García en el país favorito de la Divina Providencia
Capítulo III. En el que aparecen personajes fundamentales de la trama, y en el que se vive un bombardeo en Barcelona
Guillem Martínez 4/08/2017
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RESUMEN DE LO PUBLICADO: Como es habitual en el mundo, no se sabe nada de Dios, por lo que los diarios tienen que hablar del Monstruo del Lago Ness o del Procés, si quieren hablar de algo este agosto. Por lo demás, García necesita un despacho para que en su diario no le pillen con un desfalco.
No habían pasado ni cinco minutos y volvía a ver los ratones de la puerta de Ta Puta Mare Feliç jugando a los dados. Mi conversación con el Señor Chang había durado menos que el juicio a un disidente chino. Se la resumo:
-Homble, Galcía. Usted tenel más cuento que honolable último empeladol Pu-yi en honolable juicio pol clímenes contla la Humanidad.
-Técnicas de coaching. Quería potenciar su autonomía. ¿O no ha leído el éxito coaching Te dolerá, pero te gustará, cerda?
-No. Yo leel plemsa plocesista como un poseso. Y esto no se independentiza ni jaltos de galnacha. Usted tomalme el pelo. Es más plobable la independencia del Tibet. Yo hacel con usted viniendo aquí el negocio de honolable Pe-dlo y las cablas. ¿Sabe lo que me cuesta el alquilel? Con la mitad podlia sobolnal al Comite Centlal del PCCH y legalizal el honolable tanga, glan fondo de almalio implescindible.
-¿Alguna queja de mis servicios?
-Todas. Como asesol financielo es una mielda pinchada en honolable palo. Como coaching, un desastle. Desde que hace de coach de pensamiento positivo pala mi plantilla ya llevamos 8 huelgas. Y como flegaplatos, mile.
El Señor Chang abrió la puerta de la cocina. Sobre las encimeras y fregaderos se amontonaban los platos y la suciedad. Había tanta mugre que en la cocina los ratones campaban a sus anchas. Lo que me hizo volver a pensar en Quimetta. Había, en fin, tantos ratones y estaban tan descontrolados que habían organizado un 15M de roedores. Mientras el Señor Chang me daba la honorable -rayos, se me pega todo- vara, localicé al líder de los ratones -fue fácil; hablaba a los acampados de la necesidad de crear un partido-, y le levanté 20 euros para un sondeo.
Había, en fin, tantos ratones y estaban tan descontrolados que habían organizado un 15M de roedores. Mientras el Señor Chang me daba la honorable -rayos, se me pega todo- vara, localicé al líder de los ratones
-Bueno, de todo eso quería hablarle, Señor Chang. Necesito un despacho para mañana. Vendré con un pollo. Nos reunimos. Usted nos da la razón. Luego nos da pato laqueado y vino como para una boda, y lo descuenta de mi sueldo. Por cierto, ¿tendría 20 euros para un taxi?
¿Qué podía salir mal? Todo. El Señor Chang me expulsó del local con cajas, chinas, destempladas. Si bien -era un solete- accedió a soltarme los 20 pavos. Junto con los del ratón futuro eurodiputado sumaban cuarenta, y con los 20 de Pay-Pal que me había pelado en spritzs y marlboros en un momento en el que no les estaba explicando nada, cuarenta y pico. Seguía sin despacho. Pero teníamos cena.
Me fui al Mercadona. Por el camino paré en una Caixa, a ver si me había llegado lo del alquiler para mi despacho y me lo podía pulir. No sólo no había llegado, sino que al entrar sonaron las alarmas, y un agente judicial me dio una citación para que le devolviera a la entidad financiera los almanaques que le habían dado a mi madre en 1972, 73 y 74. En el Mercadona, un guardia jurado me recordó mi orden de alejamiento de la sección de animales vertebrados, por lo que tuve que realizar el grueso de mi compra en la sección Chernobyl Slow Food.
Llegué cargado de bolsas a mi casa. Por lo que les explicaré mi casa.
Al salir por piernas del piso que compartía con Quimetta me fui al de El Chapas, mi amigo de infancia y juventud barcelonesa. Estuvimos toda una tarde haciendo proyectos de futuro. La cosa pintaba bien. Hasta que nos pedimos a la vez 20 euros para un taxi. Supe en ese momento que debía irme inmediatamente. Por mediación del amigo de un amigo conseguí el teléfono de Núria.
Núria era una funcionaria del Ajuntament de Barcelona que había sido mano derecha de Pasqual Maragall. En la última etapa de Maragall había asistido a multitud de cenas-homenaje junto a él, organizadas por el PSC. Tras su jubilación había asistido a multitud de degradaciones salariales, organizadas también por el PSC. Vivía en un pisazo del Eixample, venido a menos, como todos nosotros. Nosotros, sus inquilinos y compañeros de piso, éramos tres y medio. Esparraguera, un cantante de ópera en el paro -no pierdan detalle de él, que será básico en esta historia-; Pepé, un francés sin oficio al que le gustaba más el vino que a un tonto una tiza; el menda y, he aquí el "y medio", mi hijo Giovanni. Salvo Giovanni, que pertenecía a otro tiempo-espacio, el resto éramos una suerte de The Misfits, de Arthur Miller. Personas que no habían quedado encerradas en Reno, sino abandonados a su suerte en Barcelona. Por eso compartíamos la suerte y, en el caso concreto de hoy, lo que había pillado en Mercadona.
Cuando llegué a Ca la Núria, sólo estaba Pepé, frente a una copa de morapio.
-¿Cómo ha ido el día, Pepé?
-Mucho perfecto para mí.
-Hoy voy a hacer de cena... -miré la bandeja que había comprado- esferas de animal muerto. ¿Te va?
-Mucho perfecto para mí.
En efecto. Pepé hablaba francés. Su castellano, precario, era casi nulo. Hacía un par de días que había descubierto que eso que se habla en Barcelona, además del castellano, no era italiano. No sabíamos nada de él. Lo único que yo sabía es que miraba la copa de vino como yo miraba a los ratones. Mirando hacia dentro, con media sonrisa y melancolía. A ese hombre, en fin, también le habían roto el pecho. Quizás más aún, y con herramientas más feroces. ¿De qué diablos trabajaría? Me temo que, como yo, también sería coaching. Es decir, nada.
Pepé hablaba francés. Su castellano, precario, era casi nulo. Hacía un par de días que había descubierto que eso que se habla en Barcelona, además del castellano, no era italiano
Cuando empecé a poner la mesa, Pepé, taja y tambaleante, se levantó.
-Cena mucho perfecto para mi. Mais je marche.
Haciendo eses, se llegó hasta la puerta justo en el momento en que llegaba Núria.
-¿Ya vuelve a estar borrachuzo? -dijo, aludiendo a Pepé-. Mejor que se vaya. Hoy no me entra. Hummmm. Tendré que hablar con él. Pero tampoco me entra esa.
Núria siempre utilizaba el verbo entrar para todo. Era divertida y estaba majara. Es decir, poseía una lógica y una velocidad propias. Tenía un perfil como de estatua románica. También le habían hecho algo. Solo al final de esta historia supe qué.
-¿Te entra un cigarrillo?
-Me entra.
-¿Te entra una cerveza de la marca blanca Chernobyl Slow Food?
-Me entra.
Estuvimos hablando, frente a la mesa ya dispuesta, de lo que nos había entrado y lo que no nos había entrado a lo largo del día, hasta que entró Giovanni. Luego cenamos, que hoy no venía Esparraguera, que tenía una especie de bolo. Núria y Giovanni se pasaron la cena partiéndose el pecho. A mitad de la cena llamaron a la puerta.
-¿Puedes abrir? A mi no me entra.
Fui a abrir. Era Mòquina. Mòquina era otra misfit. Era una actriz en paro, muy amiga de Núria. Además, por el mismo precio, era altísima. Me sacaba dos palmos. Su singularidad consistía en ser poseedora de una belleza atroz e incomprensible. Un día la vi por la calle sin ser visto. Avanzaba y su belleza hacía llorar a los bebés con los que se cruzaba. Para paliar todo ese tumulto constante a su alrededor, Mòquina no se cuidaba. No se maquillaba, no se peinaba. Vestía mal. Hoy, por ejemplo, venía vestida de ensambladora de bombarderos en la IIWW. Al verla en el quicio de la puerta, el bebé que llevo dentro quiso llorar.
-¿Está Núria?
-Claro. Pasa.
Mòquina dudó. Puso esa cara de susto que ponía de vez en cuando.
-No. Da igual. Mañana tengo casting.
Se fue.
-¿Quién era?
-Mòquina. Se ha pirado.
-Una pena. Me entraba Mòquina.
-Cuando veo a Mòquina me da ganas de llorar -dijo Giovanni, un niño, es decir, alguien cercano a un bebé-.
Después de la cena nos fuimos a dormir. Yo dormía con Giovanni. Antes de dormir estuvimos leyendo. Él, un libro sobre la unificación alemana. Leía tanto y hablaba tantas lenguas que en cualquier momento podría caer en manos del francotirador del Ministerio de Educación, tal y como fija la ley Wert.
-¿Qué tal el libro?
-Mola. El primer nacionalismo alemán fue lingüístico y vertebrado por Lutero.
-Giovanni, tendrías que hacer cosas de los niños de tu edad.
-Yo soy un niño con mi edad.
-Me refiero a chutarle a una pelota.
-Un día chuté a una pelota.
-Déjalo. ¿Cómo va todo?
-Bien. ¿Tenemos nocilla para el desayuno?
-No me ha llegado. Pero tenemos leche, cacao, avellanas y azúcar. Algo haré.
-¿Crees que conseguirás el dinero para el viaje a California? El bar mitzvah del primo Elvis es la semana que viene. Nunca he estado en ninguno. ¿Son divertidos?
-Depende. Mi bar mitzvah fue el peor bar que recuerdo.
-¿Fue tu padre? ¿Tu padre es judío o marciano?
-Las dos cosas. Ya te lo he explicado.
En eso sonó el teléfono. Un wasap de un teléfono desconocido. Era el pollo con el que tenía que verme mañana. Me pedía la dirección de mi despacho.
-Giovanni, ¿se te ocurre algo que pueda utilizar como despacho mañana?
-No. Pero a veces lo que buscas está más cerca de lo que parece.
Esa chorrada de sentencia de Paulo Coelho, indigna de Giovanni, hizo que mi frente se quebrara como un cristal. Respondí al wasap fijando hora y lugar. Luego apagamos la luz y dormimos abrazados. Como duermen las personas durante un bombardeo.
En la madrugada escuché un ruido. Era Pepé, que volvía más cocido que un piojo. Por los ruidos me lo imaginé en la cocina, sentado frente a una copa de vino, viendo ratones que no existían. Le escuché sollozar discretamente. Supe que dentro suyo se estaba produciendo otro bombardeo. La única buena noticia del día es que tenía despacho para mañana. ¿Con quién diablos me reuniría? ¿Qué quería explicarme?
-Sol... Grifos... Ratones.
Eso lo había dicho Giovanni, entre sueños. El mamón, en vez de chutarle a una pelota, había estado leyendo a Vian.
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Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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