Batalla familiar en el Frente Nacional
Dos grandes corrientes se enfrentarán en los próximos meses dentro de la formación ultraderechista, la populista representada por Marine Le Pen y la tradicionalista de Marion Maréchal Le Pen
Guillermo Fernández Vázquez París , 23/05/2017
Marion Maréchal Le Pen y Marine Le Pen, en el lanzamiento de la campaña presidencial del FN a principio de febrero en Lyon
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En la noche electoral del 7 de mayo, tras conocer los resultados, Marine Le Pen habló de la necesidad de refundar el partido. Pese a haber obtenido un número histórico de votos (10.638.000 de papeletas; es decir: un aumento de tres millones con respecto a la primera ronda), estaban por debajo de las expectativas. El ambiente en el Chalet du Lac, donde el Frente Nacional se reunió para seguir las votaciones, era más de reflexión que de euforia. Se bebía champán (y del bueno), pero más para soportar la decepción que para celebrar nada. La consigna era unirse y levantar los ánimos de la tropa, pero sobre todo evitar las puñaladas internas. “Hoy es un día para estar juntos”, resumía Vincent, un militante veterano del partido. Lealtad, canapés y alcohol.
No podía ser, sin embargo, más que una paz ficticia. El Frente Nacional no escapa a la recomposición del mapa de las identidades políticas que se está produciendo en Francia. Los movimientos de Emmanuel Macron, que ha incorporado a su gabinete ministerial a miembros del Partido Socialista y de Los Republicanos, están revolviendo las piezas del ajedrez político y sembrando de dudas el resto de formaciones políticas. Nadie tiene ya garantizado su lugar ‘natural’ si, como quiere Macron, la disputa política no se da entre izquierda y derecha, sino entre partidarios de las reformas (a los que el nuevo presidente denomina “progresistas”) y contrarios a las reformas (tildados de “conservadores”). El gran centro populista que está conformando Emmanuel Macron obliga a sus rivales a cuestionarse: ¿qué queremos ser? ¿dónde vamos a situarnos?
Un nuevo reparto de las cartas políticas se avecina y el Frente Nacional tiene que decidir qué hacer. El partido de Marine Le Pen se debate entre convertirse en la versión francesa del Tea Party o continuar con la estrategia atrapalotodo que hasta ahora ha conducido Florian Philippot, vicepresidente de la formación. Es decir, si continúa reivindicándose como un partido “ni de derechas ni de izquierdas” (o, lo que es lo mismo: “tan alejado de la derecha como de la izquierda”), o por el contrario decide situarse sin ambages en la derecha política.
Además de la innegable importancia estratégica de esta decisión, hay dos asuntos de fondo: ideológico el primero, analítico el segundo. El debate ideológico se sustancia en dirimir si el Frente Nacional debe continuar avanzando en la línea de un “soberanismo integral” capaz de tomar conceptos y nociones de la izquierda y refundirlos dentro de la retórica nacionalista (en el convencimiento de que en Francia sólo se ganan las elecciones usurpando la legitimidad cultural de la izquierda); o bien es preciso volver a los fundamentos ideológicos del partido, el “tradicionalismo integral”, a saber: defensa de la moralidad cristiana, crítica al multiculturalismo y preocupación identitaria (partiendo de la idea de que lo que une al electorado frontista, tanto de clase alta como de clase popular, es el conservadurismo).
Este debate está relacionado con un análisis diferente de las posibilidades de crecer dentro de la sociedad francesa para una formación de extrema derecha. El sector vinculado a Marine Le Pen y Florian Philippot considera que el FN aún tiene margen de crecimiento entre el electorado femenino, las minorías sexuales, los jóvenes y las capas medias a través del paraguas del patriotismo. A la inversa, el sector crítico vinculado a Jean-Marie Le Pen y al FN del sur del país, estima que los movimientos de Emmanuel Macron y la capacidad de este último para atraerse a la derecha moderada ofrecen una oportunidad para aliarse con las corrientes más conservadoras de Los Republicanos. Según este sector, el FN debe aspirar a convertirse en la formación hegemónica de la derecha: un partido de derecha y de toda la derecha.
Tras estas divergencias laten varias preguntas: ¿hacia dónde debe crecer el Frente Nacional? ¿cuáles son sus posibilidades reales de convertirse en una fuerza mayoritaria? ¿hasta dónde puede llegar la transversalidad del partido? ¿hay límites a la llamada transversalidad?
La interpretación de los resultados
Los resultados de las elecciones presidenciales dan argumentos y esperanza a la opción crítica. Los tres millones de franceses a los que Marine Le Pen convenció entre la primera y la segunda vuelta no provenían esencialmente de la izquierda, sino de la derecha.
Una gran mayoría de estos nuevos electores habían votado el 23 de abril a François Fillon o a otras candidaturas de derecha nacionalista como la de Nicolas Dupont-Aignan o François Asselineau (el autodenominado candidato del Frexit). Según un estudio del instituto demoscópico Ipsos, sólo un 7% de los votantes de Jean-Luc Mélenchon en la primera vuelta votaron a Marine Le Pen el 7 de mayo, mientras que entre los votantes de François Fillon un 20% se decantó por la candidata ultraderechista para la segunda vuelta. De modo que del total de electores del FN en la segunda vuelta, un 7% fueron votantes de Mélenchon el 23 de abril, un 14% de Fillon, un 6% de Nicolas Dupont-Aignan, un 65% repitieron su voto a la extrema derecha y un 1% fueron electores de Benoît Hamon.
Procedencia de los votantes de Macron y Le Pen para la segunda vuelta. Fuente: Instituto Harris de Marketing&Demoscopia
Sin embargo, sostienen los críticos, Marine Le Pen hizo una campaña muy centrada en asuntos económicos y en la salida del euro, materias que están muy lejos de suscitar el consenso entre la derecha. El abandono de la moneda común sigue sin convencer a una parte de los votantes del Frente Nacional y provoca pánico entre el sector más envejecido del electorado fillonista. Con ello, aseguran desde esta corriente, Marine Le Pen obstaculizó las posibles pasarelas entre la derecha y la extrema derecha. Cosa muy distinta habría ocurrido, concluyen estas mismas fuentes, si el Frente Nacional hubiera organizado su campaña en torno a la tríada seguridad-terrorismo-inmigración. “No supimos focalizar nuestro mensaje donde correspondía”, resume Jocelyne, concejala del FN en una localidad al norte de París que no quiere desvelar.
La entrevista a Marion Maréchal-Le Pen
Marion Maréchal-Le Pen ha concedido recientemente una jugosa entrevista a la revista conservadora Valeurs actuelles. En ella, la sobrina de Marine Le Pen y nieta del histórico dirigente Jean-Marie Le Pen, que ha dimitido de sus funciones como diputada del FN pero que no descarta volver a la política en el futuro, desgrana cuál podría ser la línea ideológica que la formación podría seguir en los próximos años.
La clave, según ella, estaría en volver a la preocupación identitaria y abandonar el eje de oposición entre “vencedores y perdedores de la mundialización”: “es indudable que existen ganadores y perdedores de la globalización, una fractura social, una Francia periférica, una fractura mundialistas-patriotas, pero yo pienso que la derecha tradicional y las clases populares tienen una preocupación en común: su identidad”. A continuación matiza que no se refiere a la identidad entendida como “un folclore artificial o como un museo a desempolvar”, sino como “un cimiento social”. La identidad, prosigue, es “eso que nos proporciona el sentimiento de ser un pueblo, a pesar de los diferentes lugares de residencia y de los diferentes modos de vida. El asunto esencial de civilización, en mi opinión, es cómo saber conservar, proteger, transmitir y dar nueva vida a este cimiento social”.
La preocupación fundamental de la nieta de Jean-Marie Le Pen es cómo unir a los electorados de la derecha y de la extrema derecha: “el motivo común de los votantes de la derecha conservadora y de la Francia periférica, que no tienen la misma relación con la globalización, es la preocupación por la transmisión de su patrimonio material e inmaterial; lo que une a ambos electorados es entonces el conservadurismo”. Por eso Marion Maréchal Le-Pen juzga inútil seguir centrando la comunicación política del Frente Nacional en asuntos económicos, puesto que, según ella, “los motores del voto son esencialmente espirituales, culturales e identitarios”. Los intereses económicos dividen al variado electorado del FN; la identidad, en cambio, no. El modelo a seguir, según reconoce la exdiputada, es Nicolas Sarkozy y la sinergia que provocó entre burguesía conservadora y clases populares. De modo que el Frente Nacional, en lugar de tratar de asemejarse a la izquierda, debe empujar a la derecha a desembarazarse de sus complejos y del “secuestro ideológico” al que le ha sometido la izquierda en las últimas décadas: “hay que obligar a la derecha a reposicionarse”.
Sobre las posibilidades de que se produzca este acercamiento entre la derecha y la extrema derecha, Marion Maréchal-Le Pen se muestra confiada: “La generación que viene ya ha metido alguna vez un sobre del FN en la urna, está completamente desacomplejada, ya no es en absoluto sensible a la diabolización, no ha sido bañada en el sueño europeo y no tiene nada que perder”. Es, según ella, esa generación la que empujará el centro de gravedad de la derecha política hacia las posiciones del FN.
El modelo de la Liga Norte italiana
El Frente Nacional celebrará un congreso interno a finales de este año o comienzos de 2018 para establecer las líneas estratégicas del partido en los próximos años. En este congreso, el sector crítico tratará de ganar posiciones, ajustar cuentas con el equipo de Marine Le Pen y mostrar que la estrategia seguida hasta ahora no da más de sí.
En estos momentos el partido bulle internamente y, una vez termine el armisticio declarado para afrontar las elecciones legislativas de junio, la formación se embarcará en un debate hacia dentro que amenaza con dejar demasiadas huellas hacia fuera. Todo el mundo sabe que los reproches serán duros: “No nos ponemos de acuerdo en por qué las cosas no fueron como esperábamos: unos, [la gente de Philippot], piensan que es es por culpa de la influencia que el sector tradicional tuvo sobre Marine Le Pen en la preparación del debate contra Macron, y otros [el sector de Marion Maréchal-Le Pen] dicen que es porque Marine se pasó buena parte de la campaña tratando de parecerse y convencer a una izquierda que nos odia”, resume Bernard, militante del Frente Nacional desde hace 22 años.
Ante el anuncio de refundación del partido, ambos sectores quieren ganar posiciones. Así, Florian Philippot creó el 15 de mayo una asociación vinculada al FN, Les Patriotes, cuyos objetivos son: 1) agrupar dentro de la formación a personas fuera del partido, 2) profesionalizar la formación y continuar atrayendo a perfiles técnicos, 3) profundizar en la tarea de transversalizar el partido imponiendo el eje “ni de izquierdas, ni de derechas”. Para Philippot el FN sólo ha recorrido aún “la mitad del camino, hemos avanzado, pero queda más: debemos seguir atrayendo a los patriotas, vengan de donde vengan”.
Por su parte, el sector crítico apoyará una línea que apueste por el entendimiento con la derecha política, especialmente a nivel local y regional. Sostiene que la sociedad civil ha mostrado que hay suficientes lugares de encuentro entre ambas familias, como demostró La Manif Pour Tous, las movilizaciones de 2013 contra el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Y afirma que es cuestión de tiempo que este entendimiento se produzca: “Cuando la nueva generación tome los mandos del partido habrán caído los estigmas asociados a la Segunda Guerra Mundial y la Guerra de Argelia, y entonces el acuerdo se dará de manera natural”, confía Bernard. “En el fondo”, insiste, “somos primos hermanos”. El modelo para este sector de la extrema derecha es la Liga Norte italiana que, tras muchos años en la marginalidad política, inició un viraje estratégico que le llevó a alcanzar acuerdos con el partido de Silvio Berlusconi. De hecho, en la entrevista a Valeurs actuelles, Marion Maréchal-Le Pen ya lanza algún guiño a una parte de los conservadores: “Pertenezco a la derecha Buisson”, en referencia al antiguo consejero de Nicolas Sarkozy: Patrick Buisson. Y apostilla: “hoy en día existe una zona blanca entre ciertas corrientes de Los Republicanos, que yo calificaría de derecha nacional-conservadora, y el FN. En esa zona blanca hay una recomposición por hacerse, que se parecería a una unión de ciertas derechas”.
Marine Le Pen es consciente de que le van a acusar de haberse alejado del electorado de derecha y de sus fundamentos ideológicos. Y de que, si continúa por la vía marcada por Florian Philippot, corre el riesgo de romper el partido. Así que no es descartable que la presidenta del FN se avenga a algún tipo de pacto con el sector tradicionalista para recuperar el equilibrio entre las diferentes familias internas del partido. Dependerá del peso interno que los partidarios de Jean-Marie Le Pen ganen de aquí hasta la celebración del próximo congreso y de los movimientos que puedan producirse en la derecha de Los Republicanos. Hasta entonces, cada sector afilará sus armas, en espera de que el inestable tablero político francés ofrezca alguna clave de acción.
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Autor >
Guillermo Fernández Vázquez
Investigador en la facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Especialista en política francesa, derecha identitaria, relato y comunicación.
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