Francia se derechiza
Le Pen y Macron jugarán la segunda vuelta en el campo simbólico del cambio y la renovación, aunque ninguno de ellos es un novato de la política, y con el incierto horizonte de las elecciones legislativas de junio
Guillermo Fernández Vázquez París , 24/04/2017
Emmanuel Macron, en su mitin final de campaña enBercy (París) el pasado 17 de abril.
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Quien haya seguido las encuestas de las últimas semanas de la campaña francesa no puede decir que el resultado del domingo le sorprenda. Y, sin embargo, queda una sensación de impacto: la seguridad de no estar ya en el mundo de ayer. Eran resultados esperados, pero esto ya no tiene que ver ni con 2012 --las anteriores presidenciales-- cuando el socialista François Hollande se impuso al conservador Nicolas Sarkozy en la segunda vuelta ni, a pesar de la sensación de déjà vu, con 2002, cuando el candidato del Frente Nacional, Jean-Marie Le Pen, logró también colocarse en la segunda vuelta.
De la jornada del 23 de abril de 2017 se pueden extraer varias conclusiones importantes:
1. La tasa de participación no fue tan baja como se esperaba, poco más de un punto menos que hace cinco años. En aquellas elecciones presidenciales votó un 79,48% de la población, mientras que en las que se celebraron ayer participó un 78,69% del electorado. El temor a una alta abstención y el miedo a la desafección que habían cundido en los meses previos a las elecciones no se cumplieron.
2. Por primera vez en la historia de la V República francesa, fundada en 1958 por el general De Gaulle, no habrá candidato socialista ni conservador en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales.
3. Francia ha roto con el bipartidismo y está ahora dividida en cuatro grandes bloques que concentran alrededor del 20% de voto cada uno. Un gran bloque en torno a la extrema derecha de Marine Le Pen, otro agrupado alrededor de Emmanuel Macron y su proyecto de ‘extremo centro’, un tercero liderado por el ala más conservadora de la derecha clásica y un cuarto que aglutina a la izquierda y al electorado más progresista. Cuatro tendencias que, miradas en conjunto según los parámetros clásicos, ofrecen una relativa derechización del electorado francés.
4. Los dos candidatos que pasan a la segunda vuelta, Emmanuel Macron y Marine Le Pen, no se sienten cómodos en las etiquetas de izquierda y derecha.
Por primera vez en la historia de la V República francesa, fundada en 1958 por el general De Gaulle, no habrá candidato socialista ni conservador en la segunda vuelta
5. Las primarias esta vez no han hecho milagros. Las elecciones internas para elegir el candidato a la presidencia de la República que celebraron hace unos meses tanto el Partido Socialista como la formación conservadora Los Republicanos lograron una movilización de sus bases que después no se ha traducido en apoyo electoral. Este lunes 24 de abril el diario francés Libération lo expresaba muy gráficamente: las primarias en ambos partidos hicieron despegar a sus candidatos para que después la caída fuera más estruendosa. François Fillon en aterrizaje forzoso, Benoît Hamon directamente estrellado.
6. Le Pen y Macron jugarán la segunda vuelta en el campo simbólico del cambio, la renovación y la verdadera alternancia, a pesar de que ninguno de ellos es ya un novato de la política francesa.
7. Las elecciones legislativas previstas para el próximo mes de junio se presentan complicadas para los cinco grandes partidos y no ofrecen garantías para una mayoría presidencial sólida. De ellas dependerá en buena medida la trayectoria que pueda seguir el próximo presidente de la República.
Cordón sanitario preventivo
Si en 2002 se conformó un ‘frente’ republicano para evitar la llegada al Elíseo de Le Pen padre --en la segunda vuelta Chirac se hizo con el 82,21% de los votos--, en esta ocasión el voto útil para hacer barrera al Frente Nacional ha funcionado desde la primera vuelta. Emmanuel Macron se convirtió en el candidato más votado con el 23,6% de los votos, casi dos puntos por encima de Marine Le Pen, que se quedó en el 21,7%. Una distancia inesperada para el partido de ultraderecha que aspiraba a obtener la primera posición e incluso llegó a confiar en rozar la barrera del 30% de los votos. Por eso, la sonrisa de muchos de sus dirigentes en la celebración de este domingo 23 de abril no podía ocultar un cierto aire de preocupación. Sí, habían logrado llegar a la segunda vuelta, pero faltaba algo.
Con el rostro más serio compareció François Fillon, candidato conservador de Los Republicanos, que reconoció el mal resultado aunque pudo respirar aliviado por mantener la tercera posición con un 19,7% de los votos. Calificó su resultado de “derrota” y la asumió personalmente, no sin hacer antes mención a uno de sus leitmotiv de campaña: la persecución judicial y los “obstáculos de los jueces”. Fillon ha pagado en las urnas los casos de corrupción que le han salpicado durante esta campaña, pero sus declaraciones contra jueces y fiscales han hecho recordar demasiado lo que ocurre del otro lado de los Pirineos.
También en tono solemne habló Jean-Luc Mélenchon, candidato de La France Insoumise, decepcionado por los resultados pero apelando al orgullo de haber creado un nuevo espacio político del que dijo que espera que continúe unido “como movimiento” tras estas elecciones, en clara referencia a los comicios para elegir en junio a los representantes a la Asamblea Nacional. El candidato de La France Insoumise logró un 19,1% de los votos: el cuarto lugar a poca distancia de Fillon. Un puesto muy superior al que las encuestas le auguraban hasta hace poco más de un mes, pero inferior a las expectativas que había levantado en los últimos días. Este ascenso se ha logrado en gran medida a costa de los votos del Partido Socialista, cuyo candidato, Benoît Hamon, reconoció la humillación de verse pasokizado con un 6,3% de los votos hablando en tono muy lúgubre a pesar de los ánimos y aplausos en la sala. “No es tu culpa”, le venían a decir los congregados en la sede del partido”.
El espantapájaros de Le Pen ha funcionado y muchos votantes de izquierda han considerado que, de cara a vencer a la extrema derecha, el candidato con más posibilidades era Macron
Juntos, Jean-Luc Mélenchon y Benoît Hamon suman más del 25% de los votos, porcentaje que los distintos sondeos a lo largo de la campaña han ido señalando como constante si se agregaban ambos electorados. Sólo que inicialmente el porcentaje mayor lo obtenía Hamon, y no Mélenchon. Esto demuestra que ha existido una fuga de voto útil en el campo de la izquierda en dirección a Emmanuel Macron. El espantapájaros de Marine Le Pen ha funcionado y muchos votantes de izquierda han considerado que, de cara a vencer a la extrema derecha, el candidato con más posibilidades era Macron. Por eso, según relatan los reportajes a pie de urna de varios diarios franceses, hubo muchos ciudadanos que dudaron hasta el último minuto entre votar a Benoît Hamon o a Jean-Luc Mélenchon; o entre alguno de ellos y Emmanuel Macron. Doble ración de cálculo electoral. Suele decirse que en la primera vuelta los franceses votan “por convicción”, mientras que en la segunda se decantan por el “voto útil”. Pues bien, en esta jornada electoral hubo voto útil desde el primer momento. Se podría decir que se jugaron los primeros quince minutos del encuentro de la segunda vuelta.
El análisis de los resultados electorales publicado por el instituto de sondeos Ipsos indica que Marine Le Pen fue la candidata más votada entre las personas con estudios inferiores al bachillerato y que Macron fue el preferido de los ciudadanos con licenciatura. Por franja de edad, Jean-Luc Mélenchon fue el más votado entre los 18 y los 24 años, seguido de la candidata ultraderechista; y que entre los 25 y los 34 años el candidato favorito fue Emmanuel Macron. La candidata del Frente Nacional se impuso entre las personas de 35-49 años así como entre los ciudadanos entre 50 y 59 años. En la horquilla de edad que va desde los 60 a los 69 años encontramos un empate entre Jean-Luc Mélenchon y Marine Le Pen. Y por último, François Fillon se impuso con claridad entre los mayores de 70 años.
En cuanto a la renta, Marine Le Pen fue la más votada entre las personas con ingresos mensuales inferiores a 1.250 euros, seguida de Jean-Luc Mélenchon y a gran distancia de Emmanuel Macron. En cuanto al tramo de renta entre 1.250 y 2.000 euros al mes, la candidata más votada volvió a ser Marine Le Pen, por encima de Jean-Luc Mélenchon y también de Emmanuel Macron. Las personas cuyas rentas oscilan entre los 2.000 y los 3.000 euros se decantaron mayoritariamente por el candidato de En Marcha. Y finalmente entre las personas con ingresos superiores a 3.000 euros al mes, el candidato con más votos fue también Emmanuel Macron, seguido de François Fillon.
Llamamiento a la unidad contra Le Pen
Tras conocerse los resultados, Fillon y Hamon ofrecieron su apoyo a Emmanuel Macron para la segunda vuelta que se celebrará en dos semanas. Y no sólo ellos, también otras muchas personalidades del mundo de la política y de la cultura. François Fillon afirmó que “la abstención no está en sus genes” y apeló a votar contra “un partido extremista que se aproxima al poder”. Recordó que el Frente Nacional es un partido conocido por su intolerancia y señaló que “su programa económico y social llevaría a Francia a la bancarrota”, caos al que habría que añadir “el desastre de la salida del euro”.
Benoît Hamon se lamentó de “la eliminación de la izquierda por la extrema derecha por segunda vez en 15 años”, la calificó como “derrota moral” especialmente dura para el elector progresista y emplazó a sus votantes a “estar a la altura del momento y a derrotar del modo más contundente posible al Frente Nacional votando a Emmanuel Macron, incluso si éste no pertenece a la izquierda”.
Marine Le Pen fue la más votada entre las personas con ingresos mensuales inferiores a 1.250 euros, seguida de Jean-Luc Mélenchon y a gran distancia de Emmanuel Macron
Jean-Luc Mélenchon sorprendió con su toma de postura. Primero se dolió de tener que elegir entre “dos candidatos que quieren prolongar las instituciones actuales, no manifiestan ningún tipo de conciencia ecológica y piensan seguir destruyendo las conquistas sociales más elementales del país”. Y más tarde llamó a las más de 450.000 personas registradas en La France Insoumise a pronunciarse sobre esta cuestión, eludiendo hacer pública su postura personal. Él, añadió, no ha recibido “ningún mandato de las bases” para expresarse en su nombre. De modo que será a través de una votación sobre una plataforma electrónica como La France Insoumise decidirá su postura en la segunda vuelta. Con ello Jean-Luc Mélenchon quiere mantenerse fiel al espíritu democrático y participativo que ha impulsado al partido en estos meses.
Tampoco el candidato Nicolas Dupont-Aignan, de La France Debout (soberanista de derechas), quiso pronunciarse el domingo sobre la postura de su partido para la segunda vuelta. Aclaró que lo decidirá esta semana reuniéndose con los principales dirigentes de su formación.
En cualquier caso, el consenso es tan amplio en rechazar a la candidata del Frente Nacional que será difícil que Marine Le Pen reciba apoyos explícitos en los próximos quince días. El lenguaje empleado en las sedes, los platós de televisión o las radios recordó al del año 2002: “Hacer frente a la extrema derecha”, “poner diques al fascismo”, “establecer muros de contención” o “agruparse todos contra un enemigo común”. La diferencia es que en este caso el FN no ha llegado a la segunda vuelta de rebote o por incomparecencia del rival, sino tras dos años se situarse en la cabeza de las encuestas. Y son quizás estas altas expectativas que manejaba el Frente Nacional lo que terminó por movilizar al electorado no frontista en su contra y agruparlo en torno a la candidatura de Emmanuel Macron, el principal beneficiado del miedo a Le Pen.
En la sede de los vencedores
Tres palabras reinaron en las sedes elegidas por el FN y En Marcha: renovación, decadencia y recuperación. Emmanuel Macron no paró de hablar de alternancia, de cambio, de introducir un nuevo estilo y de “romper con el sistema que ha sido incapaz de resolver los problemas de este país”. Hizo hincapié en la amenaza del nacionalismo, del repliegue identitario, vinculándolo con un pasado negro del país. Opuso en este aspecto nacionalismo y patriotismo: “Quiero ser el presidente de todos los patriotas contra el nacionalismo”. El público, en su gran mayoría jóvenes, estaba exultante. A ratos, más que una noche electoral, el ambiente parecía de discoteca. Venció lo nuevo, se decía.
Emmanuel Macron marca distancias con el resto de partidos no sólo por el contenido de sus declaraciones, sino también por la forma. Se esfuerza en cultivar un estilo, una forma de hablar, mesurada, con un ritmo lento, como si de un literato se tratara. Reprende a sus simpatizantes cuando abuchean el nombre de otros candidatos queriendo mostrar que su movimiento no es “como los demás”, que no hay hooligans ni patriotas de partido y que la vinculación con la plataforma En Marcha es tan líquida como elegida. Se esfuerza en todo momento por mostrar que lo que dice le sale del corazón. De ahí el aire de intimidad que se desprende de sus intervenciones junto a militantes y simpatizantes.
Los franceses, según Le Pen tendrán que elegir entre “el reinado del dinero y de la finanza”, que trae deslocalización, apertura de fronteras, inmigración e inseguridad, y “la protección del pueblo francés”
En su discurso hay una ambición integradora, una voluntad de “construir una Francia en la que cada uno encuentre su lugar”. Por eso pone el acento en las palabras agrupación, participación, unión. Lo que confiere sentido a buena parte del compromiso con En Marcha es una suerte de voluntariado cívico: la idea de que es la sociedad civil trabajando espontáneamente. Sus críticos le reprochan que su proyecto de sociedad líquida conduce a la uberización de la sociedad. Pero el candidato de En Marcha se defiende afirmando que empresas como Uber han creado mucho empleo precisamente en los lugares donde más se necesitaba: las banlieues y zonas empobrecidas. Cada uno encuentra su lugar, pero también su salario.
El candidato de En Marche logró un buen resultado en la región parisina y en el oeste del país: desde Bretaña a Burdeos, pasando también por Toulouse y buena parte del macizo central. También logró un buen resultado en Lyon y sus zonas adyacentes. Marine Le Pen venció en el norte y este del país, cosechando también buenos resultados en el sureste y la zona de Perpignan, Montpellier, Béziers o Avignon. Incluso se impuso en la isla de Córcega.
Volviendo al discurso de la noche electoral, Emmanuel Macron hizo hincapié en su vinculación con Europa y el proyecto europeo. Quiso presentarse como el candidato más proclive a un buen entendimiento con Bruselas e incluso se dijo dispuesto a “relanzar la construcción europea”. Porque “no se entiende a Francia sin Europa” y porque la Unión Europea es una conquista de civilización.
Este es precisamente uno de los puntos de mayor fricción con la candidata del Frente Nacional, para quien esta segunda vuelta será una disputa entre “la globalización de la Unión Europea”, proyecto caduco de unas élites envejecidas, y “la supervivencia del pueblo de Francia”. El lenguaje grandilocuente que usa Marine Le Pen se explica al haber descrito estos comicios nada más y nada menos que como una “elección de civilización”. Los franceses, según ella, tendrían que elegir entre “el reinado del dinero y de la finanza”, que trae deslocalización, apertura de fronteras, inmigración e inseguridad, y “la protección del pueblo francés”. En otro momento, resumió la confrontación con Macron como una disputa entre regulación y desregulación. Y en ese contexto se nombró la “candidata de la alternancia real”, y no la de “los gobiernos sucesivos que se han ido turnando”, en referencia a Emmanuel Macron.
También aprovechó la noche electoral para evocar a una de sus figuras favoritas en esta campaña: Charles de Gaulle. Enlaza así con la tradición gaullista de una buena parte del electorado francés, tanto de la derecha como de la izquierda soberanista, y le permite seguir dando pasos en la tarea de apropiarse de conceptos como libertad, independencia o soberanía; al tiempo que se aleja de los fantasmas de la vieja extrema derecha. Le Pen citó a De Gaulle para hablar del pueblo (“la grandeza de un pueblo sólo procede del pueblo”) inmediatamente después de haber afirmado que “es el momento de liberar al pueblo francés de las élites arrogantes que quieren dictarle su conducta”.
La disputa entre Emmanuel Macron y Marine Le Pen se prevé clara: ambos tratarán de representar la renovación al tiempo que se acusan mutuamente de “hacer vieja política” y se echan a la cara, uno, su pasado como miembro del Gobierno de Hollande, y otra como heredera de una familia política manchada de antisemitismo y de las peores partes de la historia de Francia. Será una pelea entre dos proyectos políticos antagónicos en muchos sentidos que permitirá observar la gran distancia y la diferente cosmovisión que animan los proyectos de Emmanuel Macron y Marine Le Pen.
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Autor >
Guillermo Fernández Vázquez
Investigador en la facultad de Ciencias Políticas de la UCM. Especialista en política francesa, derecha identitaria, relato y comunicación.
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