La caída de la mujer más rica de África
El despido de Isabel dos Santos de la petrolera angoleña Sonangol pone fin a la etapa más próspera y corrupta de la historia del país
Daniel Toledo Lisboa , 16/11/2017
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El recién elegido presidente de Angola, João Lourenço, se ha atrevido a hacer el movimiento que muchos esperaban y unos pocos temían: ha apartado de la presidencia de la petrolera estatal Sonangol a la todopoderosa Isabel dos Santos, hija del expresidente Eduardo dos Santos, en el poder durante 38 años, hasta el pasado 26 de septiembre. Además de ser un golpe a pecho descubierto al centro mismo del engranaje de poder en la antigua colonia portuguesa, las preguntas que quedan abiertas en las mentes de los angoleños son claras: si João Lourenço se ha atrevido a dar semejante derechazo a Isabel dos Santos, ¿quién será el siguiente?, ¿es cierto que el nuevo presidente ha llegado para cambiar las cosas?
En su discurso de investidura, Lourenço ya sorprendió a todos al mencionar la palabra prohibida para el establishment: corrupción. “La corrupción y la impunidad tienen un impacto negativo directo en la capacidad del Estado y de sus agentes para ejecutar cualquier programa de gobernación”, declaró ante el bostezo de históricos dirigentes y mandatarios extranjeros.
También Eduardo dos Santos manejó conceptos que en sus labios sonaron a fuegos de artificio en septiembre de 2012, durante su última toma de posesión: “La consolidación del Estado y de sus instituciones se presenta en este contexto como la garantía de la estabilidad política, de la paz y de las libertades democráticas (…) y garantizar el acceso al derecho y a la defensa de los intereses jurídicos de los ciudadanos”. A muchos les dio la risa, son cosas que se dicen, la emoción del discurso y del momento.
Con estos antecedentes históricos, lo que nadie parecía esperar es que Lourenço, tan sólo un mes y medio después de su investidura, realizara un movimiento tan radical en la empresa más importante del país. Sonangol no es sólo el único gestor de los ingresos por el petróleo en Angola (el 92% de las exportaciones y el 45% del PIB del país, según datos del Ministerio de Exteriores de 2015), también ha sido la gran zona opaca de los gobiernos de Eduardo dos Santos. Los últimos informes que el FMI pudo recabar en 2012 confirmaron que aquel año los gastos no presupuestados provenientes del petróleo llegaron a los 42.000 millones de euros. Sonangol es la gallina de los huevos de oro, la vaca atormentada que da leche infinita sin preguntar a quién ni para qué. Y ahora, después de este movimiento de Lourenço, ha dejado de estar en manos de una vieja guardia que ha vivido casi 40 años bajo los faldones de la familia Dos Santos.
La posibilidad de un cambio real en el país no es baladí: fuera de la élite político-militar-empresarial (los tres perímetros de poder a menudo convergen en las mismas personas o familias), la sensación de inseguridad política, social, económica y democrática es constante. Angola es el primer productor de petróleo de África, en estrecha competencia con Nigeria, y lleva una década creciendo al 10% anual, pero el 54% de sus 26 millones de habitantes sigue siendo pobre, mientras las élites hacen obscenas ostentaciones de riqueza.
Buenos amigos, buenas relaciones
El día de la toma de posesión de João Lourenço, el pasado septiembre, la puesta en escena parecía más cercana al teatro con todo su atrezzo que a un verdadero relevo de poder. Una auténtica ofensiva diplomática aterrizó en el país para dejar constancia de la aquiescencia oficial a los comicios. En embajadas y jets privados llegaron el presidente de Portugal, Macerlo Rebelo de Sousa, y el exministro Paulo Portas, además de Teodoro Obiang (Guinea Ecuatorial), Joseph Kabila (Congo) o Ali-Ben Bongo (Gabón), delegaciones de Francia, Brasil, Cuba, Arabia Saudí, Argelia, y la familia de Agostinho Neto, padre de la patria. El Papa delegó el saludo en el cardenal Alexandre do Nascimento y el obispo Anastácio Kahango.
A pesar de que el nuevo presidente electo pertenece al mismo partido de Dos Santos, el MPLA (Movimento Popular de Libertação de Angola, que consiguió la independencia de Portugal en 1974 mediante la guerra de guerrillas), y de que la designación del sucesor se realizó a dedo desde la poltrona presidencial, parecía que la anquilosada travesía democrática angoleña seguía su curso.
Todos quieren tener buenas relaciones con el vecino rico de África. Las voces de opositores y organizaciones por los derechos humanos suenan como el caer de un alfiler al lado de los aplausos de círculos empresariales y delegaciones gubernamentales. Sedrick de Carvalho, periodista, estudiante de abogacía y disidente angoleño, que reside actualmente en Lisboa, habló con CTXT sobre la situación de los disidentes en Angola. El MPLA “actúa como si estuviese en una guerrilla, eliminando a todos los opositores”, asegura De Carvalho. “Además de esa guerra, la oposición ya no sabe lidiar con el MPLA. Después están los beneficios escandalosos que los partidos reciben de los Presupuestos del Estado. Se ha pasado a aceptar que los partidos son una empresa y también combaten a quienes les critican”.
Músicos, activistas y estudiantes, los 15+2 sufrieron torturas, confinamientos en celdas incomunicadas y sin luz, acoso policial y una huelga de hambre que casi acaba con la vida de algunos de ellos
La figura de Sedrick saltó a los medios en 2015, cuando él y otros 16 activistas fueron detenidos mientras celebraban una reunión para discutir las ideas de un libro sobre revueltas pacíficas para derrocar gobiernos (la obra De la dictadura a la democracia, del norteamericano Gene Sharp). Se les llamó 15+2 porque finalmente fueron encarcelados 15 hombres, mientras dos mujeres fueron puestas en arresto domiciliario. Músicos, activistas y estudiantes, los 15+2 sufrieron torturas, confinamientos en celdas incomunicadas y sin luz, acoso policial y una huelga de hambre que casi acaba con la vida de algunos de ellos.
Las historias de Sedrick, Luaty Beirão o la joven Laurinda Gouveia, torturada y apaleada además en otras ocasiones por informar de protestas ciudadanas, se convirtieron en el paradigma de las serias carencias democráticas y la represión del Estado angoleño. “João Lourenço, como ya declararon miembros influyentes del MPLA, es una imposición de José (Eduardo dos Santos) a los demás miembros de su partido, tanto que ni hubo otros candidatos (a la sucesión)”.
El mercado angoleño: elogio de volatilidad
Las relaciones diplomáticas y económicas entre Angola y Europa se han basado siempre en las invocaciones a la soberanía nacional angoleña. Muchos prefieren usar el concepto de ‘soberanía familiar’, vinculando el término ‘familiar’ hacia el concepto de ‘hampa’, vista la desmesurada capacidad, que en ocasiones alcanza proporciones tragicómicas, de la oligarquía angoleña para inyectar ingentes cantidades de dinero en Europa.
Sólo hay que ver el caso de Isabel dos Santos, la primogénita del ya expresidente Eduardo dos Santos, considerada como la mujer más rica de África y cuya exitosa historia empresarial deja clara una cuestión de base: en Angola la línea que separa la política y los negocios es aún más difusa que en Europa.
Isabel dos Santos aprendió a moverse en los círculos de la élite angoleña desde muy joven. Contaba solo con 25 años cuando se unió a un conocido empresario de la noche de Luanda atribulado por sus problemas con las autoridades sanitarias y fiscales. Isabel movió los hilos pertinentes con su padre y, hoy, el Miami Beach Club, ubicado en la zona de Luanda conocida como A ilha (La Isla, un barrio/trinchera para la super reducida clase alta del país), es el local de referencia para escuchar buena música en la capital y comer y beber a precios de lujo.
Isabel tiene una fortuna valorada en más de 3.000 millones de euros --el 1,4% del PIB luso y casi el 4% del angoleño--, de los que 2.300 millones son títulos que cotizan en la bolsa portuguesa. De aquí que muchas voces en Portugal traten de acallar toda crítica a las formas autoritarias de la oligarquía angoleña. Sin embargo, no se trata de juzgar la riqueza en sí, sino de fiscalizar la relación entre la riqueza privada y los recursos públicos generados gracias a una soberanía popular seriamente en entredicho. De todas formas, la inversión que Isabel tiene en Portugal es difícil de concretar, ya que parte de ella entra desde sociedades offshore, lo que dificulta su rastreo.
José Eduardo Dos Santos creía haber dejado bien atado su legado empresarial antes de ceder la silla presidencial. Desde el año pasado Isabel presidía la petrolera Sonangol, tras ser nombrada a dedo por su padre. La hija del expresidente no sólo controlaba Sonangol, sino también, mediante participaciones directas o indirectas, una parte importante de la banca angoleña (Banco Económico, Banco Angolano de Investimento, Banco Caixa Geral, Millenium Atlântico) y parte de la banca portuguesa (Banco Bic, Banco Comercial Português, además del BPI a través del holding Santoro).
José Eduardo dos Santos quiso irse, pero sin irse del todo. A pesar de dejar la presidencia del país, mantiene la de su formación política, el MPLA, al encabezar la única lista candidata al Comité Central del partido. Además remodeló, pocos días antes de las elecciones, las estructuras de gobierno de Sonangol para otorgar el control completo de la empresa al presidente del Consejo de administración --su hija-- y arrebatar así al futuro presidente cualquier capacidad de decisión en este sentido. E incluso aprobó, al día siguiente de la toma de posesión de João Lourenço, la concesión por 60 años de dos terrenos en la Avenida Marginal de Luanda, uno de ellos a una empresa propiedad de su hija Isabel.
Entre las dos hijas de Dos Santos, Isabel y la más pequeña, Welwitschea, controlan la mayor teleoperadora del país, Unitel (empresa que tiene la participación mayoritaria en el Banco de Fomento de Angola), y el Canal 2 de la televisión pública angoleña. Welwitschea, conocida como Tchizé, está siendo investigada en Portugal por blanqueo de capitales, pero en Angola forma parte del Comité Central del MPLA y aún tiene una productora de televisión que vende contenidos al canal público que ella misma dirige.
La investigación que lleva el Tribunal de Relação de Lisboa contra Tchizé está confirmando el papel que juegan Portugal y otros países europeos dentro del esquema de internacionalización de la oligarquía angoleña: la utilización de sistemas financieros legales para introducir y legitimar grandes sumas de dinero obtenidas gracias al tráfico de influencias en su país de origen.
La investigación que lleva el Tribunal de Relação de Lisboa contra Tchizé está confirmando el papel que juegan Portugal y otros países europeos dentro del esquema de internacionalización de la oligarquía angoleña
Otro hijo del expresidente, José Filomeno, fue designado también a dedo para dirigir el Fondo Soberano de Angola, al que Eduardo dos Santos inyectó 5.000 millones de dólares procedentes de los ingresos estatales del petróleo. El fondo fue inicialmente creado para destinar parte de esos beneficios a políticas de desarrollo y enriquecimiento del pueblo angoleño. Fue inaugurado en 2012 con toda la pompa; se repartieron a periodistas y asistentes a la inauguración gruesos folletos repletos de fotografías de niños sonrientes y estudiantes impecables. Sin embargo algunas voces, como la de Ricardo Soares de Oliveira en su libro Magnífica e miserável. Angola desde a Guerra Civil, aseguran que se trata de “un proyecto de rentabilidad dudosa que difícilmente armoniza con el compromiso de promoción del desarrollo social asumido por el fondo”. El diario británico The Guardian también acusó, el pasado 7 de noviembre, al Fondo Soberano de no ser más que un instrumento para financiar sus propios proyectos a través de sociedades pantalla y paraísos fiscales.
Claudia Generoso de Almeida, investigadora en el Centro de Estudos Internacionais (CEI-IUL) del Instituto Universitário de Lisboa, aseguró hace pocos días a CTXT que “será importante ver cómo João Lourenço va a lidiar con las presidencias de Sonangol y el Fondo Soberano, es decir, con el linaje directo de J. E. Dos Santos”. Ahora ya lo sabemos, al menos en el caso de Sonangol. Aunque es curioso pensar que una familia sustituya a la otra, la familia Dos Santos saliendo de la fotografía política —no así de la empresarial—, y dejando paso de forma limpia a la familia Lourenço, João y esposa, Ana Dias —otra histórica del partido, y cuya influencia y ambición políticas no se quedan a la zaga de las de su marido—, y a sus seis vástagos. Muchas preguntas siguen aún abiertas.
La existencia de un flujo cruzado de inversiones entre Angola y Portugal es evidente (Brasil sería el tercer vértice de lo que el gestor de empresas públicas Mira Amaral denominó “o triângulo dourado”). Pero en Angola, mucho más que en Brasil, “para que una empresa entre en el mercado (…) necesita establecer relaciones con ciertas personas, los gatekeepers. Éstos, normalmente, tendrán que recibir a su vez ganancias”, asegura Generoso de Almeida.
Y a la inversa, “cualquier gobierno portugués, independientemente de su color político, se ve obligado a ser bastante cauteloso (en sus relaciones con Angola), por lo que el país representa en términos de inversión y de la diáspora (portuguesa) en el país africano”. Por ejemplo, “varios miembros del MPLA tienen una cierta alergia a cierto sector del Partido Socialista portugués (por las críticas al gobierno angoleño por parte de João Soares, histórico dirigente socialista), pero otros me confesaron personalmente su simpatía por José Sócrates (también del PS), y otros su antipatía por Passos Coelho (socialdemócrata)”.
El business know-how angoleño puede resumirse con la crónica de uno de los muchísimos éxitos empresariales de Isabel dos Santos. Viajemos a principios de 2008. El grupo Unicer, el mayor productor de bebidas de Portugal, anuncia a pleno pulmón la próxima apertura de una fábrica de cervezas en Angola. El mercado angoleño es apetitoso, el país es el tercer consumidor de cerveza de África y sus importaciones superan el nivel de consumo nacional de la propia Portugal.
La fábrica de Unicer debía abrirse contando con algunos socios angoleños, por supuesto seleccionados y surgidos de entre la élite del MPLA. Pero ocurrió que Isabel también quería tener su fábrica cervecera en Angola, así que propuso a Unicer y asociados entrar como accionista. A Isabel le importó más bien poco que el negocio estuviera ya cerrado. Incluso la Agência Nacional para o Investimento (ANIP, cuyo presidente, Carlos Fernandes, también iba a entrar como socio de la cervecera) había aprobado una inversión estatal de 84 millones para apoyar el proyecto con dinero de los contribuyentes. Así el panorama, los socios se negaron a incluir a Isabel en el negocio, un error que aún están pagando.
Nueve años después, Unicer sigue tratando de abrir su cervecera en Angola, mientras que Isabel dos Santos abrió en 2016 la primera fábrica de cervezas del país, controlada por Sodiba, la empresa de distribución que creada ad hoc junto a su marido, el coleccionista de arte africano Sindika Dokolo. Por su parte, Carlos Fernandes fue apartado de la dirección del ANIP y enviado a administrar fondos locales al norte. Además, en 2015 (año en que la fábrica preveía comenzar a comercializar su cerveza, aunque acabó posponiéndose hasta el año siguiente) el gobierno angoleño aprobó una limitación extraordinaria a la importación de algunos bienes, incluyendo la cerveza, lo que vino de perlas a las expectativas comerciales de Sodiba. Este modelo, en el que Isabel no es más que un paradigma, está siendo importado por Europa y llega en la misma valija que la inversión angoleña.
Para qué ir a Suiza a lavar nuestro dinero, ¿por qué no hacerlo en Portugal?
A unos 30 kilómetros de Lisboa, en la acomodada zona de Estoril, Cascais, donde Juan de Borbón, el abuelo del actual rey de España, llevaba a su familia de vacaciones durante su exilio en Portugal entre 1947 y 1977, se alza el complejo de apartamentos de lujo más glamuroso de la Avenida Marginal. Fuentes del sector, como el diario económico Dinheiro Vivo, aseguran que en su día fue el proyecto inmobiliario más caro del país. Se trata del Estoril Sol Residence, tres modernas torres a pocos metros del mar, con 110 apartamentos de súper lujo y que cuenta con un túnel subterráneo para conectarlo directamente con la playa. El precio de cada apartamento oscila entre 1 y 11 millones de euros, y al complejo ya se le conoce como “Torre dos angolanos” por el elevado número de angoleños que han adquirido una o varias de estas joyas de la pompa inmobiliaria.
El Estoril Sol también puede presumir de ser el edificio más investigado del país, como señala la revista Visão en un reportaje de febrero de este año. El actual vicepresidente de Angola, Manuel Vicente (que mantiene su puesto del anterior gobierno de Dos Santos), ya había tenido sus primeros escarceos con la justicia portuguesa por haber intentado sobornar a funcionarios del Ministerio Público con cifras que llegaron a los 800.000 euros, con el fin de que los funcionarios obstaculizaran otra investigación contra él que la Fiscalía tenía ya en marcha (de su época como presidente de Sonangol). Ahora, Vicente reaparece en otro caso de posible corrupción, en concreto de blanqueamiento de capitales, por la compra de tres apartamentos en el Estoril Sol a través de empresas offshore.
El sector inmobiliario es uno de los focos de inversión angoleña en Portugal, además del uso de instituciones de crédito, las telecomunicaciones y la banca
El sector inmobiliario es uno de los focos de inversión angoleña en Portugal, además del uso de instituciones de crédito, las telecomunicaciones y la banca. En el caso del Estoril Sol, Manuel Vicente no sólo compró un apartamento para él, sino también para otro peso pesado de la élite angoleña, el general Leopoldino Fragoso do Nascimento, conocido como Dino, y para el general Manuel Hélder Vieira Dias, conocido por Kopelipa. Cuenta el periodista angoleño Rafael Marques que las tres operaciones inmobiliarias, ejecutadas desde una cuenta del Banco Central de Portugal y tres empresas offshore (las londinenses Damer Indsutries y Delta Shipping Overseas, y la angoleña Portmill), eran parte de pagos o prebendas por otro caso de corrupción en la compra de participaciones en las angoleñas Movicel (telefonía) y Banco Espírito Santo Angola.
Y no es sólo porque el mercado inmobiliario portugués, tradicionalmente degradado por la poca capacidad interna de inversión y por conflictos familiares entre propietarios o herederos, sea tan apetecible que ha atraído a inversores de todo el mundo. Además, en 2012 Portugal puso en marcha lo que se conoce como Vistos Gold (Visados de Oro), o programa de Autorização de Residência para Atividade de Investimento, que consiste en la entrega de un visado de residencia en Portugal a todo ciudadano extracomunitario que ejerza una compra inmobiliaria igual o superior a 500.000 euros, o una transferencia de capitales igual o superior a un millón de euros.
La residencia en Portugal otorga la libre circulación en el espacio Schengen y la posibilidad de solicitar la nacionalidad portuguesa después de seis años. Portugal está de saldo, hay mucho dinero angoleño que blanquear y los Visados de Oro son más que un caramelo para inversores de cualquier país no europeo.
Según la investigación coordinada por Rafael Marques, los altos mandos angoleños que han adquirido propiedades tan sólo en el Estoril Sol son el exministro de Administração Pública, con cinco apartamentos en el complejo; la esposa del ministro de Estado y jefe de la Casa Militar, el ya mencionado Kopelipa; la esposa del también ya mencionado Dino; un coronel y alto funcionario de la Casa Militar; un exministro de Finanças, con cuatro apartamentos; un exdirector de la empresa pública de diamantes Endiama; Isabel dos Santos, que adquirió un apartamento en el último piso por 11 millones; un exministro y un ex secretario de Estado; un expresidente del Banco Espírito Santo Angola, con seis apartamentos, además de otros tres apartamentos que compraron sus dos hermanos; un ciudadano llamado Valdomiro Minoru Dondo, con doble nacionalidad brasileña y angoleña y cuya fama de negociador, corruptor y facilitador le han valido el sobrenombre de “estrangeiro mais rico de Angola”; el socio y representante legal de Tchizé, la hija pequeña de Eduardo dos Santos, y todo esto sin contar con los testaferros que hayan sido usados para encubrir otras adquisiciones.
A partir de 2011 (cuando el país luso sufría la afrenta internacional del rescate por parte de la Troika), los portugueses comenzaron a notar que cada vez más angoleños venían a hacer turismo a Portugal, sobre todo a Lisboa. No eran muchos, pero la situación era nueva, y los nuevos visitantes provenientes de la antigua colonia llegaban para atrincherarse en el Prada de Avenida Liberdade o la Hermès de Chiado, comprando los suvenires más caros de la ciudad en forma de bolsos, joyas, trajes y relojes. La prensa comenzó a hablar de la creciente clase media angoleña, pero lo que estaba llegando era la adinerada oligarquía con un poder adquisitivo más propio de la aristocracia que de la burguesía. Entre estiramientos faciales, chóferes con coches de alta gama, cenas de empresa y sesiones de peluquería, sus jornadas no escatiman en opulencia.
Portugal mantuvo a Angola en estado de profunda colonización unos 400 años, exprimiendo sus recursos naturales y humanos gracias a su superioridad militar. En el siglo XXI esta situación comienza a invertirse, y quien tiene la superioridad, esta vez económica, y capacidad colonizadora es Angola, por mucha crisis del petróleo que pueda afectar a su economía nacional. No es el país, sino su élite. Una élite que se ha especializado en comprar lo que muchos portugueses no pueden, esto es, las ruinas empresariales, bancarias, patrimoniales e inmobiliarias que el país ha ido dejando tras largos años de penurias. Y en Angola queda el 54% de la población viviendo por debajo del umbral de pobreza y, según The New York Time, la tasa de mortalidad infantil más alta del planeta.
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Autor >
Daniel Toledo
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