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Ellas echan mano de los recursos de su feminidad sonriente, rayanos en la trampa de la seducción. Y ellos emplean la sonrisa garantizada de las relaciones públicas, que, en algunos casos, resulta siniestra. Pero todos mienten, mienten con toda la boca, mienten con todos los dientes, como se decía antes, mienten con la sangre fría de los verdugos profesionales, mienten sin un parpadeo, acostumbrados a hacerlo. Llevo ocho años oyendo que la crisis quedó atrás, que la recuperación es un hecho y que somos el ejemplo de referencia de la Unión Europea. Pero los españoles no hacen más que apretarse el cinturón y cada vez hay más pobres, más trabajo precario, más despido libre, más salarios de miseria, más paro juvenil, más pensiones públicas congeladas (que, en el mejor de los casos, han subido un euro al mes) y más pensiones privadas, para beneficio de los bancos, más pobreza energética, remediada por el sol del buen Dios, más gente que vive de los ahorros de los viejos, más deterioro de la sanidad pública a expensas de la sanidad privada, más abandono de la enseñanza pública. A diario escucho que se está luchando contra la corrupción, más bien putrefacción. Pero cada día se conocen nuevos casos de prevaricación, cohecho, tráfico de influencias, cobro de comisiones, blanqueo de dinero negro, financiación ilegal de los partidos, listas de defraudadores a Hacienda, clientes de los paraísos fiscales, escándalos financieros, favores personales contra los intereses del Estado, concesiones a dedo, vergonzosas amnistías, delitos prescritos, trucos de ingeniería (de ingenio) fiscal para uso de privilegiados. La Televisión Pública es una sucursal del ministerio de propaganda, que lo son todos, que cumplen la consigna del nazi Goebbels de que una mentira cuanto más gorda es más eficazmente creíble. Es asombrosa la capacidad de mentir del PP, empezando por su propio nombre. Como diría Hamlet, “España huele a podrido”.