que ser investigados. Por eso tiene que cortarle la cabeza al sistema judicial y evitar que siga existiendo el Estado de derecho.
Uno de los periodistas detenidos tras el golpe, Ahmet Sik, en su alegato de defensa al ser juzgado, afirmaba que la asonada se había evitado, pero que una junta militar se había alzado con el poder. ¿Lo ve usted también así?
Podría decirse eso. En los días posteriores al intento de golpe algunos periodistas, no muchos, empezamos a preguntarnos qué lo desencadenó, quién lo impulsó, quiénes estaban implicados. Fuimos pocos. El resto de los periodistas, como un rebaño de ovejas, obedeció la narrativa oficial. Compraron el escenario que nos vendían. Muy pocos decidimos que eso no tenía sentido. Nuestra tarea es plantear preguntas, incluso si no hay respuestas tienes que seguir preguntando. Y Ahmet fue uno de los que hizo preguntas. Todavía hoy hay muchas sombras acerca de lo que sucedió. Y probablemente lo que Ahmet plantea con su afirmación es esa sensación de poder autoritario que llega como un tsunami. Eso es una realidad. Da un poco igual si la gente salió a las calles el viernes por la noche para detener a los soldados y a los tanques, el resultado fue un incremento de la opresión: contra los kurdos, contra todos aquellos que estamos en desacuerdo con Erdogan y con el AKP. Por tanto, nada cambió en realidad, y lo que quiere decir Ahmet es correcto. Podemos llamarlo contragolpe u autogolpe, es una mezcla de ambos. Ahora soportamos un puño de hierro aún más fuerte, debido al estado de emergencia promulgado inmediatamente después. La situación es tan oscura como lo era antes del 15 de julio.
¿Y qué ocurrió entonces esa noche?
Es un poco como una novela de Agatha Christie. Por desgracia algunas corrientes de la izquierda y de la prensa laica siguen aún la narrativa oficial: una composición, una coreografía puramente gülenista. Ninguna institución o medio occidental serio se cree esa historia. Y sobre todo, no se la creen los que toman las decisiones en la UE, la OTAN, en Estados Unidos. Cuando se analizan los datos de los que disponemos sobre las causas de este intento de golpe de Estado, se generan más preguntas. Solo sabemos que no sabemos. Lo interesante quizás es que meses antes, en abril, ya había algunos columnistas que hablaban de preparativos. En mayo, cuando Erdogan quita a Davutoğlu de primer ministro, esto genera una turbulencia adicional. En junio, un mes antes del golpe, había, de manera insistente, artículos y reportajes en prensa que hablaban de un corte de cabezas en el Ejército, de hacer una limpieza de gülenistas. Había una preparación de la confrontación, sobre todo en los niveles más altos de la jerarquía militar. Además hay una serie de elementos ese viernes por la tarde. Daba una impresión extraña, un golpe a las 10 de la noche un viernes, cuando todo el mundo está por ahí, cuando hay unos atascos impresionantes. Fue como algo que aparece de la nada, mucho ruido, algunos F16 sobrevolando, pero, en resumen, una curva que implosiona en dos o tres horas, que subió y bajó muy rápido.
Muy raro, ¿no?
La propia coreografía del golpe, un grupo de soldados que atacan los canales de comunicación, pero no controlan las televisiones nacionales... Un llamamiento del presidente y del primer ministro. Y las mezquitas empiezan a llamar a la gente para que salga a la calle. Parecía preparado. Daba esa impresión. Y en cuatro o cinco horas, ya está, todo resuelto. Y al día siguiente hay una lista de jueces y fiscales a arrestar, unas 400 personas. ¿Cómo es posible que preparen tan rápido la lista? Además, cuando empiezan a hacer las redadas, detienen a 163 generales y almirantes. Hay unos 345 generales en Turquía. Un 45% está en prisión. Casi la mitad. ¿Cómo es posible que en los cuarteles generales de Ankara no supieran que tenían este problema en sus filas, cómo es posible que la OTAN, en la que Turquía es el segundo ejército más importante, no supiese que había tantos infiltrados?
La UE no existe a ojos de Ankara como un socio de igual a igual ni tampoco tiene una influencia benévola. Esa historia se acabó hace años debido a una serie de graves errores cometidos por Bruselas
Es un misterio. En las acusaciones contra el grupo de soldados que tomaron el aeropuerto de Estambul aparece escrito que unos 63 oficiales estuvieron reunidos más de 54 horas en distintos puntos preparando el golpe. ¿Y en Ankara ni siquiera se preguntaron qué estaba pasando? Ese día además hay movimientos de gente importante, como el jefe de los servicios secretos. El golpe empezó a las diez de la noche. A las dos de la tarde, un oficial acude al cuartel general de los servicios secretos y anuncia: “Tengo información. Algo está pasando. Esta noche va haber una sublevación”. Dos horas más tarde, el director de los servicios secretos conduce hasta las oficinas centrales del ejército. Estamos hablando más o menos de las cuatro de la tarde. A partir de ahí aún no sabemos qué pasó. ¿De qué hablaron? El director de la inteligencia nacional se marchó dos horas antes del inicio del golpe. El jefe de las fuerzas armadas se quedó en las oficinas. Si sabía que algo iba a suceder, cómo es posible que luego pudieran retenerlo como rehén, tal y como ocurrió. Nos encontramos con un misterio tras otro. ¿Qué sabían? ¿Formaban parte del plan o no? Nos enfrentamos a un puzzle lleno de dudas y preguntas y tal vez dentro de un año, o de cuatro, sabremos la verdad.
Golpe o autogolpe, ¿cuál era el objetivo de toda esta operación?
Si miramos la consecuencias, vemos que Erdogan ha cimentado su poder. Ahora cuenta con un Estado de emergencia, ampliado cada tres meses, que le ha dado el poder para emitir decretos sin necesidad de control parlamentario. Este régimen a base de decretos supone que el legislativo se queda fuera del sistema. Y el judicial también está fuera. Además supone la extinción del Estado de derecho. Si uno analiza las consecuencias, se ve una continuidad, una consolidación del poder en una sola persona. Casi podríamos hablar de personalización del poder en Erdogan. Pero este patrón ya se había iniciado hacía cuatro años, a raíz de las protestas del parque Gezi, cuando mostró la intolerancia de su Gobierno limitando la libertad de expresión, de reunión, de manifestación y de los medios de comunicación. Desde ese junio de 2013, todo esto ha ido avanzando lentamente hasta llegar a julio del año pasado, donde se produjo una erupción violenta, con el fallido intento de golpe. A partir de ahí las cosas se han acelerado. Ahora nos enfrentamos a una veloz deriva hacia un régimen autocrático.
Tras el intento de golpe, usted afirmó que la Unión Europea les había abandonado, pero ¿qué capacidad de influencia tiene la UE y la promesa de entrar en ella?
Tristemente, la UE no existe a ojos de Ankara como un socio de igual a igual ni tampoco tiene una influencia benévola. Esa historia se acabó hace años debido a una serie de graves errores cometidos por la UE. Gran parte de la culpa la tiene Sarkozy, quien tenía una gran influencia sobre Merkel. Su posición creó mucha decepción en Turquía, en todos los partidos en general. Hace unos cinco o seis años el apoyo a pertenecer a la Unión Europea entre los kurdos --un 20% de la población-- era del 95%. El de los turcos rondaba el 60%. Un buen porcentaje, pero comenzó a descender. Ahora ni siquiera le preguntes a un kurdo sobre esta posibilidad, te mandaría a paseo. Sarkozy decía que Turquía no pertenece a Europa. Fue una manera ridícula de tratar el proceso. En lugar de ser realistas, positivos y constructivos, Sarkozy optó por una línea populista y, por desgracia, generó una contrarreacción. Otro error grave fue la decisión de que Chipre entrase en la UE en 2004. Normalmente no te planteas que entre un país con un conflicto tan grave como el de Chipre. A partir de ahí hubo una serie de bloqueos, como, por ejemplo, cuando España, Suecia, Italia e incluso Grecia apoyaron la candidatura turca para ser miembro de la UE y se enfrentaron a Francia y Alemania. Ahora se acabó. Ya no se presta ninguna atención a la UE. La crisis de los refugiados sirios se ha convertido en el único problema. La realpolitik entre Turquía y la UE es como una venta de caballos, una transacción.
Ha mencionado las manifestaciones del parque Gezi en Estambul en 2013. ¿Qué queda de esta generación de jóvenes?
Turquía nunca ha sido secularista en el sentido en el que lo definimos y conocemos. Era un secularismo de arriba abajo, una forma autoritaria de laicidad que oprime a las sectas y comunidades religiosas
Desilusión y confusión. Estos jóvenes empezaron a protestar con gran dosis de esperanza y sentido del humor, pero fueron machacados. Un día tras otro, una semana tras otra, la policía les atacó de manera brutal. Sus órdenes eran mostrar cero tolerancia hacia cualquier expresión en las calles y en las plazas, por pacíficas que fueran. La intolerancia de las autoridades y la falta de compromiso hacia ellos por parte de la oposición convencional los hizo polvo. Incluso el movimiento político kurdo, el partido pro-kurdo HDP, les dio la espalda porque estaba involucrado en las negociaciones de paz con el gobierno. El egoísmo político, la polarización y el control de los mayores de todas las formas de oposición ayudaron a colapsar este impulso. Lo que nos queda es una generación más cínica, más introvertida y más desconfiada que nunca.
La laicidad está inscrita en la Constitución turca desde los años veinte. ¿Por qué se ha puesto en duda en los últimos años? ¿Ha fracasado el modelo kemalista de secularismo? ¿De qué manera?
Turquía nunca ha sido secularista en el sentido en el que lo definimos y conocemos. Era un secularismo de arriba abajo, una forma autoritaria de laicidad, una manera más agresiva que el modelo francés, que oprime a las sectas y comunidades religiosas desde 1920. El Estado controlaba la dosificación del discurso religioso y vigilaba todas las actividades religiosas, vistas a menudo como amenazas. Diyanet, la Dirección de Asuntos Religiosos, sigue siendo la más poderosa de las instituciones estatales. Nombra a más de 85.000 imanes, cuyo estatuto es el de funcionarios públicos a sueldo, y dicta los sermones que el viernes se leerán en las mezquitas. Esto es contrario al sistema secularista como lo conocemos. Aún es más dramático que Diyanet, a pesar de estar financiado con impuestos y contar con un enorme presupuesto, represente sólo al segmento sunita de la sociedad --no respeta a los alevis y otras minorías y a los ciudadanos estrictamente seculares de Anatolia Occidental-- y haya hecho oídos sordos a todas las críticas que le achacan no ser inclusivo. Los fundadores de la República Turca establecieron Diyanet como una poderosa herramienta para la tutela y la ingeniería social, pero el ascenso de los movimientos islamistas al poder, la toma del gobierno por el AKP, lo convirtió rápidamente en el instrumento más importante para ejercer la islamización del país. Una de las cosas más admirables de la historia es que las clases de religión no eran obligatorias en los colegios hasta que los llamados generales “seculares”, después del golpe de 1980, las convirtieron en obligatorias para contentar a las masas piadosas, para que apoyaran su batalla contra la izquierda, a la que veían como el enemigo. Para el AKP es perfecto hacerse cargo de un sistema así y convertirlo en una ventaja ideológica. Todo esto explica cómo de mal se diseñó el llamado sistema secularista turco.
Tras el alejamiento provocado por el derribo de un avión ruso por las fuerzas aéreas turcas, se está produciendo un acercamiento entre Turquía, miembro clave de la OTAN, y Rusia. ¿Cómo afecta esto al tablero internacional?
Esto forma parte del enorme desorden mundial que estamos viendo. Todas las instituciones post Segunda Guerra Mundial están achicharrándose en estos momentos – la OTAN, la OMC, la UE, el Consejo de Europa, la OSCE, etcétera -- y la desviación de Turquía del sistema occidental es la parte más espectacular de todo esto. La completa falta de liderazgo de EE.UU. y la UE en la política mundial animó a Moscú a llenar los espacios en blanco con gran firmeza. Los rusos toman ahora la delantera en el rediseño de ese orden. Y no importa cuán grande se la vea desde fuera, Turquía y sus instituciones son más débiles y más vulnerables de lo que parecen: es un país dependiente de la energía, con una enorme deuda, internamente destrozado por los desacuerdos, y con un ejército indeciso sobre qué alianzas y qué dosis de independencia del mundo exterior ha de tener. Su posición actual, en un limbo, permite más movimientos rusos, y además los aislacionistas, en posiciones de fuerza en Ankara, empujan hacia una separación de Occidente. Si esta tendencia continúa, tendrá grandes consecuencias para la política global y el ajedrez geopolítico en Oriente Medio. En ese contexto, Turquía es mucho más grande de lo que es, como señaló una vez Bill Clinton.
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Autor >
Amanda Andrades
De Lebrija. Estudió periodismo, pero trabajó durante 10 años en cooperación internacional. En 2013 retomó su vocación inicial. Ha publicado el libro de relatos 'La mujer que quiso saltar una valla de seis metros' (Cear Euskadi, 2020), basado en las vidas de cinco mujeres que vencieron fronteras.
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