1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 1404 Conseguido 70146€ Objetivo 140000€

Análisis

¿Cómo reconstruir la clase media en tiempos de globalización y robotización?

La evolución dentro del contexto internacional indica que la recuperación de España no va por el camino adecuado para garantizar el bienestar presente y futuro de sus ciudadanos

Bruno Estrada / EFC 19/09/2017

La Boca del Logo

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Estamos produciendo una serie de entrevistas en vídeo sobre la era Trump en EE.UU. Si quieres ayudarnos a financiarla, puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.

 

La importancia creciente de la “economía emocional”

La ley de la oferta y la demanda ha muerto. Bueno, no en todos los mercados de bienes y servicios, pero sí en un número creciente de ellos. En todos los mercados en los cuales una ciega confianza de los consumidores sobre la supuesta calidad de los productos es lo que determina el precio que estamos dispuestos a pagar por ellos. En estos mercados los consumidores confían en que el precio es la señal más potente sobre la calidad de los bienes: “si es tan caro es que será bueno”. 

Esto no es algo nuevo, numerosos economistas han resaltado desde hace bastantes años que en algunos mercados, en los cuales hay información asimétrica entre consumidores y vendedores (los vendedores saben lo que están vendiendo de verdad mientras que los consumidores no sabemos realmente lo que estamos comprando), los precios son fundamentales para que el consumidor se oriente sobre la calidad del bien. 

Eso no quiere decir que la calidad de esos productos siempre esté en relación con su precio, ya que en la mayor parte de los casos los consumidores no estamos en disposición de acceder a esa información, o nos es muy costoso adquirirla. Cuando estamos dispuestos a pagar un precio elevado por la supuesta mayor calidad de un producto sin que tengamos una idea fehaciente de sus verdaderas características, en esos casos estamos hablando de los bienes superiores. La demanda de bienes superiores crece a pesar de que sus precios se incrementen, lo que pone en cuestión la ley de oferta y de demanda.

El ejemplo más utilizado es el del mercado de los coches de segunda mano. Si un vendedor de vehículos usados baja los precios de sus coches lo más probable es que venda menos, ya que la mayor parte de los posibles compradores pensará que la reducción de precios tiene que ver con una peor calidad de los coches ofertados.

Tal como indicó Joseph Stiglitz en su artículo The causes and consequences of the dependence of quality on price, publicado hace ya treinta años,  en los mercados de bienes superiores la tradicional competitividad vía reducción de precios, y costes de producción, no es una garantía de que las empresas eliminen a los competidores con mayores precios y salarios y, por tanto, aumenten su cuota de mercado. 

Para crear mercados de bienes superiores las empresas desarrollan innovadoras “tecnologías de comercialización” cuyo principal objetivo es crear valor emocional para sus productos, mediante la valorización de la marca, la creación de intangibles o la diferenciación del producto. Cuando un producto consigue “algo de valor de obra de arte” ello significa que los consumidores dejamos de tener criterios objetivos-racionales sobre la relación precio-calidad de dichos productos. Cuando el principal criterio para comprar un bien es subjetivo-emocional -“lo compro porque me gusta”-, los precios de venta, como en las obras de arte, se desconectan de los costes de producción. 

Olvidando gran parte de la estúpida economía que nos enseñan

¿Qué ha cambiado en relación con los mercados de bienes superiores en los últimos treinta años, desde que Stiglitz escribiera dicho artículo?  

El principal cambio ha sido el enorme volumen que han adquirido los mercados de bienes superiores en las sociedades desarrolladas. Ya no es algo propio de mercados marginales como el de coches usados, ocurre en multitud de bienes y servicios que consumimos habitualmente: lavadoras, coches, zapatos, vacaciones, formación, telefonía móvil, ropa, hostelería, restauración, etc. En las Sociedades de la Abundancia de los países desarrollados consumimos un porcentaje creciente de productos y servicios cuyos precios no vienen determinados por los costes de producción, sino por nuestra capacidad de gasto, y por la confianza emocional que depositamos en su supuesta calidad.

Resulta obvio que los mercados de bienes superiores no pueden crecer si de forma paralela no se incrementa el volumen de consumidores con una creciente demanda sofisticada, esto es, la clase media. A partir de los años cincuenta del siglo XX la clase media creció en la mayor parte de los países desarrollados gracias a que se produjo un reparto más equilibrado de la riqueza, en ello tuvieron un papel crucial los sindicatos. En las últimas dos décadas también se ha podido observar un notable incremento de la clase media en un número creciente de países emergentes: según un estudio del Credit Suisse la clase media china la conforman ya 109 millones de personas, mientras que la clase media de EE.UU. está compuesta por 92 millones. Ello ha permitido la creación de una robusta demanda sofisticada global, que en sus decisiones de consumo no se guía solo por el precio.

La evolución de las ventas de fideos instantáneos en China es un buen ejemplo de cómo los hábitos de consumo se modifican, de cómo la demanda se hace más sofisticada cuando mejora la riqueza de los ciudadanos de un país. Entre 2011 y 2015 el consumo de este producto de alimentación low cost –un paquete puede costar 40 céntimos de euro--, de escasa calidad y valor nutricional, se ha desplomado en un 25%, reduciéndose en 12.130 millones de euros, de forma paralela a la mejora de las condiciones de vida de decenas de millones de chinos.

La existencia de los mercados de bienes superiores también tiene efectos importantes en los mercados de trabajo, nos dice Stiglitz. En países con un elevado porcentaje de consumo de bienes superiores las bajadas de los salarios no reducen sustancialmente el desempleo, ya que el resultado de esas políticas será el empobrecimiento de la clase media y una consiguiente contracción de la demanda sofisticada, lo que generará más desempleo, principalmente en sectores cualificados. A la vez puede producirse un incremento de la importación de productos low cost para los nuevos consumidores empobrecidos. Es lo que ha sucedido en España, como se puede ver en los gráficos adjuntos.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Eurostat.

Por un lado en el gráfico 1 se puede observar cómo las políticas de devaluación salarial aplicadas a partir de mayo de 2010 han incrementado la desigualdad y la pobreza en España, la consecuencia del empobrecimiento global de la sociedad española ha sido que la tasa de desempleo se ha mantenido por encima del 20% durante más de cinco años.

Como se puede comprobar en el gráfico 2 las políticas que empobrecen a los trabajadores nacionales y reducen la demanda sofisticada nacional, terminan angostando la complejidad económica del país, esto es, disminuyen su capacidad de producción de bienes superiores y, por tanto, de mejorar su productividad por esta vía. Esto sucede en todos los países, excepto en el caso de economías muy dependientes de los mercados exteriores (de la demanda sofisticada de otros países), que no es el caso de nuestro país.

Fuente: Elaboración propia a partir de datos de Observatory of Economic Complexity, OEC.

Este es un proceso inverso al que impulsó Henry Ford hace 103 años cuando dobló el salario, hasta los 5 dólares la hora, de sus trabajadores de la planta de montaje de Michigan que fabricaban el famoso modelo T de Ford. Dicha subida salarial incrementó la demanda sofisticada entre sus propios trabajadores, permitiéndoles comprar los mismos coches que fabricaban. 

Sindicatos más fuertes y modernos

En los países más desarrollados, los incrementos de productividad experimentados en los últimos años han tenido cada vez en menor medida como origen la automatización de las cadenas de producción industrial, debido a que la mayor parte de estos procesos industriales ya fueron mecanizados con anterioridad, o deslocalizados a países emergentes con salarios más bajos. 

Es cierto que en los países desarrollados se está produciendo una notable mejora de la productividad de los servicios, debido en gran medida a la digitalización e informatización de muchos procesos productivos repetitivos, que hasta hace poco se consideraban propios y exclusivos del conocimiento racional de los seres humanos. Sin embargo, por ahora, los incrementos de la productividad de los servicios están siendo muy inferiores a los obtenidos hace unas décadas en la industria. Hay que tener en consideración que la mayor parte de las actividades de servicios suponen una actividad económica que requiere una profunda interacción humana (entre vendedor y comprador, entre alumno y profesor, entre enfermo y personal sanitario) por lo que los bruscos incrementos de la productividad en muchos casos pueden suponer un deterioro de la calidad del servicio ofrecido.

Lo más relevante en la actualidad en estos países es el nuevo tipo de “productividad emocional” generada en los mercados de bienes superiores, en la que es más importante vender caro que fabricar barato. Esta nueva “productividad emocional” depende de dos factores: 1) de la capacidad de las empresas para crear valores intangibles-emocionales en sus bienes y servicios; 2) del poder de mercado de esas mismas empresas en las cadenas globales de producción, para imponer precios baratos en el suministro de piezas y componentes estandarizados.

Una parte importante de los procesos de producción industrial de los bienes superiores se ha trasladado a los países emergentes, sin embargo, el grueso de su comercialización y, por tanto, del proceso de creación de valor sigue teniendo lugar en los países desarrollados. El caso del valor de Iphone es paradigmático: en 2009, con un precio de venta al público de 500 dólares, el valor de la producción que se retribuía a los fabricantes chinos de piezas y componentes era de tan solo de 7 dólares, un 1,5% del valor final del producto, mientras que EE.UU. se quedaba con el 64% del valor del teléfono, 320 dólares, donde apenas se producía nada físicamente del teléfono móvil. Es indudable que en esos bajos salarios influye el hecho de que los 280 millones de trabajadores afiliados a los sindicatos chinos no tienen derecho a la negociación colectiva. En China no hay sindicatos libres.

Esta nueva “productividad emocional” tiene unas características muy diferentes. En el pasado las inversiones de capital físico en “tecnologías de la producción” tenían como principal objetivo mecanizar los procesos productivos, de forma que los fuertes incrementos de productividad alcanzados permitían retener, durante un largo periodo de tiempo, las ventajas comparativas que se obtenían en los precios. Las empresas eran capaces de fabricar productos homogéneos a precios más bajos que sus competidores durante varios años, hasta que nuevas inversiones en “tecnologías de la producción” permitían mayores reducciones de costes. Sin embargo, en la actualidad gran parte de las inversiones de capital se concentran en “tecnologías de la comercialización” cuyo objetivo es crear confianza emocional del consumidor en el producto de forma que el precio deje de ser el elemento determinante de su competitividad. 

Resulta evidente que es mucho más difícil retener por un largo tiempo la confianza emocional de los consumidores frente a las ventajas de costes que se obtenían en el pasado después de afrontar fuertes inversiones en capital físico para mecanizar los procesos productivos. Por tanto, las ventajas competitivas obtenidas mediante las “tecnologías de la comercialización” son mucho más efímeras y volátiles que las obtenidas en el pasado a través de las inversiones en “tecnologías de la producción”.

Asimismo para los trabajadores, y para sus sindicatos, resulta mucho más difícil disputar los incrementos de productividad en la actualidad, en procesos productivos muy segmentados y localizados en varios países, que en las grandes fábricas fordistas donde la mayor parte del proceso productivo estaba integrado verticalmente y donde la propia homogeneidad del trabajo incorporado al proceso productivo era mucho mayor. 

No obstante, donde se ha conseguido, como puede observarse en el gráfico 3 en el caso de Suecia, los incrementos de los salarios reales (líneas discontinuas) han sido superiores a los de la productividad (línea continua). En Suecia esto ha sucedido ¡!Durante los últimos veinte años!!, sin que se haya visto afectada la competitividad de su economía, que durante la última década se ha mantenido entre los diez países más competitivos del mundo, según el Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial de Davos. 

 Gráfico 3. España y Suecia. Evolución de los salarios reales y la productividad en el periodo 1995-2016.

 

Fuente: OECD Compendium of Productivity Indicators, May 2017 

Mientras que en España el resultado de que los crecimientos salariales hayan sido inferiores a la productividad durante las dos últimas décadas ha sido que se ha generado pobreza, desigualdad social y se ha favorecido un modelo productivo basado en el low cost. La posición española en el Índice de Competitividad Global en la última década ha estado entre el puesto 29 y el 42. 

Es imprescindible reforzar el mermado poder de negociación de los sindicatos, pero no se trata solo de recuperar capacidad de negociación pérdida, sino de afrontar una profunda modernización de las relaciones laborales que democratice la empresa, con el objetivo de incrementar la participación, y corresponsabilidad, de los trabajadores en su gestión.

Los sindicatos, también en España, ya están afrontando estos cambios productivos mediante una rearticulación de su acción sindical, y de su estructura organizativa, de forma que les permita cubrir un universo laboral mucho más segmentado y diverso, fruto tanto de la creciente complejidad de nuestras sociedades como de la externalización productiva y dispersión geográfica de los procesos de creación de valor.

Asimismo, la robotización y digitalización de una parte creciente de los procesos productivos debe ser un estímulo para que los sindicatos pongan en valor la inteligencia emocional que los trabajadores aportamos al trabajo, cuya remuneración a menudo está infravalorada por parte de las empresas. Las empresas, como el conjunto de nuestra sociedad, suelen reconocer en mucha mayor medida, sobre todo en términos retributivos, la inteligencia racional que ha sido validada a través de un sistema de formación reglado. De esta forma los sindicatos lograrán alcanzar un reparto más igualitario de la nueva “productividad emocional”.

Una política industrial que permita una nueva inserción de las empresas españolas en la globalización

Una política de extrema devaluación salarial, como la que ha vivido España durante los últimos años, genera negativas consecuencias en la capacidad de inserción de las empresas de un país en los procesos de globalización productiva y comercial existentes. No olvidemos que las cadenas globales de producción implican ya a más de 400 millones de trabajadores en todo el mundo. 

El problema de las empresas españolas no es tanto una especialización en sectores con bajo valor añadido, sino que, independientemente de que en qué sector operen, tienen muchas dificultades para producir bienes superiores. No obstante, la creación por parte de las empresas de intangibles emocionales mediante la utilización de “tecnologías de la comercialización” es una condición necesaria, pero no suficiente, para incrementar de forma sostenible la productividad de las empresas de los países desarrollados. 

Como hemos visto, debe ir acompañada de una política industrial moderna que incremente el poder de mercado de las empresas nacionales. Que les permita disputar los precios a los proveedores extranjeros de componentes homogéneos y estandarizados de los bienes superiores. Sin una adecuada política industrial, el “mantra” del fomento de la economía del conocimiento es una apuesta insuficiente para la mejora de las condiciones de vida del conjunto de la población en países medianos-pequeños como el nuestro.

Una moderna política industrial, cuyo objetivo debe ser que el valor añadido generado por las empresas españolas, gracias al desarrollo de las “tecnologías de la comercialización”, no se pierda, como el agua entre las manos. Que permita que las empresas españolas se enfrenten a la creciente capacidad que tienen cada vez más empresas de países emergentes para imponer sus precios en las cadenas globales de producción, debido a sus continuas mejoras en la innovación productiva y comercial que son propias de mercados muy dinámicos.

Un país con un elevado volumen de empresas capaces de crear bienes superiores, con una política industrial que facilite que esas empresas retengan su poder de mercado, y con unas relaciones laborales más democráticas y modernas, entrará en un círculo virtuoso que permitirá una mejora de las condiciones salariales del conjunto de sus trabajadores y de las condiciones de vida de sus ciudadanos.

Por el contrario, en un país cuya estructura productiva se caracterice por un creciente peso de empresas precio-aceptantes posicionadas en mercados low cost, en los que el elemento determinante de la competitividad sea el precio y que estén caracterizadas por un modelo autoritario de relaciones laborales donde se haya cercenado gran parte de la capacidad negociadora de los trabajadores, entrará en un círculo vicioso en el que se incrementará extraordinariamente la cantidad de trabajadores, y ciudadanos, pobres.

La creciente especialización productiva de las empresas españolas en aquellas partes de los procesos que menos complejidad incorporan, que menos productividad añaden, está haciendo que estemos saliendo de la crisis asemejándonos cada vez más a los países emergentes y no al club de los países desarrollados, al que aún creemos pertenecer. 

Una crisis internacional, como la vivida en 2007, significa también una alteración de las relaciones de poder, esto es, de la capacidad de imponer precios que hasta ese momento han tenido determinadas empresas y países. La evolución de nuestro país dentro del contexto internacional indica que la recuperación de España no va por el camino adecuado para garantizar el bienestar presente y futuro de sus ciudadanos. Como hemos visto, en los últimos veinte años la productividad en Suecia se ha incrementado en más de un 40%, y los salarios reales cerca de un 50%, mientras que en España el aumento de la productividad ha sido inferior al 20% en ese mismo periodo, y el de los salarios reales no ha llegado al 10%.

---------------------------------------

Bruno Estrada. Economista, adjunto al SG de CCOO.

Este texto está publicado en Economistas Frente a la Crisis.

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Bruno Estrada / EFC

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

2 comentario(s)

¿Quieres decir algo? + Déjanos un comentario

  1. juan

    No pueden haber tantos bienes superiores, solo unos pocos por categoría, ni la fabricación de los mismos aunque pueda darse con salarios locales evita deslocalizaciones, por ejemplo las zapatillas Nike. La verdadera revolución es que mucha fuerza de trabajo pase a ser considerada un mix trabajo-capital, ya que nuestro país ha invertido mucho en formación, es decir capitalizar humanamente a su gente. La solución no pasa por sindicatos poderosos usando su poder para firmar vergonzantes dobles convenios precarizando a la juventud o firmando prejubilaciones chollo para que la aristocracia obrera sea reemplazada por precarios como sucede en gran parte gracias a los sindicatos. El día que Facebook salió a bolsa 1000 empleados superaron el millón de dólares de ganancia, y el resto menos pero cantidades que equivalían a varios años de salario. Para ello tampoco fue necesaria una figura cooperativista que son muy complicadas de implementar en la práctica puesto que cada persona tienen distintas capacidades de resiliencia y distintas obligaciones fuera del trabajo que impiden aportar igual. Hacen falta empresas basadas en la explotación del conocimiento y que este se considere como una mezcla de trabajo y capital, el problema es que como capital uno ya no puede estar en modo sindical, que si falta dinero hay que apretarse el cinturón todos, etc. Hasta que no se genere un marco especial para este tipo de empresas a medias entre la empresa convencional y el modelo cooperativista va a ser complicado que esto florezca en España.

    Hace 7 años

  2. Daniel Albarracín

    http://daniloalba.blogspot.be/2017/05/que-explica-la-creacion-o-la.html Un post sobre el mismo tema.

    Hace 7 años

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí