En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes. Puedes ver el tráiler en este enlace y donar aquí.
Versailles era un lugar inhóspito. Carecía de pasillos, ese invento del siglo XIX, de manera que, para acceder a una habitación, debías recorrer todas las del ala, y penetrar, una tras otra, la intimidad de sus ocupantes. En invierno era frío. Las chimeneas no tiraban mucho, por lo que todo estaba impregnado de humo. Había verdaderos problemas en Versailles para acceder a calidades que hoy son importantes, como la intimidad, la higiene, el confort. Sin embargo, cientos de aristócratas aceptaban la invitación del rey para ir a vivir allá. Por calidades que, aún hoy, son más importantes que todas las anteriores, como el honor o la vanidad. El honor y la vanidad son, en fin, más importantes que el dinero. De hecho, muchos de aquellos nobles acaban arruinados, al no poder seguir el protocolo diario que obligaba a continuos cambios de ropa, y a evitar, en esos cambios, las repeticiones. Versailles era una máquina incómoda de adquirir cosas y objetos para recibir a cambio honor. Sólo es comprensible si imaginamos amplios espacios, en el patio frontal, hoy abiertos, dedicados a las tiendas, que proveían a la nobleza de todas las materias que estaban obligados a adquirir para poder vivir en Versailles. Seda, pelucas, perfúmenes, complementos.
Por una serie de circunstancias, conozco bien Versailles. He pasado mucho tiempo allí. Pero he empezado estas líneas no para hablarles de Versailles, sino de uno de los mejores recuerdos de mi vida. Conforme he ido escribiendo he ido, no obstante, sospechando que en realidad no les hablaré sobre un recuerdo, sino sobre su contrario, el olvido.
Cuando fui por primera vez con mi hijo a Versailles, mi hijo era pequeño. Recuerdo que aún no hablaba bien, pero que disfrutó con todas las historias que le expliqué. Recuerdo que donde más disfrutó fue en l'Hameau de la Reine, una aldea estilizada, cerca de Le Petit Trianon, en la que María Antonieta jugaba, muy en la onda de Rousseau, a ser una buena salvaje. Se vestía de pastora sexy y, con sus amigos y amigas, pasaban el día leyendo, hablando, usando aquella cosa tan rara y divertida, hoy desaparecida, que era el amor en el siglo XVIII, y jugando a los inocentes, entre un ganado sin olor ni estiércol, que cada día era lavado por el servicio. Hacia el mediodía fuimos a comer al restaurante que hay en el recinto -no tira de espaldas, pero no está mal-. Mi hijo me pidió que le dibujara una máquina que sirviera para lavar el ganado de María Antonia Antonieta. Empecé a dibujar esa máquina en el reverso del mantel. Era un tren de lavado, en el que los animales entraban a través de una cinta continua, y eran lavados, secados, perfumados. Nos pasamos horas riendo y dibujándolo. El dibujo fue, al final, asombrosamente grande y detallado. Su construcción me supuso un momento de felicidad inaudita. Periódicamente lo recuerdo, para comprobar el carácter sencillo e imprevisto de la felicidad. La felicidad se parece a la infelicidad en que está donde menos te las esperas. Luego, él pintó el dibujo. Con ceras que llevaba en el bolsillo. Lo pintó meticulosamente. Es decir, tapó el dibujo con la pintura.
Si aquel dibujo era el recuerdo de una vivencia fue, en fin, tapado por los colores de otro recuerdo y otra vivencia. Dejó de existir, para pasar a ser una atmósfera de colores.
Es imposible conservar los recuerdos. Tal vez, responden a vivencias que no existieron jamás. Es decir, que jamás fueron compartidas. Sobre los recuerdos, sólo hay capas de color opaco, tal vez. Es un poco absurdo hablar de memoria colectiva. La memoria colectiva, aquello que pueden recordar dos o más personas, tal vez sólo sean colores que esconden un recuerdo certero.
CTXT está produciendo el documental 'La izquierda en la era Trump'. Haz tu donación y conviértete en coproductor. Tendrás acceso gratuito a El Saloncito durante un mes.
Autor >
Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí