TRIBUNA
Para déficit, el ambiental. ¿Quién se ocupa?
La deuda ecológica simboliza la gran inequidad de nuestra época... pagan más los más vulnerables y pagarán mucho más los que hoy son niños y los que están por nacer. Este año, el 2 de agosto es el Overshoot Day
Teresa Ribera 1/08/2017
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El día 2 de agosto empezamos, otra vez, a vivir a crédito. Hace ya años que ocurre, y cada vez lo hace más temprano. Es el Overshoot Day, el día del año en el que la humanidad empieza a consumir más recursos de los que el Planeta es capaz de generar anualmente. En 1987 fue el 19 de diciembre. En 2005 fue el 20 de octubre. En 2010, el 21 de agosto. El año pasado fue el 8 de agosto y este año el día 2.
Sin piedad, acumulando deuda ecológica que, en parte, pagaremos de vuelta en el tiempo vital de nuestra generación... con sufrimiento y tensiones por el acceso a recursos como agua potable, suelos fértiles, pesca, o aire limpio; o con daños irreparables o migraciones masivas forzadas por el incremento en intensidad y frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos.
Pero es, sobre todo, deuda que pagarán con creces nuestros hijos y nietos.
Y entonces me acuerdo del acertado título del fantástico ensayo de Joaquín Estefanía: Abuelo, ¿cómo habéis consentido esto?.
La deuda ecológica simboliza la gran inequidad de nuestra época... pagan más los más vulnerables y pagarán mucho más los que hoy son niños y los que están por nacer. Sin elección. Sin capacidad de reacción. Sin la menor oportunidad de corregir una trayectoria que nosotros conocemos y somos capaces de corregir, pero que representa un esfuerzo, una ruptura con la inercia para la que nos mostramos demasiado vagos y timoratos.
Hace apenas 10 días la Agencia de la Atmósfera y los Océanos de Estados Unidos (la reputadísima NOAA, a quien tanto debemos todos por su excelente trayectoria de observación) publicaba los datos que confirmaban que durante los últimos 32 años no ha habido un mes en el que la temperatura media del Planeta haya estado por debajo de las medias históricas desde que hay mediciones. Se sucede a otras alertas tan escalofriantes como la irremediable desaparición de la barrera de Larsen en la Antártida o la masiva extinción de especies de la que somos testigos mudos e inoperantes.
A poco que le dediquemos unos segundos, nos damos cuenta de la convicción que sentimos, de la vivencia experimental de estar viviendo una época de transición a un nuevo mundo desconocido en el que o nos salvamos todos o nos hundimos todos.
España no saldrá bien parada en esa foto. Un país asolado por incendios, con largos periodos de canícula, dificultades de acceso a agua, rendimiento agrícola menguante y sometido a los efectos secundarios de los impactos que el cambio climático tendrá en nuestros vecinos del sur... África.
¿Podrán nuestros hijos vivir en paz? Es claro que no podrán igualarnos en una renta que esquilmamos sin piedad. Los datos oficiales de España proyectan el estancamiento de las emisiones de gases de efecto invernadero --que no su reducción a cero-; bloquean la agenda sobre la movilidad --orientando recursos de todos a ¡carreteras! en vez de a las infraestructuras que requiere una economía sin emisiones, capaz de aprovechar el potencial de la economía digital y resiliente a los efectos del cambio climático--. Retrasan reflexiones básicas de política industrial y empleo... ¿cómo es posible eludir, por ejemplo, un planteamiento estratégico sobre una industria del automóvil del siglo XX en un país en el que tantas familias dependen de ella?
Presupuesto y políticas en los que está ausente el debate sobre qué hacemos con nuestro territorio (terrestre y marino)..., cómo lo preservamos, de qué modo convivimos sin menoscabar oportunidades. En qué ciudades queremos habitar y de qué nos alimentamos. Qué riesgos no estamos dispuestos a tolerar y de qué modo aseguramos igualdad de oportunidades en el acceso a beneficios ambientales y equidad en el reparto de costes por su pérdida.
¿Por qué no exigimos la corrección inmediata de un sistema fiscal injusto?, ¿por qué no nos damos cuenta de la trascendencia económica y social de un debate, de un consumo, de una deuda... que no es técnica ni neutral, sino profundamente injusta y peligrosa?
Es hora de plantear de una vez por todas estas preguntas. Es hora de entender que el mayor reproche social lo merece quien, pudiendo hacer, prefirió mirar para otro lado. Es hora de contribuir a parar el reloj de la autodestrucción y llamar a las cosas por su nombre... ¿déficit cero? ¿de qué?
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Teresa Ribera
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