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Estos días, en Cataluña, nos han pasado cosas. Muchas cosas. Seguramente, más de las que podemos procesar. Pero en todo este episodio no he podido parar de pensar en mis amigos españoles. Hay, al menos, cinco cosas que les quiero decir.
Uno.
Sé que muchos de vosotros, si no todos, sentisteis repulsa y, quizás, vergüenza de lo que hizo la policía y la Guardia Civil en Cataluña el 1 de octubre. Nosotros hemos sentido una gran alegría y un gran alivio al ver las concentraciones de protesta y solidaridad. Os sentimos muy cerca. Del mismo modo, tengo que decir que sentimos una enorme tristeza y miedo al ver las despedidas a la GC que venían hacia aquí, jaleados al grito de ‘a por ellos’. Efectivamente, vinieron a por nosotros.
Dos.
Lo que ha pasó el fin de semana del 1-O no es un ‘error de cálculo’ o patinazo estratégico del gobierno del Rajoy. Es la lógica con la que opera el Estado español con respecto Cataluña. Es el gobierno del PP, sí. Pero con la complicidad del Poder Judicial, la Fiscalía, la diplomacia, la gran mayoría de medios de comunicación públicos y privados (empezando por El País), y, tristemente, también con la del PSOE. No es sólo Rajoy o el PP. Porque si lo fuese, esto ya estaría solucionado hace tiempo. El PP no tiene ni tan siquiera mayoría absoluta en el Congreso, y existen en España muchos contrapesos institucionales que hubiesen parado lo que pasó el domingo, de haberlo querido. El problema no es el Gobierno, es el Estado. Por eso muchos aquí ya no lo podemos sentir como nuestro. ¿Cómo vamos a sentir como propio a un Estado que nos manda miles de policías y guardias civiles venidos de fuera, metidos en barcos en el puerto y los lanza violentamente contra la población civil, indefensa y pacífica? ¿cómo nos vamos a reconocer en un Estado que no nos reconoce?
Tres.
En este tiempo se ha dicho mucho que nos mueve la hispanofobia. ¿Qué hispanofobia voy a tener yo, que me siento --también-- culturalmente español? La cultura española forma parte de mi identidad y de mis orígenes. Yo, como muchos de vosotros, me he emocionado con García Lorca o Machado. He escuchado Extremoduro, Sabina, Javier Krahe, Fito, Raimundo Amador, Pata Negra o Paco de Lucía hasta desgastar las cintas y CDs. He viajado, me he relacionado y he hecho grandes amigos en un muchas partes de España. España forma parte de mi paisaje sentimental, y familiar. ¿De qué hispanofobia me hablan? Por supuesto que hay sectores muy nacionalistas en Cataluña que tienen una visión excluyente –y, añado, repugnante-- de lo que debe ser este país. Como los hay, y vaya si los hay, en el nacionalismo español. Pero eso no es el eje de este conflicto. El problema es otro, y tiene que ver con el Estado y con la nación política, más que con la nación cultural o con las identidades. Pero eso me da la impresión que cuesta de entender: leo una y otra vez artículos en la prensa española que interpretan todo esto a través de la lente del conflicto identitario, y pienso que esta es una de las principales razones del malentendido.
Cuatro.
Un amigo me decía no hace mucho que si tanta gente demócrata y de izquierdas en España rechazaba con tanta intensidad el referéndum era porque en el fondo se lo tomaban como algo personal. Que alguien te diga que no quiere seguir compartiendo Estado contigo puede tener, fácilmente, esta lectura personal. Lo entiendo y es nuestra obligación entenderlo. Pero, de nuevo: aquí no hay un problema entre pueblos. Catalunya y el resto del Estado español están ligados por miles de lazos culturales, familiares, sentimentales y de todo tipo. Y la mayoría de nosotros los apreciamos y los queremos conservar. Pero en Catalunya, por una serie de razones históricas, hay una consciencia muy extendida, y hasta hoy indeleble, de ser una comunidad política diferente. Y esto no se respeta, porque no cabe ni en la Constitución ni en el marco del nacionalismo español sobre el que ésta se sustenta. Lo que pasó con el Estatut fue sólo el penúltimo episodio. No soy independentista por defecto. No creo en eso de ‘un Estado para cada nación’ como regla general: varias comunidades políticas pueden compartir razonablemente un mismo marco estatal. Pero esto sólo es posible desde un reconocimiento mútuo que no se da en el caso español. No hay más que leer el artículo 2 de la Constitución: éste y no otro es el núcleo del problema.
Cinco.
Ahora qué, nos preguntamos todos. Yo también me lo pregunto. Y espero no tener que ver más escenas como las del 1 de octubre. De hecho, no querría volver a ver un Policía Nacional ni un Guardia Civil por aquí. Ni uno. Creo, sinceramente, que esto solo puede solucionarse con reconocimiento de nuestro derecho a decidir. Que nos dejéis tomar esta decisión, y que dejéis que la sociedad catalana, con toda su diversidad y complejidad, dialogue con ella misma para encontrar la mejor solución que, colectivamente, seamos capaces de construir.
A la política española sólo le queda intentar construir una propuesta atractiva para la mayoría social de Catalunya y que pudiese ganar un referéndum. Pero la decisión última nos corresponde a nosotros: de eso va el reconocimiento del que hablaba. Sé que algunos tenéis argumentos muy sofisticados, sobre transitividad de preferencias, irreversibilidad de las decisiones, o sobre si hay terceros afectados por las mismas para rechazar el derecho a decidir. Pero todo eso, que puede tener valor como ejercicio académico, está, hoy más que nunca, muy lejos de lo que piensa una gran mayoría de esta sociedad. Si de verdad queréis solucionar esto, sólo puede ser desde el reconocimiento del derecho de la sociedad catalana a tomar esta decisión.
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Jordi Muñoz es doctor en CC. Políticas e investigador del programa Ramón y Cajal de la Universidad de Barcelona.
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Jordi Muñoz
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2 comentario(s)
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Mariano
Si de verdad queréis solucionar esto, sólo puede ser desde el reconocimiento de que la sociedad española tiene el mismo derecho a decidir sobre lo que pasa con España como la sociedad catalana a decidir lo que pasa con Cataluña. Que en Cataluña, por una serie de razones históricas, haya una consciencia muy extendida, y hasta hoy indeleble, de ser una comunidad política diferente, no quita para que en España, por una serie de razones históricas, haya una consciencia muy extendida, y hasta hoy indeleble, de ser una comunidad política unida por encima de la idiosincrasia y particularidades catalanas, que forman parte de una muy enriquecedora pluralidad. Es lo que tienen los derechos colectivos, que se solapan y entran en conflicto y ninguno puede pretender ser más legítimo que otro.
Hace 7 años 2 meses
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Toni
procedure Neverendum(void) repeat referendum(void) until "sí" La solución pasa por votar, pero sólo votar no solucionará nada.
Hace 7 años 2 meses
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