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Esta misma semana tuve que escribir otra carta, también pública. Una de despedida a un amigo, Ángel Gómez Hervada, Anca –que así le conocía todo el mundo, y así se presentaba él mismo–, que se murió de eso que todavía se llama una larga enfermedad, pero que en su caso no fue tan larga, sino más breve no solo de lo que todos desearíamos, sino de lo que pensábamos. Está claro que eso de los logros de la alegría, el ánimo y la lucha en algunas enfermedades debe ser posmedicina. Viene a cuento, creo, que cite a Anca en esta carta, la que alguien escribe, envía a alguien que nos lee (y que en muchos casos también nos escribe, y nos manda acuse de recibo), y que además sostiene esto, porque él era uno de los nuestros.
No, no era de CTXT. Era director de Radio Coruña SER, una emisora que fundó su abuelo hace 80 años (por eso los viejos coruñeses la llaman todavía “Radio Pancho”, por el abuelo). Era de una de las buenas familias de la ciudad, ya saben a lo que me refiero, y tuvo que lidiar un poco con su padre para poder ir dejando el banco en el que trabajaba, que era de otra buena familia, amiga de la suya, para ir a la emisora. En A Coruña de toda la vida, todo eso –banco, emisora, casa propia y paterna– estaba en un radio de unos quinientos metros. Era amigo de todas las fuerzas vivas, o por lo menos se saludaba con ellas. Y consejero de la Cadena SER. Ya se habrán hecho una idea del contexto.
Sin embargo, era de los nuestros. No era periodista, aunque tenía un olfato para las personas y las situaciones bastante más aguzado que el de Metroscopia. Era un miembro de esa otra clase en extinción, los editores (que no es necesariamente lo mismo que los empresarios de la comunicación, y en estos tiempos es casi lo contrario). Alguien que tenía claro cuál era su negocio y que la gente que trabajaba en él era un elemento fundamental, no un consumible o una pieza recambiable. Dio oportunidades a personas que sin duda horrorizarían a la gente de su círculo de quinientos metros, y participó animadamente en ellas. Tenía, pese a sus 59 años, esa visión antigua de los directores que consideraban que a los redactores se los puede y debe reprender en privado, pero hay que defenderlos siempre públicamente, ante quien sea, porque son la cara y el cuerpo del medio. Y por lo mismo les decía, por ejemplo, que no tenían por qué asistir a esas ruedas de prensa que convocan sin especificar el contenido –“para una noticia de interés”–, simplemente para que los periodistas piquen y hagan bulto –somos nosotros los que decidimos “qué tiene y que no tiene interés”.
Todo ello con un cierto desapego nada Lou Grant, sin acogerse a la sagrada libertad de expresión una vez antes de cada comida, como es habitual en los adalides del sector. Estaba donde tenía que estar por su posición, pero se creía lo que se creía. En un acto social-informativo en el que el gobierno del anterior alcalde de la ciudad, su amigo, estaba explicando su plan estrella para la legislatura como si fuese la gala de los Emmy, nos sentamos juntos, hasta que me dijo: “Esto es una tontería y una pérdida de tiempo, me voy”. Se levantó cuan largo era –lo era bastante, no fue una salida discreta– y se fue. Y apoyó sin aspavientos la candidatura de Marea Atlántica, a pesar de su amistad con el candidato a la reelección, del PP, al que había advertido que lo tenía mal, como me recordaba un miembro de aquel equipo de gobierno en el tanatorio. Era, sin embargo muy afable, hasta el punto de ser más que amable, cómplice, con alguien como yo, del que le separaba el origen geográfico, desde luego el social, y no digamos la ideología.
Me dirá usted que esta no es una sección de necrológicas, y que me acompaña en el sentimiento y que a ver si la semana que viene le hablan de algo que le interesa. Pero es que hablo de periodismo. De que lo que necesitamos no son medios que nos den la razón –que ya sabemos que la tenemos–, sino que nos digan de verdad, aunque duela, qué está pasando. Y gente en ellos, independientemente de su ideología personal, que asuman un compromiso con la ciudadanía como el de Anca cuando le dijo a alguien que me voy a reservar identificar: “No tenéis mucha idea, pero yo estoy harto de ver ahí ladrones”.
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Esta misma semana tuve que escribir otra carta, también pública. Una de despedida a un amigo, Ángel Gómez Hervada, Anca –que así le conocía todo el mundo, y así se presentaba él mismo–, que se murió de eso que todavía se llama una larga enfermedad, pero que en su...
Autor >
Xosé Manuel Pereiro
Es periodista y codirector de 'Luzes'. Tiene una banda de rock y ha publicado los libros 'Si, home si', 'Prestige. Tal como fuimos' y 'Diario de un repugnante'. Favores por los que se anticipan gracias
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