Libros
Mentira empresarial y mentira romántica
Cinco notas sobre ‘Quédate este día y esta noche conmigo’, de Belén Gopegui
Gonzalo Torné 17/10/2017

Part of the Show Machinery (1923), de El Lissitzky.
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Estamos produciendo una serie de entrevistas en vídeo sobre la era Trump en EE.UU. Si quieres ayudarnos a financiarla, puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
1. En la disputada contienda entre la inteligencia artificial y el yo romántico Belén Gopegui juega en su propio bando. Me explico: casi por inercia asociamos la posibilidad de que la inteligencia artificial alcance conciencia y capacidad de decisión con un ataque a la cualidad individual de nuestra propia conciencia, provista de una capacidad personal única de deseo y memoria. Rechazamos esta superposición por repugnante, lo que nos lleva a menudo, sin saber una palabra sobre computación, a negar, casi como autodefensa, la posibilidad de tal desarrollo. Los personajes de Gopegui contemplan la conciencia de las máquinas como una probabilidad cercana (algo que puede pasar), pero como reconocen el “yo” antes por lo que tiene de “social/colectivo” que de “romántico/personal” levantan un dique a la suplantación, o para ser más precisos: le abren la puerta a la inteligencia artificial para que pase al salón y se una a la fiesta. Hasta donde sabemos no parece que la existencia de otros “yo” ponga en peligro el nuestro, a menos que uno se comporte como una variedad (mitigada) de ese tirano paranoico de quien nos dice Canetti que solo se sentiría completamente seguro de su “realidad” encaramado sobre una colina formada por los cadáveres de todos sus compatriotas-rivales. Las amplias zonas sociales y plurales de la conciencia personal: uno de los temas de la novela.
2. El lector que busca un “mensaje”, corto y al pie, lo tiene aquí complicado. La novela se articula como un diálogo que apetecería llamar socrático si las convenciones de la mayéutica no apareciesen hábilmente subvertidas. Se mantiene la convención de la diferencia de edad, pero quien ocupa el espacio sapiencial es una mujer desinteresada por el erotismo pedagógico; tampoco la persona más experimentada impone suavemente a la más joven una verdad ya conocida sobre el mundo, sino que ambos exponen y defienden (a veces con fiereza) posiciones encontradas; y los personajes, lejos de ser vehículos abstractos de ideas precedentes, dudan, matizan sus propias hipótesis, y hablan incardinados en situaciones vitales muy concretas: la antesala de una eutanasia y el desorden de un joven cuya incapacidad (social) para ganarse la vida le impide contribuir a resolver o mitigar los problemas económicos y de salud en los que se encuentra embarrada su familia. Novela de pensamiento, antes que de ideas.
3. El rival aparente es Google, y más concretamente qué pretende hacer con el mundo y con las personas que habitan en él a medida que vaya acumulando poder. Desde luego hay una impugnación a la depredación capitalista, pero la ofensiva más agresiva es contra la idea de “mérito” que se sustenta sobre el error antropológico señalado en el punto uno: el espejismo romántico que sostiene que somos islas, que todo el mérito es nuestro, que nadie nos ha regalado nada. Lo que se desprende de las conversaciones entre los dos protagonistas mientras discuten sobre el alcance del libre albedrío es la constatación de que todos nosotros partimos de una posición, de un juego de privilegios, y que recibimos unas ayudas, generosas o carísimas. Que la calculada modestia de Goethe cuando se refería a sus grandes libros: “Todos estamos encaramados a hombros de gigantes”, tiene un correlato social menos desafiante y heroico: “Todos estamos encaramados a hombros de desfavorecidos”. No recordarlo, atribuirse todo el mérito de lo que uno logra, es un desagradable descaro; pero por encima de la queja, quizás fuese conveniente que quienes manejen el poder en el futuro distribuyesen mejor las oportunidades, redujesen la cantidad de vidas que en las zonas sombrías del mundo (que se extienden ya en nuestras ciudades, en nuestros barrios, en la misma calle donde vivimos) no pueden atribuirse ningún “mérito” porque de lo que carecen no es voluntad, ni de talento, ni de capacidad de esfuerzo… de lo que se les ha privado es de la “ocasión”.
4. Una amiga me preguntaba si Quédate este día y esta noche conmigo iba de lo “mal que está el mundo”. No sé qué responder. Es un retrato certero del avance de la precariedad en el primer mundo, del trasvase de las oportunidades laborales y las protecciones sociales de lo público a lo privado, y de cómo las empresas, guiadas por la presbicia del “mérito”, prefieren contar relatos de portentosa superación sobre el medio para “llegar a lo más alto” (que sirven de faro y esperanza, pero que también segregan amargura al responsabilizar de los “fracasos” a esos pobres “yo” que han caído en la trampa retórica del romanticismo, el aislamiento y el mérito exclusivamente circunscrito al esfuerzo individual). La novela ofrece por tanto al lector el entusiasmo derivado de quien acierta al ofrecer un diagnóstico inesperado: la alegría del reconocimiento. Pero no es la única alegría.
5. Pese a ser una novela de pensamiento, que persigue con exigencia su tema, comprometida con la técnica de confrontación que la articula, los lectores de Belén Gopegui sabemos que su prosa es cualquier cosa menos áspera o seca. Cada cierto número de páginas la narración y los diálogos abren una línea de fuga, un chorro lírico de imágenes entrelazadas que no solo destacan por su plasticidad, también se adecuan al tema de una novela que durante páginas y páginas se presenta como una exploración de la naturaleza humana que lucha por desentenderse de las dos polaridades dominantes: la robotización del rendimiento (la máquina) y la ilusión romántica de lo singular (el mérito, el genio). ¿Y si los seres humanos fuésemos también los planes a medio trazar, los trabajos de amor perdido, los gestos que no llegan a constituir un hábito, las acciones plenas que se resisten a integrarse en una secuencia…? Todo aquello que sin necesidad de recurrir a una libertad romántica nos vuelve irremplazables.
Autor >
Gonzalo Torné
Es escritor. Ha publicado las novelas "Hilos de sangre" (2010); "Divorcio en el aire" (2013); "Años felices" (2017) y "El corazón de la fiesta" (2020).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí
Artículos relacionados >
Tráiler
Deja un comentario