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PETROS MÁRKARIS / ESCRITOR

“No creo en los referéndums, llevan a la gente a votar emocionalmente”

Manuel Gare Granada , 25/10/2017

<p>Petros Márkaris, en una imagen de archivo.</p>

Petros Márkaris, en una imagen de archivo.

Antonio Nava / Secretaria de Cultura de la Ciudad de México

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A sus ochenta años, Petros Márkaris (Estambul, 1937) continúa siendo una de las voces más relevantes del Mediterráneo. Autor de la serie de novelas protagonizadas por el comisario Kostas Jaritos, Márkaris completó el pasado viernes su última gira por España en Granada. Lo hizo de mano de la iniciativa Granada Ciudad de Literatura, respaldada por la UNESCO y la Fundación Tres Culturas, en un encuentro protagonizado a partes iguales por sus personajes y sus narraciones sobre la crisis de Grecia y la Unión Europea.

En la charla con varios periodistas el escritor griego cuenta que lleva más de veinte años inventando las aventuras de Jaritos; un día, el comisario y su familia se le aparecieron en su cabeza. “Desde entonces, aquella familia está constantemente presente en mi vida, incluso cuando no estoy escribiendo”, dice. A principios de año publicó Offshore, una novela en la que Jaritos se enfrenta a una Grecia que acaricia la recuperación económica. Tintes de ciencia ficción para una obra muy próxima a la realidad política de la corrupción y el blanqueo de capitales.

Grecia es un país pequeño y débil, no puede destruir Europa. Puede destruirse a sí mismo, pero no a Europa. Los problemas actuales son mucho más importantes y con un mayor impacto, como el Brexit

Márkaris rezuma tranquilidad: tan solo eleva la voz para hablar de su gente y del despojo al que la han sometido los políticos griegos y la Europa actual. Resulta reconfortante. Uno encuentra en Márkaris una voz en la que ver reflejadas las frustraciones europeas. ¿Tenemos futuro? Márkaris cita a Heiner Müller: “El optimismo es simplemente falta de información”.

¿Ha leído sobre la periodista asesinada en Malta?

Sí, he leído sobre el caso.

Recuerda, en cierto modo, al tipo de cosas que suceden en su última novela, Offshore.

Es cierto, hay un caso similar en la novela. Cuando terminé Offshore y se la di a mi editor griego, supimos sobre el caso de los Papeles de Panamá. Mi editor dijo: ‘¿es que lo sabías?’ ¡Cómo iba a saberlo, por dios!

Ya no se habla de los Papeles de Panamá, ¿qué ha pasado? Solo tuvo un poco más de recorrido lo que hacía referencia al primer ministro de Islandia y al primer ministro británico porque salpicó a su padre. El sistema está organizado para que no se investigue más allá, y si se intenta ahondar más, el resultado es el de la periodista maltesa.

Hace algún tiempo, cuando la gente tenía una vida mucho más cercana a la religión, a la vida espiritual, iba a la iglesia en situaciones difíciles, se confesaba con el sacerdote, se arrepentía, recibía la absolución, y salía limpio de allí. La solución moderna de los gobiernos es invertir, porque cuando haces una inversión la gente entiende que es algo bueno y no le importa de dónde viene ese dinero. Nadie va a investigarlo, es una solución instantánea.

¿Se está acercando la realidad peligrosamente a la ficción?

La realidad supera ampliamente a la ficción. Aunque es cierto que hay autores que siguen muy de cerca la realidad, al final la realidad siempre les supera. Nos supera a todos: tanto a la gente normal como a los escritores, porque para entender la realidad actual necesitas un conocimiento al que no tienen acceso ni el escritor ni el resto de personas.

Decía que ya no se habla de los Papeles de Panamá. Grecia también ha dejado de acaparar titulares.

Grecia ya no está en los periódicos porque hay temas más importantes. Lo digo siempre: Grecia es un país pequeño y débil, no puede destruir Europa. Puede destruirse a sí mismo, pero no a Europa. Los problemas actuales son mucho más importantes y con un mayor impacto, como el Brexit. No sabemos qué va a pasar, nadie lo sabe.

no puedes usar una herramienta de la democracia directa como es un referéndum solo para ayudarte a ti mismo y llevar a la gente a votar emocionalmente

Ayer me preguntaban por Cataluña. Me siento muy unido a España y a su gente, pero no vivo en España así que no tengo una opinión al respecto. Aún así, no tengo fe y no creo en los referéndums. Nosotros en Grecia lo probamos en 2015 con un resultado desastroso. Los británicos lo intentaron y el resultado ha sido otro desastre. ¿Por qué? Porque somos países que viven en una democracia parlamentaria representativa. El único país con una democracia directa es Suiza. No hay otro. Así que no puedes usar una herramienta de la democracia directa como es un referéndum solo para ayudarte a ti mismo y llevar a la gente a votar emocionalmente.

Y puedo hablar con tanta franqueza sobre este tema porque lo sufrí en mis propias carnes en Grecia, cuando se empujó a la población a votar dejándose llevar por las emociones.

¿Cuál es la situación actual del país?

Nada ha cambiado, la crisis sigue tan presente como lo estaba hace unos años. Y mi mayor preocupación es que las clases políticas griegas, a día de hoy, no viven cercanas a las realidades y dificultades que atraviesa la gente.

Hace unos meses dijo que la crisis de Grecia solo la podía resolver un milagro.

Muchos griegos, si hablas con ellos, te dirán que nuestra única esperanza es un milagro. Pero los milagros solo ocurren en la religión, no en la vida real.

Hablando de ficciones. ¿Cómo de realistas fueron las soluciones planteadas por Syriza y Tsipras en Grecia?

Siempre he estado en contra de Syriza. No cuando llegaron al poder como partido de gobierno, sino desde que estaban en la oposición. Y estaba en contra porque Syriza es un partido populista y oportunista que aprovechó el discurso de izquierdas sin ser un partido de izquierdas. Tuve grandes problemas con mis seguidores porque yo me mostraba abiertamente contrario a Syriza. Ahora todo el mundo viene y me habla mal de Tsipras, pero en el momento en el que el referéndum tuvo lugar, yo ya sabía lo que iba a pasar. Ahora, Syriza está aceptando todas las imposiciones de Europa solo para poder mantenerse en el poder.

Syriza es, bajo su propia definición, un partido de izquierdas. ¿Puedes explicarme cómo es posible que un partido de izquierdas gobierne en coalición con un partido de extrema derecha como ANEL? Te diré por qué: ya no se trata de derecha e izquierda, sino de aceptar o no los memorándums de Europa. La coalición nació de un rechazo mutuo hacia esos memorándums. Actualmente, ambos aceptan absolutamente todo.

Dada la lamentable crisis política que atravesaba Grecia, ¿fue Syriza un mal menor?

Syriza es un partido populista y oportunista que aprovechó el discurso de izquierdas sin ser un partido de izquierdas

El problema en Grecia con todos los partidos políticos, no solo con Syriza, fue que desde el principio tomaron una posición victimista. Ninguno de ellos fue con un programa de soluciones alternativas a la Unión Europea. Se presentaron como víctimas ante los griegos, diciéndoles que la maldita Europa nos estaba imponiendo algo y que no había otro camino. Una vez asumes el papel de víctima, llega un momento en el que te acabas por convertir en víctima de las circunstancias. Y ahora están pagando el precio de eso.

Los movimientos populistas parecen calar cada vez más en Europa. ¿Cuál es la solución a esta crisis de las ideas?

La única forma de luchar contra ello es la cultura, es nuestra civilización. Si seguimos infravalorando la fuerza de la cultura y la civilización para llevar a la sociedad a otro nivel, seguiremos teniendo los mismos problemas. Cuando llegué a Grecia en 1964 era un país muy pobre. Mucho más pobre que ahora. Pero era un país pobre con un nivel de cultura muy alto. Es lo que se llamaba la cultura de la pobreza: había una balanza en el país entre la pobreza y un nivel de cultura muy alto. Ahora, eso ha dejado de existir. Pero no solo en Grecia sino en el resto de Europa. Me saca de quicio.

En La muerte de Ulises introducía algunos de los grandes problemas actuales de la Unión Europea mediante  la inmigración, los refugiados o la xenofobia. Como autor, ¿dónde sitúa el origen de esta ola de odio?

Nace del auge del nacionalismo europeo. No es una cosa que tenga que ver solo con la extrema derecha, sino con que, de nuevo, nos estamos volviendo nacionalistas en Europa. Crecí en los años cuarenta y cincuenta en Turquía, un país que era profundamente nacionalista. Yo era un niño que pertenecía a la minoría griega, y los turcos te decían: o eres turco o no eres nada. Y yo dije: no soy nada, adiós. No quería vivir en un entorno nacionalista, así que me marché. Ahora veo que el nacionalismo vuelve a crecer en Europa, y es algo que me molesta profundamente.

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7 comentario(s)

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  1. lunatiko

    supongo q entonces tampoco creera en la democracia por las mismas razones no? o solo se refiera al hecho de q el pueblo opine sobre temas puntuales, pero para elegir gobernantes lo hacen con la cabeza....clarooooooooooooo

    Hace 7 años

  2. dora

    ¿porque emotivamente? ¿No puede ser por que hacen cuentas y saben lo que en un futuro les puede convenir?

    Hace 7 años

  3. Ana María

    Quizás la respuesta es someter muchas más cosas a referéndum, como en Suiza, así nos acostumbraremos y dejaremos de votar emocionalmente... De todas formas, cualquier votación es emocional, sólo hace falta ver las campañas de los partidos, y las barbaridades que llegan a decir, para que la gente los vote.

    Hace 7 años

  4. Stax

    Eso, el pueblo soberano calladito y dócil, para que los que saben interpreten sus deseos y guíen su existencia. A.estas alturas ¡qué triste!

    Hace 7 años

  5. Marcelino Alonso

    De acuerdo plenamente con las opiniones de este escritor. Admiraba sus novelas, ahora también al autor (no siempre van unidas ambas admiraciones)

    Hace 7 años

  6. Mentalmente

    El problema del referéndum es que la pregunta, la cuestión, la imponen otros. La ciudadanía puede desear tener otras preguntas que de algun modo toquen algo que tenga que ver con el tema del referéndum que se impone. Si en un referéndum, de algo tan serio como la independencia, sale algo como un 50% aproximado entre el sí y el no. Ahí no hay nada. Y precisamente eso salió en el referéndum del Reino Unido. precisamente eso salió en rel referéndum del 9N. El resultado demuestra claramente que la pregunta es el error. Que no es la pregunta correcta que busca la ciudadanía para responder que sí. El referéndum se tiene que hacer con la expectativa de victoria clara sobre un asunto. Sobretodo dependiendo de que sea el asunto. Si es algo como la independencia es muy peliagudo, porque los que quieren seguir siendo del conjunto menor, y del mayor pierden el derecho a ser del conjunto mayor, mientras que los que solo quieren ser del conjunto menor, siguen siéndolo en cualquier caso. Se mire como se mire, la separación de un territorio unilateralmente no solo tiene que ser amparada histórica o legalmente, tiene que ser amparada por la coherencia lógica democrática. Por un mínimo de lógica aplicada. Un mínimo no es mucho pedir. Que los ciudadanos puedan votar también si están de acuerdo con la pregunta, con las normas que regulan el referéndum y con las normas que regulan la interpretación que se hará del mismo. Estoy seguro que la mayoría de ciudadanos no estaría de acuerdo con normas que sean ilógicas. Y ese voto de desacuerdo tendría un valor adicional que merece ser medido, igual que muchos otros. Si la pregunta que IMPONE el político, el oligarca-aristócrata mediático de turno, NO es la correcta, o no está de acuerdo con ella, el ciudadano tiene que poder expresarlo TAMBIÉN.

    Hace 7 años

  7. Acaido

    No, que la gente que no vote emocionalmente, que vote con la mano en la cartera como los innovadores robots_brokers.

    Hace 7 años

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