Tribuna
Una izquierda en reconstrucción: del paradigma ausente a la acción transformadora
Cuando el espectro del comunismo ya no recorre Europa y la sombra de la socialdemocracia no tiene densidad para hacerse notar, es momento de plantear una democracia inclusiva desde el conocimiento, la moral, el compromiso y la acción política
José Antonio Pérez Tapias 1/04/2017
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Más allá de retóricas y proclamas vacías, lo cierto es que la izquierda no acaba de reencontrarse a sí misma en un mundo en el que han cambiado las coordenadas en que nos movíamos. Hablamos de mundo globalizado, de mercado mundial, de capitalismo financiero, de Estados impotentes, de redes sociales, de relaciones interculturales, de guerras asimétricas, de amenazas transfronterizas... Y la izquierda, ésa que ha pasado a ser calificada de "tradicional", ya en versión socialdemócrata, ya en versión comunista, es la que se había movido en el esquema de un mundo bipolar, de mercado nacional, de Estados fuertes, de estructuras estables, de clases sociales identificadas, de fronteras claramente delineadas... Ese mundo ya no existe. El mundo de ahora, distinto en virtud de la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación, del nuevo capitalismo erigido sobre ellas, y de los fuertes cambios en las realidades sociales, políticas y culturales, ofrece una realidad que reclama un nuevo paradigma. Es el paradigma ausenteque la izquierda aún no ha llegado a elaborar.
¿Será posible hallar un nuevo paradigma, que pudiera ser, por ejemplo, marco idóneo para una propuesta socialista puesta al día? ¿Qué pasó con las banderas rojas? Parecería que a la izquierda también vendría a cuadrarle el dicho del Manifiesto Comunista de que "todo lo sólido se desvanece en el aire". Cuando el espectro del comunismo ya no recorre Europa y la sombra de la socialdemocracia no tiene densidad para hacerse notar, es momento de repensar qué ha sido de la izquierda y ver qué puede ser. Si la izquierda queda sumida en titubeos respecto a su crisis de identidad, falta de proyecto, carencia de programa o pérdida de su base social –todo ello relacionado con la oligarquización de las estructuras partidarias, con muchos dirigentes polarizados en torno a su carrera política--, será la derecha la que siga con su hegemonía desde la ideología neoliberal y sus complementos neoconservadores.
Política frente a una globalización económica antipolítica
En el contexto de un mundo globalizado, la izquierda que perdió el hilo es la izquierda a la que le ha ocurrido tal cosa por no haberse enfrentado al problema de fondo, que no es otro que el hecho de que la política como tal se vea engullida por el "gran mercado del mundo" --dicho en términos calderonianos-- al que nos ha llevado el proceso de globalización. La gran paradoja es que esa crisis de lo político es a su vez resultado de un determinado proyecto político. Es verdad que el mundo globalizado en el que estamos es el mundo configurado sobre todo como gran mercado capitalista, con el capitalismo financiero como dominante, pero de tal manera que esa misma configuración se ha visto impulsada por el proyecto neoliberal. Éste ha sido el proyecto puesto en marcha inicialmente por los Friedman y Hayek desde mediados del pasado siglo, para reconfigurar el mundo a la medida de las exigencias del nuevo capitalismo, el cual, con la exaltación del mercado y la denostación del Estado, se aseguraba un clima en contra de toda regulación política de la economía y a favor del Estado mínimopreconizado por el norteamericano Nozick. Con su economicismo a ultranza, con su visión antropológica individualista, con una concepción de las relaciones sociales en términos de mitificada competitividad, con una valoración negativa del Estado como depredador de las riquezas de los ciudadanos, con una mentalidad tan refractaria a lo público como encandilada por lo privado, el neoliberalismo no ha dejado de actuar como proyecto político encaminado a disolver la política, o incluso a erigir en lugar de ésta una antipolítica resultante de la distorsión de la política al cercenar las condiciones que hacen que ésta sea posible.
Cuando el espectro del comunismo ya no recorre Europa y la sombra de la socialdemocracia no tiene densidad para hacerse notar, es momento de repensar qué ha sido de la izquierda y ver qué puede ser
Fue ante la hegemonía neoliberal como la socialdemocracia sucumbió ideológicamente, dejándose llevar a su terreno por la Tercera Vía de Tony Blair, con la pretensión de situarse "más allá de la izquierda y la derecha", según Giddens. Era el viaje al centro que una y otra vez emprenden los partidos socialdemócratas, sin evaluar cómo dejan atrás señas de identidad y elementos programáticos. Tony Judt ya dijo sobre tal deriva del laborismo británico que algo fue mal.
Con un neoliberalismo fortalecido como ideología dominante y una socialdemocracia en retirada, el capitalismo de la era de la globalización ha encontrado las circunstancias adecuadas para su expansión irrestricta. El debilitamiento de lo político comportado por tales circunstancias ha supuesto la reducción de los Estados a un papel subalterno, así como el despliegue avasallador de un capitalismo capaz de afirmar su fuerza incluso a través de esos "poderes salvajes" denunciados por Luigi Ferrajoli. ¿Qué queda, entonces, de la política? Es imperiosa la necesidad de acometer su reconstrucción democrática, ubicándola en las nuevas coordenadas que brinda un mundo muy distinto del de épocas anteriores.
Convocatoria sin demagogia para un "pueblo" sin populismo
Sabido es que en estos momentos de cuestionamiento de los esquemas políticos tradicionales, de agotamiento de modelos de organización heredados del pasado, es frecuente que a nuevas formaciones en el panorama político se les aplique el rótulo de populismocon intención de descalificar lo nuevo. No hay sino que considerar con cierta ironía que quienes no se han privado de caer en comportamientos populistas a base de discursos demagógicos, ahora acusen tan a la ligera a otros de lo que ellos han practicado. Pero de todas formas, atentos hay que estar para que no se verifiquen los riesgos de lo que en serio se pueda considerar populismo. Es importante atender a cómo se utiliza, de forma explícita o de maneras implícitas, la categoría "pueblo" que se halla al fondo de proyectos de reconstrucción política que intentan dejar atrás las referencias del pasado apelando a nuevos protagonismos políticos.
Lejos de concepciones etnicistas, si toca a la izquierda apelar al pueblo es para promover la constitución de un sujeto político capaz de configurar frente al poder una mayoría en torno a reivindicaciones colectivas, convocando sobre todo a quienes, estando en la periferia del sistema político, pueden removerlo para hacerlo efectivamente inclusivo, también respecto a la población inmigrante. Lo subraya el filósofo Jacques Rancière: la democracia es el sistema que se define por la inclusión de quienes protagonizan el acto político de constituirse como pueblo al expresar su disenso y reivindicar sus derechos, de forma que el principio de igualdad opere contra asimetrías excluyentes.
La democracia es el sistema que se define por la inclusión de quienes protagonizan el acto político de constituirse como pueblo al expresar su disenso y reivindicar sus derechos
Es importante lo que Judith Butler señala tras recordar que "el pueblo se halla dividido según líneas de clase": es necesario tener en cuenta que "el objetivo final de la política no es simplemente levantarse todos juntos para dar un nuevo significado al 'pueblo', aunque a veces sea un gesto importante para lograr un cambio democrático radical". Movilizado el pueblo para dicho cambio la clave es que se constituya en demos, conjunto de ciudadanas y ciudadanos dispuestos a reivindicar y ejercer sus derechos. La ciudadanía es así sujeto "demo-crático" que desde su pluralidad exige igualdad, reubicándose por ello en el eje izquierda-derecha, justo para acabar con la distancia entre "arriba" y "abajo. Conjugar la pluralidad, superando toda pretensión de monopolio, es camino para evitar resbalones populistas, por una parte, o caídas en la irrelevancia política, por otra.
Pistas para reconstruir la izquierda
¿Será posible, en medio de las crisis en que estamos inmersos, reencontrar los rasgos que perfilen de nuevo la identidad de una izquierda atenta a los hechos a la vez que con capacidad de alternativa? Cabe hallar algunas pistas en torno a estos puntos:
--La izquierda es un lugar epistémico, es decir, un lugar desde el que desplegar una visión crítica de la realidad social y, tras el conocimiento crítico, erigir alternativas frente a lo criticado: encubrimientos ideológicos, prácticas de dominio, realidades injustas, amenazas medioambientales...
--La izquierda es un punto de vista moral, que por otra parte nunca se ha de pretender acaparar, desde el cual se asume el compromiso de una opción ética, políticamente mediada, por los objetivos de justicia, de libertad, de igualdad que es necesario promover para conseguir una sociedad a la altura de la dignidad humana.
--La izquierda es voluntad de compromiso, capaz de articularse en formas de participación política y organización democrática como vías imprescindibles para la transformación social necesaria, alentando el protagonismo de ciudadanas y ciudadanos que desde sus más diversas condiciones –mujeres y hombres, trabajadores, jóvenes y mayores-- se involucran en sus propios procesos de emancipación y de reconstrucción solidaria de la realidad social.
--La izquierda es una posición política, identificable como contrapuesta a las posiciones de las derechas, desde la cual sostener proyectos y programas encaminados a ser alternativa a las políticas neoliberales y conservadoras.
--La izquierda es acción transformadora, convirtiendo la rebeldía en capacidad de cambio teniendo a la vista, frente a lo existente, el horizonte de lo aún no logrado que se puede conseguir, activando la esperanza desde un imprescindible bagaje de memoria histórica.
Si todos estos ingredientes se conjugan tomando en serio lo que ha de ser una democracia inclusiva, haciendo propio el feminismo, replanteando modelos ecológicos de desarrollo, recusando las mitificaciones engañosas, acentuando las exigencias de laicidad, recuperando la conciencia republicana y relanzando lo que puede ser un proyecto socialista reformulado para el mundo globalizado en el que estamos..., podemos reconstruir el perfil de una izquierda identificable. De ella habrá que decir que se trata de una izquierda que ha de ser reconocible en sus diversos rostros y voces. Nadie tiene el monopolio de la izquierda, pues nadie tiene ni la patente ni la exclusiva de lo que sea esa izquierda que, al fin y al cabo, se verá definida por sus prácticas. En política, se es lo que se hace.
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José Antonio Pérez Tapias
Es catedrático en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Granada. Es autor de 'Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional'(Madrid, Trotta, 2013).
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