Análisis
Lapidación en Pamplona
Violar la intimidad de la víctima tras una agresión sexual coloca en el punto de mira a todas las víctimas. Además, es conocido que no existe un patrón que defina el comportamiento de una persona traumatizada
Javier García Pedraz 17/11/2017
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Cualquier persona que revise el Manual de criterios diagnósticos y estadísticos de los trastornos mentales DSM-V, el documento que sirve para realizar evaluaciones psicológicas y psiquiátricas, comprobará que la sintomatología concerniente al Trastorno por estrés postraumático es amplísima y muy variada. Tanto es así que lo único que distingue este trastorno de buena parte del manual es que se haya producido un acontecimiento traumático.
Por tanto, no es esperable un comportamiento u otro tras una violación. Hay personas que sufren respuestas disociativas, consistentes en una fragmentación de la conciencia que implica pérdida de memoria y una alteración variable de las funciones cognitivas. Estas guardan relación con la respuesta de congelación y de anestesia emocional de las que disponemos los mamíferos ante una amenaza que nos deja indefensos, como puede ser una violación. Cuando se da disociación, se produce una amnesia que deja lagunas de memoria en el recuerdo traumático y fragmenta las relaciones entre la emoción, la cognición y el comportamiento. En estos cuadros a menudo hay embotamiento mental, una suerte de bloqueo psíquico que retiene a la persona en la emoción de miedo, y se hace difícil elaborar otras respuestas adaptativas y deseables como la tristeza o la rabia.
Algunas padecen reexperimentaciones en forma de pseudoalucinaciones, en las que reviven el trauma. También pesadillas, sensación de alienación o extrañeza ante uno mismo, dolor y molestias difusas sin base fisiológica y miedo a los otros. Un sentimiento injustificado de culpa también es frecuente. Son respuestas naturales, que pueden darse o no. Otras personas tienen respuestas emocionales reactivas, que son las más adaptativas. Tras el trauma, consiguen transitar por emociones de miedo, tristeza y rabia, que es lo que intentamos los psicoterapeutas en la rehabilitación. En el caso de las agresiones sexuales, el asco también está muy presente. Las respuestas, como indican los manuales diagnósticos, son dispares.
Onno van der Hart, profesor de Psicopatología de la traumatización crónica en la Universidad de Utrecht y referente internacional en la materia, advierte a los clínicos de que los pacientes "tratan de ocultar su preocupación, su tristeza y su dolor detrás de una fachada de normalidad" en su brillante libro El yo atormentado. Las emociones asociadas al trauma son tan dolorosas que el aparato psíquico dispone de elaboradas herramientas innatas para reducir su impacto inmediato, como las respuestas de congelación, negación, evitación. Ya Pierre Janet hace casi un siglo --en 1919-- las definió en su Teoría de la disociación estructural de la personalidad. A día de hoy, gracias al avance de las neurociencias, sabemos que la enorme variabilidad de respuestas al estrés postraumático tiene su origen en los diversos cambios funcionales que producen a nivel hipotalámico y cortical, además de las experiencias previas en la vida de la personas.
Resultaría inconcebible revisar las redes sociales de una víctima de violación para elaborar un juicio de veracidad
Por todo ello se encargan peritajes psicológicos: si comprobar la existencia de respuestas traumáticas fuese tan fácil como seguir la vida social de una persona o saber qué ha publicado en las redes sociales no habría cientos de estudiosos investigando el fenómeno.
Trabajo en una entidad de asilo y refugio y parte importante de mi desempeño es evaluar el impacto de las experiencias traumáticas en la salud mental de personas que solicitan protección internacional en nuestro país. Se presume que estas evaluaciones ayudan a la Administración a gestionar los procedimientos. Resultaría inconcebible revisar las redes sociales de una víctima de violación para elaborar un juicio de veracidad. Además de ser una clara violación de la intimidad --y por tanto una conducta claramente intimidante--, la ciencia y el conocimiento psicológico dictan que no hay un comportamiento normativo tras el trauma de ser violada.
En primer lugar, porque muchas mujeres violadas tienden a proteger su identidad social separándola de la violación. Intentan así dar continuidad a sus vidas tras el trauma, ese acontecimiento que marca un antes y un después en su historia. Y es una posición valiente. Es lo que intenta la superviviente de 'la manada' con su anonimato y con su respuesta a la defensa al responder "quería aparentar normalidad". Que una víctima tenga que justificar su "comportamiento normal" tras una violación esconde un juicio social. ¿Cómo debía comportarse? ¿Acaso puede el juez que ha aceptado esta violación de la intimidad de la víctima como prueba definir cuál es el comportamiento de una mujer tras ser violada? Sabemos que la psicología no.
Por ello dar valor al informe de los detectives que violaron la intimidad de la víctima implica una agresión pública tras la violación, una lapidación. Porque el juicio es un acto público y lo que trasciende de él es que la víctima salió con sus amigos, fue a la piscina e hizo vida social después de ser violada. Lo que no trasciende es que en términos psicológicos supone un enorme disparate técnico entrar a valorar todo esto. Por tanto, coloca en el punto de mira la conducta de todas las víctimas de violaciones obviando todo rigor científico y conocimiento sobre el fenómeno del trauma.
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Javier García Pedraz @JavierPedraz es psicólogo y periodista. Trabaja en el ámbito de la rehabilitación del trauma y es miembro del Consejo de la Sociedad Internacional de Salud y Derechos Humanos ( www.ishhr.com )
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Javier García Pedraz
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