Ángela Rodríguez / Diputada de En Marea
“La política es un ambiente masculino, machista y violento”
Esteban Ordóñez Madrid , 26/04/2017
Ángela Rodríguez.
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Ángela Rodríguez (Pontevedra, 1989), también conocida como Pam, aplica el escepticismo como estrategia de lucidez. Estudió Filosofía mientras se desataba el 15M. Esa coincidencia fue “casi un rito mítico”. Antes de saltar a la política estatal, la diputada de En Marea estuvo cerca de dedicarse profesionalmente al arte: “Cuando aparecen las Mareas yo hacía escultura y arte sonoro, pero todo con una perspectiva política”. No traía el feminismo puesto de casa: “Como casi todas las mujeres que conozco y se dedican a esto, empecé por experiencias traumáticas propias. Además, por una opción personal, soy bisexual, he estado cerca del movimiento queer. Era casi inevitable”. Usa una sonrisa breve a modo de desahogo irónico, de toma de aire antes de responder preguntas y lanzar críticas y autocríticas que no eximen a su propio grupo político.
Ha sido niñera y camarera… ¿Cuidar niños le ha dado dotes para aguantar mejor, con más paciencia, a ciertos parlamentarios?
No. Diría que mucho más ser camarera [ríe]. Creo que aguantar doce horas en la barra de un bar poniendo copas a tíos borrachos se parece mucho más a la sensación que te produce aguantar ciertas cosas en el Congreso. Ese decoro, ese silencio que nos exigen me recuerda al silencio que tienes que mantener como camarera. La política es un ambiente, aparte de masculino y machista, violento.
¿A qué se refiere?
A la expresión corporal, la verbal, el tono, el estilo y también el uso del espacio. Hay una imagen que define cómo me siento aquí: cuando voy un momento a la cafetería del hemiciclo y hay señores que te sacan tres cabezas, vestidos de traje, hablando… me siento completamente como una intrusa.
Polizón en la Cámara.
Sí, sí. El síndrome del impostor lo llamamos. En algún momento alguien me va a llamar y me va a decir: mira, que nos hemos equivocado, devuelve el acta que no te toca. Además, yo cumplo todas las características para que me pase: soy casi la más joven y, además, mujer.
¿El Congreso es el cementerio de la ilusión política?
El 20D en Galicia conseguimos acumular mucho capital político, era un momento fundacional para crear un espacio político en Galicia y eso lo trajimos aquí traducido en emociones y en voluntad de trabajo. Pero luego aparece la institución con sus tiempos y sus dinámicas que hay que respetar. Para empezar, la propia creación del espacio confederal de Podemos ha sido y sigue siendo muy compleja. Es un sistema que nos hemos inventado y queremos mantener porque confiamos en él por principios políticos, pero no significa que sea fácil. Nosotros somos la parte más pequeña: la tortura está garantizada.
Se está consiguiendo otra cosa también interesante: abrir debates políticos. Esto no te lo planteas cuando estás con el subidón electoral, pero es igual de importante al hacer política
Es difícil que las cosas ocurran al ritmo que te gustaría. Ahora, también sucede algo con lo que no veníamos en la cabeza. Nosotras veníamos buscando conseguir una marcación, ¿no?: pues hemos aprobado tantas iniciativas... Pero se está consiguiendo otra cosa también interesante: abrir debates políticos. Esto no te lo planteas cuando estás con el subidón electoral, pero es igual de importante al hacer política, por ejemplo, lo que hemos hecho con la propuesta de ley de eutanasia. ¿Cosas tristes con las que nos hemos encontrado? El veto del Gobierno a la proposición de ley de permisos, que es una demanda clásica del feminismo. Ahí te encuentras con el poder, cuando un señor desde su casa dice: lo veto.
El PP, cuando el debate de la estiba, acusó a la izquierda de no ser feminista por votar contra el decreto que liberalizaba un sector mayoritariamente de hombres. ¿La derecha tira de feminismo para apagar debates?
Como cualquier elemento político, el feminismo se puede usar como arma arrojadiza. Esto nos lo encontramos incluso en nuestras propias filas. A veces, hay discusiones que se pierden en cuestiones semánticas que también usan el terreno del feminismo como una disputa política que, en verdad, no tiene que ver con las reivindicaciones clásicas feministas. Al PP le ocurre también que está perdido. Sin decir nombres, hay algún diputado o diputada popular de la subcomisión de violencia de género que reconoce que se está llevando un gran baño de humildad porque sabía poco de lo que es la violencia en las redes o de que se da una violación cada ocho horas. Están perdidos y eso les lleva a un uso populista del feminismo.
¿Cómo se aprende a ser parlamentario desde cero? ¿Notan cierta desventaja con respecto a otras fuerzas?
Totalmente. En mi primera comisión, en la minilegislatura anterior, tuve que hacer una transaccional en una PNL en la que asumía varias enmiendas. No tenía ni idea de lo que era una transaccional. Recuerdo sudar frío llamando a nuestro coordinador, pidiéndole que alguien me lo explicara, y nadie lo sabía. Pero creo que ser diputado casi no tiene nada que ver con la técnica parlamentaria: es una herramienta para la que al final del día puedes consultar una guía. Lo que me parece más difícil es manejarse para posicionar temas, ahí creo que la experiencia es muy útil.
Como filósofa, imagino que tendrá el radar de falacias más sensible que otros. ¿Le salta mucho la alarma?
No sé si las falacias. Me molesta más que no pare de citarse a Aristóteles. A veces, me da la sensación de que buscan en Google “cita filósofo” y entonces sale Aristóteles. Es el filósofo más citado en el hemiciclo y sorprende porque casi siempre lo sacan de contexto. También se practica todo el tiempo la falacia del abuso de autoridad: como yo soy Gobierno, como yo llevo aquí 10 años… Lo usan especialmente los hombres.
¿Es inevitable que un político acabe acomodándose?
Yo ahora llevo un tema de endometriosis y cuando te ves con la representación de mujeres (en este país son millones) de cuyo problema el Gobierno lleva toda la vida pasando y que no tienen para pagarse los medicamentos, entonces tienes bastante claro que tu comodidad puede repercutir mal en sus vidas.
Pero la amenaza del apoltronamiento está ahí. El PSOE era uno en los 70 y otro muy distinto hoy. Igual le puede pasar a Unidos Podemos. ¿Qué se puede hacer para no acabar alejándose de la calle?
El debate calle-institución, aparte de que creo que es falso, es un debate que se piensa en Madrid. Cuando vives en Pontevedra, calle e institución son cosas que se parecen mucho más en la medida en que tienes que ir a tu pueblo cada fin de semana para hablar con la gente porque si no, la semana siguiente no tienes cómo seguir haciendo política. Eso no pasa en Madrid. No tiene nada que ver cómo vives esa disyunción en un sitio como Galicia con cómo la vives aquí.
En Pontevedra, calle e institución son cosas que se parecen mucho más en la medida en que tienes que ir a tu pueblo cada fin de semana para hablar con la gente porque si no, la semana siguiente no tienes cómo seguir haciendo política
La visibilidad de la periferia parece haber aumentado por las redes sociales, los medios... ¿A pesar de eso, aquí se mantiene el centralismo?
Cien por cien. El poder, la institución y también mi partido son centralistas. La política de este país es centralista: madrileña. No tiene nada que ver pensar la política desde Galicia con hacerlo desde Madrid. Es uno de los retos que enfrentamos.
¿Y cómo va el reto de los tuiteros y los medios panfletarios?
Convertirse en personaje público es lo más difícil de hacer política. Lo de las redes lo he llevado muy mal. El acoso lo sufrimos todas: aquí no hay distinción de colores ni partidos. Es una barbaridad. En media hora te insultan unas 100 personas. Es preocupante. La ética está ausente del mundo de las redes. Me han llamado de todo: puta, gorda, tetas grandes, traidora, desleal, cerda. Es constante. Al principio intentaba bloquearlo todo, llamaba a la gente de redes pidiéndoles que me ayudaran. Al final tienes que olvidarte del tema.
¿Qué es lo primero que haría si mañana fuera presidenta del Gobierno?
[Sonríe, medita y se repite la pregunta] No creo que fuera demasiado popular, pero intentaría resolver gran parte del problema que tenemos de desempleo intentando generar empleo público a través de los cuidados. La economía feminista es una gran arma contra la austeridad y creo que ni siquiera mi propio espacio político ha sabido explotar eso. Con la pirámide de población que tenemos es inevitable que este tema surja. Crearía un Ministerio de Igualdad y le pondría como tarea prioritaria ocuparse de esto: mucha gente necesita ser cuidada y mucha gente necesita un empleo. Son dos grandes urgencias.
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Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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