Controversias / Nuevas identidades políticas europeas
Los olvidados de Marine Le Pen
Frente a una derecha encasillada y una izquierda dividida, la presidenta del Frente Nacional y Emmanuel Macron han conectado con quienes se sienten abandonados por el país oficial y comparten eclecticismo discursivo y voluntad de conquistar nuevos lugares
Guillermo Fernández Vázquez París , 15/03/2017
Marine Le Pen haciéndose fotos en las murallas del Mont Saint Michel.
InstagramEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT necesita 300 suscripciones mensuales para ser sostenible y cada vez más independiente. Puedes ayudarnos aquí
-----------------------------------------------------------------------------------------------------
Cuando uno aterriza en Francia y observa el panorama político recibe la impresión de que todo está fuera de sitio, deslavazado, dispuesto de una forma extraña y hasta ahora inédita. Si alguien hubiera pasado el quinquenato de Hollande durmiendo, seguramente encontraría todo irreconocible. Varios son los motivos para la confusión.
Primer motivo de extrañeza: hoy día es posible que ni el candidato del Partido Socialista, Benoît Hamon, ni el candidato de Los Republicanos, François Fillon, accedan a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales que se celebrarán en mayo de este año. Una auténtica anomalía en el sistema político francés: un balotaje sin socialistas ni conservadores. Prueben a buscar situaciones similares en la historia de la V República… no se apuren: no las encontrarán.
Segundo motivo de extrañeza: los candidatos con más opciones de llegar a la presidencia de la República se presentan a sí mismos como figuras contrarias al establishment político. Ambos cuidan su faceta más contestataria; uno, Emmanuel Macron, acentuando su oposición a las burocracias de los partidos; otra, Marine Le Pen, hablando “en el nombre del pueblo” y presentándose como criptonita para las élites. La clave en los dos casos está en hacer valer la ventaja simbólica que en este momento ofrece la posición de outsider. Gana quien está fuera; o, mejor: gana quien resulta más creíble cuando afirma que: 1) precisamente porque viene de fuera, está en mejores condiciones para cambiar lo de dentro, 2) tiene la capacidad, el conocimiento y el dominio experto para hacerlo.
El voto al Frente Nacional ya no es un voto secreto y semiclandestino; ya no es objeto de culpa y ya no produce estigma
Tercer motivo de extrañeza: el voto al FN ya no es un voto secreto y semiclandestino; ya no es objeto de culpa y ya no produce estigma. Y ello en primer lugar porque es un voto cada vez más potente en términos cuantitativos, y, en segundo lugar, porque es un voto que cualitativamente se ha transformado: ya no es un voto a la contra de la comunidad política y sus consensos básicos, sino que es un voto que se enuncia como beligerantemente protector de la comunidad política (La République), sus valores y su cultura. Un voto al mismo tiempo comunitario y republicano, síntoma de la ambigüedad de la oferta política del FN, pero también de la fuerza de su capacidad reinterpretativa. El resultado es que hoy en Francia no resulta raro encontrar personas que reconocen abiertamente y con orgullo que están dispuestas a votar por Marine Le Pen.
La clave: los olvidados
En este contexto en el que domina la confusión y la sensación de estar en un momento extraordinario en el que nadie sabe exactamente qué puede pasar, una pregunta flota en el ambiente: ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿cómo se explica que Marine Le Pen esté en condiciones de disputar la presidencia de la República?
Iván Redondo acierta en un artículo reciente cuando apunta a que la clave está en “la Francia de los olvidados”; o, lo que es lo mismo: el grueso de la gente que se siente abandonada por el país oficial. Esta categoría (“les oubliés”) fue creada por el equipo de comunicación de Marine Le Pen y tuvo tanto éxito que hoy hasta los actores políticos más reacios a emplearla no tienen más remedio que referirse a ella. Tocó alguna tecla de ese descontento difuso que recorría la sociedad francesa dando forma a la indignación y proyectándola hacia el futuro con un mensaje claro: “Existimos y somos los que queremos volver a una normalidad que sentimos perdida”. No es extraño entonces que los verbos más importantes en esta campaña comiencen con el prefijo re: recuperar, rescatar, restaurar.
¿Quiénes son los olvidados?
Les oubliés alude de forma intencionalmente abierta a todos aquellos ciudadanos que se han sentido dejados de lado, abandonados, o, como mínimo, poco tenidos en cuenta. El punto decisivo es que la capacidad de interpelación de esta categoría es enorme: basta con haberse sentido injustamente ignorado, olvidado, desplazado; basta con haberse sentido invisible para las élites, con haber tenido la impresión de que el único mensaje que los de arriba tenían para uno era “apáñeselas como pueda”. En este sentirse abandonado todos los franceses estaban potencialmente convocados, lo que transversalizó enormemente el tipo de interpelación que hacía el FN. Hoy la formación lepenista recoge el 35% de intención de voto entre los agricultores, el 44% entre los obreros, el 29% entre los desempleados y profesionales independientes, el 15% entre los cuadros superiores, el 21% entre las profesiones intermedias, el 35% entre los empleados y el 21% entre los pensionistas. Estos datos dan la medida de la capilaridad de su anclaje y lo diverso de sus apoyos.
Le Pen sería la candidata más votada entre los jóvenes de 18 a 35 años por delante de Emmanuel Macron y muy por encima de Jean-Luc Mélenchon y Benoît Hamon
Significativos también resultan ciertos grupos sociales que conforman el nuevo electorado frontista. Uno de los sectores más representativos de este nuevo lepenismo son los jóvenes. Según el último sondeo elaborado por el instituto demoscópico Elabe, Marine Le Pen sería la candidata más votada entre los jóvenes de 18 a 35 años por delante de Emmanuel Macron y muy por encima de Jean-Luc Mélenchon y Benoît Hamon. La líder ultraderechista logra un 33% en esta franja de edad contra un 24% de Macron y un 13% de Jean-Luc Mélenchon. Continúa así la tendencia de los últimos meses que señala que, tras la abstención, el Frente Nacional es el partido preferido entre los jóvenes, lo que marca un punto de inflexión importante respecto al perfil eminentemente senior que caracterizaba al electorado del FN de Jean-Marie Le Pen.
En este sentido resulta interesante detenerse en un nuevo perfil de votante de la extrema derecha que Nonna Mayer, especialista en el FN, ha puesto de manifiesto. Características asociadas a este perfil: mujer, joven, precaria. Ejemplo: cajera de supermercado. El precariado, que en Francia también tiene tintes femeninos, no es ya hostil a un partido que durante muchos años estuvo afectado por una acusada brecha de género en su electorado. El radical right gender gap al que se refería Terri Givens ya no se aplica a un partido que, con la llegada de Marine Le Pen, ha abandonado el olor de “venganza antifeminista” que presidía sus discursos de antaño para pasar a hablar “en nombre de las mujeres” contra los que amenazan su libertad y sus derechos adquiridos.
También los funcionarios, categoría anteriormente reacia a votar por el FN, son hoy un caladero importante de votos para la extrema derecha. Una amplia encuesta elaborada por el prestigioso centro de investigación política CEVIPOF señala que Marine Le Pen está a la cabeza de intención de voto para la primera vuelta entre este colectivo. Especialmente significativo es que la candidata frontista no sea mayoritaria entre los funcionarios de mayor rango (clase A), pero sí entre aquellos de clase B y a gran distancia de sus contrincantes entre los funcionarios de clase C. Marine Le Pen domina el voto entre los policías (46,3%) y militares (46,8%) al tiempo que gana posiciones entre profesores, médicos y enfermeros prometiendo la contratación de más personal sanitario para reforzar la calidad de los servicios públicos. A este respecto, el FN ha hecho un gran esfuerzo por virar su discurso hacia posiciones mucho más estatistas que subrayan el valor de la función pública para garantizar la cohesión territorial, blindar la igualdad efectiva en el acceso a los servicios públicos para los ciudadanos nacionales y frenar la desertificación rural. A ello se le añade una cierta mistificación del sentido colectivo de la función pública: “Hemos logrado recobrar el sentido del servicio público y de labor hacia la comunidad, y recobrar así una cierta idea de trascendencia”, decía Florian Philippot en diciembre pasado.
Según Le Pen, defender hoy la igualdad de todos los franceses y francesas es hacerse cargo de que “en ciertos barrios no está bien visto ser mujer, ni homosexual, ni judío"
Tampoco son ya los homosexuales un colectivo reacio a votar por la candidata de extrema derecha una vez que ésta ha situado su discurso en el marco de la lucha por la libertad y en contra del “totalitarismo islamista” cuya divisa, según la formación frontista, consiste en afirmar que “todo es religión”. Recuperando los acentos de la lucha contra la discriminación, Marine Le Pen enfatiza en sus discursos los llamamientos a la libertad frente a un enemigo bárbaro y premoderno. Según la líder ultraderechista, defender hoy la igualdad de todos los franceses y francesas es hacerse cargo de que “en ciertos barrios no está bien visto ser mujer, ni homosexual, ni judío”. Una encuesta del CEVIPOF publicada en 2016 sorprendió a la opinión pública al señalar que el 33% de las parejas homosexuales habían votado por el FN en la primera vuelta de las elecciones regionales de finales frente a un 28% del resto de la población.
La disputa por nuevos lugares de enunciación
En estas circunstancias cabe preguntarse, por un lado, por qué el resto de actores políticos no ha logrado marcar la agenda política, fijar los términos del debate e interpelar de forma abierta a la ciudadanía; y, por otro lado, si Emmanuel Macron en cuanto candidato outsider estará en condiciones de convencer al conjunto heterogéneo de “los olvidados” de que él es la persona adecuada para “recuperar la normalidad” en el universo de las expectativas, el mundo del trabajo, la seguridad y las instituciones.
La lección que cabe extraer de este panorama, en el que presumiblemente veremos un balotaje inédito sin candidatos conservadores ni socialistas, es que la innovación a la hora de formular propuestas de identificación partidaria permite cambiar las coordenadas del debate político dando lugar a escenarios en los que las formaciones tradicionales se ven obligadas a navegar a contracorriente. Frente a una derecha encasillada y a una izquierda dividida, Emmanuel Macron y Marine Le Pen, a pesar de todas sus diferencias, comparten un mismo eclecticismo discursivo y una misma voluntad de conquistar nuevos lugares de enunciación, lo que permite que la voz de ambos candidatos sea escuchada, reconocible y asumida por encima de etiquetas o pertenencias previas. Se les escucha más y de una manera menos condicionada: sin diques de contención. De este modo logran conexión directa con el vasto plano de las esperanzas y las insatisfacciones, ofreciendo interpretaciones, otorgando sentido y, en última instancia, politizándolo.
No nos extrañe si en las próximas semanas vemos a Macron y a Le Pen confrontar por disputarse los lugares de enunciación de lo nuevo, el cambio y la protección. Buena parte de su éxito o su fracaso depende de ello; y, a la inversa, buena parte de los “techos de cristal” que encuentran otros partidos tienen que ver con continuar hablando siempre desde el mismo lugar.
Autor >
Guillermo Fernández Vázquez
Investigador en la facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Especialista en política francesa, derecha identitaria, relato y comunicación.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí