Luz sobre la dictadura de Primo de Rivera
Julio López Íñiguez sintetiza el origen de la extrema derecha corporativa y dictatorial de la España del siglo XX en su libro ‘La Unión Patriótica y el Somatén valenciano”
Andreu Navarra 9/09/2017
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Menos espectacular que otros períodos históricos cercanos, como la Segunda República, la Guerra Civil o el franquismo, la dictadura de Primo de Rivera resulta fundamental para comprender la metamorfosis de la derecha conservadora española de origen canovista en la extrema derecha alfonsina iniciada en 1930 y desarrollada en las décadas siguientes. Como muy bien observa Julio López Íñiguez, autor de La Unión Patriótica y el Somatén valencianos (1923-1930), que acaba de publicar la editorial de la Universidad de Valencia, el núcleo y el nexo de todo ello fue el maurismo, la “revolución desde arriba” practicada por una escisión del viejo partido conservador que llenó muchos espacios vacíos de la Unión Patriótica primorriverista, y le fue dando el aspecto extremista con el que llegaría a 1930.
Solo estudiando a figuras secundarias de los partidos políticos se accede a su verdadera historia: es el caso del marqués de Sotelo, que lideró la Unión Patriótica desde sus inicios y, desde 1927, en el municipio de Valencia. Reconstruyendo sus epistolarios y circulares podemos reconstruir las entrañas reales de aquellas dinámicas y funcionamientos, más allá de especulaciones morales que parecen muy sólidas pero que únicamente distorsionan lo que ocurrió.
La unión del confesionalismo más extremo con el militarismo más paternalista está en el origen mismo del nacionalcatolicismo franquista tal y como fue diseñado en 1937. Los upetistas (y la dictadura que encarnaban) apostaron fuerte por encuadrar a católicos de base, utilizando la religión como banderín de enganche. También demonizaron activamente a los opositores a la dictadura, tildándolos de malos españoles. Porque, lo ilustra muy bien el libro, de lo que se trataba era de convocar bases populares para el proyecto de reforzar la monarquía de Alfonso XIII. Ese había sido el sueño del maurismo: lograr una derecha moderna, capaz de reunir tras sus siglas a amplias capas de población de mentalidad conservadora. En este sentido, las figuras de Calvo Sotelo (ministro de Hacienda) y Eduardo Aunós (cartera de Trabajo) resultan fundamentales a la hora de echar un vistazo sobre los fundamentos teóricos de la dictadura. Y todo esto, claro está, con el violento Martínez Anido garantizando la represión en las calles. Eduardo González Calleja lo dejó claro en su imprescindible estudio de 2005 La España de Primo de Rivera (Alianza). López nos invita a prestar atención a otro personaje clave de la derecha del período republicano, cuyo ensayo general fue el upetismo: Antonio Goicoechea, fundador de Renovación Española. De algún modo, junto a estos políticos e intelectuales, entre los que figuró Maeztu, se fueron fraguando los núcleos monárquicos posteriores a 1931. Tanto Maura como Goicoechea partían de una misma convicción: el pueblo español era mayoritariamente derechista. Y es que falta una monografía seria y documentada sobre Goicoechea.
Más que movilizar a los jóvenes, lo que intentó el régimen fue neutralizarlos: exigir la obediencia de los conservadores y desmovilizar a los más activos
La Unión Patriótica funcionó como un sistema radial en el que el dictador escribía las consignas que sus tentáculos de provincias aplicaban inmediatamente. Carecía totalmente de debate interno (lo que, a medio plazo, causó su desprestigio, sobre todo entre las juventudes y los estudiantes, que soñaban con un encuadramiento más dinámico). Más que movilizar a los jóvenes, lo que intentó el régimen fue neutralizarlos: exigir la obediencia de los conservadores y desmovilizar a los más activos. La UP, pues, operó de forma totalmente opuesta a la futura Falange: “El carácter férreamente jerárquico de la dictadura de Primo de Rivera, en el que la edad y la experiencia eran condiciones políticas indispensables, supuso un grave impedimento para que los jóvenes se movilizaran dentro del régimen” (p.82). En el régimen de Primo de Rivera, ser joven era un obstáculo para el reparto del botín.
El autor señala como influencia fundamental la del propagandista católico Ángel Herrera Oria: “Un nacionalcatolicismo dentro de una vertiente autoritaria y corporativa serían los puntos cardinales de la política española donde la nueva formación tendría que desenvolverse y conseguir los mayores apoyos del pueblo español en forma de afiliaciones” (p.40). ¿Qué acabó ocurriendo? La UP, nacida para combatir al “caciquismo”, fue colonizada por las propias fuerzas caciquiles, para convertirse en la garantía de que todo continuaba exactamente igual que antes. Tanto fue así que hasta en algunos distritos de mayoría republicana (radical, blasquista), como en L’Alcúdia, los republicanos lograron penetrar en la propia UP para mantenerse en sus puestos políticos. La UP sirvió como agencia de colocación de concejales y diputados provinciales. Y también como oficina de colocación para jornaleros que deseaban mejores empleos y sueldos. El idealismo anduvo lejos de las afiliaciones a la Unión Patriótica: “Las diversas familias políticas que la integraban (monárquicos, autoritarios, mauristas, fascistas, etc.) solo tenían en común su deseo de acceder a los puestos de responsabilidad” (p.125). Lo que explica que la gestión del marqués de Sotelo derivara en la reproducción de la red caciquil y clientelar anterior: un fenómeno observable en el conjunto del Estado. Al final, ni siquiera los propagandistas católicos (alarmados ante la presencia de republicanos en la UP y los contactos de Primo con el PSOE) apoyaron a la dictadura, y decidieron abandonar el barco progresivamente. Aunque todos los actos y mítines de la UP fueran bendecidos por una misa (p.115).
Pero todas estas conclusiones solo eran alcanzables estudiando las carpetas de la Unión Patriótica que permanecen en el Archivo Histórico Municipal valenciano, así como aportando información propia de la historia de las mentalidades a un asunto del siglo XX.
La PUV es la mejor editorial universitaria del Estado. No me cansaré de repetirlo. Lo he escrito no sé dónde y me reafirmo en ello. Y quien lo dude, que tome este libro y le eche una ojeada a la solapa, en la que se detalla parte del catálogo. Nos encontramos, nada más y nada menos, ante algo que es un poco más que la descripción del régimen de Primo de Rivera y de su capacidad de penetración en las sociedades española y valenciana: nos encontramos ante una auténtica síntesis del origen de la extrema derecha corporativa y dictatorial de la España del siglo XX. Únicamente conociendo los detalles de los experimentos sociales de los años veinte podemos comprender los golpes, pronunciamientos y estallidos de 1932 y 1936. El liberalismo conservador alcanzó la forma del Movimiento Nacional a través de las etapas que este libro delimita con toda claridad.
Y tiene razón el prologuista, Marc Baldó Lacomba: seguro que futuras investigaciones del autor nos esperan. Yo las espero.
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La Unión Patriótica y el Somatén valencianos (1923-1930). Julio López Íñiguez. Universidad de Valencia, 2017.
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Andreu Navarra
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