Perfil
Juan Padrón: el hombre que estaba detrás
El exvicepresidente de la RFEF acumula en sus archivos la historia no declarada de treinta años de cleptocracia y trapisondas deportivas
Francisco Pomares Tenerife , 19/07/2017
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Hay quien dice que no puede hablarse de Villar sin hablar de Padrón, tanto monta, monta tanto desde hace veintiocho años, siete mandatos consecutivos en el control económico y financiero (desde la primera vicepresidencia) en la Federación Española de Fútbol. En este último mandato, hace menos de dos meses, Villar tuvo que sacrificarlo, porque así se lo impusieron los presidentes de las federaciones territoriales, pero sigue manteniendo la relación con Villar. Una relación que puede llevarlos a los dos a la cárcel por administración desleal de los dineros del fútbol español, que de una forma moderada es lo mismo que decir que durante más de un cuarto de siglo Villar y Padrón, Padrón y Villar hicieron en la Federación lo que les dio la real gana. Acusado –y no por primera vez-- de apropiación indebida, corrupción entre particulares, falsedad documental y posible alzamiento de bienes --y eso sólo en relación con los partidos internacionales de La Roja--, Padrón acumula en sus archivos la historia no declarada de treinta años de cleptocracia y trapisondas deportivas.
Pero antes de ayer, antes de ser detenido por la Guardia Civil, Juan Padrón fue también un tinerfeño ilustre, vinculado a los centros del viejo poder insular en Tenerife, un hombre que lo fue todo en la isla, y al que muchos otros hombres ilustres le debían canonjías y favores: empezó como un modesto oficial de notaría, pero su habilidad para manejar información y moverse entre despachos acabó por hacerle rico. Propietario de la mayor emisora de Tenerife, que vendió casi entera a la SER, amigo y valedor de los políticos principales de la isla, fue distinguido como hijo predilecto de la isla por el Cabildo de Tenerife. Intentó repetir honores hace unos años en el Ayuntamiento de Santa Cruz, pero los escándalos ya hacía unos años que le rondaban, y el alcalde chicharrero, José Manuel Bermúdez, decidió cancelar el expediente. Ya había sufrido Padrón una primera denuncia de Javier Tebas, un abogado listillo, antiguo militante de Fuerza Nueva, que retiró todas las denuncias tras ser nombrado presidente de la Liga Española. Así se las gasta nuestro hombre.
Fue también un tinerfeño ilustre, vinculado a los centros del viejo poder insular, un hombre que lo fue todo en la isla, y al que muchos otros ilustres le debían canonjías
Capitán de una multitud de empresas, hoy investigadas, algunas gestionadas por su hijo Francisco, y socio más o menos declarado de los constructores de relevancia de Tenerife con los que tapizó la isla de campos de fútbol aficionado sufragados generosamente con dinero público, Padrón fue el muñidor de decenas de operaciones políticas, económicas y deportivas, que supo triangular con extraordinaria habilidad y precisión. Porque Padrón es un hombre muy discreto, un tipo al “que nadie ve, pero que todo el mundo intuye dónde está” –según una acertada sentencia para definirle--, un personaje que evita todo protagonismo, y que supo mantenerse al margen de la atención los medios –a pesar de ser el dueño de uno-- hasta que los escándalos que acompañaron la vida de su hijo Paco Padrón –condenado por corrupción de menores y visitante habitual de los juzgados tinerfeños por sus trapicheos con la televisión pública canaria-- devastaron su prestigio y dejaron muy tocada a su familia.
Con la caída en el oprobio social y en la desgracia de su hijo periodista, Padrón intentó ensombrecer aún más su perfil público y eligió instalarse en la absoluta penumbra, pero siempre al lado del gran patrón del fútbol, con quien gobernó hasta hace mes y medio todas las grandes decisiones de la Federación. Probablemente, la arquitectura de las instituciones del fútbol español le debe más a él que al propio Villar. Pero eso se sabrá probablemente cuando los juzgados empiecen a hacer su trabajo y se descubran las extraordinarias conexiones entre Padrón, sus empresas y las empresas de su hijo, y los dineros de la Federación Española.
Mientras, este octogenario avispado, correoso e inmune a la opinión de los demás mueve a sus abogados para ganar tiempo. Es difícil que con su edad acabe hospedado en una prisión. Pasará el calvario de los juicios, sentencias y recursos, y se gastará una pasta gansa en letrados de postín. Pero al final, lo más probable es que la biología se imponga a la Justicia.
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Francisco Pomares
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