LA CAJA CRÍTICA
No, mamá, ¿o sí?
Sobre el cómic que protagonicé y la última novela que he leído
Natalia Carrero 2/06/2017
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Para llegar a la casilla 2 permanecí mucho tiempo callada. Quizá sería mejor decir tan atareada que no podía hablar. Si lo exagero o revierto en material potencial para una novela negra podría asegurar que amordazada, incluso torturada. La inmersión o sumisión teóricamente voluntaria en las demandas ajenas arrasó todo eso que alguna vez llamé proyectos; listas de libros que leer y destilar en notas. Pensar se convirtió en un forcejeo mental que acontecía con escasa frecuencia, del que solía salir vencida, expulsada al estado de no reflexión.
Habité la cárcel pequeñoburguesa, el hogar, el piso familiar, bajo el falso techo de la seguridad de que moriría tranquila, cuando en el fondo lo que más deseaba era todo lo contrario: morir y vivir en completa tensión por comprender y expresar lo imposible. ¿Se podía saber cómo había llegado aquí, y qué se podía hacer, o deshacer, para que las noches no fueran esas pesadillas mudas en las que acababa buscando letras, mis lecturas perdidas en el fondo de la basura?
Esa raya que fui y de la que acto seguido me liberé me ayudaría a seguir encontrando la esencia de los sucesos vividos casi en directo. Al poco aparecieron los ojos y la cabellera que sintetiza el libro abierto y destartalado que, al cabo de los años, aún me sigue caracterizando como esa, la lectora común. Así etiquetada, avancé de forma más desprendida no solo en los trabajos (ahora debo decir cuidados) del hogar con pañales, sartenes y lavadoras, también en el proyecto utópico de contarlo tal cual era vivido. Y no lo logré sino deshaciendo las exigencias de la escritura convencional, permitiendo que la escritura se rebelara contra las líneas horizontales de la página, se desmembrara en rayas y trazos. Las grafías emprendieron su vuelo libre sobre el papel.
Ahora imaginaba que apuñalaba a quien se mecía en la cuna; al día siguiente escuchaba las conversaciones de otras madres en el parque o las opiniones anacrónicas de un pediatra al borde de la jubilación. Necesitaba fijar algunas situaciones antes de que el olvido las arrastrara río abajo; me interesaba el par papel-rotulador para reflejar la inmediatez, la urgencia de esos instantes sin florituras. En la encimera de la cocina improvisé el cómic Letra Rebelde (editorial Belleza Infinita) como espacio de forcejeo con el estado de no reflexión, como constatación urgente de un presente vivido desde una concreción, el hogar, que cada vez me parecía más lleno de fisuras. Si el sistema actual estaba lleno de hogares similares al mío, las grietas, menudas grietas cada vez más enormes que seguiría dibujando.
De la misma pérdida de sentido, así como de la cadena de acontecimientos aparentemente retorcidos que pueden desencadenarse cuando esa construcción o explotación cultural que sea la maternidad implosiona, extorsiona o distorsiona algo que una vez estuvo en la vida de sus protagonistas, mujeres destinadas a trabajos forzados en el hogar por prescripción capitalista y no por voluntad propia, de esta clase de injerencias nos habla con desparpajo y gran descoloque No, mamá, no, la rauda novela que ahora mismo debería presidir las mesas de novedades a vueltas con maternidad de Verity Bargate (Alba), con la que me despido gráficamente. Hace dos días la recomendé a cinco lectoras y cuatro ya han recibido su verdad terrible. Algo haremos con ella.
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Natalia Carrero
es colaboradora habitual de El Ministerio y autora a su pesar de 'Otra' (Tránsito, 2022), 'Yo misma, supongo' (Rata, 2016) y 'Una habitación impropia' (Caballo de Troya, 2012), entre otras. Preferiría no haber escrito nada.
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